Por sugerencia de Tazarte, Valentina decidió acompañarlo para ver el proyecto de la Casa de la Música. Fue una jornada distinta a la habitual, alejándola de la rutina del trabajo y, sobre todo, de regresar a la oficina donde sabía que David Tristán estaría. Durante el camino al sitio, observó el entusiasmo con el que Tazarte hablaba del proyecto, que parecía ser una parte importante de su vida y misión. Las ideas y los detalles del diseño, los espacios para ensayos y presentaciones, todo le hizo ver la importancia cultural y social del lugar.

Valentina tomó anotaciones precisas sobre lo que él deseaba. Incluso, Tazarte se atrevió a pedirle ciertos espacios que dijo le darían un toque profesional como de academia al lugar. 

Después de un largo día, por la tarde, Tazarte la llevó directamente al hotel. Exhausta, Valentina decidió darse una larga y relajante ducha para liberar el cansancio del día. Sentía una mezcla de emociones: la satisfacción de haber pasado el día de manera productiva, pero también una tristeza que la arrastraba hacia el sueño. Sin más, cayó rendida sobre la cama, sintiendo el alivio inmediato del descanso.

Esta vez, el sueño fue profundo y reparador, diferente a las noches anteriores cargadas de sueños inquietantes. Era como si por fin su mente hubiera encontrado un momento de paz, un respiro. No hubo imágenes borrosas ni fragmentos de recuerdos, solo el abrazo oscuro y calmante del sueño sin interrupciones. Valentina, por primera vez en mucho tiempo, durmió sin soñar.

Al día siguiente, el móvil de Valentina vibró con un mensaje que iluminó la pantalla. Era del arquitecto encargado del proyecto de la Casa de la Música, quien le comunicaba que los cambios solicitados ya estaban listos para su revisión. Aún adormilada, Valentina leyó el mensaje con detenimiento, sintiendo una extraña mezcla de alivio y aprehensión. No podía evitar pensar que, tal vez, el destino le estaba presentando una oportunidad para evitar el encuentro con Tristán. La idea de verlo de nuevo, enfrentando emociones que aún no lograba comprender del todo, le pesaba más de lo que quería admitir.

Aceptó sin dudarlo, tecleando una rápida respuesta para confirmar su visita. Sabía que no podía postergar el trabajo, pero lo que más le aliviaba era la excusa perfecta para mantenerse ocupada, enfocada en algo más que sus propios sentimientos. Con el día lleno de citas, planos y reuniones con el arquitecto, estaba decidida a tomar todas las herramientas que el destino le ofrecía para esquivar cualquier confrontación emocional.

Valentina se levantó con una energía renovada, lista para un día en el que, por lo menos, las decisiones serían claras y concretas, basadas en estructuras y diseños, no en complejas emociones que la abrumaban.

Después de cerrar el mensaje del arquitecto, Valentina bajó la pantalla del móvil y notó que había varios mensajes de David Tristán. Su nombre aparecía una y otra vez, seguido del número de notificaciones sin leer, pero ella no se atrevió a abrirlos. La duda la asaltaba. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo debía contestar después de todo lo que había pasado? Una parte de ella quería leerlos, pero otra parte la mantenía paralizada. Respiró hondo, dejando el teléfono a un lado sin tocar los mensajes. No era el momento. O al menos, eso quería pensar.

***

Valentina llega al lugar, sus pasos resonando ligeramente en el amplio espacio. Al entrar, nota que Tazarte ya está ahí, de pie junto a Daniel, el primo de Tristán, y un hombre que lleva una cámara fotográfica colgada al cuello. Los tres conversan sobre la iluminación y otros detalles técnicos que a Valentina le resultan ajenos, pero interesantes. Los rayos de luz que entran por los ventanales hacen que el ambiente se sienta cálido, envolviendo a los presentes en una atmósfera tranquila pero profesional.

Tazarte es el primero en notar su presencia. Sonríe ampliamente y se adelanta hacia ella, sus brazos abiertos en un gesto cálido. 

⎯¡Valentina! Qué gusto verte ⎯dice, mientras la rodea en un abrazo que, sorprendentemente, a ella no le incomoda. Hay algo reconfortante en la familiaridad de su gesto. 

Valentina sonríe, dejándose llevar por el momento.

⎯¿Te sientes mejor? ⎯pregunta él, con genuina preocupación en sus ojos.

⎯Sí, mucho mejor. Ayer dormí muy bien ⎯responde ella, sintiendo que, al menos en eso, puede ser honesta.

⎯Me alegra oír eso ⎯Tazarte se muestra aliviado, justo cuando Daniel y el hombre con la cámara se acercan.

Daniel, siempre carismático, la saluda con su habitual energía.

⎯Valentina, ya vi el trabajo increíble que has hecho aquí. Te estás volviendo una experta. Que se cuiden los arquitectos ⎯dice, guiñándole un ojo mientras la hace sonreír tímidamente.

El hombre con la cámara, de ojos chispeantes y un aire relajado, la saluda con una sonrisa fácil y encantadora.

⎯Soy Copp ⎯se presenta⎯. Me han traído aquí para captar la esencia del lugar, pero, honestamente, ya estoy fascinado con todo esto. Tiene un gran potencial para las fotografías ⎯su tono es un poco más profundo, un toque seductor que provoca que las mejillas de Valentina se sonrojen levemente.

Ella asiente, incómoda pero halagada a la vez. 

⎯Pues… espero que el lugar sea de su agrado ⎯responde con modestia.

⎯Me encanta. Estaba comentando con Daniel que el salón tiene una luz increíble ⎯Copp vuelve a hablar, su voz sigue siendo tan agradable que Valentina no puede evitar sentirse un poco halagada.

Sintiéndose repentinamente abrumada por la atención, Valentina decide alejarse antes de que los nervios la traicionen.

⎯Aprovechen el momento. Yo iré a ver al arquitecto. Hay algunos detalles sobre el cuarto de partituras que debemos revisar ⎯dice con rapidez, más para excusarse a sí misma que por otra razón.

Tazarte le dedica una mirada comprensiva.

⎯Gracias, Valentina. Luego nos cuentas qué te parece todo ⎯añade antes de verla subir por las escaleras, dejándolos a todos atrás.

Al llegar al piso superior, el arquitecto ya la espera, junto a unos planos extendidos sobre una mesa. Valentina respira hondo, agradeciendo tener algo en que enfocarse, aunque, en el fondo, los pensamientos sobre los mensajes de Tristán siguen latentes.

El arquitecto no pierde tiempo en comenzar con su explicación. Apenas entran al espacio, extiende los planos sobre una mesa y empieza a detallar cada una de las modificaciones que han hecho, señalando áreas clave con gestos precisos. Valentina revisa las notas que había tomado previamente, haciendo pequeñas anotaciones en los márgenes mientras escucha. A medida que recorren el lugar, ella se da cuenta de que todo es tal y como lo había imaginado; cada ajuste refleja su visión inicial.

Las amplias ventanas inundan el área principal de luz natural, tal como ella había sugerido. Los materiales utilizados en los acabados de las paredes tienen esa textura suave que había pensado, y los colores cálidos del suelo parecen unificarse perfectamente con el ambiente que busca lograr.

Después, el arquitecto la guía hacia una pequeña habitación contigua al área principal de conciertos. Ahí, le explica las especificaciones para el cuarto de partituras, un lugar pensado para que los músicos puedan organizar sus partituras y trabajar en sus composiciones con comodidad. 

⎯Lo que Tazarte desea es un espacio íntimo, pero funcional ⎯ le dice all arquitecto, señalando una pared donde van a instalar estantes ajustables para organizar los materiales musicales⎯. Aquí habrá un pequeño escritorio con buena iluminación, y se va a reforzar el aislamiento acústico para que no haya interrupciones del sonido proveniente del salón principal.

Valentina visualiza el espacio en su mente, conectando cada detalle con los comentarios previos de Tazarte. Sonríe, cuando el arquitecto le dice que la entiende y que podrá realizarse lo que ella desea. 

⎯Valentina, tiene una visión única. No solo entiende los detalles técnicos, sino que también puede tomar decisiones rápidas y efectivas. Se nota que tiene una mente estratégica. Si quisiera, podría dirigir cualquier empresa, o incluso…

⎯Ella podría gobernar el mundo si quisiera… ⎯La voz de David Tristán inunda el lugar y el corazón de Valentina comienza a latir rápido. 

David entra en la sala con esa sonrisa despreocupada que Valentina solía encontrar encantadora, pero en ese momento solo le causaba inquietud. Ella había estado evitando sus mensajes y se sentía culpable, aunque sabía que lo hacía por su propio bien.

⎯¿Cómo te encuentras, Marco? ⎯saluda Tristán. 

⎯Bien, muchas gracias. Trabajando con esta maravillosa mujer. ⎯Alaba a Valentina, y ella le sonríe. 

⎯Bueno, al menos uno de los dos está trabajando con ella ⎯comenta Tristán, para luego voltear a verla⎯.¿Por qué no has respondido? ⎯pregunta David, frunciendo el ceño⎯. Estaba preocupado por ti. Parece que me estás evitando.

Valentina toma aire, tratando de mantener la calma.

⎯No es cierto ⎯responde, aunque su voz suena más temblorosa de lo que pretende⎯. He estado trabajando en el proyecto, como tú dijiste. No quería molestarte con detalles.

Valentina no puede evitar sentirse intimidada por la proximidad de Tristán, quien ahora la mira con una intensidad que la paraliza. Sus palabras aún resuenan en su mente, un recordatorio de la atracción y tensión que había estado evitando. Él siempre encontraba la forma de desarmarla, incluso cuando sus intenciones eran claras y profesionales.

⎯Primero, me vienes a buscar desde México, haces guardia en el recibidor de la fundación, insistes en trabajar conmigo, y ahora, ¿no quieres molestarme? ⎯la voz de Tristán es baja, pero firme, cargada de una mezcla de sorpresa y diversión.

Valentina baja la mirada, intentando encontrar las palabras adecuadas. ¿Cómo podía explicarle que no era su trabajo lo que la preocupaba, sino lo que pasaba entre ellos? Lo que más la inquietaba era esa energía palpable que parecía encenderse cada vez que estaban juntos, algo que la asustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

⎯Bueno, solo estoy haciendo mi trabajo ⎯responde, casi en un susurro, sabiendo que esas palabras no abarcaban lo que realmente sentía.

El arquitecto, sintiendo el ambiente cargado entre ellos, interviene con cortesía para suavizar la tensión:

⎯Haré los cambios que me pide, señorita de la Torre ⎯dice, mientras se excusa del lugar, dejándolos solos.

Valentina asiente, pero no puede concentrarse en sus anotaciones. El aroma de la loción de Tristán la envuelve, y antes de que se dé cuenta, él está peligrosamente cerca, su presencia envolviéndola.

Siente cómo su corazón se acelera, las palabras se atascan en su garganta, y, en un intento torpe de mantener la compostura, se le cae la pluma al suelo. 

⎯¡Mierda! ⎯masculla, agachándose de inmediato para recogerla. 

Tristán se inclina al mismo tiempo, y sus frentes chocan suavemente. El impacto provoca un pequeño “¡ouch!”, sincronizado de ambos, lo que desata una risa nerviosa en Valentina.

⎯Lo siento… ⎯dice, frotándose la frente y riendo suavemente, sin poder evitar sentirse ridícula por la torpeza del momento.

Tristán, aún cerca, le sonríe de esa forma despreocupada que siempre la desarma.

⎯¿Estás bien? ⎯pregunta él, y aunque su tono es casual, sus ojos muestran algo más profundo.

Ella asiente, pero en ese momento sabe que la distancia que estaba tratando de crear entre ellos se desmorona más rápido de lo que puede controlar.

Valentina se siente atrapada por el cuerpo de Tristán, tan cerca que casi puede sentir el calor que emana de él. Su corazón late rápidamente, y sus pensamientos se confunden con la presencia del hombre frente a ella. Él avanza un poco más, reduciendo la distancia entre ellos, hasta que su espalda queda contra la fría pared. 

⎯¿Qué, qué haces? ⎯tartamudea, con un tono que mezcla la sorpresa y el nerviosismo. 

Tristán se inclina ligeramente hacia ella, con esa mirada que tiene el poder de desarmarla completamente. 

⎯¿Qué crees que hago? ⎯su voz es suave, como si estuviera disfrutando del efecto que tiene sobre ella⎯. Quiero ver tus anotaciones.

El aire en la habitación parece volverse más pesado, la cercanía de Tristán provoca un torrente de emociones en Valentina, quien intenta mantenerse firme, aunque su respiración se acelera. 

Ella intenta crear una barrera entre ellos al levantar el cuaderno, usándolo como un escudo para desviar la tensión del momento. Tristán, sin embargo, no se inmuta y sigue observándola con una pequeña sonrisa en el rostro, como si estuviera disfrutando del juego silencioso entre ambos.

⎯Pues, aquí están ⎯habla, tratando de mantener la compostura mientras eleva el cuaderno entre sus rostros, forzándolo a retroceder un poco. Pero Tristán solo se ríe bajito, ese sonido suave y profundo que le acelera su pulso.

⎯Ves como si me estás evadiendo ⎯comenta él en un tono casi divertido, inclinándose hacia el cuaderno que Valentina sostiene, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y curiosidad.

Ella siente cómo las manos tiemblan ligeramente, aunque intenta disimularlo. La tensión entre ellos es palpable, y aunque está tratando de enfocarse en las anotaciones, la proximidad de Tristán hace que todo se vuelva borroso. 

Él sigue observándola con esa expresión que combina diversión y un toque de reto, como si estuviera esperando a que ella dé el siguiente paso, ya sea en la conversación o en sus emociones.

⎯¿Qué tanto miras? ⎯logra decir ella, finalmente, su voz más temblorosa de lo que quisiera.

Tristán sonríe más ampliamente y da un pequeño paso hacia atrás, dándole espacio, pero manteniendo esa energía intensa que parece envolver todo el ambiente.

⎯No todos somos tan abiertos como tú… ni modelos extrovertidos ⎯responde Valentina, con un intento de recuperar algo de control sobre la situación. 

Tristán se ríe, inclinando la cabeza ligeramente, como si su respuesta lo divirtiera aún más. 

⎯No se trata de ser un modelo o ser extrovertido ⎯contesta él, su voz baja, suave⎯. Se trata de ser auténtico.

Valentina siente un nudo en la garganta. La proximidad entre ambos vuelve a ser palpable, casi eléctrica. Intenta enfocarse en el cuaderno que tiene en la mano, en los dibujos y notas que ya no logra ver con claridad. 

⎯Ser auténtico… ⎯repite, más para sí misma que para él. Sabe que ha sido una lucha constante en su vida, ocultarse, ser discreta, pasar desapercibida. Pero aquí está, con un hombre que parece ver más de lo que está dispuesta a mostrar, y eso la desarma.

Tristán se acerca solo un poco más, pero lo suficiente para que ella lo sienta. Su mano roza la de ella sobre el cuaderno, un gesto pequeño pero cargado de significado.

⎯Tú no lo ves aún, Valentina, pero hay algo en ti que es imposible de ignorar. Y eso, no tiene que ver con lo que llevas puesto ni con las palabras que dices ⎯su voz se hace más baja, más cercana⎯. Es lo que eres.

Valentina lo mira, atrapada entre el miedo a lo que sus palabras implican y una extraña sensación de alivio. ¿Podría ser verdad? ¿Podría haber algo en ella que él viera, algo más allá de las paredes que siempre ha construido? 

Ella respira hondo, sintiendo la creciente necesidad de escapar de la situación. Reuniendo valor, levanta el cuaderno, y con un movimiento suave pero decidido, empuja ligeramente a Tristán, obligándolo a retroceder unos pasos. Aprovecha el espacio recién ganado y se aparta de él, dejando que la tensión entre ambos se disipe un poco.

⎯No sé si quiero que lo veas ⎯murmura, sus palabras cargadas de incertidumbre. La incomodidad la invade por completo, y antes de que la tensión vuelva a crecer, decide que es momento de irse⎯. Me tengo que ir.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta Tristán, sorprendido por la repentina retirada.

⎯Sí, quedé de ir con Tazarte a ver unos instrumentos y otras cosas. Si quieres ver mis anotaciones, aquí está el cuaderno ⎯extiende el cuaderno hacia él⎯. Luego me lo das.

Tristán toma el cuaderno, mirándola con desconcierto, y se aparta, dándole el espacio que necesita para pasar. Valentina cruza la habitación hacia su bolso, lo toma rápidamente, casi como si quisiera evitar cualquier otra interacción.

⎯Bueno, pues… bye ⎯dice, sin mirarlo a los ojos.

⎯¿Bye? ⎯replica él, confundido por su abrupto adiós.

⎯Sí, es adiós en inglés ⎯responde Valentina con una media sonrisa, tratando de aliviar la incomodidad antes de salir por la puerta.

Apenas deja la habitación, Valentina acelera el paso, su mente en caos, su corazón latiendo a mil por hora. En cuanto llega al corredor, siente que ya no puede más y comienza a correr hacia las escaleras, como si estuviera huyendo de Tristán… o, quizás, de todo lo que él le hace sentir.

⎯¡Señorita de la Torre! ⎯escucha la voz de Tristán detrás de ella, pero no se detiene. Se mueve más rápido, deseando que él no la siga, hasta que alcanza a Tazarte, que la espera en la salida.

⎯¿Nos vamos? ⎯pregunta Valentina, con la respiración agitada.

Tazarte la observa con curiosidad, levantando una ceja ante su evidente estado de nerviosismo.

⎯¿Todo bien? ⎯pregunta mientras recoge sus cosas lentamente.

⎯Solo vamos… ⎯insiste Valentina, mirando alrededor como si esperara que Tristán apareciera en cualquier momento.

Tazarte, captando la urgencia en su tono, no tarda en reaccionar, y justo cuando ambos suben al auto, David Tristán aparece, bajando las escaleras con paso rápido. Pero para entonces, ya es tarde. El coche arranca, y Valentina se hunde en el asiento, mirando hacia el frente mientras siente cómo se aleja de él, física y emocionalmente. Hoy no… hoy no puede lidiar con todo lo que él la hace sentir.

***

 -Ese día por la tarde – 

⎯Cinco, seis, siete, ocho y el  fin. ⎯La voz de Mar es fuerte y autoritaria, pero a la vez amigable. Ponerle dos coreografías a hombres que algunos saben bailar y otros no, es bastante difícil, pero ella sabe que puede lograrlo. 

Daniel y Tristán se tirán sobre el suelo, mientras que los demás se quejan y se recargan sobre la pared. 

⎯¡Dios!, jamás pensé que la zumba fuese tan difícil ⎯bromea Jon, sentándose cerca de Tristán. 

⎯No tienes ni idea de lo que es una clase de zumba, Jon Carter ⎯le contesta Mar⎯. No sobrevivirías. 

⎯¿Es una apuesta? ⎯pregunta. 

⎯Tómalo cómo quieras ⎯contesta Mar⎯. Pero sé que no lo lograrías. Es mucho cardio para tí. 

⎯Lo lograría. Llévame y te demuestro cuánto cardio aguanto ⎯dice coqueto, Jon. 

⎯Aquí nadie demostrará ni un cardio ⎯interrumpe Héctor, cruzándose de brazos con una sonrisa cómplice, intentando aliviar el ambiente.

⎯Gracias, pero no necesito que me defiendas, amigo ⎯responde Mar, marcando su límite con firmeza, aunque su tono mantiene un dejo de aprecio. Héctor suspira con resignación.

⎯Entonces, ¿han enviado a Héctor a la friendzone? ⎯pregunta Daniel con una risa burlona, mirando a Héctor con ojos divertidos.

⎯¿Friendzone? Más bien unknown zone  ⎯añade Jon, provocando más risas en el grupo⎯. Le va a costar a tu hermano ganarla de regreso. Es necia, como nos gustan… debe ser el síndrome de la abuela Mena.

David Tristán no dice nada ante el comentario de Jon, porque en su mayoría era verdad. Los hombres de los Ruiz de Con parecían tener una extraña inclinación por mujeres de carácter fuerte y obstinado. Pensó inevitablemente en Valentina, quien ocupaba más espacio en su mente de lo que le gustaría admitir.

Daniel se pone de pie, dejando a Jon y Tristán en un momento más íntimo. Tristán se gira un poco hacia su primo, su mirada seria y más enfocada.

⎯Necesito de tus habilidades ⎯murmura Tristán, inclinándose hacia Jon.

Jon levanta una ceja, esbozando una sonrisa enigmática.

⎯Al fin investigaremos lo del misterioso donativo al vino Santander ⎯bromea Jon, aunque sus ojos reflejan curiosidad.

⎯No, no nos meteremos en eso ⎯responde Tristán rápidamente, bajando aún más la voz⎯. Esto no tiene nada que ver con Ana Carolina. Es sobre Valentina.

El cambio en el tono de Tristán capta la total atención de Jon, quien lo mira más serio ahora.

⎯¿Te escucho? ⎯dice Jon, interesado.

⎯Necesito que averigües quién es, qué pasó con su familia, qué es de ella ⎯confiesa Tristán, sus palabras salen rápidas, como si temiera que alguien más pudiera escucharlos.

Jon lo observa con sorpresa. La urgencia en la voz de Tristán suena más emocional que profesional.

⎯¿Sospechas de ella? ⎯pregunta Jon, intentando descifrar el fondo de la situación⎯. ¿Es una amenaza para la Fundación?

⎯No, no ⎯Tristán sacude la cabeza⎯. Solo siento que hay algo en su pasado, algo que no me está contando. No sé…

Jon lo observaba con una sonrisa que apenas escondía su diversión. La habilidad para insistir y desgastar al otro hasta obtener respuestas era parte esencial de su trabajo, y con Tristán no sería diferente. Al ver que su primo comenzaba a incomodarse, Jon supo que estaba cerca de conseguir lo que quería.

⎯Y, ¿por qué quisieras saber tú sobre su pasado? ⎯pregunta Jon, con un tono casi burlón, jugando con la idea de que tal vez no todo se trataba de trabajo⎯. No me digas que es una nueva política de la Fundación.

Tristán lanza una rápida mirada hacia Moríns, quien empezaba a acercarse, lo que lo obligaba a mantener la conversación lo más discreta posible.

⎯No, no lo es ⎯replica, Tristán, su voz ahora un poco más baja y apurada⎯. ¿No puedes hacer esto sin cuestionar tanto?

Jon suelta una leve risa.

⎯Cuestionar es mi trabajo, primo. No puedo investigar sin más. Necesito saber qué es lo que busco exactamente.

Tristán frunce el ceño, incómodo con la insistencia de Jon, pero sabe que no puede evadirlo tan fácilmente. Jon está entrenado para obtener la información que desea.

⎯Solo quiero saber sobre su pasado ⎯repite Tristán, tratando de sonar neutral.

Pero Jon no cede. Sabe que detrás de esa frase hay más de lo que Tristán está dispuesto a admitir.

⎯Vale, pero, ¿por qué? ⎯insiste una vez más, con una ceja levantada, como si estuviera a punto de desenmascarar algo importante.

Tristán aprieta los labios, molesto por la dirección en la que va la conversación, pero no dispuesto a ceder. A veces, hasta los interrogadores más hábiles encuentran resistencia.

⎯Porque quiero saber ⎯dijo, casi como un desafío; sin embargo, Jon no se inmuta.

⎯¿Por qué? ⎯vuelve a preguntar Jon, sin perder la calma⎯. Tristán, le he sacado información a mafiosos y narcotraficantes, no pienses que puedes ganarme en esto. 

Tristán suspira, dándose cuenta de que su primo no iba a soltar el hueso tan fácil. Sabe que Jon lo conoce demasiado bien como para pensar que se trata solo de curiosidad profesional. Jon, en su propio estilo provocador, ya está hurgando en las verdaderas intenciones de su primo, y Tristán empieza a quedarse sin evasivas.

Por fortuna, Moríns se detuvo a platicar con Antonio, por lo que tenía tiempo pero poco, así que toma valor. 

⎯Está bien… porque necesito entenderla mejor, Jon ⎯confiesa finalmente, casi en un susurro.

⎯¿Por qué quieres entenderla mejor? ⎯insiste Jon, acercándose un poco más, con los ojos fijos en Tristán. Esta vez no hay rastro de la burla habitual en su voz. Está realmente interesado en la respuesta.

Tristán mantiene su mirada por un segundo más, sopesando si vale la pena seguir evadiendo las preguntas. 

⎯Porque… ⎯Tristán duda, frotándose el puente de la nariz, algo que suele hacer cuando se siente expuesto⎯. Porque me importa, Jon. No es solo una cuestión de negocios o curiosidad. Valentina me hace sentir… diferente.

Jon lo observa, dejando que la confesión cale en el ambiente. Él se inclina, sorprendido por la sinceridad de su primo, pero satisfecho de haber llegado al fondo de la cuestión.

⎯Vaya, vaya… ⎯murmura con un tono bromista⎯. Nunca pensé que llegaría a ver este día. 

⎯Te pido, no le digas a nadie ⎯la voz de Tristán sonaba más vulnerable de lo que él hubiera querido.

⎯Tu secreto está a salvo conmigo ⎯respondió Jon, serio por una vez, aunque sus ojos aún mostraban esa chispa de complicidad.

Tristán suspiró, frotándose la sien, como si las emociones lo estuvieran abrumando. 

⎯No sé qué hacer con esto, Jon ⎯confiesa, mirando al suelo⎯. Quiero arrancármela de la cabeza, quiero que todo vuelva a ser como antes. Sin esta sensación… sin ella invadiendo cada pensamiento. Quiero que todo sea normal otra vez.

Jon, siempre agudo, se queda en silencio por un momento, observando a su primo con una mezcla de empatía y resignación. Después, se acerca, colocándole una mano en el hombro y dándole un suave golpe.

⎯Primo, te tengo malas noticias ⎯dice en tono bajo, inclinándose hacia él para susurrar⎯. Esto ya no es normal, y me temo que no volverá a serlo.

Tristán levanta la mirada, atrapado entre la frustración y la aceptación. Sabe que Jon tiene razón. Siente como si su vida entera hubiese dado un giro inesperado desde que Valentina apareció. Ella ha roto las reglas de su mundo ordenado, y él no sabe cómo manejarlo.

⎯¿Qué hago, entonces? ⎯pregunta.

Jon se encoge de hombros, sonriendo de medio lado.

⎯No tengo todas las respuestas, pero quizás dejar de intentar controlarlo sería un buen comienzo.

⎯¿Dejarlo de controlar? ⎯pregunta Tristán, su inseguridad evidente en su tono.

⎯Así es… si lo controlas tanto, ¿cómo vas a saber que es real? Porque quieres saber si es real, ¿cierto? ⎯insiste Jon, observando atentamente a su primo.

Tristán cierra los ojos por un momento, mientras su mente se inunda con la imagen del anillo de compromiso que guarda en la caja fuerte de su oficina, ese que había mandado a hacer para Ana Carolina hace meses. Los planes, el futuro que había trazado con tanto detalle… todo se siente tan lejos ahora. Se pregunta cómo todo pudo cambiar tan rápido. Y lo que más lo confunde es cómo, a pesar de estar completamente desorientado, se siente tan bien.

⎯Te aviso que la información no es inmediata, ¿vale? ⎯advierte Jon, interrumpiendo los pensamientos de Tristán.

⎯Lo sé ⎯contesta Tristán, su voz apenas un murmullo.

Jon se levanta lentamente, poniéndole una mano en el hombro antes de mirarlo con seriedad.

⎯Aprovecha ese tiempo para pensar qué harás, primo ⎯le sugiere, con una sabiduría, que Tristán no sabía que su primo menor tenía.

⎯¿Y si no me gusta lo que averiguas? ¿Y si no puedo manejarlo? ⎯pregunta Tristán, dejando que su miedo se asome por primera vez.

Jon suspira, comprendiendo la profundidad de la incertidumbre que rodea a su primo.

⎯No lo controles tanto, solo déjate llevar. A veces, las respuestas no están en lo que puedas predecir o manejar ⎯dice con calma, antes de levantarse completamente y dejar a Tristán sumido en sus pensamientos.

⎯No controlarlo, dejarlo fluir ⎯dice para sí. 

Pero, ¿cómo y dónde? 

***

-Al día siguiente – 

⎯¿No podrías dejar eso para otro día, tío? ⎯pregunta Fátima, tratando de seguir el paso de Tristán. Ambos caminan por la acera con rumbo al hotel de Valentina, el sol brilla intensamente, y el calor se siente agobiante.

⎯No puedo, porque la señorita de la Torre me lo prestó, y debo devolvérselo ⎯responde Tristán, sin mirar atrás.

⎯Pero… todos ya se están yendo en la camioneta. Sabes que es ilegal dejar a tantos niños solos en el auto, especialmente con este calor ⎯dice su sobrina, con un tono serio que refleja su preocupación.

⎯No están solos, Héctor está con ellos ⎯se defiende Tristán, tratando de minimizar el problema.

⎯Por eso, ese es precisamente mi punto… ⎯aclara Fátima, alzando una ceja en señal de reproche.

Tristán se detiene de repente, y Fátima choca contra su cadera, sorprendida.

⎯Escucha. Te necesito ⎯dice, volviéndose hacia ella.

⎯¿A mí? ⎯pregunta Fátima, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

⎯A ti… ⎯reafirma Tristán, sonriendo con complicidad.

Fátima siente una chispa de emoción; sabe que si su tío le pide algo, está en una posición de negociar.

⎯Te escucho ⎯contesta, cruzándose de brazos, lista para el intercambio.

Tristán siente una punzada de culpa por utilizar a su sobrina de esta manera, pero es su única opción.

⎯Quiero que invites a Valentina a pasar el fin de semana en la montaña ⎯finalmente, revela, sintiendo que, aunque su propuesta es sencilla, encierra un deseo más profundo.

⎯¿Por qué? ⎯pregunta Fátima, frunciendo el ceño, insegura.

⎯Porque sí ⎯responde Tristán, incapaz de ofrecer una explicación más elaborada.

⎯Eso no es una respuesta coherente. Mi papá dice que las respuestas siempre deben basarse en hechos y lógica ⎯responde Fátima, recordando una de las lecciones clave de su padre⎯. Si no tienes un argumento sólido, es mejor no decir nada, porque podría volverse en tu contra.

Tristán la observa, reconociendo que, aunque su sobrina tiene razón, no puede revelar las verdaderas intenciones detrás de su invitación a Valentina.

⎯Está bien, tienes razón ⎯admite, suspirando⎯. Quiero invitarla porque necesito que se relaje un poco. Ha estado bajo mucha presión últimamente y necesita despejarse. El lugar en la montaña es perfecto para eso.

Fátima cruza los brazos y lo evalúa con mirada crítica, como si estuviera en un interrogatorio.

⎯Eso suena más razonable. Pero, aun así… ⎯hace una pausa, sonriendo de manera traviesa⎯. ¿Qué gano yo con esto?

Tristán sonríe de medio lado, reconociendo el juego de su sobrina.

⎯¿Qué te parece si te dejo elegir lo que haremos el próximo sábado? Podemos ir al lugar que quieras.

Fátima se lleva las manos a la barbilla, pensativa.

⎯No…

⎯¡NO! ⎯exclama David, sorprendido al escuchar la conversación.

⎯No, quiero algo más… complicado ⎯insiste Fátima, con un brillo astuto en los ojos.

⎯¿Un auto? ⎯sugiere Tristán, un tanto perdido.

⎯No… ¿Para qué quiero un auto? ⎯responde la niña, con una expresión de obviedad que lo hace reír.

⎯Bueno, ¿joyas? ¿Disneyland París? ⎯continúa Tristán, en un intento de complacerla.

Fátima mueve la cabeza, riendo suavemente.

⎯Un perro… hablé con mi abogado y me dijo que puedo tener uno…

⎯¿Tu padre te dejó? ¿Sila se lo permitió? ⎯pregunta Tristán, desconcertado.

⎯Nooooo, mi abogado es mi abuelo, tu papá ⎯responde Fátima, señalando con un gesto triunfal.

⎯Gracias por recordármelo, no basta con que lleve su apellido y  nombre ⎯dice Tristán, en tono sarcástico. 

Fátima se ríe bajito, disfrutando de la conversación.

⎯Tienes que convencer a Karl de que nos deje tenerlo en su casa y después nos acompañarás a adoptarlo. ¿Trato? ⎯proclama, con una sonrisa amplia.

David suspira, dándose cuenta de que le tomará un buen tiempo convencer a Karl.

⎯Bien, pero más vale que sea la mejor actuación de tu vida… ⎯le responde, sabiendo que la negociación apenas ha comenzado. Fátima asiente⎯. ¡Dios!, ¿cómo se me ocurrió negociar con un Moríns? ⎯murmura. 

⎯Los Moríns somos inevitables, tarde o temprano llegamos a sus vidas… 

David se ríe mientras ambos continúan caminando hacia el hotel. Después de la larga negociación, Fátima y Tristán finalmente llegan. La fachada del edificio refleja los primeros rayos de sol del día. Al entrar, Tristán se detiene un momento y pregunta discretamente en la recepción dónde se encuentra Valentina. El recepcionista, con una sonrisa cordial, le comenta que ella está en su habitación, descansando.

⎯Bien, entonces… ya sabes lo que tienes que hacer ⎯comenta David, mientras esperan el elevador.

Fátima se cruza de brazos, mirando los números del ascensor que lentamente descienden.

⎯¿Y qué pasa si no lo consigo? ⎯pregunta, con un toque de duda.

⎯No hay perro ⎯responde Tristán con firmeza.

⎯¡No!, ¡eso no puede ser! ⎯replica Fátima, adoptando un tono dramático, con ojos entrecerrados⎯. Es un perro emocional.

Tristán arquea una ceja, claramente desconcertado.

⎯¿Emocional? Claro que no… ninguno de ustedes necesita un perro emocional ⎯contesta, intentando mantener la lógica en la conversación.

Fátima, sin perder la compostura, cambia su estrategia.

⎯Es emocional porque nos afectaría en las emociones si no lo tenemos ⎯dice con astucia⎯. Nos pondríamos muy tristes, especialmente Lucho… no querrás hacer llorar a Lucho, ¿verdad?

Tristán queda momentáneamente sin palabras, sorprendido por la habilidad manipuladora de su sobrina. No es solo la astucia en su argumento, sino la manera en que utiliza a su pequeño hermano, Lucho, como el as bajo la manga.

⎯¿Ahora estás usando a Lucho para chantajearme? ⎯pregunta Tristán, divertido pero resignado.

Fátima sonríe con aire triunfal.

⎯No es chantaje, es persuasión emocional… Psicología, tío, psicología.  

Tristán suspira, derrotado por completo.

⎯Está bien… tendrás al perro.

⎯¡Yei! ⎯grita Fátima emocionada, mientras las puertas del elevador se abren. Sin perder tiempo, se sube y mira a su tío con una sonrisa de pura satisfacción.

⎯Espero que tengas un buen plan para convencer a Valentina ⎯murmura Tristán mientras se sube al elevador con ella.

Fátima lo mira de reojo, confiada.

⎯Siéntate un rato, tío, relájate, yo me encargo de todo… 

Tristán sonríe, reconociendo en su sobrina a una versión más joven, pero igual de tenaz que su hermana Sila.

Una hora después, Valentina se encontraba sentada en el auto con rumbo a la montaña. 

10 Responses

  1. Jajajaja me rei demasiado con este capitulo, Valentina huyendo fue muy chistoso, buenoooo ahora sabremos mas de Valentina con lo que investigue Jon, pobre Tristan en esa situacion, que dilema, pero ese consejo de Jon le va a dar ese impulso de seguir descubriendo lo que siente ahora. Y Fatima la mejor, jajajaja los Morins son necesarios en una familia jejeje. Y la convencioooooo.. ay por Diossss. Con esa mezcla de sentimientos y en casa campestre buuuu eso va a estar buenooooo. 😱😱😱😱😱😱😱😱😱😱

  2. Hay Tristan, como le gusta poner nerviosa a Valentina jaja se ve que lo disfruta mucho 😍 uff muero por saber que será lo que investigara Jon 🤔 amo a la pequeña Fati.. una mezcla perfecto de sus papás 💖 Uyyy que pasará en esa montaña 🫢

  3. 😂😂😂😂 la pequeña Fátima siempre sale con unas cosas jajaja y logra sus cometidos 🤭🤭🤭🤩

    Por otra parte, me gustó como Jon le habló a David Tristán, corto pero preciso 👌🏻

  4. Jajajajaja… Bye es adiós en inglés 😆😆😆, hasta para huir tiene gracia 🤭.
    Jon es un coqueto 😉, Héctor te va a costar “a-mi-go” 🤷🏻‍♀️😉
    Ya sabes David, argumentos sólidos! 👌🏼
    Fátima es muy hábil… Perro emocional, persuasión emocional, 🤣🤣🤣 me divirtió como manejó la conversación con su tío 😆.
    Además hasta donde yo recuerdo y sé, su abogado no ha perdido un caso 😎.

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