Después de un largo viaje hasta la casa en la montaña, todos se instalaron en sus respectivas habitaciones. Por orden de los tíos, todos los niños compartirían la habitación más grande y el resto se repartirían las camas. A Valentina le tocó compartir habitación con Jo. A Daniel con Héctor, a Tazarte con Sebastián y a David con Jon, siendo esta última la habitación más cercana a la de los niños.
El lugar era más de lo que Valentina esperaba. La vista desde cada rincón de la casa era impresionante, con montañas que se alzaban imponentes alrededor de ellos y un bosque que parecía no tener fin. Pero lo que más atraía la atención de todos en ese momento era la enorme piscina al aire libre, rodeada de un jardín que se perdía en la naturaleza.
Desde que llegaron, los niños están impacientes por saltar al agua, y no pasa mucho tiempo antes de convencer a los tíos y las tías. Tan pronto desempacan, Jo les ayuda a las niñas a ponerse el bañador, y David a los niños. Enseguida salen a nadar.
Valentina, por otro lado, no es de las que se lanzan inmediatamente a la piscina. Aunque ha traído su traje de baño, un conjunto amarillo brillante que ha comprado especialmente para este viaje, siente una timidez que no puede sacudirse. Ha pasado demasiado tiempo eligiéndolo, queriendo sentirse cómoda y atractiva, pero ahora que está aquí, la idea de mostrarse frente a todos la pone nerviosa.
Decide cubrirse con un vestido de playa que ha comprado junto al traje, un diseño ligero y blanco que se mueve con el viento, cubriendo lo suficiente como para que se sienta un poco más segura. Observa su reflejo en el espejo por un segundo antes de salir de su habitación, ajustándose el cabello y respirando hondo. Hay algo en todo este viaje que la hace sentirse fuera de lugar, tal vez la dinámica entre los Carter y los primos Canarias o la presencia de Tristán, con quien sus interacciones han sido más intensas de lo que esperaba.
Cuando llega a la piscina, la escena es vibrante. Los niños ya chapotean en el agua, riendo y lanzándose agua unos a otros. Daniel y Tazarte están sentados en una tumbona cercana, vigilando a los más pequeños con miradas divertidas mientras hablan entre ellos.
Héctor ya se ha unido a la piscina con sus sobrinos, tratando de que Alegrita no se salga del salvavidas que le queda grande en su menudo cuerpo. Los demás niños saltan y salen de la alberca una y otra vez, salpicando agua por todas partes.
Tristán aún no ha salido. Así que Valentina aprovecha eso para pasar desapercibida y se sienta en una de las tumbonas que están apartadas de todo.
No quiere ser el centro de atención, al menos no por ahora. Prefiere observar, disfrutar del ambiente relajado mientras se acostumbra a la idea de unirse más tarde. Los gritos de alegría de los niños resuenan en el aire, mezclados con el sonido del agua salpicando y las risas contagiosas de sus tíos.
En un momento, mientras se acomoda en su asiento, escucha a Daniel decir, en voz baja pero lo suficientemente clara para que ella pueda oír:
⎯Tristán está hablando con Ana Carolina por teléfono. Va a tardar un poco más en bajar.
La mención de Ana Carolina hace que Valentina sienta un pequeño nudo en el estómago. Sabe que Tristán y su novia tienen una relación larga y estable, pero debe aceptar que el saber que estarían prometidos pronto, la pone triste y pensativa. Solo son unas semanas más y desapareces de sus vidas, piensa.
Intentando ignorar esos pensamientos, vuelve a concentrarse en los niños que siguen jugando. Davide y Alegrita nadan hacia el borde de la piscina, pidiendo a gritos que alguien les lance más juguetes al agua. Fátima, siempre atenta a sus sobrinos, les lanza un flotador con forma de flamenco que se ha convertido en su favorito desde que llegaron.
Ella saca de su bolsa su diario, y concentrada comienza a escribir lo que siente para que esos sentimientos no le coman el alma. Está tan concentrada que no percibe los ruidos a su alrededor, solo el de la pluma frotando el papel.
Después de lo que le parecen unos minutos, escucha el sonido de la puerta corrediza abriéndose, y su corazón parece detenerse por un segundo. Gira la cabeza lentamente y allí está Tristán, saliendo de la casa, vestido solo con un bañador oscuro que se ajusta perfectamente a su cintura y caderas. Su torso bronceado está al descubierto, y los músculos de su abdomen y pecho se tensan con cada paso que da.
Valentina siente que el aire a su alrededor se hace más denso, y su respiración se vuelve un poco más pesada. Se esfuerza por no parecer demasiado interesada, pero es imposible no fijarse en él. Tristán se detiene junto a la piscina, observando a los niños jugar y bromeando con ellos, pero sin perder el control de la situación, como siempre.
El sol de la tarde ilumina su piel con un brillo dorado que lo hace parecer casi irreal. Valentina se muerde el labio y baja la mirada, sintiendo que su timidez la abruma. Hay algo en Tristán, en su seguridad y en la manera en que parece dominar cualquier espacio en el que se encuentra, que la hace sentir pequeña, vulnerable. Pero al mismo tiempo, no puede evitar sentirse atraída por él.
⎯¡Tío Tristán! ⎯grita Davide desde el agua⎯. ¡Ven, entra!
Tristán sonríe y se agacha para mojarse la nuca antes de mirar a su sobrino con una mirada traviesa.
⎯Estoy considerando seriamente lanzarme ⎯responde, mirando la piscina como si evaluara la temperatura del agua.
Valentina observa el intercambio, intentando no dejar que su mente se desvíe demasiado del cuaderno, pero su mirada se desliza de nuevo hacia él. Es como si Tristán supiera exactamente lo que hace, o al menos, el efecto que causa. O tal vez, simplemente es así de natural para él.
Cuando Tristán finalmente se sumerge en el agua, con un chapoteo que envía olas hacia los niños, todos ríen. Él emerge sacudiendo el agua de su rostro y pasa las manos por su cabello mojado, con una sonrisa relajada. Los niños lo rodean inmediatamente, exigiendo su atención, y él, como siempre, se la ofrece sin reservas.
Valentina intenta continuar escribiendo, pero la imagen de Tristán en la piscina sigue presente en su mente. El contraste entre su seriedad habitual y la ligereza con la que juega con sus sobrinos la confunde. Cada vez que lo ve, es como si descubriera una nueva faceta de él, algo que la atrae aún más.
Vuelve a concentrarse, pero justo cuando comienza a sentir que recupera el control de su cuerpo, Tristán nada hasta el borde de la piscina y, con una sonrisa suave, le hace un gesto con la mano.
⎯¿No piensas unirte? ⎯pregunta con esa voz calmada y grave que siempre parece encontrar una manera de afectarla.
Valentina se tensa. No sabe qué responder. Mira a su alrededor, buscando una excusa, pero todos los ojos de los niños y de Tristán están puestos en ella.
⎯No estoy muy segura… ⎯murmura, intentando mantener la compostura.
⎯Vamos, no seas tímida ⎯insiste Tristán⎯. Hace calor y el agua está perfecta.
Los niños comienzan a corear su nombre, pidiéndole que se una a ellos. Fátima, desde el agua, la mira con una sonrisa de aliento. Valentina sabe que no tiene escapatoria.
⎯Está bien… ⎯cede finalmente, sintiendo el calor subirle al rostro.
Ella se pone de pie lentamente, sintiendo la mirada de todos sobre ella, pero más que nada la de Tristán. Con manos un tanto temblorosas, agarra el borde de su vestido de playa blanco y ligero, ese que la ha protegido como un escudo hasta ahora. Inspira profundo, intentando calmar el torrente de emociones que le recorre el cuerpo, y con un gesto pausado, desliza el vestido por sus hombros.
El suave tejido cae por sus brazos y espalda, resbalando con delicadeza hasta sus caderas, antes de que finalmente se deslice completamente al suelo. El aire cálido de la montaña roza su piel descubierta y bronceada, haciéndola sentir vulnerable y, a la vez, extrañamente empoderada.
Tristán, quien hasta entonces parecía completamente absorto en la charla con los niños y en sus propias bromas, levanta la mirada justo en el momento en que ella se quita el vestido. Un ligero destello de asombro pasa por sus ojos. No puede evitar detenerse a observarla, completamente impactado.
La tímida Valentina, que siempre se mantiene al margen, evitando las miradas y situaciones que la colocan en el centro de atención, ahora se ve espectacular. El traje de baño amarillo brillante abraza su figura con perfección, destacando cada curva y resplandeciendo contra el tono dorado de su piel.
Ella siente el peso de su mirada, pero en lugar de retraerse, decide no esconderse esta vez. Hay una fuerza interior que no siempre reconoce, pero que en ese momento se apodera de sus gestos. Se estira un poco, acomodando el tirante del traje de baño en su hombro mientras el sol brilla intensamente, haciendo que su piel parezca irradiar una calidez dorada.
Tristán, por un momento, se queda en silencio, olvidando incluso las bromas que ha estado compartiendo con los niños. Algo en su expresión cambia; es un gesto sutil, apenas perceptible, pero Valentina lo nota. Sus labios se curvan ligeramente en una sonrisa que parece querer ocultar la sorpresa que siente, como si no quisiera mostrar que algo en ella ha logrado desarmarlo.
Por dentro, Valentina se siente expuesta, pero al mismo tiempo, hay una chispa de satisfacción. Sabe que ha logrado captar su atención, aunque no lo buscara abiertamente. Su cuerpo, que siempre ha intentado esconder, ahora se mueve con una gracia que no sabía que tenía. Da un paso hacia la piscina, tratando de actuar con naturalidad, aunque su corazón late a un ritmo frenético.
Los ojos de Tristán la siguen, atentos, como si no pudiera apartar la mirada. No es solo su cuerpo lo que lo impacta; es la seguridad silenciosa con la que ahora se mueve, algo que no había notado antes en ella. Esa timidez que siempre la envuelve parece haberse desvanecido por un instante, y lo que queda es una mujer radiante, llena de una fuerza que él no esperaba ver.
Valentina hace contacto visual con él, aunque sea solo por un breve segundo. En sus ojos, Tristán ve algo más que simple belleza física; hay una profundidad, una vulnerabilidad entrelazada con la seguridad momentánea que le fascina. Y aunque no dice una palabra, la intensidad de su mirada lo delata.
Ella se sumerge en el agua, dejando que el frescor de la piscina alivie el calor que le quema la piel. Mientras el agua cubre su cuerpo, Tristán sigue allí, inmóvil por un segundo, todavía procesando lo que acaba de ver.
Valentina se sumerge y cuando sale a la superficie, se encuentra cara a cara con Tristán.
⎯Bienvenida a la fiesta ⎯dice, con esa sonrisa ahora pícara.
Ella le devuelve la sonrisa y, por primera vez, en lo que parece mucho tiempo, se permite disfrutar del momento, sin pensar demasiado en lo que siente; por esta tarde, eso es suficiente. La imagen de Valentina en bañador, jamás se le borraría a Tristán de la mente.
***
Después de un buen rato en la piscina, los niños comienzan a cansarse. Sus carcajadas y chapoteos en el agua se van apagando, reemplazados por bostezos y párpados pesados. Los adultos, también sintiendo el cansancio del viaje y la actividad, deciden que es hora de salir y preparar algo para comer. Todos se dirigen a la cocina, mojados aún, pero con el buen ánimo que deja una tarde de diversión en el agua.
Héctor, siempre dispuesto a tomar el control de la cocina, abre la nevera y saca algunos ingredientes mientras Alegrita y Davide revolotean alrededor de las piernas de los adultos, todavía con energía suficiente para pedir que se les sirva primero. Jo y Valentina ayudan a cortar verduras mientras Héctor se encarga de hacer la lista de lo que van a cocinar.
⎯Vamos a hacer algo sencillo ⎯dice Héctor⎯. Una pasta con ensalada y pollo a la parrilla. ¿Les parece?
⎯Perfecto ⎯responde Davis, mientras abre una botella de vino que había encontrado en la despensa⎯. Algo rápido para que no se nos enfríe el apetito ⎯dice, viendo a Valentina, que ahora se siente más relajada.
Los niños, después de que sus platos están listos, se escabullen hacia la sala de televisión. Están emocionados por ver una película de dibujos animados que Tazarte les prometió ponerles. Poco a poco, el bullicio en la cocina disminuye, dejando solo a los adultos. Los platos vacíos y las copas de vino se acumulan en la mesa, y las conversaciones empiezan a relajarse. Las anécdotas salen a flote.
⎯Entonces, la puerta del garaje comienza a cerrarse y corro para salir antes de que Pablo se dé cuenta⎯habla Héctor⎯. No logré salir, por más que corrí, no me dio tiempo. Y me quedé atorado del cinturón y colgado en medio de todo.
Todos lanzan una carcajada.
⎯Mi móvil se cayó al suelo y no pude marcarle a nadie. Me quedé ahí algunas horas, hasta que Pablo bajó a la cocina y me vio desde la ventana. Tuvieron que llamar a los bomberos para bajarme.
Las carcajadas resuenan en la cocina mientras Héctor termina su historia. Los demás siguen riendo, aun imaginando a Héctor colgado del cinturón en medio del garaje de los Estévez.
⎯Te lo merecías por andar haciendo visitas nocturnas ⎯dice David, con una sonrisa divertida.
Después de que las risas se calman, Jon toma la palabra.
⎯Yo no sé qué decir. Me he quedado atorado muchas veces y he tenido que dejar hasta los pantalones para que no me descubran.
Valentina ríe.
⎯¿Siempre quisiste ser agente encubierto? ⎯pregunta.
⎯Siempre ⎯contesta David por él⎯. Jon, desde que estaba pequeño siempre quiso ser doble de acción, policía, agente secreto. Veía James Bond una y otra vez, y todo lo que tuviera que ver con eso.
⎯Me encanta la adrenalina, baby ⎯contesta, tomando un poco de cerveza⎯. Siempre me la pasaba haciendo piruetas y saltando de balcones para ver hasta dónde podía resistir. El pobre Cho las pasó duras conmigo ⎯dice Jon, alzando su botella de cerveza y dándole un trago antes de continuar⎯. Él y mi hermana, Sabina, tuvieron que acompañarme a casi todas las áreas del hospital. Tuve brazos rotos, piernas rotas, la nariz… Mi madre me regaló un seguro de gastos médicos mayores en mi décimo cumpleaños, en lugar de los videojuegos que había pedido.
⎯¡Eso sí que es un regalo! ⎯exclama Tazarte entre risas, secándose las lágrimas de tanto reír⎯. ¡Qué forma de celebrar los diez años!
⎯Creo que para los trece ya había usado todo el seguro ⎯añade Jon, riéndose de sí mismo⎯. Cho siempre decía que me asegurara de que cada fractura valiera la pena. Y lo hice. Dios, ese hombre se merece el cielo. No me sorprende que ahora sus hijos no lo asusten tanto. Ya lo ha visto todo.
Todos ríen.
⎯Y, ¿tú? ⎯pregunta Valentina a Tristán, viéndolo a los ojos.
Él se encontraba a su lado.
⎯¿Yo?
⎯¿Qué querías ser de grande? ⎯pregunta.
⎯Tristán quería ser payaso ⎯habla Jon.
⎯¡Claro que no! ⎯expresa, pegándole sobre el hombro.
⎯Quería ser payaso, futbolista, mago, bombero, ninja… quería ser todo ⎯habla Daniel, con una sonrisa en sus labios.
⎯¿Payaso? ⎯pregunta Valentina.
⎯Es una profesión muy noble, y es más difícil hacer reír que llorar. Saqué la idea del hospital de mi papá, había doctores payaso que hacían reír a los niños en cancerología; yo no tengo mente de doctor, pero si corazón de payaso… quería hacer reír.
Valentina se enternece ante esa respuesta.
⎯Y, ¿cómo pasaste de payaso a modelo? ⎯pregunta Sebastián.
⎯Bueno… hay que aceptar que uno es guapo ⎯responde Tristán, con gracia.
⎯Y humilde ⎯habla Jo.
⎯Lo que sea de cada quien ⎯contesta, haciendo a su prima reír⎯. Bueno, es que ya tenía experiencia en modelaje.
⎯¿De verdad? ⎯Valentina está bastante interesada en la plática.
⎯Sí. Mi abuela Mena, tenía una marca llamada Caballeritos, que ahora se llama “Rosa y Lila”. Surgió porque se dio cuenta de que la ropa para niños era muy básica y solo en tres colores, azul, verde y blanco. Así que, decidió diseñarle a mi tío Manu su propia ropa. De pronto, todas las mamás del kínder quisieron “Caballeritos” y mi abuelo, Tristán, le ayudó a lanzar su marca.
⎯Mi padre siempre en tendencia, por eso nos vestimos tan bien ⎯presume Héctor.
⎯El caso es que mi abuela tomó a sus nietos para ser modelos de su ropa y pues… ⎯Ve a Daniel.
⎯¿Eres modelo además de genio en matemáticas? ⎯pregunta Tazarte a Daniel.
⎯Así es… modelo de ropa de Caballeritos. Recuerdo que mi abuela nos traía siempre con ropa muy original y colorida ⎯contesta Daniel.
⎯Usábamos colores neón, rosa mexicano, amarillo canario… ⎯Enumera Héctor.
⎯Y nos encantaba ⎯expresa, Jon.
⎯Y los trajes de Halloween… ⎯agrega David divertido, viendo a Valentina⎯. Éramos los mejores⎯. Fuimos astronautas, payasos, ninjas…
⎯Spider-Man, Einstein ⎯agrega Daniel.
⎯Todo lo que deseábamos ella lo cosía. Tenía su calendario de festividades y nos preguntaba que queríamos ser este año… ⎯dice David con un brillo especial en sus ojos.
⎯¿Recuerdas cuando Héctor quiso ser Beethoven? ⎯pregunta Daniel y David se ríe.
⎯Me hizo mi abuela. ⎯Explica Héctor⎯. Una peluca de Beethoven, que todavía tengo. La cosió a mano, junto con el traje. No me lo quité en semanas.
⎯Iba de Beethoven a todos lados. El traje, cuando se lo quitaron se paraba solo de la mugre ⎯agrega Daniel, haciendo que todos rían.
⎯Creo que por eso no nos da vergüenza nada ⎯contesta Jo⎯. Me hubiese gustado convivir más tiempo con ella.
De pronto, el ambiente se vuelve entrañable.
⎯En fin ⎯rompe Tristán el silencio⎯. Cuando tenía 16 años, Alegra, estaba a punto de aplicar para la carrera de fotografía y moda. Y me pidió que modelara para su portafolio; lo hice. Como las fotografías de mi hermana son excelentes, las presumí en redes sociales. Al cabo de un mes, una agencia me contactó y me convertí en modelo.
⎯¿Por qué? ⎯inquiere Valentina.
⎯Porque necesitaba dinero.
⎯¿Dinero? ⎯pregunta Tazarte, sorprendido.
Es evidente que nadie de la familia necesita dinero.
⎯Las Santander son caras ⎯bromea Jon.
David niega con la cabeza.
⎯No es eso ⎯explica⎯. Así como nos ves, no tenemos acceso a nuestro dinero y nuestros padres nos dan lo necesario. Todo está en un fideicomiso al que podemos acceder a la edad de los 18 años; obviamente controlado. Mis abuelos no querían que sus hijos y nietos despilfarraran el dinero, así que todo lo que tenemos es porque lo conseguimos nosotros mismos. Tenemos la cultura del ahorro y del trabajo duro. A los 16 años, yo le dije a mi padre que no sabía que estudiar y eso significaba buscar trabajo porque él no me mantendría. Y por eso lo hice. Trabajaba de modelo, de mesero en el bar de Cho y después fui RP… pero… mejor dime, ¿qué querías ser cuando eras pequeña? ⎯pregunta, hablándole a Valentina.
Valentina suspira.
⎯Bueno… quería ser elfo.
⎯¡QUÉ! ⎯expresan todos sorprendidos.
⎯Específicamente Legolas, de El señor de los anillos.
⎯¿En serio? ⎯pregunta Tristán, bastante divertido.
⎯Sí… Mi papá nos leía el libro y yo me obsesioné con los elfos ⎯dice, su voz suave y distante, como si cada palabra la llevara más lejos en el tiempo⎯. Admiro su conexión con la naturaleza, su espiritualidad y su respeto a todos los seres vivos.
Los demás escuchan, interesados, pero Valentina ya no está presente en la cocina. Sigue hablando, sumergida en esos recuerdos que ahora la envuelven por completo.
⎯Recuerdo que solía correr por el bosque, con mi pelo amarrado de las esquinas como si fuese una corona y con mi arco… mi papá me lo compró en una tienda de artesanías. Yo fingía que estaba en una aventura para luchar contra el mal y…
De repente, las palabras se cortan. Un torbellino de imágenes invade su mente sin previo aviso. Valentina retrocede en el tiempo, reviviendo un momento que siempre trataba de mantener enterrado, pero que ahora emerge con brutalidad.
Escucha las detonaciones.
Siente el calor en su cuerpo.
Su corazón late como si intentara escapar de su pecho mientras su mente la arrastra al pasado. Corre, corre por el bosque de su infancia, pero esta vez no hay juegos ni aventuras. Es un momento cargado de miedo, desesperación, y dolor.
⎯¿Valentina? ⎯escucha la voz de Tristán, pero es como un eco distante, perdido en el caos de su mente.
Trata de hablar, pero las palabras no salen. Todo lo que puede hacer es llevarse la mano al pecho, donde siente cómo su corazón se acelera de manera alarmante.
⎯¡Mamá! ⎯escucha la voz de su yo de ocho años en su mente.
⎯¡Valentina! ⎯la voz de Tristán se oye nuevamente, más fuerte, pero ella no puede reaccionar.
De pronto, en su recuerdo, cae al suelo. Siente el dolor agudo de las rodillas al tropezar mientras corre, el sabor del polvo y las lágrimas en sus labios. Todo su cuerpo se sacude, inundado de esa sensación de pánico que no puede controlar.
⎯¡No! ¡Mamá! ¡Papá! ¡NO! ⎯quiere gritar, pero no puede. Solo escucha sus propios gritos en su mente.
El aire se vuelve denso a su alrededor, y lo último que percibe antes de perder por completo la consciencia es la voz de Tristán, llamándola, intentando traerla de vuelta al presente. Pero los recuerdos la toman por completo, arrastrándola hacia la oscuridad mientras su cuerpo cae hacia delante.
Todo se apaga en un instante.
***
A la mañana siguiente, Valentina abre los ojos lentamente. Siente los rayos del sol filtrarse por la ventana, rozando su rostro con una calidez suave que la trae de vuelta a la realidad.
Parpadea, todavía aturdida, y es entonces cuando nota lo pesado que se siente su cuerpo, como si estuviera sumergida en una extraña mezcla de agotamiento y debilidad.
Es esa sensación familiar, la que queda después de un ataque de pánico, cuando el cuerpo y la mente se sienten desgastados, como si hubieran peleado una batalla invisible.
Con un suspiro suave, Valentina intenta moverse, pero algo la detiene. Siente un brazo, cálido y firme, alrededor de su cuerpo. Se tensa por un segundo, confundida, y cuando gira la cabeza lentamente, se da cuenta de que está al lado de David Tristán.
Él duerme profundamente.
Su brazo la envuelve con suavidad, como si la protegiera en sus sueños. Su pecho se eleva y desciende con una calma que contrasta con el caos de la noche anterior, y ella se percata de que ha estado recostada sobre él, su cabeza apoyada en su pecho firme. Lo observa, sorprendida y, por un instante, se queda completamente inmóvil, permitiéndose admirarlo en ese estado de tranquilidad absoluta.
Los rasgos de Tristán, tan serios y definidos en su despertar, parecen más suaves mientras duerme. Sus labios, ligeramente curvados en una expresión relajada, y las sombras de la luz matutina que juegan con la estructura de su rostro lo hacen parecer irrealmente hermoso. Valentina no puede evitar sonreír, cautivada por la escena ante ella. Es increíblemente atractivo, pero lo que la deslumbra en ese momento no es solo su físico, sino la sensación de seguridad que emana incluso en su sueño.
Respira profundo, en silencio, sin querer despertar a Tristán, pero algo en ella no puede resistir la necesidad de tocar ligeramente su pecho, apenas un roce con la yema de los dedos, como si quisiera asegurarse de que esto es real.
Justo en ese momento, él se mueve. Tristán abre los ojos despacio, su mirada todavía nublada por el sueño, pero cuando sus ojos se encuentran con los de Valentina, una sonrisa perezosa y suave curva sus labios. No hay palabras, solo un segundo compartido entre ambos que parece contener todo y nada al mismo tiempo.
Valentina, de inmediato, se despega de él con torpeza. Siente el calor subirle al rostro, su corazón late más rápido de lo que debería. Se sienta en el borde de la cama, su respiración ligeramente agitada mientras intenta recomponerse.
⎯Buenos días… ⎯dice Tristán, su voz ronca por el sueño, pero cargada de esa calidez natural que siempre parece tener.
Valentina no puede mirarlo a los ojos en ese momento. Sonríe nerviosa, mientras se lleva una mano al cabello, intentando controlarse.
⎯Eh… buenos días ⎯murmura, su voz más baja de lo que esperaba, y aunque quiere parecer indiferente, la cercanía que compartieron todavía se siente en el aire, intensa y palpable.
⎯¿Cómo amaneciste?, ¿te sientes mejor? ⎯pregunta, incorporándose un poco más.
⎯Eh… sí, sí. ⎯Valentina debe preguntar cómo llegó a esto, ¿por qué está durmiendo junto con Tristán en el sofá de la sala? Ella se arma de valor y habla⎯. ¿Qué pasó?
⎯¿No lo recuerdas? ⎯pregunta él, con ternura.
⎯No.
Tristán suspira. Valentina trata de no mirar a su perfecto pecho dónde se marca cada músculo trabajado.
⎯Bueno. Estábamos platicando en la cocina. Tú contabas una anécdota de tu infancia y de pronto, te desvaneciste en mis brazos. Logré atraparte antes de que te pegaras en la mesa.
⎯Dios…
⎯¿Te había pasado antes? ⎯inquiere serio, Tristán.
⎯Yo… ⎯Valentina se pone de pie. Nota que sigue vestida con el mismo vestido de ayer por la noche⎯. No lo sé.
⎯Nos asustaste mucho. Incluso Jon, y eso que él ve cosas terribles todos los días. Tratamos de despertarte, pero no había respuesta.
⎯Vaya… lo siento ⎯se disculpa Valentina⎯. No era mi intención.
⎯Lo sé ⎯responde Tristán, en tono cálido tratando de suavizar la situación.
Ella levanta la vista lo suficiente para ver la sonrisa amable en su rostro, y de alguna manera, eso hace que se sienta un poco menos expuesta.
Tristán la mira por un segundo más antes de que ella se atreva a preguntar lo que le ronda por la cabeza desde que despertó.
⎯Y, ¿cómo es que…? ⎯Ella señala el sofá, la posición en la que despertó, sin entender cómo terminaron así.
Tristán se reclina un poco en el sofá, como si el recuerdo lo hiciera sentirse más relajado, mientras explica:
⎯Bueno. Te recostamos sobre el sofá y no despertabas. Así que me quedé contigo para cuidarte. Estuviste hablando dormida mucho tiempo. Tuviste pesadillas. ⎯Pausa un segundo, y su rostro se pone serio por un segundo⎯. Repetiste muchas veces: déjame morir.
Valentina desvía la mirada y se enfoca a otro lado. Esas tres palabras hacen que sienta una punzada de vergüenza y dolor. Trata de no dejarse tomar por la oleada de emociones que amenazan con apoderarse de ella.
⎯Lo siento por haberlos asustado. Espero que los niños no lo hayan visto.
Tristán sacude la cabeza, su tono vuelve a ser ligero y tranquilizador.
⎯No. Ellos están bien. Incluso nos ayudaste para decirles que era hora de dormir y se fueron a acostar ⎯habla con ligereza, Tristán.
Valentina apenas sonríe, tratando de asimilar lo que le dice, pero aún siente el eco de sus propios gritos internos. Nunca había querido que otros presenciaran ese lado de su vida. Ese lado tan personal, tan oculto. Ese lado roto que trataba mantener lejos de todos los demás. Pero Tristán lo había visto; casi la conocía en todas sus formas y eso la aterraba.
Tristán frunce el ceño ligeramente, pero su expresión es suave.
⎯No quise dejarte sola ⎯dice, sus palabras son simples, pero, llenas de convicción⎯. No es algo que uno debería enfrentar solo.
Valentina se queda en silencio, procesando lo que él acaba de decir. Hay algo en la sinceridad de su voz que la conmueve profundamente. Nunca había considerado que alguien más pudiera querer estar a su lado, no de esa manera, no en un momento de debilidad como el que pasó.
Siempre había pensado que debía cargar con sus propios fantasmas sin pedir ayuda, porque no se la merecía; no quería ser la carga de nadie.
Pero Tristán… aparentemente él estaba ahí y no se iba. Lo alejaba, pero él no se iba.
⎯Gracias ⎯susurra finalmente, con la voz un poco entrecortada. Es todo lo que puede responder, pero siente que él la entiende.
Tristán se pone de pie.
⎯Quiero llevarte a mi lugar especial… ¿Vienes conmigo? ⎯pregunta Tristán casi en un susurro, su mirada suave, pero llena de intención.
⎯¿A tu lugar especial? ⎯Valentina lo mira, algo confundida pero intrigada.
⎯Sí ⎯responde con una sonrisa cómplice⎯. Al sitio donde vengo a pasar mi cumpleaños. ¿Qué te parece si vienes conmigo? Creo que un poco de aire fresco te caería bien.
Valentina siente una mezcla de sorpresa y curiosidad. No esperaba una invitación tan personal, y menos en un momento así, después de la confusión y el caos de la noche anterior. Aun así, algo en la forma en que Tristán la mira, con esa sonrisa que sabe que significa que está a punto de lanzarse a una de sus aventuras, la hace bajar la guardia.
⎯O.K. ⎯murmura finalmente, cediendo a la invitación.
Tristán asiente con satisfacción, y luego añade con una chispa en los ojos:
⎯Pero debemos irnos ya. Tienes cinco minutos para cambiarte.
⎯Vale… ⎯responde ella, todavía un poco aturdida por lo rápido que todo parece estar sucediendo.
Él toma su playera, listo para irse, pero antes de subir las escaleras, se detiene un segundo y la mira de nuevo, esta vez con un destello divertido en sus ojos.
⎯No olvides tu bañador… y trae tenis.
Valentina sonríe, más relajada.
⎯Está bien ⎯responde ella, mirándolo con una mezcla de curiosidad y anticipación.
Tristán le guiña un ojo, ese gesto juguetón que siempre usa cuando tiene algo bajo la manga. Luego, sin decir más, sube las escaleras con pasos rápidos, dejando a Valentina sola en la sala. Ella lo observa por un momento, sintiendo una ligera risa formarse en su pecho. Era tan propio de él hacer algo inesperado en los momentos más improbables.
Valentina mira sus manos, notando cómo las huellas de los dedos de Tristán siguen presentes en su piel, cálidas y reconfortantes. Respira hondo, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior empieza a disiparse lentamente. Tal vez un poco de aire fresco y una aventura no planificada eran exactamente lo que necesitaba.
Decide no perder tiempo. Sube a su habitación, buscando rápidamente su bañador y un par de tenis cómodos. Mientras se cambia, su mente vuela de un lado a otro, intentando imaginar qué tipo de lugar es tan especial para Tristán, lo suficientemente significativo como para invitarla.
Al mirar su reflejo en el espejo, nota un ligero rubor en sus mejillas. Está nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada. Hay algo en esta aventura que la hace sentir viva, algo que no había sentido en mucho tiempo. Quizás sea la posibilidad de ver a Tristán en una luz diferente, fuera del ambiente familiar y seguro en el que siempre han interactuado.
Cuando baja las escaleras nuevamente, con su mochila lista, encuentra a Tristán esperándola en la puerta, su playera ajustada al cuerpo y una sonrisa relajada en el rostro.
⎯¿Lista? ⎯pregunta él, ofreciéndole su mano.
⎯Lista ⎯responde ella, sin dudar esta vez, tomando su mano con decisión.
Juntos salen de la casa, y Valentina siente la brisa fresca de la mañana acariciarle el rostro. Tristán la guía hacia su auto, y ella sube, con la cabeza llena de preguntas y el corazón latiendo con un ritmo ligeramente acelerado.
Las próximas horas prometen ser una aventura, y aunque no sabe qué esperar, una parte de ella se siente emocionada por lo desconocido.
Mientras el auto se pone en marcha, Tristán pone música suave, creando un ambiente tranquilo. No hablan mucho durante el trayecto, pero el silencio entre ellos no es incómodo. Al contrario, es como si ambos estuvieran disfrutando del momento, de la anticipación que se cierne en el aire.
⎯Te va a encantar ⎯dice Tristán de repente, sin apartar la vista del camino.
Valentina lo mira, sorprendida por su repentina afirmación.
⎯¿Estás tan seguro? ⎯pregunta, divertida.
⎯Totalmente ⎯responde él con convicción⎯. Es un lugar que siempre me ha dado paz, y creo que tú podrías sentir lo mismo.
Ella asiente, sintiéndose más tranquila con esas palabras. Confía en él, y aunque no sabe lo que le espera, está dispuesta a descubrirlo.
El auto avanza por un camino rodeado de árboles, el aire fresco entrando por las ventanas. Valentina se deja llevar por la sensación de libertad, sintiendo que este viaje no es solo hacia un lugar físico, sino también hacia algo más profundo entre ellos dos.
Ay Dios, que tanto te ha pasado Valentina? Que fuerte. Tan lindo Tristan, awwww es un amor de hombre. Me encanta lo caballeroso y atento que es. Y la lleva a compartir su lugar secreto, esta bien tirado al ruedo. Que emocioooonnnn. 🥰😱🥰😱🥰😱🥰😱
Bueno se que quiero ir rápido, pero es Ana Caro no lo disfruta en otros aspectos.. solo en el sexo…
Que mal todo lo que ha pasado Valentina 🥺 quiero saber ya como fue todo eso y como se entera Tristán.
😍😍😍 ojalá Tristán tome luego una desición sobre Ana Carolina, ya claro está que no es el amor de su vida.
Qué difícil enamorarse y darse cuenta que puedes amar más. Me encantan este par pero les queda camino