¿Es amor lo que siento, o un espejismo fugaz? 

Confusión en mi pecho, un enigma sin compás. 

Tu presencia me impacta, me deja sin aliento,

Y un deseo ardiente nace en mi interior lento.

No sé qué es este fuego, nuevo y a la vez familiar.

 Como un eco lejano que resuena sin cesar.

Quiero más de tu esencia, de tu risa y tu mirar.

Estar a tu lado, el tiempo contigo congelar.

El teléfono de la habitación interrumpe la escritura de Valentina. Ella salta levemente, porque no se esperaba que sonara. Deja la pluma fuente sobre la mesa y se levanta para ir a responder. El reloj marca las 8:30 am y no tiene idea de quién podría ser. 

⎯¿Diga? ⎯contesta. 

⎯Buenos días, señorita de la Torre, tiene una llamada ⎯me anuncian en la recepción. 

⎯¿Llamada? 

⎯Sí, de la niña Fátima Moríns. 

Valentina se sorprende ¿habrá pasado algo?, ¿por eso la estaba llamando? Acepta la llamada de inmediato, y momentos después, se escucha la tierna voz. 

⎯¿Valentina? ⎯pregunta. 

⎯Sí. 

⎯Hola, soy Fátima Moríns Canarias, ¿me recuerdas? ⎯le pregunta, haciendo a Valentina sonreír. 

¿Quién olvidaría a una niña cómo Fátima? Siempre queriendo saber más, hablando con una claridad que sorprende y, sobre todo, muy linda y empática. 

⎯Claro que te recuerdo ⎯contesta Valentina, con ternura. 

⎯¡Qué bueno! 

⎯¿Todo bien?, ¿cómo conseguiste el teléfono de mi habitación? 

¿Se lo habrá dado Tristán?, piensa. 

⎯Mi tía Jo me lo dio, ella sabe cosas… ⎯contesta Fátima, bastante segura. 

⎯O.K. 

⎯Te llamo para preguntarte si vendrás al sábado de Wafles. 

Valentina recordó que la niña la había invitado al famoso sábado de wafles; nunca pensó que ella se lo recordaría o que Valentina siguiera invitada.  

⎯Pero… ¿Hoy no es la boda de tu tía? ⎯pregunta, al recordar lo que Tristán le había dicho. 

⎯Sí, pero es por la noche. Mi tía se casa por la noche. Creo que es en el hotel donde tú te quedas. ¡Es en ese hotel, Jo! ⎯grita Fátima, a alguien en la casa. 

⎯Yes… ⎯contesta una voz. 

⎯Sí, ahí es… ¿Vas a ir a la boda? ⎯pregunta Fátima. 

Valentina sonríe. 

⎯No, no iré a la boda. 

⎯¿Pero sí a los wafles? Si vienes conocerás a Mena y a mis otros primos, a los que no iban en el auto conmigo. 

⎯Fátima… 

⎯Ándale, ven… ¿Puedes venir? ⎯insiste⎯. Comemos wafles a las 9:30 am, debemos esperar a que lleguen todos, ¿si vienes? 

Valentina lo piensa. No sabe si ir a casa de Fátima sea buena idea. Sin embargo, siente que no le puede decir que no a la niña. 

⎯OK… ⎯responde, tímida. 

⎯¡Bien!, aquí te esperamos ⎯habla feliz. 

⎯Oye, pero, ¿llevo algo? ⎯pregunta Valentina, porque siente que no puede llegar con las manos vacías. 

⎯¡Espera! ⎯se escucha. 

Al parecer, Fátima se ha alejado del teléfono, porque el ruido de afuera incrementa. Se pueden escuchar conversaciones indistintas, algunas risas y un ladrido de perro. 

⎯¿Vale? ⎯se escucha la voz de Fátima. 

⎯Dime… 

⎯Puedes traer miel de maple. 

⎯¿Miel? ⎯pregunta ella, sorprendida. 

⎯Sí. Es que no se me ocurre otra cosa. Pero la miel siempre se acaba. Mejor que no se acabe. 

⎯OK, llevo miel.

⎯Vale, te esperamos… ¡Dijo que sí! ⎯se escucha un grito y después la llamada se corta. 

Valentina se encuentra aún en pijama. En realidad no planeaba salir hoy. Se quedaría en el hotel, en la cafetería del jardín, y se pondría a leer y a escribir. Quería mantener su mente alejada de David Tristán, de la inmensa confusión que le causaba, de la extraña sensación que él le causaba en el estómago. 

Ayer, que había ido a la iglesia. Le pidió a Dios que le ayudara a saber qué le sucedía, a no temerle más al futuro, a ser feliz; ese era el problema, no sabía ser feliz. 

Desde que habían muerto sus padres y hermanos, la soledad siempre había sido su amiga. Su tío la había protegido en exceso para que no le pasara nada a ella, para que no hubiese venganza; lo que la había empujado a la soledad. 

Ahora, estaba en Madrid. Había vencido todos sus miedos para estar ahí y jamás pensó que le pasarían tantas cosas. En especial con David Tristán. Su tiempo estaba contado en esta bella ciudad, no debía pensar en otras cosas; solo en el proyecto. 

⎯Terminas el proyecto y te vas ⎯se repite, de nuevo, como lo hace todas las mañanas. 

Valentina no traía mucha ropa, incluso, su maleta era una mochila que le habían prestado, lo suficientemente grande para que cupiera todo. Traía dinero, resultado de los ahorros que había hecho por su trabajo, pero no lo suficiente para quedarse por mucho tiempo; el boleto se había llevado la mayoría de ellos. 

Así que, toma unos vaqueros azules, que había lavado a mano hace dos noches y colgado a secar en el baño, una blusa de color blanco, sin mangas, pero de cuello alto y se viste con eso. Peina su cabello con la típica trenza, se acomoda la cruz de plata sobre la ropa y sale de ahí; tenía que comprar miel. 

El chofer de Tristán, hacía guardia ahí. Siempre que salía, Valentina se lo encontraba cerca de la entrada. Él se subía a la camioneta, se daba la vuelta y la recogía; hoy fue igual. Ella quería preguntarle si tenía días de descanso, o si David lo explotaba, pero no se atrevía, tal vez no les era permitido hablar. 

⎯¿Sabes dónde puedo comprar miel de maple? ⎯pregunta. 

⎯Claro que sí, señorita de la Torre. ¿La llevo? ⎯dice, con una sonrisa en su rostro. 

⎯Sí. 

El auto avanza, y unas cuadras después, el chofer se detiene frente a un supermercado pequeño. 

⎯Es aquí. Vaya y yo la espero cerca. ⎯A continuación, él se baja de la camioneta y le abre la puerta. 

Valentina sale de la camioneta y nota todas las miradas sobre ella. Esa sensación le invade el cuerpo. El sentido de ser perseguida vuelve a ella. Valentina se toma fuerte de la puerta, aprieta el mango, tratando de que el pánico no invada su cuerpo. No sabe si lo va a lograr. Si algo pasa, no podrá ir con los Canarias y mucho menos salir en unas horas. 

La mano del chofer la toma, provocando que ella lo vea. 

⎯Vamos… yo vengo a este supermercado seguido, sé exactamente dónde está la miel ⎯le comunica. Valentina le sonríe levemente, aunque con vergüenza. Se atreve a salir y el chofer le da el brazo. 

⎯La ven, porque está saliendo de la camioneta; es bastante cara, ¿sabe? ⎯le explica. 

⎯Lo sé ⎯murmura Valentina, tratando de tranquilizarse. 

⎯¿Sabe por qué al señor Tristán no le gusta subirse a ella? ⎯continúa la plática, mientras entran al lugar. 

⎯¿Por qué? ⎯pregunta, más por distraerse que por verdadera curiosidad.

⎯Dice que se siente como si estuviera en un tanque de guerra, listo para invadir otro país ⎯responde con una sonrisa cómplice.

Valentina no puede evitar soltar una risa breve, la imagen de Tristán sentado rígido en la camioneta, visualizándose como un general en medio de una invasión absurda.

⎯¿De verdad? ⎯ríe, ahora más relajada⎯. Eso suena tan… Tristán.

⎯Sí, y no le gusta que las ventanas sean tan oscuras. Me dijo que sentía que estaba en una película de espías donde todos piensan que él es el malo ⎯añade el chofer, con una expresión exageradamente seria que imita a Tristán.

Valentina suelta una carcajada, imaginándose a Tristán con su típica expresión de impasibilidad, creyendo que es el villano de una película de acción. Su risa finalmente la alivia de la tensión que sentía desde que salieron de la camioneta.

El chofer toma la miel de maple y se la da. 

⎯Esta es la favorita de la familia. 

⎯Gracias ⎯le responde Valentina, agradecida no solo de la botella, sino por la distracción. 

⎯De nada… ⎯contesta. 

Después ambos regresan a la camioneta. 

***

Valentina, después de unos minutos, entra a un fraccionamiento exclusivo, donde se ven diferentes casas grandes y modernas. El chofer va hacia el final de una de las calles y se detiene frente a un imponente portón negro de acero. Un minuto después, el portón se abre lentamente, revelando la entrada de una enorme casa de diseño industrial.

Al avanzar,no puede evitar admirar la estructura. Dos grandes ventanales de piso a techo dominan la fachada, permitiendo que la luz natural inunde el interior. Los marcos de hierro negro contrastan con la vegetación que rodea la casa, creando un equilibrio entre lo moderno y lo natural. A medida que el coche se detiene, Valentina se siente pequeña ante la magnitud del lugar.

La fachada tiene una mezcla de concreto pulido y ladrillo expuesto, que da una textura rústica pero elegante. Al fondo, se puede ver una amplia terraza amueblada, con cómodos sofás y una mesa larga de madera, ideal para cenas al aire libre. Más allá de la terraza, un gran jardín perfectamente cuidado se extiende, rodeado de árboles frondosos y caminos de piedra que invitan a ser recorridos.

Valentina baja lentamente del coche, aun procesando lo impresionante del lugar. En ese instante, la puerta se abre y Fátima sale corriendo para ir hacia ella. 

⎯Llegaste ⎯le dijo, mientras la tomaba de la mano y la invitaba a salir. 

Valentina, al entrar queda deslumbrada. Los techos son altos, con vigas de acero expuestas que dan una sensación de amplitud y modernidad. El suelo de concreto pulido refleja la luz que entra a raudales por los grandes ventanales, aportando un brillo sutil que contrasta con los tonos oscuros de los muebles.

La sala principal es un espacio abierto, con una pared de ladrillo visto que aporta un toque rústico. Un sofá modular de cuero negro está dispuesto en forma de L frente a una chimenea de diseño minimalista, revestida en piedra gris. Al lado, una gran estantería metálica llena de libros, plantas y fotografías añade un toque acogedor al ambiente. Todos los muros están llenas de fotografías. 

El comedor, ubicado en el mismo espacio, cuenta con una mesa de madera maciza acompañada de sillas de metal con cojines de terciopelo gris. Sobre la mesa cuelga una lámpara colgante de diseño industrial con bombillas expuestas que proporcionan una luz cálida, perfecta para cenas íntimas o reuniones con amigos.

Al fondo, una escalera de metal y madera conduce al segundo piso, donde un corredor abierto permite ver la sala desde arriba. Las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro, dándole un toque artístico al espacio.

⎯Esta era la casa de mis abuelos, pero ahora vive mi tía Alegra y mi tío Karl, con mis primos. Si sales por el jardín puedes llegar a casa de mi tío Manu. Y más allá a casa de mi tía Julie. Todos estamos conectados por el jardín, ¿qué bonito, no? 

Valentina asintió. 

⎯Es muy bonito. 

⎯¿Tú tenías una casa así? ⎯pregunta, mientras comienzan a caminar por la casa. 

⎯Pues… en realidad, así no. Mis padres solían viajar mucho por México, y vivíamos siempre cerca de la naturaleza, en cabañas y a veces en una camioneta diseñada para viajar. 

⎯¿De verdad? ⎯pregunta, bastante impresionada. 

Ambas han llegado a la terraza, donde a lo lejos se escucha como si tuvieran una fiesta. Fátima le pide que caminen por un camino de adoquines que las lleva al jardín y de ahí hasta un muro, donde inicia la siguiente casa. 

⎯Sí, de verdad. 

⎯¿Te gustaba? ⎯pregunta Fátima. 

⎯Me encantaba… ⎯habla Valentina, con melancolía. 

Las dos entran al siguiente jardín y se encuentran ante un cambio radical en el estilo de la casa. De la modernidad del anterior lugar, la transición es brusca hacia un encanto colonial.

La casa que se despliega ante sus ojos parece una antigua hacienda, con sus balcones de madera tallada, jardines exuberantes y una piscina que sirve de centro para la decoración. 

La luz del sol, al atravesar los grandes ventanales, se filtra suavemente, bañando la estancia en una calidez que parece adecuada para ella.

Al parecer, el sábado de wafles se celebrará al aire libre. En la terraza, una mesa grande está dispuesta para la ocasión, rodeada de una variedad de platos, jugos y otros manjares. 

Mientras se acercan, los hombres de la familia están reunidos alrededor de una estatua en el jardín. Tristán se encuentra entre ellos, inmerso en una animada conversación. En la distancia, unas chicas observan la escena y se ríen, entretenidas por el intento de los hombres de empujar la estatua.

⎯¡Te juro que la moví tres! ⎯grita Héctor, mientras todos se acercan para ver el suelo. 

⎯¿Cuáles tres, mijo? Ni siquiera la moviste ⎯le reclama Manuel, bastante entretenido. 

Valentina se une a la fiesta sutilmente, Fátima la lleva con su madre, Sila. 

⎯Ya llegó… ⎯le dice, y Sila voltea a ver a Valentina y sonríe. 

⎯Hola, Sila Canarias ⎯la saluda, soy la mamá de Fátima. 

⎯Hola, Valentina de la Torre ⎯se presenta. 

⎯Ellas son mis hermanas, Lila y Alegra… ⎯presenta a las gemelas que están al lado de ella. 

⎯Hola ⎯responden las dos al mismo tiempo y Valentina se percata de que son iguales, y que le costará saber quién es quién. 

Las tres están muy divertidas, viendo cómo los demás mueven la estatua. 

⎯¿Qué está pasando aquí? ⎯pregunta Valentina, abrazando la miel de maple. 

⎯Han apostado:el que mueva más centímetros la estatua, gana. Y el que menos mueva, tendrá que cuidar a todos los niños un fin de semana entero ⎯explica Lila⎯. Esa estatua que me regaló la señorita Santander, al menos tuvo un uso ⎯dice de mala gana.  

¡Ah!, entonces siempre recordaré quién es Lila, piensa. 

Toca el turno a Tristán, y él se aferra a la estatua y la empuja lo más que puede. 

⎯¿Puedo hacer otra apuesta? ⎯se escucha la voz de David Canarias, quien se ha acercado a sus hijas⎯. Apuesto que alguien tendrá que ir al quiropráctico en algún punto del día. 

⎯¡Seis centímetros! ⎯grita Daniel, apuntando en una libreta⎯. ¡Es el ganador! 

⎯¡Nah! ⎯gritan todos, como si esperaran que él perdiera. 

⎯Ni modo… el tío David descansa ⎯contesta, entre risas. 

⎯Ahora, el que tiene que cuidar a los niños es … Héctor. 

⎯¡Nooooo! ⎯gritan los niños, como si se quejaran. 

⎯¿Cómo de que no? ⎯habla, y comienza a perseguir a los niños, que corren divertidos perseguidos por su tío⎯. Nos vamos a divertir mucho… llevaré refuerzos ⎯comenta. 

⎯Supongo que Mar regresa a la familia ⎯dice Sila, a sus hermanas. 

Todas voltean hacia Lila. 

⎯Que regrese Mar no quiere decir que Pablo lo vaya hacer. Tengo claros mis errores. También tengo claro que Daniel cambió conmigo porque por mi culpa su mejor amigo se fue. 

Valentina no sabe si irse de ahí o quedarse. Al parecer, las hermanas de Tristán se sienten muy cómodas platicando con ella cerca. 

⎯No creo que esté enojado conmigo, Lils. Simplemente, ya no conviven como antes. Daniel es lo suficientemente maduro como para echarte la culpa de algo así ⎯justifica Sila. 

⎯Cómo sea. Creo que Pablo hizo bien en irse y apoyar a la mujer de su vida. 

⎯¿Tú lo harías? ⎯le pregunta Alegra a Valentina, tomándola por sorpresa.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta Valentina. 

Alegra toma suavemente a Valentina del brazo, guiándola hacia la mesa cargada de comida. Sila y Lila las siguen con pasos ligeros, como si un lazo invisible las uniera. Desde la distancia, cualquiera podría suponer que estas mujeres se conocen desde siempre, compartiendo secretos y risas como amigas de toda la vida. Pero, en realidad, apenas estaban comenzando a conocerse.

⎯Si el amor de tu vida estuviera en problemas, que fueron resultado de consecuencias que no fueron su culpa. Y de pronto, te pide que la sigas al fin del mundo, pero deben esconderse por un rato ¿aceptarías? 

Valentina, sorprendida por la pregunta, frena su paso por un momento, intentando encontrar una respuesta que sea sincera pero no demasiado reveladora. La pregunta resuena dentro de ella de manera personal, y aunque no lo esperaba, lo siente como una especie de prueba.

Sin embargo, en ese momento, su mirada se desvía y encuentra a Tristán. Él está ahí, en medio del jardín, riendo despreocupadamente con sus primos. Todo lo demás se desvanece a su alrededor mientras su mente la transporta a un mundo onírico.

Lo observa con una sonrisa tranquila, sus movimientos relajados, su risa resonando con naturalidad en el aire cálido de la tarde. Parecía tan seguro, tan en paz consigo mismo, y la imagen de él la envuelve. No me importaría si tuviera que esconderme del mundo, siempre y cuando estuviera con él. El pensamiento la toma por sorpresa, asomando en su mente como una brisa inesperada.

Odia pensar así. Odia la sensación de vulnerabilidad que trae consigo esa idea. Nunca ha sido una mujer que se deje llevar fácilmente por los sentimientos, prefiere la lógica, la razón, y planificar cada paso con cautela. Y, sin embargo, cada vez que está cerca de Tristán, siente cómo algo dentro de ella se desarma, cediendo al poder de las emociones que, por más que intente controlar, se desbordan.

A veces, él tiene esa capacidad de romper las barreras que ella ha construido durante años. Con solo una mirada, con una sonrisa, logra que ella caiga en ese espacio indefinible donde el corazón manda y la mente queda en segundo plano, confundida pero dispuesta. ¿Por qué él?, se pregunta. ¿Por qué justo él logra desarmarme de esta manera?

Valentina suspira, volviendo a la realidad, y siente los ojos de Alegra sobre ella, esperando una respuesta. Sonríe, ocultando la tormenta interna que la sacude.

⎯Supongo que, si fuera el amor de mi vida… tal vez sí lo haría ⎯responde con un tono ligero, como si la decisión no pesara tanto. Pero en su interior sabe que esa respuesta contiene más verdad de la que quisiera admitir.

⎯¿Ves? ⎯le dice Alegra a Lila⎯. Cada quien decide lo que hace con su vida, como tú lo hiciste con Antonio. 

⎯Así que decidió venir ⎯escucha la voz de Tristán, y al voltear, lo ve sentando a su lado. Él estira la mano y toma un wafle caliente y le da una mordida. 

Valentina controla la sorpresa y los nervios, y toma un poco de jugo de naranja. 

⎯Pensé que tú no comías estas cosas. Que estabas en alguna dieta KETO o algo por el estilo ⎯comenta Valentina, levantando una ceja y sonriendo ligeramente, esperando que su tono suene lo suficientemente casual.

Tristán la mira y esboza una sonrisa, esa sonrisa que siempre parece tener el poder de desarmarla un poco más. A veces le cuesta creer cómo él puede ser tan natural, tan seguro de sí mismo, en cualquier situación.

⎯Los sábados es mi día libre ⎯responde, guiñando un ojo con un toque de complicidad⎯. Vine al mundo a disfrutar la vida, no a torturarme. 

Valentina no puede evitar soltar una pequeña risa ante la respuesta, aunque intenta mantener la compostura.

⎯¿Disfrutar la vida, eh? ⎯dice, con un tono juguetón, mirando de reojo la mesa repleta de comida tentadora⎯. Así que, ¿torturarse solo de lunes a viernes?

Tristán ríe, su risa cálida, profunda y atractiva. 

⎯Exacto. Hay que saber cuándo soltar las riendas ⎯dice, tomando un wafle de la mesa y ofreciéndoselo a Valentina⎯. Y tú, ¿cuándo fue la última vez que soltaste las riendas?

Valentina siente el calor subirle al rostro, y esta vez no puede disimularlo. Un rubor profundo se extiende por sus mejillas, traicionando la calma que intenta proyectar. Tristán lo nota, claro que lo nota, pero en lugar de burlarse o hacer un comentario, simplemente sonríe con esa facilidad que parece dominar en todo momento. 

Seguro está acostumbrado a que todas se sonrojen, piensa ella con cierto fastidio hacia sí misma por reaccionar así.

Rápidamente, toma otro sorbo de jugo de naranja, esperando que el frío líquido la ayude a recuperar el control. Pero justo en ese momento, Tristán corta un pedazo de su wafle y, con una naturalidad desconcertante, lo extiende hacia ella, ofreciéndoselo con el tenedor.

Valentina se queda inmóvil por un segundo, sus ojos buscando algún escape mientras gira la cabeza ligeramente, mirando a su alrededor. El bullicio familiar la envuelve, pero nadie parece notar lo que está sucediendo entre ellos.

 La familia es grande, y todos están inmersos en sus conversaciones, riendo, comiendo, completamente ajenos a la pequeña escena que se desarrolla entre Tristán y ella.

⎯Venga, una mordida… tal vez hoy es el día de probar cosas nuevas ⎯murmura Tristán, su tono bajo, casi un susurro, como si la tentara a hacer algo prohibido.

Valentina siente un nudo en el estómago. La forma en que lo dice, con esa voz suave y algo traviesa, la descoloca. No es solo el wafle lo que él le está ofreciendo, es mucho más. Es el juego, la complicidad, la posibilidad de dejar de lado por un momento todas sus barreras. 

Sus ojos lo miran de reojo, casi desafiante, pero también intrigada. ¿Qué tan malo podría ser?, se pregunta, mientras el mundo parece detenerse a su alrededor.

Con una respiración profunda, decide dejarse llevar solo por un segundo. Se inclina ligeramente hacia él y, con un gesto que a ella misma le sorprende, da una pequeña mordida al wafle que él le ofrece. El dulzor suave del postre inunda sus sentidos, pero más allá del sabor, es la cercanía con Tristán. Él sigue mirándola, con una sonrisa satisfecha, como si hubiera logrado algo que solo él entendiera.

⎯¿Ves? No es tan difícil probar cosas nuevas ⎯comenta él, retirando el tenedor con suavidad.

Valentina le sostiene la mirada por un instante, sin saber si debería reír o sentirse aún más nerviosa. Pero antes de que pueda decidirse, su propio sentido del humor la rescata.

⎯Espero que eso no incluya mover estatuas ⎯responde ella con un toque de ironía, tratando de aligerar el ambiente.

Tristán suelta una carcajada, y por un momento, el nerviosismo que la había invadido se disipa. Pero aún siente esa sensación cálida, esa chispa, y se pregunta qué es exactamente lo que ha empezado a probar hoy.

El momento con Tristán pasa en un suspiro, cuando su familia lo incluye en la conversación. Valentina se deja llevar por el ambiente, riéndose con lo que dicen los tíos, primos y hermanas de Tristán. Todo parece fluir con naturalidad, y aunque ahora él está más inmerso en la charla familiar, Valentina siente que, de algún modo, él sigue presente para ella. Como si el lazo invisible que se ha formado entre ambos no pudiera romperse tan fácilmente.

Entre risas y comentarios, Tristán, casi sin que nadie lo note, sigue poniendo pequeños pedazos de wafle en su plato. De vez en cuando la mira de reojo, con esa expresión cómplice que le provoca una extraña mezcla de tranquilidad y nerviosismo. Es un gesto sutil, como si él estuviera cuidando de que no deje de disfrutar el momento.

Valentina, por su parte, siente una calidez indescriptible al percibir esos pequeños detalles. Él le indica con un ligero movimiento de la cabeza que siga comiendo, y ella simplemente asiente, sin necesidad de palabras.

Es como si formaran parte de dos mundos a la vez: el bullicioso y alegre que los rodea, y ese otro, íntimo y silencioso, donde solo ellos dos se entienden, como si compartieran un lenguaje secreto.

⎯¿Cómo que le pediste miel a Valentina? ⎯se escucha la voz de Moríns, interrumpiendo todo. 

Valentina voltea y nota que todas las miradas están sobre ella. 

⎯Pues, Vale me dijo que si podía traer algo y le dije que miel, ¿qué querías que trajera? ⎯justifica la niña. 

⎯¡Ay, Dios!, lo sentimos ⎯se disculpa Sila. 

⎯No, no… no pasa nada. Era lo menos que podría traer. 

⎯Bueno, al menos tiene más uso que una estatua ⎯comenta Lila. 

⎯Sí, sí, ya entendía la indirecta ⎯responde Tristán, al ser su novia la que envió el regalo⎯. El tío Manu ya aceptó darle refugio. No hay más que decir. 

⎯Tu libro de miel es bien recibido ⎯le dice Lila a Valentina. 

⎯¿Irás a la boda, Valentina? ⎯pregunta Fátima. 

Ella se queda en silencio y antes de contestar, Tristán lo hace por ella. 

⎯No. Ayer la invité y a la señorita de la Torre no le gustan las conglomeraciones, ni los lugares cerrados ⎯dice Tristán con una voz suave y dulce, sin una pizca de burla, dejando claro que entiende perfectamente las razones de Valentina.

Valentina sonríe tímidamente, agradecida por cómo lo ha manejado. Sin embargo, no puede evitar sentir el peso de la situación y trata de aclararlo de manera ligera.

⎯No quiero arruinarles la boda con un ataque de ansiedad o algo así… ⎯añade, intentando que su comentario suene menos serio de lo que realmente es.

Todos en la mesa asienten con comprensión. La familia de Tristán es cálida y acogedora, y aunque el tema podría haber generado incomodidad, lo aceptan sin más, respetando sus límites. Pero la pequeña Fátima, decidida a no dejar que Valentina se escape tan fácilmente, lanza una propuesta con toda la inocencia del mundo.

⎯Pero, ¿si te quedas en el jardín? ⎯pregunta la niña con sus grandes ojos brillantes⎯. ¿Puedes sentarte en la mesa de niños que será en el jardín?

Valentina sonríe ante el entusiasmo de Fátima, aunque no puede evitar reír por dentro ante la idea de sentarse en una mesa con niños. Antes de que pueda responder, Moríns interviene.

⎯Fátima, no creo que quiera sentarse en la mesa de niños ⎯dice su papá con un tono más racional, intentando salvar la situación. 

Pero Fátima no se rinde tan fácilmente.

⎯¿Por qué no? Mi tío puede sentarse en la mesa de los niños, ¿no? ⎯pregunta inocentemente, señalando a Tristán, que justo en ese momento se sirve otro trozo de wafle.

Valentina no puede evitar mirar a Tristán, sorprendida por la dirección que ha tomado la conversación. Él, al notar la mirada de Valentina, se detiene un momento y, sin perder la sonrisa, responde con la misma ligereza de siempre.

⎯Claro, si Valentina se sienta en la mesa de los niños, yo también lo haré.⎯Y le guiña un ojo a Fátima, que sonríe emocionada.

Valentina lo mira incrédula, aunque en el fondo no puede evitar sentir el calor de esa complicidad que parece envolverlo todo. El gesto de Tristán, aunque aparentemente simple, la hace sentir un poco más cómoda y parte de la dinámica familiar. 

⎯¿Qué dices? ⎯pregunta Fátima. 

⎯Bueno… pero; aun así, no tengo nada que ponerme. No traje nada para eventos y… 

⎯No te preocupes… Maison Caballero está a tu servicio. Tengo un vestido que va con la ocasión y te encantará ⎯habla Lila, con una sonrisa en su rostro. 

Valentina apenas logra procesar las palabras. No está acostumbrada a este tipo de espontaneidad, a ser el centro de tanta atención, y menos a las sonrisas cómplices que parecen rodearla. Las niñas, entusiasmadas, ya comienzan a hacer planes para la boda como si todo estuviera decidido. Sin embargo, la voz profunda de David Canarias corta la efervescencia del momento.

⎯Son muy agradables los gestos, niños ⎯interrumpe David Canarias⎯, pero si Valentina no desea ir, no la obliguen. 

Valentina toma valor y embargada por una felicidad y un síntoma de aventura que hace mucho no sentía, acepta. 

⎯Sí, está bien… iré a la boda. 

⎯¡Sí! ⎯grita Fátima, entusiasmada, como si hubiese ganado su primer caso. 

Todos continúan comiendo y hablando de la boda, hasta que la mirada de Tristán llama su atención y le murmura.
⎯Soltar las riendas… ⎯Y ella sabe que ya no hay vuelta atrás. 

9 Responses

  1. Fátima, la pequeña Fátima, siempre gana jejeje 🤭🤭🤭

    Ay David Tristán sin querer te está gustando la situación con Valentina 👀👀😏

  2. Jajajaja lo sabía!!! Fátima es lo máximo, sin saberlo hizo que Valentina se integre en la familia más rápido que si lo planeaba. No sé cuál sea el trato que tiene con Ana Caro, pero se siente amiga de “Vale”.
    Por otro lado esa apertura y tranquilidad de las hermanas de Tristán con Valentina se dió tan natural 👌🏼.
    Imagino que alguien habrá notado aquellos gestos que David T. Tuvo con Valentina. ¿Tal vez Luz?

  3. Ayyyyy que emoción, y Fatima es lo maximo. Jajaja me encanta. Fatima saco la inteligencia de.la madre con la audacia del padre. Es una combinación perfecta y será la clandestina en ese par. Tan lindo David T. Y yo creo q mas de uno tuvo q pillar esas miradas e interacciones de ellos. Lo siento por Ana Caro pero desde el inicio me gusto la idea de este nuevo romance. Y ya conociendo mas de los Santander, creo que David T. Es muy libre para quedar atado a una familia como los Santander.

  4. Lejos de los ojos de la familia, ja!!!
    Eso es lo que parece sin embargo estaban más pendientes de ellos!!! Seguro habrá una que otra conversación más adelante!!!

  5. Jaja …Fátima es tremenda y No se da por vencida facilmente …va hacer una excelente Mediadora y Cupido jaja…..que Bueno que Vale…se suelte y se arriesgue…muero por leer más de este par…y que haya de todo jaja…Yo en primera fila estare esperando jiiji

  6. Quien instigo todo para que Fatima llame a Valentina? Ella o David?
    Me gusta que Valentina se anime a nuevas cosas, solo que vaya con cuidado porque el corazon es dificil de sanar ❤️

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