⎯¡19, 20, 21, 22! ⎯grita Kristoff, su acento ruso retumbando en el pequeño gimnasio como si cada número fuera una orden militar⎯. ¡Más burpies!, ¡más! 

David Tristán se esfuerza por saltar lo más alto que puede, pero cada vez que cae sobre sus brazos, siente como si todo su cuerpo fuera a colapsar. Su cabeza late, sus músculos arden, y su estómago da vueltas, amenazando con devolver lo poco que logró comer antes de venir. Hace apenas unas horas estaba en el club, rodeado de música, luces, y Valentina, y ahora, está aquí, con su primo Daniel, sudando a mares y sintiendo que la resaca lo consume mientras intenta seguir el ritmo de la clase de cardio que Kristoff dirige sin piedad.

El reloj marcaba las cuatro de la mañana cuando decidió no dormir y castigarse con ejercicio. Quizá en el fondo lo hacía para purgarse de lo que ocurrió en el bar. El Tristán que salió a bailar con Valentina fue otro; uno que le gustó, pero que no debió ser. Fue otro con la persona equivocada, y esa realidad lo atormenta. Ahora, mientras intenta respirar entre cada lagartija, la imagen de Valentina moviéndose al ritmo de la música, sus palabras embriagadas de confesión, y el calor de su cercanía en el pasillo del hotel no dejan de repetirse en su mente.

⎯¡A eso llamas lagartija, Tristán! ⎯grita Kristoff, su voz cortante y desafiante⎯. ¡Tu abuelo bajaría más que eso!

⎯Eso es cierto ⎯responde Daniel, sin aliento, empapado en sudor mientras baja con más fuerza a la lagartija.

Tristán intenta reír, pero lo único que logra es un gruñido de agotamiento. Su cuerpo sigue en automático, pero su mente está lejos, atrapada en las palabras de Valentina: “Tristán es mío. Es todo mío.”

Se detiene un segundo para respirar, sus manos presionadas contra el suelo frío. No entiende del todo lo que está sintiendo. La sensación de culpa por haber dejado que las cosas llegaran tan lejos la noche anterior se mezcla con la frustración de que quizás no debió detenerse. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué es lo que realmente quería?

Kristoff lo arranca de sus pensamientos con otra orden estruendosa.

⎯¡Vamos, Tristán! ¡No te detengas ahora!

David vuelve a la rutina, pero su mente sigue en el mismo lugar. Ni el dolor físico, ni el sudor, ni la fatiga logran borrar la sonrisa de Valentina, ni el susurro de su confesión que se ha quedado incrustado en su memoria. Esta mañana se siente como una batalla no solo con su cuerpo, sino con las emociones que no sabe cómo manejar.

Mientras hace el último burpie, Tristán se pregunta si, por mucho que lo intente, alguna vez logrará huir de lo que siente por Valentina.

⎯¡ALTO! ⎯grita Kristoff con su marcado acento ruso, y tanto David como Daniel se desploman sobre el suelo, jadeando. 

El pecho de ambos sube y baja rápidamente, y los músculos de sus abdominales se marcan visiblemente mientras luchan por recuperar el aliento. El sudor corre por sus rostros, empapando sus camisetas. 

⎯Muy bien hecho ⎯comenta Kristoff, mientras se acerca con paso firme hacia la banca donde están las botellas de agua. Las toma y se las entrega a cada uno de los primos, quienes lo miran con algo de resentimiento⎯. Ahora, abdomen ⎯ordena, como si no hubieran estado al borde del colapso hace un minuto. 

Daniel y David se miran el uno al otro, exhaustos. 

⎯Te ves hecho una mierda ⎯dice Daniel con una sonrisa burlona. 

⎯¡Ah! Eso sí, puedes ver ⎯responde Tristán, usando el tema de los ojos de su primo para molestarlo. A pesar del cansancio, ambos siempre encuentran espacio para bromear.

Daniel se ríe, aunque el dolor en los músculos lo frena. 

⎯Quiero 50 crunches, 50 Russian Twists y 50 V-ups. ¡Rápido!, ¡ya! ⎯Kristoff aplaude con energía, empujándolos a continuar con la rutina.

David se lleva las manos al abdomen y hace una mueca de dolor.

⎯Creo que voy a volver el estómago ⎯se queja, mientras se recuesta en el suelo.

Daniel, quien ya está listo para comenzar los crunches, le lanza una mirada divertida.

⎯Solo a ti se te ocurre salir en lunes y venir a hacer ejercicio. Cualquiera pensaría que te gusta torturarte.

David se gira hacia él mientras se prepara para empezar.

⎯Digamos que estoy pagando por mis pecados. 

⎯¡Pecados, igual a músculo flácido! ⎯grita Kristoff, paseándose como un general mientras David y Daniel luchan por terminar los abdominales.

⎯¿Pecados? ⎯pregunta Daniel, casi sin aliento⎯. ¿Qué pecados?

David guarda silencio unos segundos, esforzándose por completar tres abdominales más antes de responder.

⎯Necesito contarte algo ⎯dice, con la voz entrecortada por el esfuerzo. Daniel lo mira, intrigado, y le hace un gesto para que continúe.

⎯Ayer, salí con Valentina.

⎯¡Uy! ⎯exclama Daniel con una sonrisa, entre burlona y curiosa.

⎯¡Uy! ⎯repite Tristán, dejando claro que lo que pasó fue más complicado de lo que parece.

⎯Me dijo mi mamá que le hicieron un cambio de imagen.

David asiente, mientras su respiración se vuelve más pesada al completar el ejercicio y se deja caer al suelo, exhausto.

⎯Sí, y luego la llevé a Tacontento a comer.

⎯OK… prosigue ⎯dice Daniel, claramente interesado en la historia.

⎯Platicamos de todo un poco. Ella me contó que no ha hecho muchas cosas comunes, como ir al cine, a un concierto, a un club…

⎯¡Ah, ya veo por dónde va la cosa! ⎯Daniel se ríe, imaginando lo que pasó para que su primo estuviera ahora en este estado. 

⎯Sí, pero… ⎯Tristán se detiene y frunce el ceño, mirando al techo, mientras trata de ordenar sus pensamientos⎯. ¿No se te hace raro? Valentina es muy inteligente, muy hábil. Sabe de muchísimas cosas, pero no de la vida cotidiana. Es como si… le faltara experiencia en cosas básicas.

El tono de David se vuelve serio, y Daniel lo observa, dándose cuenta de que hay más en la historia.

⎯Es como si… ⎯Tristán guarda silencio un segundo más, una idea comienza a tomar forma en su mente, algo que no había considerado hasta ahora⎯. Es como si hubiera estado… protegida o escondida. No lo sé. Empiezo a pensar que tal vez Valentina ha escapado de algo.

Daniel lo mira con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Lo que empezó como una charla ligera sobre una salida casual se ha vuelto algo más profundo. La idea de que Valentina pueda estar escondiendo algo, o haber pasado por una situación complicada, deja a los dos primos pensativos.

⎯¿Escapado de qué? ⎯pregunta Daniel, claramente intrigado⎯. ¿De una vida aburrida o de algo más serio?

Tristán se queda en silencio, las imágenes de Valentina bailando, riendo y confesándole sus secretos aún muy presentes en su mente.

⎯No lo sé… pero voy a averiguarlo ⎯responde finalmente, con una determinación que deja claro que este asunto lo inquieta mucho más de lo que quiere admitir.

⎯Y, ¿por eso te embriagaste? ⎯Daniel no pierde la oportunidad de seguir con la conversación mientras ambos recuperan el aliento.

David lo mira de reojo, todavía tumbado en el suelo. ⎯No… ⎯responde tras unos segundos⎯. Lo hice porque me sentía feliz, a gusto. Quería compartir su primera vez en un club, quería estar ahí para ella. Simplemente, me dejé llevar.

Daniel suelta una risita, esa que Tristán ya conoce bien.

⎯¡Ah! ⎯exclama Daniel, estirando la sílaba como si escondiera algo más.

⎯¿Ese “¡Ah!” qué? ⎯pregunta David, desconfiado, mientras se incorpora un poco, sabiendo que su primo le está insinuando algo.

⎯¡Ahora, dos minutos de plancha! ⎯grita Kristoff desde la esquina del gimnasio, interrumpiendo su charla.

Ambos primos suspiran y, con pesadez, se ponen en posición para la plancha. David apoya los antebrazos en el suelo y cierra los ojos, como si eso pudiera aliviar el dolor que ya empieza a recorrer su cuerpo.

⎯Tu “ah” ⎯murmura David entre respiraciones⎯. ¿Qué querías decir con eso?

⎯Nada, nada… ⎯contesta Daniel con una sonrisa, manteniendo la plancha con más facilidad que su primo⎯. Solo que a ti no te vi embriagándote así cuando compartimos tu primera vez en un club.

David hace una mueca, sintiendo cómo los segundos se alargan eternamente. Mantener la plancha ya es bastante doloroso, pero la presión de la conversación no lo ayuda en lo absoluto.

⎯¿Qué insinúas, Daniel? ⎯pregunta entre dientes, tratando de mantener la compostura mientras el cansancio aumenta.

Daniel se ríe por lo bajo, pero sin bajar la guardia en el ejercicio. ⎯Nada, solo que tal vez te gustó más de lo que quieres admitir… estar con Valentina. Se te ve en la cara, hermano.

David no responde de inmediato. Sabe que Daniel no está del todo equivocado, pero es más complicado que eso. Valentina lo confunde, lo desarma de maneras que ni siquiera él entiende del todo.

⎯Es complicado ⎯dice, finalmente, su respiración entrecortada mientras el dolor en sus músculos comienza a intensificarse.

⎯Nada es complicado cuando sabes lo que sientes ⎯contesta Daniel con tono sabio, manteniendo su posición sin esfuerzo aparente.

David se queda en silencio, sus brazos comienzan a temblar.

⎯Sé lo que siento. Valentina es una amiga, y Ana Carolina es mi novia. Me casaré con ella. Valentina solo está aquí el verano ⎯dice David, casi como si repitiera un mantra, una fórmula que ha memorizado para evitar pensar demasiado en lo que realmente pasa por su mente.

Daniel lo mira, con una mezcla de escepticismo y comprensión. ⎯¿Y eso te lo repites diario, no es así? ⎯pregunta, con una ceja levantada.

David no responde, pero su silencio lo delata. No puede negar que esa frase se ha convertido en su ancla, en su excusa para no enfrentar la verdad que lo atormenta desde que Valentina apareció en su vida. Todo se ha complicado desde entonces, y por más que intente, no puede sacarla de su cabeza.

⎯¡TERMINÓ! ⎯grita Kristoff con esa voz estruendosa y energética.

Ambos primos caen sobre el suelo, exhaustos, los músculos temblando. David siente que el mundo le da vueltas, pero no es solo por el ejercicio. La tortura física ha terminado, pero la de su mente sigue latente, más pesada que nunca. ¿Cuándo terminará realmente?

Daniel se incorpora lentamente, toma la botella de agua que había dejado a un lado y bebe un sorbo, recuperando fuerzas.

 ⎯Si el libro de “El secreto” volviera a escribirse, tuviera envidia de la atracción que tienen Valentina y tú. 

 ⎯¿Atracción? ⎯pregunta David. 

 ⎯Atracción. Los hemos visto todos. Esa no se puede negar. 

 ⎯¿Lo dices tú por Tazarte? 

 ⎯No me cambias el tema ⎯repunta Daniel ⎯. Lo de Tazarte, Sebastián y yo es muy diferente. 

 ⎯¿Por qué? 

 ⎯Porque yo no tengo una novia por diez años. No puedes seguir engañándote, primo ⎯dice Daniel, después de tomar un sorbo de agua⎯. A la larga, te va a destruir.

David suspira y cierra los ojos, su respiración aún agitada. Sabe que Daniel tiene razón, pero admitirlo en voz alta es algo que no está preparado para hacer.

⎯Estás muy equivocado ⎯habla, finalmente, con los ojos fijos en el techo del gimnasio. Cada vez que intenta ordenar sus pensamientos, la imagen de Valentina aparece, riendo, bailando, confesando sus secretos. Y peor aún, la de Ana Carolina se difumina, cada vez más lejana.

⎯¿En realidad lo estoy? ⎯inquiere Daniel, cruzando los brazos y mirándolo fijamente. La tensión entre ellos se hace palpable.

David se siente atrapado, como si cada palabra de su primo lo empujara más cerca de una verdad que ha estado evitando. ⎯No es tan simple ⎯responde, su voz cargada de frustración⎯. Ana Carolina es… es todo lo que se espera de mí. Es la elección correcta.

⎯¿La elección correcta o la fácil? ⎯replica Daniel, levantando una ceja⎯. No puedes ignorar lo que sientes por Valentina. La química entre ustedes es real, y lo sabes.

David siente que el estómago se revuelve. La imagen de Valentina, con su risa contagiosa y su mirada sincera, se asoma de nuevo en su mente. Pero también está Ana Carolina, su novia desde hace años, la persona con la que ha planeado un futuro. ⎯No puedo jugar con los sentimientos de nadie, Daniel. Eso no es justo.

⎯¿Y qué pasa contigo? ⎯pregunta Daniel, la preocupación en su tono aumentando⎯. Te estás traicionando a ti mismo al ignorar lo que realmente quieres. 

David se queda en silencio, sintiendo el peso de las palabras de su primo. Él siempre ha sido muy directo y honesto, así que sus palabras no le duelen. La voz de su conciencia resuena en su mente: ¿qué es lo que realmente quieres? La idea de estar atrapado entre dos mundos lo desarma. 

⎯Lo sé ⎯admite, finalmente, su voz apenas un susurro⎯. Pero es más complicado de lo que parece. Valentina solo está aquí por el verano. 

⎯Eso no cambia lo que sientes y es importante, primo. Tal vez sea el momento de ser honesto contigo mismo ⎯dice Daniel, acercándose un poco, como si quisiera ofrecer apoyo en lugar de juicio.

David cierra los ojos de nuevo, sintiendo la punzada de la confusión y la angustia. En el fondo, sabe que tiene razón. Pero cada vez que piensa en dar ese paso, una oleada de miedo lo invade. ¿Qué pasaría si realmente dejara a Ana Carolina? ¿Qué pasaría si todo esto era solo un capricho pasajero?

⎯Mira, no estoy diciendo que tomes una decisión ahora mismo, pero necesitas reflexionar. No puedes vivir tu vida basándote en lo que otros esperan de ti ⎯agrega Daniel, empujándolo suavemente hacia la realidad.

⎯Tal vez tengas razón ⎯responde David, aunque su voz suena más como una pregunta que como una afirmación. La lucha interna entre lo que debe hacer y lo que realmente desea lo consume. 

⎯Entonces, ¿qué piensas hacer? ⎯pregunta Daniel, sin apartar la mirada.

⎯No lo sé. No tengo respuestas claras. Solo sé que estoy cansado de esta confusión. ⎯David se sienta, apoyando la cabeza en sus manos, sintiendo cómo la carga del dilema lo abruma.

⎯Entonces, tómate un tiempo. Piensa en lo que realmente quieres ⎯insiste Daniel⎯. Y recuerda, a veces, arriesgarse es lo que realmente vale la pena. Eso me lo dijo Jo ayer. 

David asiente lentamente, pero en el fondo, una pequeña parte de él se aferra a la idea de que la solución puede estar más allá de esta lucha. Mientras el sudor de la clase se enfría en su piel, siente que las horas se alargan, y se percata que si deseaba quitarse la imagen de Valentina, no sería posible, dentro de poco la volvería a ver. 

***

Tristán entra a la oficina todavía con las gafas de sol, protegiéndolo de la luz. Su traje de hoy, un conjunto moderno y elegante en color rojo sólido, es un homenaje al bonito vestido que Valentina traía ayer, aunque no lo escogió pensando en eso, el inconsciente lo hizo por él. La chaqueta ajustada de dos botones y el pantalón a juego, combinados con una camiseta blanca debajo y unos tenis blancos, le dan un aire sofisticado, pero relajado, como si su estilo reflejara el torbellino de emociones que había sentido la noche anterior.

Linda voltea a verlo y al notar su aspecto desaliñado, le comenta con una sonrisa divertida:  

⎯¡Qué carita!  

⎯Electrolitos, necesito muchos electrolitos ⎯es lo primero que sale de sus labios mientras se masajea las sienes⎯. También te pido que le digas a mi mamá que si me manda uno de los brebajes de mi papá para bajar la resaca.  

⎯Vale ⎯responde Linda, algo entre burlona y comprensiva⎯. Me alegra que pidas eso, porque te están esperando desde muy temprano en la oficina.

Linda hace un gesto con la mirada hacia la puerta de su oficina, y le sonríe con un brillo de complicidad en los ojos. Tristán siente un subidón de adrenalina. Su corazón, que ya estaba agotado por la falta de sueño y el exceso de tequila, se acelera aún más. ¿Será ella? ¿Ya habrá llegado Valentina? La idea lo inunda de una mezcla de emoción y nerviosismo, y aunque el malestar físico sigue ahí, se siente con energías renovadas.  

⎯Electrolitos y brebaje, no lo olvides ⎯le recuerda, esta vez con una sonrisa que denota su agitación interior.  

Con renovada confianza, Tristán camina hacia la puerta, empujándola con decisión, su corazón latiendo a mil por hora. Sin embargo, cuando ve a la persona dentro, todo se desvanece de golpe, como si el aire hubiese sido succionado de la habitación.  

⎯¿Caro? ⎯pregunta, su tono claramente teñido de decepción, apenas disimulado.  

⎯¡Cari! ⎯responde ella con entusiasmo. Carolina, con esa seguridad que siempre la caracteriza, se pone de pie y camina hacia él, moviéndose con gracia, sus tacones resonando en el suelo de mármol. Antes de que pueda reaccionar, lo envuelve en un abrazo y le da un beso rápido sobre los labios. Tristán, atrapado en la sorpresa y el desánimo, apenas responde.  

⎯¿Cómo estás? ⎯pregunta ella, ajena a la tormenta interna que sacude a Tristán.  

Tristán sonríe, aunque su expresión no alcanza a reflejar lo que siente por dentro.  

⎯Bien, bien… ⎯murmura con cierta incomodidad.

Ana Carolina lo observa con una mezcla de curiosidad y sospecha en su mirada.  

⎯Te ves… ¿Estás con resaca? ⎯pregunta, levantando una ceja.  

Tristán asiente mientras su mirada se cruza con la de ella, tratando de mantener la calma.  

⎯Sí, sí… ayer, salí ⎯admite, aunque el peso de la conversación lo comienza a incomodar.  

⎯¿Sin mí? ⎯replica Ana Carolina, ladeando la cabeza⎯. ¿A dónde fuiste? ¿A un club?  

Tristán siente que el corazón se acelera, pero decide que la verdad, por ahora, es el mejor camino.  

⎯Sí, fui al Corazón Espinado con una amiga.  

La expresión de Ana Carolina cambia casi de inmediato. Su rostro, antes curioso, se transforma en uno de aburrimiento y desdén.  

⎯¡Dios! Cómo te gusta ese lugar tan… ⎯hace una pausa, buscando la palabra precisa⎯. En fin, ¿vamos a desayunar? Tengo que platicar contigo.  

Tristán asiente de nuevo, aunque su mente está en otro lugar. El nombre de Valentina sigue flotando en su cabeza, como una presencia ineludible. Sin embargo, no puede evitar sentir una creciente frustración. Algo en su interior ruega que Ana Carolina le pregunte con quién salió, que lo cuestione, que insista. No sabe por qué, pero lo necesita. Quizás porque quiere sentir que le importa. Pero Ana Carolina no pregunta. Solo camina hacia la puerta, dando por sentado que esa amiga la conoce y que no hay más. 

Tristán camina detrás de Ana Carolina, intentando mantener su mente en calma mientras su cuerpo aún sufre los estragos de la resaca. En un movimiento torpe, casi choca con Linda, quien aparece con una bebida de electrolitos en la mano. Él la toma rápidamente, agradeciendo en silencio el alivio que le dará.

⎯Iré a desayunar con la señorita Santander ⎯le murmura a Linda, inclinándose ligeramente hacia ella. Sabe que no necesita especificar de qué “señorita Santander” se trata; Linda lo entiende perfectamente. Sin embargo, algo en su interior le impulsa a seguir hablando⎯. Te pido que me informes cualquier cosa, ¿está bien?

Lo que no se atreve a decir en voz alta es el verdadero pensamiento que ocupa su mente: sobre todo cuando llegue Valentina. Ana Carolina lo toma de la mano justo en ese momento, y él se deja guiar sin oponer resistencia.

⎯Sí, claro, yo te informo ⎯responde Linda con una sonrisa neutral. 

Linda se despide con una leve inclinación de cabeza hacia Ana Carolina, quien le sonríe. 

Mientras caminan hacia la salida, Ana Carolina entrelaza sus dedos con los de él, y aunque Tristán responde al gesto, algo en su interior se siente distante, desconectado.

Ana Carolina es mi novia. Pronto será mi prometida. Esto es lo que es; mi realidad.

Ella lo ha acompañado por tanto tiempo, ha sido su refugio, su guía, sin embargo, cada paso que da al lado de Ana Carolina parece empujarle más hacia una incertidumbre que no logra entender del todo.

Mientras cruzan el pasillo, su mente sigue dividida entre dos realidades. Una, la cómoda y conocida con Ana Carolina, y otra, la incierta, emocionante y peligrosa con Valentina.

***

El restaurante favorito de Ana Carolina es un lugar sencillo pero moderno, perfectamente alineado con su estilo elegante pero sin pretensiones. Se llama Novecento, un espacio minimalista con paredes de concreto pulido, mesas de madera clara y grandes ventanales que dejan entrar la luz natural durante todo el día. Las lámparas colgantes de estilo industrial emiten una luz cálida y suave, mientras las sillas de respaldo bajo, tapizadas en cuero gris, ofrecen el equilibrio ideal entre comodidad y estética.

Ana Carolina y Tristán están sentados en “su” mesa, un rincón apartado, ligeramente elevado, que les da una pizca de privacidad sin desconectarse del ambiente del restaurante. Desde su lugar, tienen una vista clara del pequeño jardín de hierbas aromáticas que el chef utiliza para preparar muchos de los platos. A Ana Carolina siempre le ha encantado mencionar ese detalle cuando trae a alguien nuevo al restaurante.

Ella está, absorta en su móvil, deslizando los dedos por la pantalla con precisión. Sus uñas perfectamente cuidadas hacen un leve “clic” cada vez que toca la pantalla, que ilumina su rostro con un brillo tenue. No levanta la vista más que para hacer algún comentario rápido o revisar la hora, sin prestarle mucha atención a Tristán.

Él, por su parte, se frota las sienes, intentando aliviar el dolor de cabeza que le ha dejado la resaca. Aunque normalmente disfruta del ambiente relajado del lugar, hoy todo le parece un poco más molesto: el murmullo de las conversaciones y el leve sonido de los cubiertos sobre los platos le resultan casi insoportables. Mira el menú, pero ninguna opción le llama la atención. El elegante repertorio de platos que suele disfrutar no le despierta apetito alguno. 

Observa a Carolina por unos segundos y se pregunta si siempre ha sido así o si la rutina y la costumbre ahora los orillan a estar en silencio. Le asusta cuestionarse todo esto a estas alturas de la relación. 

Ana Carolina baja el móvil, al fin, y ve a su novio. Sus miradas se encuentran y ella sonríe. 

⎯Lo siento, estaba contestando algunos correos. Pediré los huevos pochados, ¿tú? 

Tristán escucha la palabra huevos y lo único que quiere es volver el estómago. Tal vez debió dormir en lugar de hacer hora y media de ejercicio intenso. 

⎯Todavía no me decido ⎯confiesa, releyendo la carta⎯. Tal vez solo pida un café negro cargado. Ojalá hubiese enchiladas o chilaquiles; mataría por unos chilaquiles. 

⎯Sabes que aquí no se sirve comida mexicana, amor. Aquí es nouvelle cuisine. 

El mesero se acerca y ambos piden. Después de que se aleja, Ana Caro toma su bolsa y saca un folder y lo pone sobre la mesa. 

⎯¿Esto qué es? ⎯pregunta Tristán. 

⎯Es la propuesta de mi padre. Desea que te unas al proyecto de La Ruta Enoturística. Quiere darte el máximo puesto, al ser su yerno favorito. 

Tristán se queda en silencio, observando el folder sobre la mesa como si fuera una trampa. “Yerno favorito”, repite mentalmente, notando cómo esas palabras no logran arrancarle una sonrisa como antes lo hacían. Ana Carolina lo mira con esa sonrisa de suficiencia que siempre tiene cuando cree que ha dicho algo que lo pondrá contento. Pero él sigue frotándose las sienes, sintiendo el peso de la resaca y algo más. 

⎯¿La Ruta Enoturística? ⎯pregunta, buscando tiempo para procesar lo que realmente significa.

⎯Sí, un proyecto ambicioso ⎯explica ella⎯. Es una gran oportunidad, Tristán. Mi padre confía en ti más que en nadie para liderarlo. Hablamos de una inversión multimillonaria, bodegas de vinos de renombre, turismo de lujo… Es perfecto para ti, para nosotros.

Para nosotros, repite en su mente. Mira el folder de nuevo, pero siente que está viendo su vida desplegarse frente a él, como si le estuvieran entregando un mapa de un futuro que alguien más ha planeado para él.

⎯Es una gran oferta ⎯murmura, tomando el folder sin abrirlo aún⎯, pero no sabía que esto era tan inminente.

Ana Carolina suspira, le toma la mano y la acaricia. 

⎯Tristán, mi amor, esto es lo que hemos estado esperando. Es lo que nos merecemos, ¿no crees?

Tristán intenta procesar lo que escucha, pero su mente sigue vagando. La noche anterior, la risa de Valentina, la ligereza de esa conversación en el club… todo parece tan distante y a la vez tan presente. Lo que nos merecemos. Esto era lo soñado: Ana Carolina, La Ruta Enoturística, el puesto perfecto, la vida ideal. ¿Esto es lo que quiere? 

⎯Déjame pensarlo, Caro. Necesito un poco de tiempo. ⎯Las palabras salen antes de que las medite demasiado.

Ana Carolina frunce el ceño, confundida.

⎯¿Pensarlo? ¿Por qué necesitarías pensarlo? ⎯pregunta, la sorpresa evidente en su tono.

⎯Simplemente… no quiero precipitarme. ⎯Dice la verdad, pero sin exponer lo que realmente siente.

⎯Bien, pero no lo pienses mucho, ¿sí? ⎯le pide con entusiasmo y con una sonrisa en su rostro. 

⎯No, te lo prometo ⎯habla a media voz, y regalándole una sonrisa tímida. Ana Carolina baja la mirada al móvil una vez más y Tristán, sin poder evitarlo, le dice⎯. ¿Te puedo hacer una pregunta? 

⎯Sí, claro… 

Tristán piensa unos segundos si es indicado hacerlo, porque es a la respuesta a la que le tiene miedo. 

⎯¿Qué sientes cuando me ves? ⎯pregunta. 

Ella sonríe con natalidad. 

⎯¿Cómo? 

⎯Sí, cuando me ves, ¿qué sientes? Cuando me sientes cerca, cuando ves que entro a un lugar. 

Ana Carolina lo mira desconcertada por un instante, como si esa pregunta no tuviera lugar en su conversación ni en su relación. Luego su sonrisa reaparece, pero esta vez es más controlada, casi ensayada.

⎯¿Qué siento cuando te veo? ⎯repite, bajando lentamente el móvil sobre la mesa⎯. Pues, cariño… siento lo que cualquier persona siente cuando está enamorada. Me siento feliz de verte, de saber que estás ahí para mí, que estamos construyendo algo juntos.

Tristán asiente, pero sus ojos no se apartan de los de ella, buscando algo más, algo que vaya más allá de las palabras vacías. La respuesta no es lo que esperaba, ni lo que quería escuchar. 

⎯Pero… ⎯insiste, con un nudo en el estómago⎯. ¿Realmente sientes algo? No me refiero a lo que “deberías” sentir, sino a lo que sientes en este preciso momento. Cuando me ves… ¿Hay emoción, deseo…? 

Ana Carolina lo mira extrañada. 

⎯Tristán, por favor, ⎯dice suavemente, pero con un deje de incomodidad⎯. ¿Por qué me preguntas esto? Sabes que te amo, ¿no? ⎯Ella lo toma de las manos⎯. No lo dudes nunca. 

Él aprieta los labios, intentando que esas palabras lo llenen, pero la sensación de vacío persiste. Ana Carolina lo observa con un brillo de incomprensión en los ojos. Para ella, todo está bien. Tienen una relación sólida, un futuro planeado, proyectos importantes. ¿Por qué Tristán se pone a cuestionar ahora? 

⎯Estamos bien, ¿verdad? ⎯pregunta, en un tono melancólico. 

⎯Sí, claro ⎯responde al fin, aunque sabe que la duda sigue ahí, más fuerte que nunca⎯. Estamos bien.

Ana Carolina sonríe, satisfecha con su respuesta, y le da un leve beso sobre los labios. En ese instante el desayuno llega y de nuevo, vuelven a ser la pareja de antes.

Lo que Tristán no sabía es que, en ese preciso momento, alguien más le preguntaba lo mismo a valentina, ¿qué sentía cuando veía a Tristán?; ojalá, él hubiera escuchado su respuesta. 

7 Responses

  1. Ok, sé que el tiempo dentro de una relación a veces parece no ser buen aliado. Que la monotonía se instala pero, no saber qué sientes cuando ves llegar a tu pareja, es una alerta 🚨, aquí en la China y Conchinchina… Y no hay peor ciego que aquel que no quiere ver 🫣…
    Tristán, por favor, sigue el consejo de Daniel y reflexiona sobre tu vida, no puedes hacer felices a otros, a costa de tu felicidad 👎🏼.
    Te abrazo en tu confusión 🫂, tal vez si hablas con tus padres puedas hallar mayor claridad 🙂.

  2. Que difícil situación de Tristan, pero sabemos que la familia no lo obliga a nada, cada quien elige sobre su vida.. lo que quiere y desea… que feo que no supiera responder Ana Carolina algo lindo cuando lo ve, hay no seeee pero mueroo por saber que respondió Valentina 🥰 pienso que quien le pregunto a Valentía es la bella Lindura 🤩🥰

  3. Pueden pasar los años, las rutinas, pero son jóvenes, si los padres le enseñaron que la llama no se apaga, debería alertarlo que no exista ese candor.
    Pobre Tristán con esa confusión y Ana Caro tan distraída que no se da cuenta que penden de un hilo.
    Igual aún es su novia, no su prometida, aún puede cortar el lazo.

  4. Que dificil situacion la de David T. No es facil que despues de 10 años se te mueva el piso de esa manera y todo lo que tenias normalizado, planeado y te sentias realizado, llega alguien a hacerte cuestionar si eso es lo que quieres en realidad. Uffff es un dilema muy muy dificil, pero con esa respuesta de Ana Caro, que desilucion. De verdad ya no es amor lo siente es un profundo cariño y costumbre y eso ya no enciende llamas por nada del mundo, por el contrario la va enfriando, entonces eso hara que le vaya siendo mas real Valentina y mas lejano Ana Caro.

  5. No seee pero ahora Ana Caro me da aires como de Begonia de la Vega, está claro que no está enamorada de David T. Ansío que el picaflorcito tenga la platica con Luz o el picaflor mayor que lo motive a seguir a su corazón ❤️

  6. Que sabio es Daniel, le dió en el clavo a su primo. Y esa conversación es el impulso para que David Tristán aclaré sus sentimientos.

    Por otro lado, Ana Carolina está muy segura de todo que no se fija en los pequeños detalles. Y eso le está jugando en contra.

    Qué habrá dicho Valentina? Quién la estará interrogando? 🤭

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *