Valentina rezó. Rezó con devoción, casi desesperación, durante todo el fin de semana. El domingo se convirtió en una sucesión de misas. Primero la de las 8, luego la de las 10 y la de las 12, pero, aun así, no encontró paz. Regresó al hotel, se sentó en la habitación vacía y la ansiedad se apoderó de ella. El día se alargaba y, aunque sus pensamientos no la dejaban en paz, por alguna razón volvió a la iglesia para asistir a la misa de las 6 de la tarde. Buscaba consuelo entre las palabras de los sermones, en las oraciones que murmuraba con fervor, pero su corazón seguía tan inquieto como al principio.

Las emociones la desbordaban, la envolvían con una fuerza que no sabía manejar. El llanto la sorprendió el sábado por la noche, justo después de la fiesta. Sollozaba sin consuelo hasta que el cansancio la venció y cayó rendida, agotada no solo por el físico, sino por la lucha interna que llevaba días librando. Todo lo que había sentido, todo lo que creía que ya había enterrado, resurgió después del baile con David Tristán.

El baile. Ese momento, que al principio fue mágico y lleno de felicidad, había tenido el efecto contrario al terminar. Sus emociones se desenterraron como si hubieran cavado en su alma, removiendo lo que creía olvidado. Tristán había tocado fibras en su corazón que ella misma había tratado de esconder, y eso la aterrorizaba.

La ansiedad la invadió con una intensidad que casi no pudo soportar, así que después de llegar de la última misa, se sentó a escribir y lo hizo hasta que la muñeca se le entumió y cuando el cansancio le ganó. Esa misma noche, soñó con su familia.

 Volvió a verse en ese lugar, tan lleno de naturaleza, el Bosque, donde solían pasar tardes de picnic y largas caminatas. Sentía la calidez de las risas de su madre y la presencia firme de su padre a su lado, como si nada malo pudiera suceder. Sus hermanos corrían entre los árboles, disfrutando de la naturaleza como siempre lo habían hecho. 

De pronto, el aire se volvió denso, cargado de un presentimiento oscuro. Los sonidos del bosque, antes pacíficos, se distorsionaron. Valentina se encontró en un claro, rodeada de sombras que se movían rápidamente, y la tranquilidad que había sentido segundos antes desapareció. Trató de aferrarse a su familia, pero el paisaje cambió de repente. Se escuchó una explosión a lo lejos, que rompió el aire y llenó el ambiente de una nube espesa. La tierra temblaba bajo sus pies.

En el sueño, ella volvió a vivir el terror de ese día. Intentaba correr, pero sus pies se sentían pesados, como si el bosque mismo tratara de retenerla. Gritaba los nombres de su madre, su padre, sus hermanos, pero su voz se perdía entre los ecos del desastre. Las ramas de los árboles parecían cerrarse sobre ella, y aunque trataba de huir, algo la empujaba a quedarse, a revivir ese instante una y otra vez.

Se despertó empapada en sudor, con el corazón agitado. Las manos le temblaban y tuvo que ponerse de pie con cuidado para ir hacia el baño y tomar un vaso con agua. Se vio frente al espejo y la sensación se soledad y pesadumbre regresó a ella; la tranquilidad se había esfumado. 

Después de tranquilizarse, tomó sus cosas y salió directo a la oficina. Aún sentía el corazón agitado cuando entró a la Fundación. En el elevador respiró profundo y practicó lo que le diría a Tristán. Las palabras se esfumaron cuando lo vio. 

⎯David, lo siento, sé que esto es inesperado, pero necesitamos hablar. Ahora ⎯pide, con una voz firme y segura, la mejor que pudo hacer. 

David asiente con la cabeza, y le pide a Linda que salga del lugar. 

⎯No, ¿podemos hacerlo en un lugar abierto? Necesito aire. 

⎯Sí, por supuesto. 

Tristán le pide con un gesto que salga de la oficina y ella lo hace. Ambos caminan en silencio por el pasillo hasta llegar al elevador. 

⎯No ⎯interrumpe ella⎯.¿Crees que podríamos ir por las escaleras? 

A Tristán se le hace rara la petición pero, a la vez, comprende que posiblemente hoy Valentina no se siente bien, y que por eso necesita caminar. Asiente con la cabeza y con fuerza abre la puerta de emergencia para subir por las escaleras. Ella pasa primero y él la cierra detrás. 

⎯Vamos hasta arriba ⎯le indica. 

David segue el ritmo de Valentina, notando la tensión en cada paso que ella da hacia las escaleras. Su mirada está fija hacia adelante, como si los escalones fueran lo único que la mantiene conectada a la realidad. La distancia entre ellos se mantiene constante, y aunque hay un silencio pesado, David respeta su espacio, dándole tiempo para procesar lo que está ocurriendo.

Al llegar al último piso, el silencio es interrumpido solo por sus respiraciones, ligeramente aceleradas por el esfuerzo. Valentina se detiene frente a la puerta de la azotea y, por un momento, no dice nada. La mano temblorosa que usó para empujar la puerta revela el nerviosismo que tanto trata de esconder. David la observa, sabiendo que hay algo más profundo detrás de esa petición inusual.

Una ráfaga de aire fresco los golpe al salir a la azotea. El cielo está despejado, y aunque el bullicio de la ciudad sigue presente en el fondo, la altura les ofrece una sensación de paz, de distancia.

Valentina finalmente se gira hacia él, su mirada fija en el horizonte, evitando la de Tristán, como buscando las palabras correctas. Abre la bolsa, saca una libreta pesada y se la entrega. 

⎯¿Esto qué es? ⎯pregunta, David, bastante extrañado. 

⎯Es el proyecto ⎯murmura ella. 

⎯¿El proyecto? 

⎯Sí. El proyecto Picaflor, ya está terminado. 

David abre la libreta y comienza a leerlo. Efectivamente, estaba terminado de inicio a fin. Lo había logrado. 

⎯El fin de semana tuve mucho tiempo para hacerlo. Así que lo terminé y vengo a dártelo. También, vengo a decirte que agradezco la oportunidad y te doy las gracias por lo que hiciste por mí. 

David quita la mirada de la libreta, y de nuevo su mirada se encuentra con la de Valentina. 

⎯¿Qué insinúas con eso? ⎯pregunta. 

⎯Pues, que ya terminé el proyecto, lo que significa que ya me voy. 

Abrir abre los ojos sorprendido. No esperaba esa noticia. Es más, no esperaba ninguna de las noticias que le dio Valentina. 

⎯¿Irte? 

⎯Sí. Ya terminé ⎯asegura. 

⎯Y, ¿el proyecto de la casa de música? ⎯pregunta Tristán, clavando su mirada en Valentina. Su voz, aunque calmada, refleja una sorpresa evidente. Él cruza los brazos, sus músculos se marcan bajo la camisa, un gesto que denota su instinto protector y su frustración contenida.

Valentina lo observa por un instante, intentando encontrar las palabras adecuadas. La tensión entre ambos es palpable, y el peso de lo no dicho se siente en el aire.

⎯Ese proyecto… ⎯ella suspira, desviando la mirada hacia el horizonte⎯. Lo terminé también. No tiene sentido seguir aquí. Mi parte está lista. No queda nada más por hacer.

Tristán frunce el ceño, intentando procesar lo que ella acaba de decir. No solo esta hablando del proyecto, sino de algo más profundo, algo que está eludiendo con cada palabra que pronuncia. Siente que hay algo más detrás de esa decisión repentina.

⎯¿De verdad crees que todo está terminado? ⎯cuestiona, dando un paso hacia ella. Valentina, de pie junto al borde de la terraza, siente su proximidad, lo que provoca que un nudo de ansiedad se le forme en el estómago.

⎯Sí, Tristán. No puedo quedarme más tiempo ⎯responde ella, intentando mantener la compostura, aunque su voz la traiciona con un leve temblor.

El silencio que siguió era denso. Tristán baja lentamente los brazos, relajándose un poco. 

⎯Pues… es un gran trabajo, lo aprecio. Pero, no, no puede irse ⎯habla conseguridad. 

⎯¿Cómo? ⎯pregunta Valentina, cambiando el tono a uno menos tímido⎯. ¿Cómo que no me puedo ir? 

⎯No. No puede. Porque puede que el proyecto esté completo pero, no está terminado. 

⎯Lo está ⎯habla Valentina con seguridad. En un movimiento inesperado, le quita la libreta a Tristán y la abre ante sus ojos⎯. Todo está aquí. Cada nota, cada mapa, cada… 

Tristán se la quita con cuidado. 

⎯Sí, sí, todo muy bonito. Pero no está terminado. 

⎯Claro que lo está ⎯afirma Valentina, con una seguridad que corta el aire entre ellos. El nerviosismo que había sentido antes desaparece en un instante, reemplazado por ese fuego interior que solo Tristán es capaz de encender. Su postura se endereza y en sus ojos brillan una mezcla de desafío y vulnerabilidad.

Pero Tristán no se echa atrás. Al contrario, dio un paso adelante, acortando la distancia entre ambos de manera casi imperceptible, pero lo suficientemente cercana para que ella sintiera el calor de su cuerpo.

⎯No, no lo está ⎯responde con voz baja, cargada de tensión contenida, sus ojos fijos en los de ella, buscan una respuesta, una fisura en su decisión.

Valentina intenta mantenerse firme, pero su cuerpo traiciona la fachada de control que intenta proyectar. Su corazón late una vez más con fuerza y la proximidad de Tristán le roba el aire. Siente cada centímetro que los separa o más bien, los une. La intensidad en la mirada de él la desarma, y ese espacio, tan pequeño, se convierte en un abismo lleno de emociones encontradas.

⎯¿Por qué tienes que hacer esto más difícil? ⎯susurra Valentina, pero su voz se quebra al final.

⎯Porque no está terminado ⎯repite Tristán con firmeza, su mano apoyándose suavemente en la barandilla detrás de Valentina, acorralándola sin contacto directo, pero haciendo que el espacio entre ellos se sienta más reducido, más intenso. La tensión en el aire se hace palpable, una fuerza invisible que parece empujarlos el uno hacia el otro.

Valentina siente cómo su respiración se vuelve más superficial. Cada palabra de Tristán parece resonar en su piel, como si no solo hablara, sino que su presencia la envolviera. Se estremece, no tanto por miedo, sino por el torbellino de emociones que comienza a formarse en su interior. Intenta mantener el control, pero su voz tiembla cuando pregunta:

⎯¿Por, por qué lo dices?

Tristán no responde de inmediato. En cambio, inhala profundamente, absorbiendo su aroma, ese perfume sutil que siempre la rodea, y que ahora parece intensificar la cercanía entre ellos. Sus ojos se encuentran por un breve instante, y Valentina puede ver una mezcla de deseo y convicción en la mirada de él.

⎯Porque tú lo sabes ⎯murmura él, su voz más baja pero cargada de significado⎯. Porque esto no ha terminado. Nosotros no hemos terminado.

Valentina traga saliva, sintiendo cómo su corazón late con más fuerza. Está atrapada entre la realidad de lo que debería ser y el tirón innegable de lo que siente cuando está cerca de él. Sabe que hay algo entre ellos que nunca se resuelve, algo que ambos han intentado ignorar, pero que ahora, en este momento, es imposible de negar.

⎯David… ⎯empieza a decir, pero sus palabras quedan atrapadas en el aire.

Él se inclina ligeramente hacia ella, acercándose lo justo para que el calor de su cuerpo la roce sin llegar a tocarla. El gesto es suficiente para encender un fuego en el interior de Valentina, un fuego que ha intentado apagar, pero que arde más intensamente cada vez que están juntos.

⎯Sabes que no podemos dejarlo así ⎯dice él finalmente, con una seguridad que parece desarmarla por completo⎯. Hay algo entre nosotros que no puedes ignorar.

Valentina intenta encontrar las palabras, pero el silencio entre ellos lo dice todo. El latido de sus corazones, el peso de su proximidad, y esa tensión eléctrica que los rodea son la única respuesta que ambos necesitan.

⎯¿Qué? ⎯habla ella. 

David cierra los ojos un momento, intentando poner sus pensamientos en orden. A pesar de la tensión entre ellos, la realidad comienza a imponerse en su mente, recordándole lo que había hablado con Linda y lo que había ocurrido durante el fin de semana. Cada palabra, cada acción, vuelve a su memoria y lo lleva de nuevo a su papel en la situación.

Finalmente, abre los ojos y, en un tono más firme, rompe el silencio:

⎯Un contrato ⎯dice, su voz tranquila pero decidida.

Valentina frunce el ceño, sin entender del todo.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta, un poco confundida Valentina parpadea, sorprendida por el giro que ha tomado la conversación⎯. ¿Un contrato? ⎯repite, incrédula⎯. ¿De qué estás hablando?, yo no firme nada. 

David la mira directamente a los ojos, como si estuviera decidido a mantener la compostura y dejar de lado cualquier emoción personal. 

⎯No, no lo firmó pero, fue un contrato hablado. Según tengo entendido, existen los contratos orales; eso me dijo Moríns, y usted y yo tenemos uno. 

⎯No, no, no… yo. ⎯Trata de defenderse, Valentina. 

⎯¿Me va a decir que no? ⎯Tristán, sonríe levemente⎯. No la entiendo, señorita de la Torre. Usted fue quién entró por la puerta de la fundación y me exigió modificar y trabajar en el proyecto. Le dije que sí, hicimos una cuerdo y ahora, ¿se va?, lo abandona. Tenemos un proyecto juntos. 

⎯No lo abandono. Está terminado ⎯contesta Valentina, con esa pasión que a Tristpan le volvía loco⎯. Ahí está, ya lo tienes, ¿qué más quieres? Además, no me puedes tener contra mi voluntad. 

⎯No, eso es cierto ⎯habla él, dándole la razón⎯. Pero tendrá que quedarse. 

⎯¿Tendré?, ¿por qué lo haría, si ya no tengo más que hacer? 

David avanza hacia Valentina, acorralándola contra la barandilla con una precisión calculada. Su proximidad es electrizante, tanto que Valentina puede percibir el aroma embriagador de su loción, lo que intensifica su nerviosismo. Ella traga saliva, pero antes de que pudiera decir algo, David habla con una firmeza que casi rozaba la autoridad.

⎯Por el simple hecho de que aquí somos dos personas profesionales —comienza, su voz resuena en el pequeño espacio que comparten⎯. Porque sabes que tienes un compromiso conmigo y un deber de asegurarte de que el proyecto pase la revisión y se apruebe por completo.

⎯¿Aprobar? ⎯Valentina apenas logra articular, sintiendo cómo la tensión sube entre ambos.

David se inclina ligeramente hacia adelante, cerrando la distancia entre ellos. El calor de su cuerpo, tan cerca del de ella, la hace sentir atrapada, no solo física sino también emocionalmente. Él sonríe de forma segura, consciente del efecto que está causando.

⎯Señorita de la Torre, creo que hay algo que usted no ha entendido. Este es mi lugar de trabajo. Aquí, yo soy quien manda, y por ser el jefe de proyectos de la fundación, yo doy la última palabra en este asunto. ⎯Su tono es un equilibrio perfecto entre autoridad y algo más profundo, algo que hace que el aire entre ambos se vuelva denso⎯. Yo decido si está terminado o no. Así que no, no se puede ir. No hasta que yo le diga que puede hacerlo

Valentina siente un escalofrío recorrer su espalda. La seguridad con la que él habla, el poder que emana, la hace tambalearse ⎯. Así que le sugiero que se quite esa idea de la cabeza ⎯añade con una sonrisa, su voz baja en un susurro que viba en su pecho⎯. Y acepte que seguirá aquí, en esta ciudad, a mi lado, como la asesora que necesito.

Valentina, sin palabras, solo puede asentir ligeramente, atrapada en la marea de emociones que se alza entre ellos.

⎯Ahora, ¿nos vamos a trabajar? ⎯David añade, su tono cambiando de nuevo al profesionalismo, aunque la sensualidad segue impregnada en sus palabras⎯. Tenemos mucho que hacer aun, señorita de la Torre. 

Tristán se separa de Valentina con una sonrisa pícara que ilumina su rostro, como si estuviera disfrutando del desconcierto que ha causado. Valentina, por su parte, respira profundo, intentando mantener el control. Sabe que debe decir algo, pero el nerviosismo sigue carcomiéndola por dentro. 

Toma su bolsa con fuerza, como si eso le diera el impulso necesario, y lo mira directamente a los ojos.

⎯No lo puedo creer ⎯dice, tratando de que su voz no tiemble,  pero la intensidad de la situación es innegable.

Valentina baja la mirada un instante, tratando de recuperar el control de sí misma, pero cuando vuelve a mirarlo, sus ojos reflejan algo distinto. Ya no es solo el nerviosismo, sino una mezcla de desafío y aceptación. Sabe que este juego no es fácil, pero tampoco quiere rendirse.

⎯Créelo —responde él con suavidad, dejando la tensión en el aire, una a la que ya estaban completamente acostumbrados. 

5 Responses

  1. 🫣🫣🫣 que cerca estuvieron, hasta temblé con Valentina por ese tire y afloje entre ellos. Me mueroooooooo 🥵

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