Desde el momento en que Valentina abre los ojos, el peso de la resaca cae sobre ella como una tormenta. El dolor de cabeza es tan agudo que hasta el más mínimo rayo de luz que se filtra por las cortinas le provoca una punzada en las sienes. Intenta moverse, pero el mareo la retiene, hundiéndola en la almohada. Los recuerdos de la noche anterior, desordenados y borrosos, flotan en su mente como fragmentos de sueños imposibles de juntar.

El tequila. El calor del club, la música que hacía vibrar las paredes, su propio cuerpo moviéndose al ritmo de la noche. Y luego, Tristán. De alguna manera, él siempre está en el centro de sus recuerdos. ¿Qué pasó exactamente? La salida fue su primera vez en un club, la primera vez que probó tantas cosas nuevas, la emoción de lo desconocido mezclada con la seguridad de que Tristán estaba a su lado. Pero… ¿Qué más? Algo se queda atrapado en los pliegues de su mente, una sensación de cercanía, de algo no dicho, algo más que la fiesta.

Se sienta lentamente en la cama, luchando contra las náuseas, y cierra los ojos, tratando de recordar. ¿Qué le dijo a Tristán? Recuerda haber hablado mucho, haber sentido una libertad que no había sentido en años. Recuerda sus risas, sus palabras arrastradas por el alcohol, y algo más íntimo, algo que pasó en el pasillo del hotel. Su piel se enciende con el pensamiento, como si aún pudiera sentir la calidez de la mirada de Tristán, sus manos ayudándola, el susurro de su voz.

⎯No puede ser… ⎯murmura, llevándose las manos a la cabeza.

La memoria le trae flashes: ella tambaleándose con los zapatos en la mano, él sosteniéndola para que no cayera. Y luego, su confesión… “Tristán es mío. Es todo mío”. Un rubor sube por su cuello mientras la imagen se hace más clara. Le había dicho eso, ¿verdad? Y no fue solo un comentario al aire, fue algo profundo, algo que había sentido durante tanto tiempo, pero que no se había atrevido a admitir ni siquiera para sí misma. ¿Cómo había reaccionado Tristán? ¿Qué había dicho él?

Valentina se lleva una mano a la frente, cerrando los ojos con fuerza. El dolor de cabeza es insoportable, pero el dolor en su pecho es peor. ¿Cómo enfrentará a Tristán después de esto? La confusión y la vergüenza se mezclan en su interior. Nunca había sido tan vulnerable, tan desinhibida, tan sincera. ¿Qué pensarían los demás si supieran? ¿Y qué pensaría Tristán?

Se obliga a levantarse de la cama, tambaleante, y se dirige al baño. Necesita una ducha para aclarar su mente, para calmarse antes de pensar en lo que viene. Mientras el agua cae sobre su cabeza, trata de ordenar sus pensamientos, de encontrar alguna respuesta. Pero lo único que le queda claro es que la noche anterior ha dicho cosas que no debía y, ahora, debe enfrentar las consecuencias, aunque aún no sepa cuáles serán.

Valentina sale como puede de la ducha, todavía sintiendo el peso de la resaca. Su cuerpo está adolorido y su cabeza palpita, pero el reloj sigue avanzando, recordándole que ya va tarde a la Fundación. Camina hacia la habitación, donde las bolsas de ropa que compró ayer están ordenadas sobre las sillas. Por un momento, su mente trata de reconstruir cómo llegaron allí.

⎯Cierto, Tristán le pidió al chofer que las trajeran ⎯murmura, con una leve sonrisa, agradecida por el gesto.

El dolor de cabeza late con fuerza, pero se arma de valor y comienza a buscar en las bolsas algo que ponerse. Finalmente, opta por unos vaqueros azul oscuro y una blusa irregular de un solo hombro, de color blanco. Se mira al espejo por unos segundos, observando su reflejo. A pesar de las ojeras y la sensación de agotamiento, hay algo en su atuendo que le da confianza, una especie de armadura contra el caos emocional que la envuelve.

Se calza unos tenis blancos, los más cómodos que tiene, y se seca el cabello rápidamente, recogiendo el resto en una pinza para salir del paso. Va tarde, pero no es la prisa lo que la detiene; es la vergüenza. Sabe que necesita tiempo para pensar en qué decirle a Tristán, cómo disculparse. La imagen de él cargándola la noche anterior se le viene a la mente, y sus mejillas se calientan al recordar todo lo que dijo, todo lo que confesó.

Sale de la habitación con pasos lentos, arrastrada por la culpa y el malestar. Las náuseas no han desaparecido, el dolor de cabeza sigue taladrándole las sienes, y su cuerpo parece pesar más de lo normal. Pero sabe que tiene una responsabilidad. No puede faltar al trabajo en la Fundación, aunque todo su ser le pida quedarse en la cama.

Con esfuerzo, Valentina llega al ascensor y lo toma. Al salir en el vestíbulo, saluda débilmente a las personas en la recepción, tratando de no parecer tan afectada. La sonrisa en su rostro es débil, pero está ahí, una máscara de cortesía. Finalmente, se sube a la camioneta, donde el chofer ya la espera.

⎯A la Fundación, por favor ⎯le indica con voz suave.

El chofer asiente sin decir una palabra, ya acostumbrado a la rutina. Mientras la camioneta se pone en marcha, Valentina cierra los ojos y respira hondo. Necesita despejar su mente, necesita preparar las palabras que le dirá a Tristán cuando lo vea. No solo por el bochorno de la noche anterior, sino porque algo ha cambiado dentro de ella, y no sabe cómo enfrentarlo.

Valentina se recuesta en el asiento, su cuerpo pesado y agotado por los efectos del alcohol y la falta de sueño. El vaivén suave del auto comienza a arrullarla, y sus párpados se cierran poco a poco. Entre el dolor de cabeza y las náuseas, su mente se pierde en una ligera ensoñación.

En su sueño, Tristán está ahí, junto a ella, pero no como en la realidad agobiante de esta mañana. En el mundo nebuloso del sueño, él es todo lo que recuerda de la noche anterior: sus manos fuertes sobre su cintura mientras la guiaba por la pista de baile, su voz resonando suave y grave en sus oídos, y esa risa que la envolvía, haciéndola sentir segura y a salvo.

El aroma a su loción aún flota en el aire, fresco y cálido, como una promesa de algo más. Incluso en su sueño, el beso ligero que Tristán depositó en su mano sigue grabado en su piel, una sensación que se niega a desaparecer, aunque la noche haya terminado. Valentina sonríe ligeramente en su sueño, reviviendo el momento en que sus dedos rozaron los de él, como si fuera un pacto silencioso.

De pronto, el auto pasa por un bache, sacándola bruscamente del sueño. Abre los ojos con un sobresalto, el corazón latiendo más rápido de lo que debería. Por unos segundos, se queda quieta, confundida entre el sueño y la realidad. El recuerdo se desvanece lentamente, pero las sensaciones persisten. Se toca la mano, como si aún pudiera sentir el calor del beso de Tristán.

Valentina se incorpora en el asiento, sus manos temblorosas al ajustar el espejo retrovisor. Se mira a los ojos y toma aire profundamente, como si pudiera respirar el valor que necesita para enfrentar lo que está por venir. Sabe que no puede evitar a Tristán para siempre, pero también sabe que no está lista para enfrentar lo que sucedió la noche anterior. 

Bien, solo entras a la fundación y saludas. Supongo que lo demás será sobre la marcha. Lo niegas todo… todo… no te acuerdas, ¿ok?, repite en su mente, intentando convencerse de que es lo mejor. Aún siente las emociones de la noche anterior revoloteando en su estómago, pero no puede permitirse pensar en ellas ahora.

El auto está a punto de dar la vuelta para entrar a la calle de la fundación cuando, de repente, una necesidad urgente de escapar la invade. Necesito aire, piensa, y le pide al chofer que se detenga. El hombre frena suavemente, y antes de que él pueda preguntar algo, Valentina abre la puerta y salta fuera del auto.

El aire fresco de la mañana de verano la golpea con fuerza, como un balde de agua fría. Respira hondo, sintiendo cómo el oxígeno despeja un poco el caos en su mente. Necesita tiempo para pensar, para aclararse. Camina despacio hacia la fundación. Con cada paso, un pensamiento insiste: Tristán estará ahí. Esa idea le provoca una mezcla de emoción y temor. 

Pero, justo cuando comienza a vislumbrar la entrada de la fundación, la realidad se encarga de darle un golpe contundente. Lo ve. Allí está Tristán, justo como imaginaba, pero no está solo, Ana Carolina está a su lado, tomándolo de la mano. Valentina se detiene en seco, su corazón late con fuerza, y la migraña regresa con intensidad.

Ambos caminan hacia una camioneta y suben sin notar su presencia. Valentina siente una presión en el pecho, una sensación que no esperaba. Los observa en silencio mientras el vehículo se aleja, incapaz de apartar la vista. La imagen de ellos juntos, la sonrisa de Ana Carolina y la mano de Tristán enlazada a la suya, la sacuden. Una confusión y tristeza silenciosa comienzan a instalarse dentro de ella.

¿Qué esperaba?, se pregunta, Ana Carolina es su novia, yo solo soy… solo soy yo. Pero algo en su interior rechaza esa idea, como si el sueño de hace unos momentos le hubiera dejado un sabor amargo en la boca, una certeza que no quería admitir.

Valentina baja la mirada mientras las lágrimas empiezan a rodar por sus mejillas, deslizándose sin control. Con el cuerpo débil y el alma destrozada por lo que acaba de ver, siente que todo dentro de ella colapsa. Apenas puede caminar, y con cada paso se arrepiente más de haber venido. ¿Qué hago aquí?, se pregunta con desesperación. Decide regresar al hotel, donde al menos podrá llorar en paz, lejos de la mirada de todos.

Da media vuelta rápidamente, pero, en su estado de agitación, no nota a la persona que viene en dirección opuesta. El impacto es inevitable. Choca de frente con alguien, y sin levantar la vista, murmura:

⎯Lo siento…

Cuando alza la cabeza, sus ojos todavía nublados por las lágrimas, reconoce al hombre que tiene delante: Tazarte, el hombre que conoció en el hotel hace unos días. Él la mira sorprendido, pero su expresión cambia inmediatamente al notar las lágrimas en su rostro.

⎯Valentina, ¡qué gusto verte! ⎯la saluda, intentando mantener la calidez en su voz. Pero pronto se da cuenta de que algo anda mal⎯. ¿Todo bien?

⎯Sí… ⎯murmura ella, tratando de convencerse, pero su voz se quiebra y las lágrimas continúan cayendo sin que ella pueda controlarlas.

Tazarte, con gesto suave y protector, levanta su rostro, apoyando los dedos debajo de su barbilla para que lo mire a los ojos. Hay una calma en su mirada, una paciencia que la reconforta en medio de su caos emocional.

⎯¿Seguro? ⎯pregunta Tazarte, preocupado⎯. No te ves muy bien, incluso estás un poco pálida.

Valentina intenta sonreír, pero todo lo que logra es un sollozo. A pesar de lo poco que lo conoce, hay algo en la presencia de Tazarte que la hace sentir un poco menos sola, menos rota.

⎯¿Crees? ⎯responde, con la voz apenas audible, tratando de ocultar su vulnerabilidad.

Tazarte la observa con detenimiento, claramente preocupado. Ese día tenía una reunión importante con Karl para hablar de los avances del proyecto de Casa de la Música, pero, al ver a Valentina así, la prioridad cambia de inmediato en su mente. Sabe que lo correcto es quedarse con ella. No puede dejarla así.

⎯Vamos, te invito a desayunar ⎯dice, sonriendo de manera tranquilizadora⎯. Tal vez un zumo de naranja te ayude a sentirte mejor.

Valentina vacila un momento. No quiere ir a la fundación, no quiere subir a la oficina y fingir que está bien, cuando en realidad todo dentro de ella se está desmoronando. Lo único que desea es escapar de esa realidad que acaba de golpearla tan fuerte. Sin pensarlo demasiado, asiente lentamente. Tazarte le ofrece su brazo de manera caballerosa, y ella lo toma, agradecida por el gesto amable.

***

⎯Sí que traes una buena resaca ⎯comenta Tazarte, mientras ambos esperan a que el mesero los atienda en el pequeño restaurante donde decidieron desayunar.

Valentina ya ha dejado de llorar. Ahora, solo hunde la cabeza entre sus brazos, tratando de mitigar la migraña. Tazarte ha comprado medicina para eso, pero necesita que ella tenga algo de alimento en el estómago; Valentina ya no sabe si no quiere comer por la resaca o por la imagen de Tristán con Ana Carolina.

⎯Sí. Es mi primera resaca en la vida, ¿debería disfrutarla más en lugar de quejarme? ⎯responde, forzando una sonrisa.

Tazarte sonríe de vuelta, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y camaradería.

⎯Nadie disfruta una resaca; se vuelven más insoportables con la edad. Yo hace mucho que no tengo una, solo de pensar en todas las responsabilidades y actividades que tengo, hace que me duela la cabeza.

Valentina se queja, escondiendo su rostro aún más entre sus brazos. El mesero se acerca, y Tazarte pide dos cafés negros y una chapata. Valentina se niega al café.

⎯No, café no. Me encanta, pero me puede provocar ansiedad y ahora no la necesito. ¿Tienes algo más para la resaca?

El mesero sonríe, comprensivo.

⎯Veré qué puedo hacer.

Él se va y Valentina vuelve a hundir la cabeza, atrapada en un torbellino de pensamientos. Tazarte toma un sorbo de café, observándola con atención. Sabe que hay un cambio evidente en ella, pero no comprende qué es. Ya no es la mujer tímida y miedosa que conoció en el hotel.

⎯¿Nuevo guardarropa? ⎯pregunta, intentando romper la tensión.

⎯Yo puedo decir lo mismo ⎯responde ella, su voz apagada.

⎯Sí, tuve un cambio radical de imagen.

⎯Igual… ⎯dice Valentina, sintiendo un eco en sus palabras.

⎯¿Jo?

⎯Alegra ⎯contesta, levantando el rostro por un momento para encontrar los ojos de Tazarte, quien ahora se siente como otro de sus amigos, además de Tristán, aunque no está segura si debe considerarlo así.

Tazarte se da cuenta de que algo la está afectando, pero no se atreve a preguntar; su conexión con ella todavía es nueva.

El mesero se acerca y coloca una bebida de electrolitos sobre la mesa. Valentina le sonríe, agradecida.

⎯Gracias.

⎯De nada ⎯contesta él⎯. Enseguida viene la comida.

Ambos asienten y vuelven a sus poses habituales. Las imágenes de la noche anterior se entrelazan con las de Tristán con Ana Carolina, y ahora hay una melancolía en su felicidad. Valentina se siente confundida, abrumada por un torbellino de sensaciones y emociones que no sabe cómo lidiar.

⎯¿Todo bien? ⎯pregunta Tazarte, rompiendo el silencio.

Valentina está a punto de responder que “sí”, pero el nudo en su garganta se forma de nuevo, y otra vez quiere llorar.

⎯¿Te puedo hacer una pregunta? ⎯comenta, sintiéndose vulnerable.

Tazarte asiente, intrigado.

⎯Dime.

⎯¿Cómo sabes si estás enamorada de una persona?

Tazarte se queda en silencio; nunca pensó que ella le preguntaría algo así.

⎯¿Enamorado?

⎯Sí. Yo no tengo mucha experiencia en muchas cosas, entre ellas, el amor. Nunca he tenido novio, ni he estado con nadie. No sé bien lo que es y solo quiero saber: ¿cómo sabes?

⎯Me lo preguntas por alguien especial ⎯duda Tazarte, sospechando que conoce a la persona.

⎯No… solo es curiosidad ⎯miente Valentina, sintiendo que el peso de su confesión se hace más pesado.

Tazarte suspira, buscando las palabras adecuadas.

⎯Bueno, es que el amor tiene muchos significados; se siente de diferentes maneras y en muchos niveles.

⎯Vaya ⎯murmura Valentina, sintiendo que sus palabras resuenan en su propia confusión.

⎯Cuando uno está enamorado hace muchas cosas y…

⎯Pero, ¿cómo se ve una persona enamorada? ⎯insiste ella, su curiosidad creciendo.

Tazarte sonríe levemente, entendiendo su necesidad de claridad.

⎯¿Crees estar enamorada de alguien? ⎯pregunta con delicadeza.

Valentina se queda en silencio, luchando con sus propios sentimientos. Finalmente, contesta.

⎯No lo sé. Creo que lo estoy confundiendo con algo más, posiblemente una bonita amistad.

Sus palabras flotan en el aire, y Tazarte las escucha con atención, consciente de la complejidad de lo que está sintiendo. En ese instante, Valentina se da cuenta de que, aunque aún no entienda lo que siente por Tristán, hay una parte de ella que anhela explorar ese amor, en toda su confusión y belleza.

⎯Es que el amor no se ve, se siente, Valentina ⎯dice Tazarte, con una sonrisa⎯dime, ¿cómo te sientes cuando lo ves, cuando estás cerca?

Valentina duda un poco en expresarlo, pero después, se anima.

⎯Siento… ⎯su voz se quiebra apenas un instante mientras busca las palabras adecuadas⎯. Siento que todo mi ser se transforma cuando estoy cerca de él. Como si mi piel recordara la calidez de su presencia antes incluso de que lo vea. Es como si el aire se volviera más liviano, y al mismo tiempo, más denso de posibilidades. Cuando lo miro, no veo solo su rostro, veo todo lo que soy capaz de sentir, lo que nunca supe que podía albergar en mi corazón.  

Su mirada baja, tímida, pero sus palabras continúan, sinceras.

⎯Cuando él está frente a mí, todo lo demás desaparece. El mundo podría estar cayéndose a pedazos a nuestro alrededor, pero yo solo escucharía su respiración. No puedo explicar cómo algo tan sencillo como una mirada suya me llena de vida, me hace sentir que hay luz incluso en mis rincones más oscuros. 

Valentina hace una pausa, tomando aire, como si reviviera cada instante que ha compartido con Tristán.

⎯Y cuando me habla… es como si el universo entero me susurrara al oído. Sus palabras, aunque sean comunes, tienen un poder sobre mí, como si fueran capaces de entrelazarse con mis emociones, con lo más profundo de mi ser. Y su risa… Dios, su risa. Es como el sonido más hermoso que he escuchado en mi vida. Es dulce, vibrante, me desarma. Me hace olvidar cualquier problema, cualquier miedo. Con él, soy yo misma, sin filtros, sin pretensiones. Me hace sentir suficiente, como si nunca hubiese sido necesario fingir ser alguien más. 

Una pequeña sonrisa asoma en los labios de Valentina mientras sus ojos brillan con el reflejo de los sentimientos que ha estado conteniendo.

⎯Y lo más hermoso es que no necesita hacer nada extraordinario para que lo sienta. Solo con estar cerca, el latido de mi corazón cambia. Hay una suavidad, una paz en mi pecho, como si hubiera encontrado el hogar que por años he buscado. Me siento segura con él. Su presencia me envuelve como un abrazo invisible, y cuando nuestras manos se rozan, aunque sea por accidente, todo en mí vibra, como si un millón de mariposas despertaran a la vez.

Valentina suspira, sonrojada, con el alma expuesta. 

⎯Eso es lo que siento. Como si el amor, en su forma más pura, viviera en cada segundo que estoy con él.

Tazarte la observa, impresionado por la profundidad de sus palabras. La sinceridad que irradia Valentina lo sorprende; nunca había visto a alguien tan abierto, tan vulnerable. Su descripción del hombre que quiere no solo revela la intensidad de sus sentimientos, sino también la belleza que ve en él, como si cada mirada y cada gesto fueran parte de una sinfonía que solo ella podía escuchar.

⎯¿Él te corresponde? ⎯pregunta, preocupado por ella. 

Valentina niega con la cabeza, un pequeño gesto que pesa en el aire.

⎯No… Él tiene a alguien más.

Tazarte la mira con seriedad. Un amor mal correspondido siempre es fórmula para la tristeza, y su instinto de protección se activa.

⎯El amor es confuso ⎯comienza, buscando las palabras adecuadas⎯. Es el sentimiento más hermoso y cruel. Te hace sentir que puedes tocar las estrellas, pero también te deja caer en las sombras más profundas.

Valentina siente un nudo en el estómago, pero también una extraña conexión con las palabras de Tazarte. La verdad de su situación se siente pesada, y la comprensión que ella ve en él es un consuelo inesperado.

⎯A veces, creo que mis sentimientos son solo un espejismo. Una parte de mí quiere dejarlo ir, pero otra lucha por aferrarse a lo que siento, como si eso me diera una razón para sonreír.

⎯Es normal ⎯responde Tazarte con suavidad⎯. El amor tiene esa capacidad de darnos esperanza, incluso cuando la realidad no es la que deseamos. Pero, no puedes quedarte atrapada en un amor que no puede ser correspondido.

Valentina asiente, sintiéndose comprendida. Sin embargo, la verdad la hiere.

⎯Lo sé, y a veces trato de ser racional. No obstante, cuando estoy con él, la razón se desvanece. Hay algo en su forma de mirar que me atrapa, y esa conexión me hace sentir viva.

⎯Es una sensación poderosa ⎯Tazarte la interrumpe⎯. Y a veces, esa conexión puede confundirse con el amor. Pero recuerda que lo más importante es tu bienestar. No deberías perderte a ti misma en la búsqueda de algo que puede no ser posible.

Tazarte la aconseja sin contexto, pero, en ese instante, le da lo que necesita: Valentina sí está enamorada de Tristán y, ahora, debe lidiar con el desamor. 

El mesero se acerca y deja los alimentos sobre la mesa. Valentina mira el plato con la comida, una que no conoce y de nuevo el miedo se apodera de ella. 

¿Qué tal si está envenenada?, las palabras de su tío vienen a la mente. 

⎯Come ⎯comenta Tazarte, te hará bien. 

¡Soy una empírica!, recuerda lo que le dijo a Tristán y se anima. Toma la chapata entre sus dedos y le da una mordida. Al sentir el sabor, sonríe, para después comenzar a llorar. Come mientras llora, porque se acuerda de todo lo que le está pasando. La combinación de sabores y emociones resulta abrumadora. La chapata, tan deliciosa, se vuelve un recordatorio de todo lo que anhela y lo que ha perdido. Tazarte se da cuenta de que las lágrimas de Valentina fluyen incontrolables, y se levanta, decidido a ofrecerle apoyo.

⎯Ven, dame un abrazo ⎯le dice, con voz suave y reconfortante.

Valentina se pone de pie y, sin pensarlo dos veces, se lanza a sus brazos. Se quiebra en llanto, y Tazarte la sostiene firmemente, sintiendo el peso de su dolor. No solo llora por Tristán; en esos momentos, es evidente que su llanto es una liberación de todo lo que ha estado cargando en silencio.

Decía Benedetti que tenía la teoría de que cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino por todas las cosas por las que no lloró en su debido momento. Hoy, Valentina lloraba en brazos de Tazarte por tres cosas: porque la chapata estaba deliciosa, porque había perdido a su familia hace años, por la soledad que la consumía y por estar enamorada de David Tristán.

⎯Este no era el plan ⎯murmura entre sollozos, su voz apenas un susurro.

⎯Si el amor se planeara ⎯responde Tazarte, intentando añadir un poco de ligereza a la situación⎯, nadie tendría problemas. Pero el amor es caótico, desbordante, y a veces nos sorprende en los momentos menos esperados.

⎯¿Lo dices por experiencia? ⎯pregunta. 

Tazarte lanza una ligera risa. 

⎯Al parecer, somos compañeros en estos sentimientos confusos. 

Valentina asiente, sintiendo que sus lágrimas son una mezcla de tristeza y alivio. En el abrazo de Tazarte, encuentra un refugio, un lugar donde puede ser vulnerable sin miedo a ser juzgada. 

⎯Siento que estoy perdiendo el control ⎯confiesa, su voz aún entrecortada⎯. Todo esto me abruma, y no sé cómo lidiar con lo que siento.

⎯Es normal sentirse así ⎯dice Tazarte, acariciándole la espalda en un gesto tranquilizador⎯. Las emociones son intensas, y cuando no hemos tenido la oportunidad de procesarlas, se acumulan hasta que estallan. Pero está bien llorar, está bien desahogarse. Es parte de sanar.

Valentina cierra los ojos, dejando que sus palabras la envuelvan. Sabe que no hay soluciones rápidas, pero el simple acto de compartir su carga le brinda un respiro. 

⎯Quizas el amor, en su forma más caótica, nos pueda enseñar algo valioso sobre nosotros mismos ⎯recita Valentina. 

⎯¿Como qué? ⎯pregunta Tazarte. 

⎯Nuestra gran capacidad de amar. 

⎯Eres toda una poeta, Valentina ⎯admite Tazarte. 

Ella se separa de su pecho y con los ojos brillando por las lágrimas le dice: 

⎯Él es un poema, y yo apenas soy el borrador lleno de tachaduras.

Para luego soltarse a llorar.

6 Responses

  1. Vamos Valentina!!! Decir que estas enamorada en muy valiente. Abraza ese sentimiento y permitite sentirlo para bien o para mal ❤️❤️❤️

  2. Ay que cruel todo eso, pero es la realidad, pobre Valentina, ese golpe de realidad al verlo con Ana Caro ufff fuerte. Tan lindo Tazarte. Y wow esa respuesta de Valentina ufff ojala Davud T. Se de cuenta de su respuesta seria lindo para David sentir que genera todo esos sentimientos, porq lo que no sabe Valentina es que David T tambien ha luchado porque se ha sentido perdido y lo mas seguro que tenia era Ana Caro y pues ya no la esta sintiendo asi. Que encrucijada de ese par. Lo que se les viene, emocionante porq ya cada uno por su cuenta sabe que hay algo mas. 😱😱😱😱

  3. Cuánto dolor ha tenido que soportar tu corazón, Valentina 😞. Y aún así, has sabido desarrollar un buen carácter, buen sentido del humor y sobre todo ser una agradable persona. Mereces ser feliz y amada en la misma intensidad, con la que amas.
    Por otro lado, Tazarte es un regalo del destino, un amigo cuya experiencia llega a ti con las palabras adecuadas para aliviar la tristeza.
    Todo irá bien… Ten calma y claridad. 🤗

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