Tristán y Valentina dejaron el departamento después de que él se cambiara a algo más cómodo, pero lo que Valentina no esperaba era lo revelador del conjunto. Tristán ahora lucía un mono de una sola pieza en un vibrante color amarillo brillante. La tela tenía un patrón texturizado que, lejos de ser discreta, le daba un aire moderno y casual, destacando con fuerza entre la multitud. Los botones frontales estaban desabrochados hasta la mitad de su pecho, revelando su piel bronceada y tonificada, lo que le daba un toque relajado y, a la vez, atrevido. Las mangas remangadas dejaban al descubierto sus musculosos y bien torneados brazos, evidenciando su dedicación al ejercicio. Completando el conjunto, unas gafas oscuras cubrían sus ojos, agregando un aire misterioso y seductor.

Valentina, por su parte, intentaba mantener la compostura, pero no podía evitar sentir una mezcla de nervios e impacto. Tristán, en ese atuendo, parecía atraer todas las miradas en su dirección. Mientras caminaban por el centro comercial, hombres y mujeres se volvían para observarlo con evidente admiración. Los susurros y miradas furtivas eran inevitables, lo que solo hacía que el ambiente entre ellos se volviera más tenso.

Cada paso de Tristán parecía estar diseñado para captar atención, y Valentina no podía ignorar cómo su presencia afectaba a todos los que los rodeaban. La confianza de Tristán irradiaba en cada movimiento, y esa misma seguridad era lo que la tenía descolocada. ¿Cómo había terminado ella en esa situación? Aunque trataba de convencerse de que no le importaba lo que los demás pensaran, su corazón latía más rápido de lo que ella estaba dispuesta a admitir.

¿No pudo encontrar algo menos llamativo?, piensa. 

Valentina recorre las tiendas sin rumbo, fingiendo interés en los objetos que se cruzaban en su camino. Aunque lleva en su bolsa el fajo de billetes que Tristán le ha dado, no tenía ni la más mínima idea de cómo empezar a gastarlo. No estaba acostumbrada a los lujos, ni mucho menos a hacer compras por impulso. En su vida, los mayores gastos que había hecho eran el boleto de avión a España, el pasaporte, y dos noches en un hostal modesto. Esto era un mundo completamente ajeno para ella.

Su mente vagaba entre los recuerdos de su vida sencilla y la realidad que ahora la envuelve, mientras sostiene un vestido gris, un tanto apagado y sin forma. Tristán, observándola desde cerca, no pudo evitar notar su indecisión.

⎯¿Qué, no le gusta nada? ⎯pregunta, mientras hojeaba algunos vestidos, como si estuviera buscando algo perfecto para ella.

Valentina le enseña el vestido gris. Se siente fuera de lugar, como si todo este lujo no fuera para ella.

⎯Es que… ⎯murmura, casi sin fuerzas, mientras busca una excusa para su indecisión.

Tristán baja las gafas oscuras, mirándola directamente a los ojos, con esa intensidad característica que la hacía sentir vulnerable.

⎯¿Es que? ⎯insiste, exigiendo una respuesta.

⎯No es mi estilo ⎯admite, casi con vergüenza. 

Él se queda en silencio por un momento, recorriendo el vestido con la mirada antes de volver a mirarla.

⎯¿No es su estilo? ⎯pregunta, alzando una ceja. Su voz es suave, pero su tono sugiere que no dejará pasar esa respuesta con facilidad⎯. Bueno, ¿cuál es su estilo, Valentina?

Ella no sabe qué contestar. En toda su vida no ha pensado mucho en cuál es su estilo. Su guardarropa es una combinación de ropa práctica, modesta, y sobre todo, económica. No está acostumbrada a pensar en la moda como una forma de expresión personal, mucho menos a gastar grandes cantidades en ropa de marca.

Valentina se queda sin palabras al ver la cifra en la etiqueta. Mira el vestido azul profundo entre sus manos, acariciando la suave tela que parece gritar lujo y exclusividad. Pero el precio…420 euros. Apenas puede concebir gastar esa cantidad de dinero en una prenda de vestir. Su respiración se acelera, y una especie de angustia recorre su cuerpo.

⎯¿420 euros? ⎯pregunta en voz alta, su tono reflejando incredulidad⎯. ¿Cuánto es eso en pesos?

Tristán, con esa sonrisa tranquila que parece disfrutar de su desconcierto, alza la mirada como si estuviera haciendo cálculos mentales.

⎯Como unos nueve mil pesos, más o menos ⎯responde en tono casual, como si estuviera hablando del precio de una taza de café.

Nueve mil pesos. Valentina se queda en shock, apretando el vestido entre sus dedos sin poder creer que algo tan pequeño pudiera costar tanto.

⎯¡Qué! ⎯exclama, con los ojos bien abiertos.

Tristán no puede evitar reírse suavemente.

⎯Y está barato ⎯comenta, volviendo a recorrer las prendas en la tienda.

Valentina lo mira con los ojos aún más abiertos, si eso es posible.

⎯¿Barato? ⎯pregunta, todavía sorprendida. Siente que está viviendo en un universo alterno donde nada tiene sentido.

⎯Sí, claro —dice Tristán con un tono despreocupado⎯. Hay vestidos que cuestan hasta quince mil pesos o más.  

Valentina casi se atraganta con sus propias palabras. Quince mil pesos. Eso era más de lo que ha gastado en toda su vida en ropa. Se siente completamente fuera de lugar, como si de pronto hubiese entrado en un mundo que no le pertenece. Mira el fajo de billetes que tiene en su bolsa y se da cuenta de que ni siquiera sabe cuánto dinero lleva encima.

⎯Ay, no… no, no puedo… es demasiado ⎯murmura, revolviendo entre sus cosas, buscando una respuesta en su bolso⎯. ¿Cuánto dinero llevo aquí?

Tristán, sin perder la calma, se asoma a su bolso con una mirada rápida.

⎯No sé… ¿Cuarenta mil pesos? ⎯dice como si nada, y vuelve a centrarse en la ropa.

Valentina siente que el mundo se detiene por un momento.

⎯¡QUÉ! ⎯exclama de nuevo, esta vez casi gritando. 

Cuarenta mil pesos en su bolso, como si no fuera nada. Tristán, al ver su expresión, deja escapar una risa breve y sincera.

⎯Relájese, Valentina. Esto es solo para que disfrute… Lo que quiera, lo compra ⎯dice con esa seguridad inquebrantable que la hace sentir, una vez más, como si no tuviera otra opción más que seguir su juego.

⎯Es mucho…⎯murmura Valentina, con el fajo de billetes aún en la mano. Tras unos segundos de duda, finalmente se lo extiende a Tristán⎯. Lo siento, no puedo aceptarlo.

Diciendo eso, gira sobre sus talones y empieza a alejarse rápidamente. Sin embargo, no llega muy lejos. Como de costumbre, el suave, pero firme agarre de Tristán la alcanza, envolviendo su brazo antes de que pueda irse.

⎯¿Por qué no lo acepta? ⎯pregunta él, manteniendo la calma, aunque su tono tiene un toque de cansancio⎯. Es el pago por lo que ha hecho para la fundación. 

Valentina sacude la cabeza, negándose rotundamente.

⎯Si me das tanto para que me quede, no creo que me convenzas ⎯refuta ella con firmeza, su mirada esquiva pero determinada.

Tristán suspira, algo exasperado. Hay una frustración latente en sus palabras, aunque trata de mantenerse tranquilo.

⎯¿Por qué tiene que hacer todo esto tan difícil? ⎯la mira intensamente⎯. Usted pone un problema, y yo le doy una solución; luego esa solución le causa otro problema, y así entramos en un ciclo. Le encanta hacerme enojar, ¿no es así?

⎯Claro que no ⎯responde Valentina rápidamente, como si la sola idea fuera absurda.

⎯Entonces, ¿por qué no lo acepta? ⎯Tristán la suelta suavemente, pero su mirada no se aparta de la de ella⎯. No se lo estoy dando gratis, es por su trabajo. Si no quiere estar en esta tienda, me lo dice y nos vamos a otra, es simple. 

Justo en ese instante, una mujer rubia de ojos verdes pasa junto a ellos. Valentina, sin poder evitarlo, nota cómo la mujer le echa una mirada de apreciación a Tristán, claramente cautivada por su presencia. Un nudo incómodo se le forma en el estómago. Es una sensación extraña, una mezcla de celos y confusión que no sabe cómo procesar.

Lo más desconcertante es que Tristán ni siquiera repara en la mujer. Su atención sigue fija en Valentina, sus ojos buscando una respuesta en los de ella, como si el resto del mundo no existiera.

Ella mira a los lados, y baja un poco la cabeza. 

⎯Es que… 

⎯¿Es qué? ⎯insiste, David. 

⎯Nunca he salido de compras. La ropa que tengo es la ropa de mi prima, la que deja y a mí me queda. No sé de marcas, ni de colores, ni… ⎯Valentina parece abrumada, y comienza a agitarse. 

Tristán nota su reacción, y tomando ambas manos la tranquiliza. 

⎯Está bien, no pasa nada… no es nada grave. 

Valentina cierra los ojos. Se siente tan tonta abrumándose por algo así. Es algo tan sencillo como ir de compras y parece que ella lo hace un drama. Tal vez tiene razón Tristán, ella es complicada. 

⎯Iremos a un lugar más barato. 

⎯No, está bien. Compraré dos pantalones y ya… no quiero que pierdas tu tiempo conmigo. Te ahorraré la pena. 

⎯¿Pena?, ¿qué pena? 

Valentina baja la mirada, incómoda, y se voltea ligeramente hacia uno de los estantes cercanos. De reojo, nota a otra chica, parada a unos metros, observándolos con discreción. La inseguridad la invade. No es solo la mirada de la chica; es lo que ella imagina que está pensando. ¿Cómo un hombre como Tristán podría estar con alguien como ella?

⎯Pues… ⎯Valentina empieza a decir, volviendo a mirar la ropa sin mucho interés. Finalmente, se atreve a mirarlo a los ojos, aunque con dificultad⎯, no quiero que te sientas obligado. 

⎯¿Obligado? ⎯pregunta él extrañado, esta vez con un tono que refleja tanto sorpresa como confusión⎯. ¿Crees que estoy aquí obligado? ⎯Tristán sonríe⎯. Valentina, solo mi madre puede obligarme a algo y con trabajos. Si estoy aquí, es porque quiero. 

⎯¿Seguro?, ¿no tienes algo mejor qué hacer? 

⎯No. ⎯Tristán sonríe⎯. Hoy tú eres parte de mi agenda, y aquí dice: buscarle un estilo a Valentina. 

⎯Pues, si estás tomando esto como proyecto, quiero decirte que será algo difícil, porque no tengo ni idea. 

Valentina dice esas palabras con un dejo de honestidad, entre la frustración y la duda. Tristán la mira, con una expresión que es difícil de descifrar. No es que esté molesto, pero hay algo en su mirada que delata una especie de lucha interna, como si estuviera eligiendo cuidadosamente lo que va a decir.

Él respira hondo, claramente tratando de calmarse, de liberar todos esos pensamientos y sentimientos que no ha expresado. La tensión en sus hombros disminuye, aunque su rostro sigue serio, determinado.

⎯No eres un proyecto ⎯habla Tristán, finalmente, con voz baja, pero firme, sus ojos fijos en los de Valentina⎯. No eres “algo” que se resuelve o moldea. Además, si estuviera buscando una solución fácil, créeme que no estaría aquí. Me encantan los retos.

Valentina se queda en silencio un momento, asimilando sus palabras. El gesto de morderse levemente los labios revela la tensión que siente, una mezcla de curiosidad e inseguridad. No está segura de cómo interpretar lo que él acaba de decir.

⎯¿Entonces soy un reto? ⎯pregunta, ella, finalmente. Su voz es apenas un murmullo. Aunque no lo quiera admitir, la posibilidad de ser vista como un desafío la inquieta.

Tristán se cruza de brazos, inclinando la cabeza hacia un lado, y la sonrisa ladeada que aparece en su rostro le añade un toque juguetón a su seriedad.

⎯Ahora sí. Encontrar tu estilo es un reto ⎯admite él, soltando una pequeña risa antes de agregar⎯. Y creo que necesitaremos ayuda.

⎯¿Ayuda? ⎯Valentina frunce el ceño, intrigada y desconcertada al mismo tiempo. No sabe si está tomando en serio lo que acaba de decir o si esto es solo otro intento de hacerlo parecer más sencillo de lo que es.

⎯Sí, ayuda ⎯responde él con una naturalidad que la desarma, mientras se da la vuelta rápidamente⎯. Tú espera aquí. Iré a llamar a los refuerzos.

Valentina lo sigue con la mirada, incrédula, mientras Tristán se aleja hacia otra sección de la tienda. El desconcierto es palpable en su rostro, y por un instante, considera llamarlo de vuelta. ¿Refuerzos? ¿De qué demonios está hablando? 

Momentos después, Tristán regresa, caminando con una naturalidad magnética, las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Su sonrisa, esa mezcla de seguridad y atrevimiento, parece iluminar todo a su paso. El contraste entre su porte relajado y la intensidad que emana de su presencia hace que Valentina no pueda apartar los ojos de él, aunque se esfuerza en hacerlo. Es casi imposible ignorar lo obvio: su atractivo es palpable, innegable.

Por un instante, ella se permite una breve, casi fugaz, sensación de fortuna. ¿Cómo alguien como él está ahí, a su lado? Con las fachas y el porte que ella tiene, la gente debe pensar que Tristán está haciendo un trabajo de caridad. De pronto, desea estar a su altura. Desea tener el porte de Ana Carolina. 

 El aire a su alrededor parece cambiar con su sola presencia, y no es solo ella la que lo nota. Las miradas de las demás chicas en la tienda no son sutiles, ni lo intentan. Lo observan, casi como si fuera, una fuerza irresistible en la sala. Pero lo más increíble, no es la atención que él atrae, sino cómo, entre todas esas miradas, los ojos de Tristán están únicamente fijos en ella, como si el mundo a su alrededor no existiera. Es una acción que le acelera el pulso y, por un momento, le hace olvidar todos los pensamientos negativos que tiene sobre ella. 

Él se acerca, detiene su caminar justo frente a ella. Su sonrisa nunca abandona su rostro.

⎯Entonces, ¿lista para los refuerzos? ⎯pregunta, su tono juguetón, pero con una seriedad oculta debajo.

Valentina traga saliva, sintiendo el peso de la situación, y, por primera vez, se permite pensar que, tal vez, estar allí con él no es tan mala idea después de todo.

***

Valentina y Tristán salen de la tienda con un ritmo más calmado. El bullicio del centro comercial parece menos sofocante ahora que han dejado atrás el lugar exclusivo. Caminan hasta llegar a una tienda más común, una Old Navy que contrasta radicalmente con la tienda de lujo anterior. Valentina se siente más en su ambiente; aquí, entre ropa más sencilla y accesible, se siente menos abrumada.

Sus ojos se detienen en un vestido floreado que cuelga de uno de los estantes. La simplicidad y los colores la hacen sonreír casi sin darse cuenta, evocando recuerdos de algo más ligero, más alegre.

⎯¿Te gusta? ⎯pregunta Tristán, notando cómo sus dedos recorren el suave tejido del vestido.

Valentina asiente suavemente, una chispa de emoción en su mirada.  

⎯Sí… siempre quise un vestido así. ⎯Su voz es apenas un susurro, cargado de nostalgia.

⎯Vale, entonces tómalo. ⎯La respuesta de Tristán es tan simple, tan directa, que la hace detenerse. Valentina vacila, mirando el precio que, esta vez, es más que razonable, pero la inseguridad todavía la embarga.

Durante unos segundos, duda, pero algo en la forma relajada en que Tristán la observa le da la confianza que necesita. Finalmente, busca su talla y lo toma, sintiendo una pequeña victoria personal. El gesto parece insignificante, pero para ella, es un paso importante, uno que le permite empezar a reconocer que merece tener cosas bonitas, simples alegrías que no siempre están asociadas al lujo.

⎯¿Por qué no entras a medirlo, mientras llegan los esfuerzos? ⎯pregunta. 

Valentina asiente y sigue las indicaciones de Tristán hacia los vestidores. Él la acompaña hasta la entrada, y con un gesto sutil de apoyo, la deja entrar sola. Ella lleva consigo el vestido floreado color rojo, sintiendo una mezcla de nervios y expectativa. Al cerrarse la puerta tras ella, se encuentra de pie ante el espejo, su reflejo revelando la ropa gris y blanca que siempre ha sido su zona de confort.

Con manos temblorosas, comienza a quitarse esas prendas familiares, notando de repente algo que no había prestado atención antes: su ropa interior no solo está desgastada, sino que no le ajusta como debería. El pensamiento la hace sentir incómoda por un momento, y una sensación de inseguridad la invade, como si esa falta de cuidado en los pequeños detalles reflejara algo más profundo. También necesito ropa interior nueva, piensa mientras se ve en el espejo, dándose cuenta de cuánto ha descuidado ciertas partes de sí misma.

Sin embargo, todo eso queda en un segundo plano cuando toma el vestido y se lo pone. Al ajustarlo sobre su piel, algo cambia. El rojo vibrante del vestido contrasta con la monotonía de los colores que suele usar, y en cuanto lo tiene puesto, una sonrisa se dibuja en su rostro. Es como si el color y el diseño floral le inyectaran vida, haciéndola sentir ligera, fresca, incluso bonita. El vestido resalta sus curvas sutiles, se ajusta a la perfección a su pecho  y le da una sensación de libertad que no había experimentado en mucho tiempo.

Por un instante, todos esos pensamientos de inseguridad desaparecen, y solo queda la imagen de una mujer redescubriendo su esencia, su alegría simple en algo tan pequeño como un vestido nuevo.

¿Salgo o no salgo?, piensa. No sabe si Tristán desea verla o solo este momento es para ella. De pronto, tocan en la puerta del vestidor y cuando ella dice ‘sí’, una voz conocida se hace presente. 

⎯Soy Alegra, la hermana de David. 

⎯¡Ah!, sí, sí. 

Valentina abre la puerta y nota que Alegra trae un montón de ropa sobre sus manos. 

⎯Hola ⎯la saluda, mientras se mete con ella al vestidor. 

⎯Supongo que eres los refuerzos ⎯contesta Valentina, con una sonrisa. 

⎯Parte de… los otros refuerzos están afuera. En fin. Te ves hermosa con ese vestido. Definitivamente, necesitamos seguir probando más ropa. Te traje algunos diseños y patrones que creo te quedarían hermosos. 

Valentina nota los diferentes colores, patrones y telas; ni un color opaco o gris. Al parecer, los Canarias son tan coloridos como las paredes de sus casas o las risas sinceras y los momentos familiares. 

⎯¿Eres diseñadora? ⎯pregunta. 

⎯No, soy fotógrafa de moda. He hecho esto millones de veces. Además, de que trabajo con modelos. 

⎯Bueno, yo no soy modelo. 

⎯No, pero con ese cuerpo podrías ⎯contesta. Alegra voltea a verla y le dice⎯: deja esto en mis manos y serás otra al salir. 

⎯Pero… 

Alegra lo acomoda todo, y le entrega un vestido rosa fucsia, tipo halter, con finos tirantes se atan al cuello; algo provocativo para su estilo. 

⎯No lo sé… ⎯murmura, al notar que sus hombros y espalda quedarán al descubierto y que definitivamente tendrá que quitarse el sostén. 

Alegra le sonríe con una calidez que jamás había visto en otra mujer. 

⎯Solo son pruebas. Si no te gusta, lo desechamos, pero, al menos, trata. ⎯Valentina asiente⎯. Te dejo sola, ¿vale? 

⎯Gracias. 

⎯No te lo quites hasta que yo lo vea… ¿vale? 

⎯Sí, sí ⎯acepta ella, con voz tímida⎯.¡Oye! ⎯la llama. Alegra, entra de nuevo al vestidor. Valentina duda si decirle o no, pero al notar el contraste de su ropa interior con la ropa, se anima⎯. ¿Crees que puedas decirme dónde comprar ropa interior? 

Alegra sonríe levemente. 

⎯Claro. Te traeré unas piezas. ¿Me dices tu talla? ⎯Valentina encoge los hombros, dándole a entender a Alegra de que no tiene ni idea de lo que le pregunta⎯. Ok, no te apures, a ojo de buen cubero yo le atino. 

⎯Alegra, no le digas a nadie, ¿sí? 

Alegra niega. 

⎯Es un secreto ⎯contesta, para salir por la puerta. 

A partir de ese momento, Valentina se siente como si hubiera entrado en un nuevo mundo, uno lleno de posibilidades. Ya no sale del vestidor, pero cada vez que Alegra le pasa una nueva prenda, Valentina se asombra. Alegra, con una sonrisa y energía contagiosa, le entrega ropa una tras otra, mientras Valentina descarta lo que no le queda, como si fuera un juego. Lo que antes le parecía tedioso y confuso, ahora se convierte en una actividad casi divertida.

Colores vibrantes que nunca antes había imaginado usar, estampados atrevidos y estilos modernos llenan el espejo frente a ella. Cada pieza de ropa que Alegra le trae parece encajar perfectamente en su figura, resaltando sus curvas, marcando su cintura y definiendo su abdomen de una manera que nunca había experimentado. Se siente empoderada, descubriendo una sensualidad que desconocía. Incluso la ropa interior que le entrega Alegra —delicada pero ajustada— le da una confianza que la hace sonreír ante el reflejo, sintiéndose más atractiva y segura de sí misma.

Supo que no estaba sola. Las conversaciones entre Alegra y Lila fluyen con naturalidad. Alegra le habla a “Lils”, mientras Lila, desde otra parte de la tienda, le responde llamándola “Ale”. Juntas parecen coordinarse sin esfuerzo, encargándose de cada detalle de la situación, como si supieran exactamente lo que Valentina necesita. 

Por primera vez en mucho tiempo, Valentina se siente cuidada y comprendida, no solo por la ropa, sino por la calidez de estas dos mujeres que, sin conocerla del todo, parecen entenderla mejor de lo que ella misma lo hacía hasta ese momento.

⎯Creo que terminamos en esta tienda ⎯le comenta, dándole a la señorita la ropa que no se llevará. 

⎯¿Cómo que terminamos en esta tienda? ⎯pregunta, bastante sorprendida Valentina. 

⎯Sí. Necesitas zapatos que combinen, y aquí no venden. 

⎯No, está bien… 

⎯Venga, ya estamos aquí. Además, nosotras también necesitamos zapatos. 

⎯¿Nosotras? ⎯pregunta Valentina, mientras se acomoda la ropa que traía antes. Alegra le dijo que hasta después se haría la revelación del nuevo estilo. 

Valentina abre la puerta del vestidor con una nueva confianza. Ha experimentado un torbellino de emociones dentro de esas cuatro paredes, pero ahora está lista para mostrar su nuevo yo. Al salir, su mirada se detiene al ver a David, su madre, y Sila en una conversación animada. Los refuerzos de Tristán habían llegado, y no se trataba de estilistas o asesoras, sino de su propia familia: las mujeres que conocían a Tristán mejor que nadie.

La escena frente a ella la hace sonreír. No solo porque David está ahí, rodeado de las mujeres de su vida, sino porque por primera vez siente que ha entrado a formar parte de ese círculo. Las risas y las bromas que comparte con su madre y hermana, la forma en que se miran y se comunican sin palabras, todo eso le recuerda lo que es pertenecer, lo que significa tener una familia que te apoya.

⎯Listo ⎯expresa Alegra. 

Todos voltean a ver a Valentina y le sonríen, en especial Tristán. 

⎯¿Es todo? 

⎯Por ahora… ⎯contesta Alegra.

De pronto, Alegra se acerca a su madre y ella le da una tarjeta de color negro. Alegra sonríe. Valentina en ese momento no entiende, pero lo hace cuando ve que Alegra y Lila caminan con el montón de ropa a la caja. 

⎯¡No, no…! ⎯pide, apenada, mientras abre la bolsa. 

⎯Quédese con ese dinero, señorita de la Torre ⎯le pide Tristán, con ternura⎯. Es una compensación por todo lo que ha gastado. Dijo que eran sus ahorros, no quiero que regrese a México, son ellos. 

⎯Pero… 

Luz sonríe y, sin soltar el brazo de Valentina, la mira con una expresión de ternura que la desarma un poco más. Caminan despacio hacia la salida de la tienda, sus pasos sincronizados, y la conexión que se va forjando entre ellas es palpable. Luz, con su tono suave, pero decidido, le dice:

⎯Venga, ¿me rechazarás un regalo, Valentina?

Valentina baja la mirada, sintiendo cómo la vergüenza le tiñe las mejillas. Nunca había sido buena recibiendo regalos, y mucho menos algo tan grande. Su vida había sido una constante batalla de autosuficiencia, de saber que no podía pedir ni esperar nada de nadie. La incomodidad le pesa sobre los hombros como una vieja capa que no puede quitarse.

⎯Es que… ⎯empieza a decir, su voz temblando ligeramente.

Las palabras no salen fácilmente. Está acostumbrada a no ser el centro de atención, a vivir en las sombras, sin que nadie se fije en ella ni le ofrezca nada. Ha aprendido a pasar desapercibida, a no querer más de lo necesario, porque siempre ha sentido que pedir algo más significaría un fracaso de su parte.

Luz la observa con paciencia, como si entendiera perfectamente lo que Valentina está sintiendo. Sin dejar de caminar, le da un apretón suave en el brazo, transmitiendo apoyo. Su voz es un susurro tranquilizador.

⎯No tienes que sentirte mal por recibir algo, ¿vale? Algunas veces, la vida nos da un respiro, y está bien aceptarlo. ⎯Valentina asiente, todavía con dudas⎯. Además, viene del fideicomiso de Tristán ⎯bromea. 

Valentina sonríe levemente.

⎯Zapatos ⎯recuerda Lila. 

⎯Cierto, zapatos… y creo que una maleta, porque la señorita de la Torre necesitará una más grande ⎯dice Luz. 

Al entrar a la tienda de zapatos, el ambiente cambia ligeramente, pero sigue siendo una mezcla de risas y complicidad. Valentina se deja llevar por la energía de Alegra, quien rápidamente empieza a mostrarle distintos estilos: zapatillas, sandalias, botas, todo tipo de calzado que podría combinar con las nuevas prendas que acaba de adquirir. Mientras Alegra ofrece sus recomendaciones con entusiasmo, Lila interviene de vez en cuando con sus observaciones precisas, apuntando qué colores y formas resaltan mejor la figura de Valentina. Sila, por su parte, se encarga de buscar las tallas y pasar los modelos que sus hermanas eligen.

Entre la rapidez con la que las cajas de zapatos se apilan y la constante charla entre las hermanas Canarias, Valentina no puede evitar mirar de reojo a Tristán, quien ha asumido el papel de sostener las cajas como si fuera algo que hace a diario. La imagen le resulta tan tierna como divertida. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa mientras se gira hacia él.

⎯Parece que estás acostumbrado a esto ⎯le comenta en un momento en el que ambos se encuentran solos, rodeados de zapatos, pero sin la habitual vorágine de las hermanas.

Tristán le lanza una mirada rápida y asiente con una sonrisa contenida. 

⎯¿Por eso sabes tanto de moda? ⎯insiste Valentina, notando lo natural que parece moverse en ese entorno.

Él se encoge de hombros, con esa mezcla de confianza y broma que ya le resulta familiar a Valentina.

⎯Soy un Canarias, señorita de la Torre ⎯responde, como si fuera la respuesta más obvia del mundo—. La moda nació en mis venas.

Valentina suelta una pequeña risa. Esa manera en la que Tristán oscila entre la ternura y la presunción siempre la desarma. Su capacidad de reírse de sí mismo y, al mismo tiempo, de manejar la situación con autoridad, es algo que la confunde, pero la atrae cada vez más.

⎯Ya veo ⎯murmura ella, todavía riendo suavemente. 

⎯¡Listo! ⎯expresa Alegra. 

Valentina ve las cajas y nota que son demasiados zapatos. 

⎯Nunca son suficientes zapatos ⎯contestan Alegra y Tristán a la vez, al notar su mirada y adivinar sus pensamientos. 

⎯¿Qué sigue? ⎯pregunta Luz, dándole la tarjeta a Alegra. 

⎯Accesorios ⎯contesta Lila⎯. Y después salón. 

⎯¿Salón? ⎯pregunta Valentina, sin entender lo que sucede. 

Una vez más, Luz la toma del brazo y la aleja de la tienda. 

⎯¿Tristán? 

⎯Voy… ⎯expresa el hombre, mientras carga las bolsas de las compras con facilidad. Valentina comprueba lo que le acababa de decir hace unas horas: solo su madre le podría obligar a algo. 

***

Todos acabaron en el salón, incluso David, que sin pena se hace las uñas de los pies y de las manos, como si fuera la cosa más natural del mundo. Valentina observaba la escena con una mezcla de curiosidad y ternura. Se dio cuenta de lo especial que era la relación que tenía David con sus hermanas y, sobre todo, con su madre. Era evidente que había un cariño profundo y una comprensión mutua que se manifestaba en cada gesto, cada broma compartida y cada mirada cómplice.

Mientras conversaban, Valentina sintió una oleada de nostalgia. Recordó lo que era tener una familia unida, lo que significaba sentirse en confianza y en seguridad. Las charlas despreocupadas y los momentos de risa compartida la hicieron reflexionar sobre el tipo de relaciones que añoraba. Ella sonreía mientras escuchaba la plática, que resultaba ser mucho más sencilla y encantadora de lo que había imaginado. 

En lugar de temas grandilocuentes o de conversación sobre el lujo, como la tarjeta negra de Luz, la charla giraba en torno a una receta de cocina que David Canarias padre había intentado preparar. La receta había salido mal, y terminó con un dolor de estómago que le duró tres días. La historia era contada con humor y sin ninguna pretensión, un contraste refrescante con el ambiente sofisticado que Valentina había esperado.

 ⎯Creo que mi padre necesita aumento en las gafas, no ve bien la caducidad de los alimentos ⎯habla Sila, entre risas. 

⎯No saben cuánto se lo repetí, pero bueno, tu padre y la necedad están casados ⎯habla Luz. 

⎯Por más de veinte años, Lucito ⎯le insinúa Lila, porque su madre suele ser muy necia. 

⎯Y pasa de generación a generación, Lilita ⎯contesta su madre, y todos se ríen⎯. En fin, supongo que no habrá más intentos de pozole por ahora. 

Se ríen todos, incluso Valentina. 

⎯Por cierto ⎯dice Alegra⎯. El jueves los niños se quedan contigo ⎯le comenta a Tristán. 

⎯¿Qué? ⎯pregunta, sorprendido. 

⎯Sí, lo aceptaste, hace rato, ¿recuerdas? 

⎯¡Ay, no! ⎯expresa, Tristán, arrepentido⎯. Ale, es mi campamento de cumpleaños. Sabes que desde los dieciséis años me voy a acampar solo. 

⎯Lo sé. Pero aceptaste. 

⎯Pero… ⎯Tristán suspira. 

Alegra sonríe. 

⎯Sé que te vas de campamento. Así que Sila, Lila y yo te rentamos una casa en las montañas para que vayas para allá y estés con los niños. Sé que no es tu cumpleaños ideal pero, aceptaste. 

⎯Sé que acepté ⎯admite y ve a su madre. 

⎯A mí no me mires… ⎯contesta, para luego reírse bajito. 

⎯Siempre vas solo, lo sé ⎯contesta Alegra⎯. Pero, debo ir rápido a Nueva York a ver unas cosas de trabajo y Karl irá conmigo para ver algo de la clínica. Me sale más barato rentarte la casa que llevar a cinco niños con tres niñeras a Nueva York. 

⎯Te entiendo, y, ¿tú Sila? ⎯pregunta David. 

⎯Iremos a Nueva York con ellos… tengo que ir a la clínica y Moríns va a acompañarme porque Julie lo pide. 

⎯Y tú, ¿Lila? 

⎯Quiero cinco minutos a solas con mi marido para poder intentar tener otro hijo ⎯dice sincera. 

Valentina se sonroja. 

⎯Y tú, ¿mamá? 

⎯Estaremos ayudando a tu tío Manu con el asunto de la adopción y tenemos que viajar al norte; al parecer, hay una candidata. 

David suspira. Al parecer, su cumpleaños, solo, acampando, no será este año. 

⎯Es que… diez niños en la montaña, sin niñeras, no es lo mismo que paseando por el zoológico. 

⎯Pues, Daniel dijo que podría ir contigo, incluso Héctor quiere ir…

⎯Huir, dirás ⎯aclara Sila. 

⎯En fin. La casa está grande, tiene suficientes habitaciones y te JURO que podrás ir solo a la cascada. Le pediré a Daniel que se quede con ellos una noche, ¿te parece? 

David suspira. 

⎯Valen… solo porque acepté. 

Nice!, por eso te amo ⎯contesta Alegra, abrazando a su hermano. 

⎯Oye, ¿y por qué no invitas a Valentina? ⎯interrumpe Lila, el abrazo. 

Todas las miradas se posan sobre ella. Valentina se sonroja. 

⎯No, está bien ⎯contesta. 

⎯Según nos dijo le gusta la naturaleza ⎯continúa Lila⎯. El lugar donde va David es hermoso, y la alejaría un poco de la ciudad. 

⎯¡Necesitamos ropa de campamento! ⎯expresa Alegra, bastante emocionada. 

⎯No, está bien. No quiero interrumpir el cumpleaños y eso… ⎯contesta, tratando de zafarse. 

⎯Venga, te vas a divertir. La casa tiene piscina, área de fogata, habitaciones suficientes, estarán seguros… si David se va a la cascada te quedas segura ⎯ofrece Alegra⎯. Además, serán Héctor y Daniel quienes estén al pendiente; quieren practicar ahora que serán hermanos mayores. 

Valentina lo piensa detenidamente. La idea de ir a la naturaleza, respirar aire fresco y reconectar con ese elemento que le arrebataron hace años, la atrae profundamente. Le encantaría poder escapar de la rutina y la ansiedad constante que la agobia. Sin embargo, la perspectiva de hacerlo en compañía de Tristán la llena de una ansiedad aún mayor. La sola idea de pasar tiempo a solas con él la hace sonrojar y dudar. 

⎯No lo sé ⎯murmura, intentando despejar sus dudas.

⎯Piénsalo ⎯le sugiere Alegra, con una sonrisa alentadora⎯. Espacio hay.

⎯Lo haré ⎯responde Valentina, aún indecisa pero receptiva a la idea.

Justo en ese momento, escuchan que el estilista llama su nombre.

⎯¿Valentina de la Torre? ⎯dice el estilista, anunciando que es su turno.

⎯Voy ⎯responde ella, levantándose. Sus uñas ya están listas y ha optado por un color natural. Aunque el cambio es sutil, es evidente que hay una transformación.

⎯Dale un buen cambio de look, extremo ⎯bromea Alegra, lanzando una mirada juguetona al estilista⎯. No sé, córtale el cabello.

⎯¡NO! ⎯reacciona David de manera impulsiva, con una sorpresa en su voz que no había planeado. Todos en la sala voltean hacia él, y  se da cuenta de que su reacción no fue del todo controlada⎯. No tan extremo ⎯corrige, mirando a sus propias uñas, tratando de evitar más miradas.

Valentina se sonroja al escuchar a David. La situación le resulta inesperada y provoca en ella una sonrisa tímida, mientras intenta no dejarse llevar por la ola de emociones que la embarga. Así que simplemente entra. 

***
Valentina se sintió como una verdadera reina durante su cita en el salón. Desde el momento en que entró, fue tratada con una atención meticulosa y un cuidado excepcional. El estilista, con una sonrisa profesional, la condujo a su asiento y le ofreció una bebida refrescante mientras preparaba los productos para su tratamiento.

El proceso comenzó con una exfoliación suave que hizo que su piel se sintiera renovada y radiante. El estilista le explicó cada paso, usando términos que hacían que Valentina se sintiera especial y valorada. Luego, aplicó una mascarilla hidratante que olía a flores frescas, envolviéndola en un aroma relajante y sutil.

A medida que el tratamiento avanzaba, Valentina se dio cuenta de la dedicación que el personal ponía en cada detalle. Las manos del esteticista eran firmes pero suaves, y su voz calmada transmitía una sensación de profesionalismo y cuidado.

Cuando finalmente llegó el momento de los arreglos finales, Valentina quedó impresionada con el resultado. La transformación, aunque sutil, tenía un impacto poderoso en su apariencia general, dándole un aire de sofisticación renovada. No cabía duda, era otra. 

Antes de salir, una de las señoritas del staff, le dio el vestido que ella había visto primero en la tienda y se lo dio con un par de zapatillas de color blanco. Había un recado de Alegra entre las ropas. 

“La moda no se trata solo de ropa, zapatos y accesorios; también es una forma de expresión, renovación y cambio. Hoy es tu día de transformarte. Por cierto, tiré tu ropa vieja y gris, sería terapéutico que tiraras el resto. Eres hermosa. Atentamente, Alegra Canarias”. 

Valentina sonríe al terminar de leer la nota. Se ve frente al espejo y no se reconoce. El cabello largo y negro brilla más que nunca gracias al tratamiento y siente que ha rejuvenecido diez años. Pasa sus manos por el vestido que le queda a la medida, y nota lo bonita que es. Nunca en su vida se había sentido así. 

Valentina siente que el corazón le late en la garganta. Cada paso hacia la puerta del vestidor la llena de una mezcla de emoción y pánico. Había esperado que todos estuvieran ahí para amortiguar el impacto, para hacer más llevadera su salida. Sin embargo, cuando le dijeron que solo Tristán la esperaba, su estómago dio un vuelco. 

⎯¡Ay Dios! ⎯murmura para sí misma, sintiendo que sus manos temblaban. 

La señorita del staff abre la puerta, y en ese instante Valentina vio a Tristán voltear hacia ella. Con el pánico aferrándose a su pecho, se esconde tras la puerta, incapaz de enfrentarlo de inmediato. 

⎯¿Pasa algo? ⎯su voz grave llega hasta ella, tranquila pero curiosa.

Valentina toma aire, intentando calmar el torrente de nervios que la inundan. Luego lo suelta lentamente, tratando de reunir la fuerza que necesita.

⎯No. Pero prométeme que no te vas a burlar ⎯dice desde dentro, con la voz temblorosa.

⎯¿Por qué lo haría? ⎯pregunta Tristán, genuinamente desconcertado.

⎯Solo promételo.

⎯Lo prometo.

Esa promesa es todo lo que necesita para dar un paso adelante. Tras varias respiraciones profundas, Valentina sale del vestidor con timidez, sus manos son colocadas al frente en un intento de cubrirse. Aunque el vestido que lleva no era revelador, es más corto de lo que suele usar, y eso la hace sentir expuesta. Aun así, se ha dejado llevar por las sugerencias de Alegra, apostando por algo diferente.

Cuando Tristán la ve, su reacción es inmediata. Sus ojos se abren un poco más, sorprendido por el cambio que tiene frente a él. La mira de pies a cabeza, como si estuviera viendo a Valentina por primera vez. El vestido resalta su figura de una manera que no espera, y hay una elegancia sencilla pero arrebatadora en su aspecto. 

Tristán traga saliva, incapaz de disimular el impacto que le causa verla así. Su sonrisa aparece lentamente, una mezcla de admiración y algo más profundo que no logra articular.

⎯¡Guau! ⎯fue todo lo que pudo decir en un murmullo. 

Valentina, sintiendo su mirada recorrerla, baja los ojos al suelo, sonrojada. La tensión en el aire es palpable, como si una corriente invisible los rodeara. El silencio que sigue está cargado de algo más que simple atracción; hay una conexión inexplicable entre ambos, una chispa que ninguno de los dos puede ignorar. 

Tristán da un paso hacia ella, aun sonriendo, como si tratara de suavizar la intensidad del momento. 

⎯Te ves…⎯Increíble, bella, hermosa, sexy, esos adjetivos pasaron por su mente, pero no lo dijo, solo agrega⎯. Bien, te ves bien. ⎯ Con una voz más suave y profunda. 

Valentina levanta la mirada, encontrándose con los ojos de Tristán, y por un instante, se siente desarmada. Sabe que en ese momento no es solo el vestido, ni el maquillaje, sino algo más en la forma en que él la mira. 

⎯Gracias ⎯habla al fin. Ella pone un mechón de su cabello detrás de la oreja⎯. Pensé que estarían tus hermanas y tu madre. 

⎯¿Qué?, ¡ah!, no, no… se fueron porque tenían cosas que hacer, ahora estamos solos tú y yo… bueno, no solos, aquí, pero sin ellas ⎯habla nervioso. Valentina sonríe levemente. 

Tristán sabe que hay que aliviar la tensión, así que mira el reloj de pulsera y suspira. 

⎯¿No tienes hambre?, yo tengo mucha hambre. 

⎯Sí, un poco ⎯contesta ella, tímida. 

⎯Hay un lugar muy bueno donde hacen buenos, club Sandwiches. ⎯Valentina sonríe. Ella niega con la cabeza⎯. ¿Ya no le gustan? 

⎯No, sí… pero, digo… si ya estoy probando cosas nuevas, ¿por qué no vamos a otro lugar? 

⎯¿Otro? ⎯pregunta Tristán entre sonrisas. 

⎯Sí, dónde tú quieras… 

⎯¿Dónde yo quiera? ⎯insiste él. 

⎯Sí, sí… ⎯Contesta nerviosa, al sentir su mirada⎯. Llévame dónde quieras. 

Ahora es Tristán quien se sonroja; Valentina nunca sabrá qué pensamiento le cruzó la mente con esa frase. 

⎯Bien… vamos. 

Valentina se agacha para comenzar a cargar las bolsas. 

⎯No, no… yo lo hago ⎯dice entre sonrisas. 

Después, ambos abandonan el lugar y finalmente, salen de centro comercial con un rumbo desconocido. 

11 Responses

  1. Guau…. uffff. Por Dios bendito mujer, tengo el estomago y el corazon revueltos, de la emocion, ansiedad, expectativa, ternura, felicidad y miles mas. Ese momento de madre e hijos fue magico, me da mucha alegria cuando salen todos o al menos pocos asi en grupito. Gracias Ana.

  2. Y se me olvidó lo mas importante, se van de campamento??? 😱😱😱😱😱😱. Acepta Valentina??? Ay por Dios. Esos espacios asi son peligrosos jajajajjaa. 🔥🔥🔥🔥

  3. AHHHH qué sabias palabras las de Luz y Alegra!
    A veces la vida de a poco nos pone personas en el camino que nos hacen más llevadero el rumbo.
    Con sólo ganar esas amistades Valentina ya gana un montón de confianza y alegría.

  4. Cuanto mundo desconocido hay por conocer Valentina 🥰🥰🥰🥰 y de la mano de Tristan en mucho mejor!!!

  5. Que hermoso este momento de ellos y cuánta nostalgia hay en Valentina gracias Ana cada vezss hermoso escribís💕💕💕

  6. Por Dios!!!! Ana que capituloooo..
    Lo ame❤️ que emoción me imagine toda la escena al leer cada palabra!!! Emocionada al 1000

    Gracias mil Anaa.. 🥰

  7. Que bonito 🥰🥰 todo el capítulo me gustó!! La manera es que Tristán busca apoyo en su familia y como ellas van al rescate, cómo hicieron sentir de bien a Valentina… Y también, como quedó Tristán al final. Sin palabras para decir pero mil pensamientos y emociones 😍😍😍

  8. Ufffff… Por dónde empiezo??? 🥹
    Me causó mucha tristeza saber a Valentina tan confundida, apenada e insegura de su aspecto 😞 y más al ver que sin querer ella también se había descuidado 🥺. Es algo que ninguna mujer debería pasar. 😔
    Luego, el gesto que tuvo Tristán de traer a sus refuerzos para que la ayudarán a sentirse más cómoda fue muy valioso 🫶🏼. Sobretodo porque, sin buscarlo, la hicieron sentir ese calorcito familiar 🤗 que hace muchos años le arrebataron. Eso es un detalle que jamás se olvida 👍🏼.
    Y bueno la reacción de ella, a ver los resultados finales, fue de alegría genuina y no dejemos atrás la reacción de David y los nervios al verla renovada 🤭… Y el sonrojo que tuvo por sus palabras fue muy tierno ☺️.
    Ana, como siempre, te luciste con este capítulo👌🏼… No puedo esperar al que sigue. 👏🏼👏🏼👏🏼

  9. Vamos a lo positivo, me encantó como las Canarias-Ruiz de Con…la hicieron una más, aceptando la en su círculo, algo que no he leído que suceda con Santander!! Fueron las Canarias Magic!!! Así como lo hizo Jo con Tazarte!!! Amo está familia!!!

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *