El rumbo que toma Nadir no lo conozco, solo sé que nos estamos alejando de los alrededores del hotel. Maneja su auto convertible con una gracia innata, y el viento juega con mi cabello, revolviéndolo sin piedad. Afortunadamente, llevo un pañuelo en mi bolso, y cuando bajemos del auto, podré cubrirme la cabeza para mantener el volumen en su sitio.

El paisaje cambia rápidamente; los edificios y calles grises del centro dan paso a un horizonte más despejado, donde la luz del sol comienza a reflejarse en tonos dorados sobre el mar. Nadir no dice una palabra, su mirada está fija en el camino, concentrado. El silencio entre nosotros es denso, casi palpable, pero no incómodo. Es como si ambos estuviéramos inmersos en nuestros propios pensamientos, conscientes de que cualquier cosa que digamos podría romper el frágil equilibrio que nos rodea.

No sé por qué acepté su invitación. Después de todo, él es el hijo mayor de Khalil, y eso lo convierte en su mayor aliado. La familia que me ha mantenido atrapada por una estúpida alianza en este lugar. Aunque nunca ha sido cruel conmigo, no puedo evitar preguntarme si es de fiar. ¿Puedo realmente confiar en él o es solo una parte más de este juego del que aún no entiendo las reglas?

Mis ojos se deslizan hacia Nadir por un momento. Su perfil parece cincelado, con una expresión de calma que no me ofrece ninguna pista sobre lo que está pensando. Lo único que tengo claro es que este hombre es un misterio, y ahora mismo, estoy atrapada en el centro de su enigma.

Finalmente, el auto comienza a disminuir la velocidad. A lo lejos, diviso un restaurante que parece colgado sobre un acantilado, con una vista espectacular del mar que se extiende hasta donde alcanza la vista. Las olas chocan contra las rocas abajo, y la brisa salada llena el aire. Nadir aparca el auto con suavidad, y sin decir una palabra, se baja para abrirme la puerta. Un gesto cortés, casi demasiado educado para un hombre que apenas conozco.

⎯Es hermoso, ¿no? ⎯comenta finalmente, mientras me ayuda a bajar del coche.

Solo puedo asentir. No sé si se refiere al paisaje o a la extraña situación en la que ambos nos encontramos. Mi pañuelo apenas logra controlar mi cabello, pero no puedo evitar que mi mente siga dando vueltas. ¿Qué pretende Nadir con esto? ¿Y por qué, a pesar de todo, algo dentro de mí quiere seguir adelante?

Los sonidos del mar y la tranquilidad del entorno parecen ofrecer una tregua momentánea a la confusión que reina en mi interior.

⎯¿Entramos? ⎯me ofrece. 

Nadir me abre la puerta y yo entro, dudando por un instante; si me hubiera negado, ya estaría camino al aeropuerto. El sonido de las olas golpeando el acantilado y la brisa salada son lo único que me anclan al presente. 

Al cruzar el umbral del restaurante, un ambiente cálido y acogedor me envuelve. El interior es sencillo, pero encantador, con detalles elegantes que resaltan sin ser ostentosos: mesas de madera clara perfectamente dispuestas, cortinas ligeras que se mueven al compás de la brisa marina, y lámparas que emiten una luz suave, creando una atmósfera íntima.

Las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro de barcos y puertos antiguos, pequeños guiños al mar que se extiende más allá de las amplias ventanas del lugar. 

Desde mi posición, puedo ver cómo el sol empieza a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados que se reflejan en el agua.

Nadir toma la delantera y me invita a sentarme junto a una ventana con la mejor vista del mar. La calma exterior contrasta con el torbellino de emociones que siento por dentro. 

Mientras me acomodo en la silla, él permanece en silencio, dándome espacio para procesar. Es como si ambos supiéramos que las palabras que vendrán a continuación no serán fáciles de pronunciar.

El camarero se acerca discretamente y Nadir ordena, sin preguntarme, pero escogiendo platos ligeros y frescos. De alguna manera, parece conocer mis gustos o, al menos, adivinar lo que necesito en este momento. 

No sé si sentirme agradecida o desconcertada por su aparente atención a los detalles. Cada gesto suyo me deja más confundida sobre sus intenciones.

⎯Creo que es demasiado esfuerzo el que estás haciendo para convencerme. ⎯Sale de mis labios sin poderlo evitar. 

Nadir, sin embargo, no parece sorprendido. Su ligera sonrisa, esa que siempre me provoca nervios, aparece en su rostro.

⎯¿No me dará la oportunidad de hacerlo? ⎯pregunta Nadir, su voz baja, con un tono que intenta ocultar la urgencia detrás de la calma.

⎯No ⎯respondo sin titubear⎯. No me convencerá de que su familia es diferente y que todo lo que está sucediendo aquí tiene otra explicación. Es evidente que su madre me odia, que su hermano no me quiere aquí, ni siquiera me soporta. Su hermana solo se preocupa por lo que le conviene y su padre… su padre solo piensa en el dinero. Pero lo que no entiendo, lo que me tiene en vilo, es… ¿qué papel juega usted aquí? ¿Es mediador? ¿Casamentero? ¿Qué es?

Nadir escucha mis palabras con una quietud que me desconcierta. Después de un breve silencio, respira hondo antes de contestar.

⎯No es mi familia ⎯dice en un tono firme pero tranquilo—. No les debo nada.

Su respuesta me desconcierta más de lo que esperaba. ¿Cómo que no es su familia? Lo miro, buscando algún indicio de sarcasmo, pero su rostro se mantiene sereno. El viento que viene desde el mar hace que su cabello se agite ligeramente, pero él no se inmuta.

⎯¿Cómo que no es su familia? ⎯Mi voz se eleva involuntariamente, cargada de incredulidad⎯. Usted es el hijo mayor, el primogénito. Es Khalil, su padre, quien maneja todo, ¿no? Entonces, ¿cómo puede decir que no es su familia?

⎯Sí, es correcto lo que dice, mi padre es Khalil, pero el resto de los miembros de la familia no están emparentados conmigo ⎯responde Nadir con calma, su mirada fija en la mía⎯. Ella en realidad es mi madrastra y mis hermanos son medios hermanos.

La revelación me deja completamente atónita. Mi mente se agita con preguntas. ¿Toda esa aparente unidad familiar es solo una fachada? ¿Es todo fingido? ¿O de verdad siente algo por ellos? 

Antes de que pueda procesar la información, el mesero llega con nuestra orden, interrumpiendo el momento de tensión. Ambos nos quedamos en silencio mientras él acomoda los platos sobre la mesa. Nadir le agradece cortésmente, y en ese breve lapso, ambos aprovechamos para recomponernos.

Con un gesto elegante, Nadir toma la botella y sirve un poco de vino en mi copa, luego en la suya. El sonido del líquido al caer parece marcar un pequeño respiro entre nosotros.

⎯Mi madre murió cuando tenía seis años ⎯dice de repente, su voz suave pero firme⎯. Cáncer en el estómago.

⎯Lo siento mucho ⎯murmuro, sinceramente conmovida por su revelación.

⎯Está bien, ya está superado ⎯dice sin titubeos, aunque su mirada se nubla brevemente, como si el dolor del recuerdo aún estuviera presente, aunque controlado⎯. Mi papá se casó con ella un año después de que mi madre murió. Ya eran amantes desde antes.

Sus palabras, dichas con tanta tranquilidad, me impactan. ¿Cómo es posible que hable de algo tan cruel y doloroso con semejante calma? Me quedo callada, observándolo, y por primera vez me doy cuenta de que, tal vez, Nadir tiene la misma etiqueta que yo en la familia: es un extraño.

⎯Entonces, ¿me está diciendo esto para convencerme de no irme?, me dirá que son buenas personas y que debo quedarme más para conocerlas ⎯explico, intentando entender.

Nadir toma un sorbo de su copa antes de continuar. Su mirada se clava en la mía y es tan intensa que me mantiene hipnotizada; no tengo escapatoria, debo seguir viéndolo de frente, pero no me molesta. 

⎯No ⎯contesta. Nadie se hace hacia delante⎯. No los odio, Amira. Simplemente… no les debo nada. 

⎯¿Entonces? ⎯pregunto, en un tono frío⎯, ¿qué es lo que pretende, Joven Nadir? Me dice que no es su familia, que no les debe nada, que no se parece a ellos, pero, me prohíbe que me vaya y me trae hasta este lugar para… 

Nadir no me contesta, solo me ve. Yo me pongo de pie, tomo mi bolsa y decidida le digo: 

⎯No veo sentido que siga aquí, así que si me disculpa, me retiraré.

Nadir se mueve rápido pero con control. Apenas me he levantado de mi silla cuando siento su mano alrededor de mi brazo, firme pero sorprendentemente delicada. Su toque no es brusco, pero tampoco deja lugar a dudas: no me va a dejar ir. 

El calor de su mano traspasa mi piel y, a pesar de la tensión, hay algo reconfortante en su agarre. Mi corazón late más rápido, y no sé si es por la sorpresa de que me haya detenido o por la cercanía repentina.

Sin soltarme, se levanta lentamente de su asiento y me mira de nuevo, esa mirada intensa a la que me voy acostumbrando, la que me llena de deseo. Su rostro está a solo unos centímetros del mío, y por un momento el aire parece volverse más denso, cargado con una tensión que no había sentido hasta ahora. 

Hay una electricidad silenciosa entre nosotros, una atracción que me resulta innegable, aunque lo que me rodea sigue siendo confuso.

⎯No se vaya… Amira. ⎯Su voz es apenas un susurro, pero siento el peso de sus palabras antes de que las diga del todo⎯. Quédate. 

Me cuesta respirar. Intento apartar la mirada, pero su cercanía me tiene atrapada, y no estoy segura de querer librarme de esa red en la que me encuentro.

⎯¿Por qué habría de quedarme? ⎯contesto, con una voz menos firme de lo que había planeado.

Él no me responde de inmediato, pero su mirada habla por sí misma. Hay algo entre nosotros que ninguno se atreve a nombrar, una atracción latente, silenciosa pero poderosa. Y en ese instante, no estoy segura de si quiero huir de él o acercarme aún más.

⎯Tal vez no lo hago por ellos, Amira… Quizás hay otras razones que no te he dicho, pero que espero puedas descubrir si decides quedarte un poco más. 

Mi respiración se acelera y siento como si me faltara el aire, como si hubiera olvidado cómo respirar. La sensación de mareo se apodera de mí.

⎯Necesito… sentarme ⎯contesto. 

Nadir se aproxima para ayudarme a regresar a mi asiento. Tomo el vaso con agua y bebo un sorbo, tratando de calmarme. Las palabras de Nadir resuenan en mi mente: ¿Razones que no me ha dicho, pero que espera que yo descubra? ¡Qué demonios significa eso!, me pregunto, mientras trato de mantenerme serena.

⎯Si decide quedarse ⎯continúa⎯. Le prometo que nadie la molestará y que su estancia en el hotel será… mucho más agradable. Le pido que se quede. Seamos dos extraños en este lugar.

La forma en que lo dice, con una mezcla de invitación y desafío, me atrapa. Sus palabras son como una promesa y un enigma al mismo tiempo. A pesar de la confusión y el tumulto en mi mente, algo en su oferta me hace inclinarme hacia la idea de quedarme. Respiro hondo, y con una mezcla de incertidumbre y curiosidad, finalmente respondo:

⎯Está bien, me quedaré.

La tensión en el aire no disminuye, pero hay una especie de resolución en su mirada que me asegura que, aunque desconozca todas las razones detrás de su invitación, estoy a punto de descubrir algo que podría cambiarlo todo.

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