⎯Tíoooooooo, tíooooooo ⎯escucha David Tristán entre sueños. 

Unos pequeños dedos le jalan los párpados y los abren. David ve a sus sobrinos al lado de la cama, mientras él duerme boca abajo, con un brazo colgado, casi tocando el piso. 

⎯Dile que tenemos hambre ⎯pide Davide. 

⎯Dile que queremos entrar a la piscina, pero que el tío Daniel no nos deja nadar aún ⎯relata Lolo. 

⎯Mejor dile que nuestro tío favorito es Héctor y se despertará ⎯sugiere Amada. Todos se ríen de forma traviesa. 

David, aún medio dormido y tratando de procesar lo que escuchaba, gira la cabeza en la almohada y deja escapar un suspiro. Se da cuenta de que sus sobrinos están ahí para asegurarse de que no podrá seguir durmiendo mucho más tiempo. 

⎯Héctor, ¿eh? ⎯murmura, fingiendo que se siente ofendido⎯. ¿Y dónde está el tío Héctor cuando hay que prepararles desayuno? ¡Despiértenlo a él no a mí! 

 David se cubre con la sábana y se voltea hacia el lado contrario. Los niños se ríen y se lanzan a la cama para sacudirlo más fuerte, ignorando por completo la protesta. 

⎯¡Vamos!, up, up, up ⎯expresa Mena. 

David se incorpora poco a poco, resignado. Él quería seguir durmiendo, soñar con el beso que le había dado a Valentina, fantasear un poco; pero no era el momento. 

⎯¡Está bien, está bien, vamos a desayunar! ⎯dice. 

Lucho toma su mano y le dice: 

⎯Comeremos Pan Francés hecho por Tazarte. 

⎯¿Tazarte? ⎯pregunta David, extrañado. 

⎯Sí. Solo se quedaron Vale, Héctor y él. Jon y Jo salieron a comprar víveres y Sebastián y Daniel se fueron temprano a caminar. 

David asiente con la cabeza, aunque su mente está en otro lugar. La mención de Valentina, hizo que su estómago se retorciera de nervios. La había besado; estaba a punto de verla de nuevo. 

Todos bajan los últimos peldaños y él siente que el mundo se ralentiza. El peso del beso aún lo tiene atrapado. No sabe si ha sido lo correcto, pero lo que sí sabe, es que desea repetirlo. 

Mientras entra a la cocina, un olor dulce y reconfortante a vainilla y mantequilla invade el ambiente, envolviéndolos por completo. David inhala profundamente, intentando calmar los nervios. 

No obstante, no importa cuán tranquilizador es el aroma, su mente sigue anclada en lo que sucederá en sus ojos al encontrar los de Valentina. 

⎯¡Ya despertó! ⎯anuncia Fátima, mientras va hacia el enorme comedor. 

David hace su aparición en la cocina, tratando de parecer relajado. Su mirada, sin embargo, va en dirección a Valentina. Ella está al otro lado de la habitación, de espaldas, ayudando a Héctor a colocar los platos sobre la mesa. No hay forma de evitarlo; tarde o temprano, tendrán que enfrentarse. 

Cuando ella se gira, sus ojos lilas se encuentran con los de David por un breve instante, apenas un segundo, pero suficiente para que ambos lo sientan como una eternidad. Fue una mirada rápida, sutil, pero llena de significado. 

Valentina, desvía los ojos enseguida, como si no hubiera sucedido nada, volviendo a concentrarse en su tarea. Pero David nota cómo sus mejillas se sonrojan levemente; un gesto que él interpreta como complicidad. 

⎯Vamos, Alegrita, tu medicina ⎯habla David, yendo hacia el maletín de primeros auxilios que Alegra les ha mandado. 

⎯¡No, guácala! ⎯expresa la niña, quejándose del martirio que es tomarla, ya que sabe muy dulce y le provoca náuseas. 

⎯Sé que no te gusta, pequeña, pero sabes que si no la tomas perderás kilos muy rápido y no quieres que te ingresen en el hospital ⎯explica David con ternura. 

El tío Héctor se acerca y se agacha a su altura. 

⎯Venga, haz el truco que te enseñé. 

Alegrita se toma la nariz y la aprieta, para después abrir la boca y decir “ah”. 

Ambos tíos abren la boca con ella, imitándola, haciendo una escena tierna y a la vez graciosa. Alegrita se toma al jarabe, y al pasarlo suelta su nariz y sonríe. 

⎯Listo ⎯expresa, para luego tomar el vaso con agua que David le ofrece. 

⎯Hasta la comida… ⎯aclara Héctor, para después tomar a la niña de la mano y llevarla al gran comedor. 

Tristán se levanta y queda al lado de Valentina, que estaba concentrada decorando el pan francés con meticulosidad, colocando las rodajas de fruta con precisión. Él nota que ella está formando una flor con las fresas y los arándanos. Él sonríe. 

David carraspea ligeramente antes de hablar, como si dudara por un momento. 

⎯Buenos días ⎯dice, su voz es suave, casi tímida. 

Valentina levanta apenas la cabeza y le dedica una breve sonrisa, aunque sus manos no se detienen. 

⎯Buenos días, Tristán ⎯responde, en tono amigable pero con timidez. 

⎯¿Cómo dormiste? ⎯Tristán trata de hacer una conversación normal y habitual, aunque sabe que eso no es posible. Ella y él tenían que hablar. Aclarar dudas, llegar a un acuerdo; tenían que llegar a algo. 

⎯Bien ⎯responde Valentina, todavía concentrada en el pan francés. 

El silencio se alarga entre ellos, mientras Tristán camina hacia el fregadero, se lava las manos con lentitud, intentando comprar algo de tiempo. Regresa y se coloca a su lado, tomando un plato y comenzando a ayudar con la decoración. 

No hace falta hablar para notar que ambos saben que el ambiente entre ellos ha cambiado, y que no hay forma de ignorarlo por mucho tiempo. 

Tristán observa de reojo a Valentina, tratando de leer su expresión, pero ella sigue concentrada en su tarea, tiene el rostro tranquilo, como si no pasara nada. Sin embargo, él sabe que solo lo está evadiendo, igual que él. 

Necesitaban hablar, aclarar lo que había sucedido la noche anterior. Ese beso no podía quedar en el aire, sin explicación. Pero, mientras decoraba el pan francés, se dio cuenta de que no era el momento. 

Al fondo se escuchaban las voces de los niños riendo con Héctor y a Lucho muy interesado en la cocina; Tazarte le explica con cariño cómo hacer el pan. 

Tristán también está ahí, cerca de Valentina, cerca de ella, atento a cada movimiento. Si Tristán intenta tocar el tema ahora, no sería una conversación privada, no tendría el espacio para decir lo que realmente sentía. 

Valentina tampoco lo permite; sus nervios son demasiados, apenas y puede tomar el cuchillo sin cortarse. Ese había sido su primer beso en la vida, y había sido maravilloso, pero no sabía cómo lidiar, ni expresarlo; demasiadas emociones. 

Mientras forman cuidadosamente la flor de fresas y arándanos, Valentina se vuelve hacia él con brevedad. Los ojos de ambos se cruzan brevemente, una chispa fugaz de complicidad. Es solo un segundo, pero la sonrisa compartida entre ellos dice más que mil palabras. Es como si todo lo que rodea sus mentes quedaran en pausa en ese intercambio de miradas.

⎯¿Cuántas flores tenemos qué hacer? ⎯pregunta, él con simpatía, con una sonrisa que pretende romper la tensión. 

⎯Seis, los niños quieren carritos ⎯habla Valentina con soltura, como si nada fuera extraño. Su voz es casual, pero en el fondo ambos saben que hay mucho sin decir.

⎯Vale… ⎯acepta, dejando entrever que entiende la tarea. No es el momento. Esa breve conversación le confirma que cualquier intento de hablar sobre el beso tendrá que esperar. Ambos continúan decorando en silencio, centrados en las frutas y en formar las figuras que los niños han pedido, pero sus pensamientos están lejos de la mesa.

De repente, se escuchó la voz enérgica de Tazarte al otro lado de la cocina.

⎯¿Listo para voltearlo? ¡Uno, dos y…! ⎯exclama, mientras sostiene a Lucho para que pueda voltear el Pan Francés en la sartén con una pequeña espátula⎯. ¡Eso, Luchito!⎯lo alienta con entusiasmo. El niño, orgulloso, le da un abrazo a Tazarte, y este, con una sonrisa, le devuelve el gesto.

En ese momento, Héctor pasa cerca y, sin previo aviso, le roba una fresa a David.

⎯¿Ya está listo esto? ⎯pregunta con una sonrisa pícara, llevándose la fruta a la boca.

David, fingiendo estar ofendido, se queja:

⎯¡Mi carrito!

Héctor se ríe mientras mastica.

⎯Eso no es un carrito. Valentina sí lo está logrando.  ⎯Señala, mirando el trabajo de Valentina.

David voltea hacia el plato de ella y nota que su carrito está impecable, casi perfecto. Valentina le dedica una sonrisa, divertida pero segura.

⎯Si parece un carrito, solo es cuestión de perspectiva ⎯comenta. Luego, con los platos listos, toma los suyos y comienza a caminar hacia la mesa, pero antes de avanzar demasiado, David la toma discretamente del brazo.

⎯Valentina ⎯le murmura, su voz grave y llena de una sensualidad contenida, como siempre lo hacía cuando pronunciaba su nombre.

Valentina se detiene por un momento, sus ojos se encontraron de nuevo, pero su expresión es firme y resuelta.

⎯No ahora ⎯contesta ella, en el mismo tono bajo, apenas perceptible⎯. Todavía no. 

Tristán asiente lentamente, soltando su brazo sin protestar. Sabe que no puede forzar la conversación, no aquí, no ahora. Ve cómo ella se dirige hacia la mesa, donde los niños ya esperan, hambrientos y llenos de energía. La interacción entre ellos queda suspendida, pero el momento aún vibra en el aire, con la promesa de que en algún punto tendrán que enfrentarse a lo que ha quedado pendiente.

***

El desayuno fue un espectáculo tierno y lleno de alegría, algo que todos observaron con sonrisas satisfechas. Los niños, todos en perfecta sincronía, disfrutaban del Pan Francés con entusiasmo, sus risas llenaron la habitación mientras compartían sus planes para el día. La energía desbordante de los pequeños impregnaba el aire. Hablaban de nadar durante horas bajo el sol, sumergirse en el agua fresca, y correr alrededor de la piscina.

Pero Valentina, siempre con un toque de creatividad y un ojo hacia lo natural, sugirió algo diferente.  

⎯¿Qué les parece si después de desayunar vamos al prado que está cerca? Podemos recolectar flores y luego hacer manualidades con ellas ⎯propuso con una sonrisa.  

Los niños aceptaron de inmediato, emocionados ante la idea de explorar y recolectar flores del campo.

Tazarte, siempre dispuesto a compartir momentos divertidos, se unió con entusiasmo a la excursión. Dejaron la casa en manos de David y Héctor, quienes se quedaron solos. Daniel y Sebastián aún no habían regresado de su caminata, y Jo y Jon decidieron unirse a la excursión. 

David observó cómo Valentina organizaba a los niños, dándose cuenta de que la propuesta de la caminata no solo había sido para entretenerlos; ella necesitaba alejarse. La caminata era una excusa perfecta para mantenerse fuera de su órbita. Ella quería espacio, y David no la culpaba. Él también necesitaba ese momento de reflexión, un respiro para ordenar sus pensamientos. 

Cuando Valentina y los demás desaparecieron en la distancia, David exhaló profundamente, como si finalmente pudiera dejar salir el aire que había estado conteniendo. Sabía que su relación con Valentina estaba en una especie de limbo, una mezcla de emociones no resueltas que flotaban entre ellos. El beso había sido un punto de inflexión, pero en lugar de aclarar sus sentimientos, solo había sembrado más dudas. 

Decidió que lo mejor era aprovechar el tiempo a solas. Se puso el traje de baño y salió al jardín, buscando la calma en la quietud de la piscina. El sol acariciaba su piel, cálido y reconfortante, mientras se recostaba en una tumbona junto al agua. Necesitaba ese momento de introspección, de reconectar con lo que realmente estaba pasando dentro de él.

¿Qué pasa con Valentina? La imagen de su rostro, la suavidad de sus gestos, la intensidad de su mirada, todo volvía a su mente. ¿La amo? Era una pregunta que lo dejaba inquieto. La apreciaba, claro, pero lo que sentía ahora iba más allá de un simple cariño. Había algo en Valentina que lo descolocaba, lo empujaba a querer estar cerca de ella, pero al mismo tiempo lo asustaba.

Mientras el sol brillaba sobre él y las ondas de la piscina reflejaban destellos de luz, David cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio de su confusión. Sabía que, tarde o temprano, tendría que hablar con Valentina. Pero antes, necesitaba entenderse a sí mismo. ¿Qué significaba realmente ese beso? ¿Era solo una chispa pasajera o el inicio de algo más profundo? 

⎯¿Qué tanto piensas? ⎯lo interrumpe la voz de Héctor, que acaba de salir de la casa, con un vaso en la mano. Al parecer, a su primo le han dado ganas de tomarse un Bloody Mary, aprovechando que los niños no están. 

David abre los ojos y se incorpora lentamente, aun sintiendo el calor del sol en su piel. Ve a su primo caminando hacia él. Ahí está, con su porte relajado y su típico estilo impecable. Su primo lleva una camisa blanca de lino, remangada hasta los codos, y un bañador de color azul navy. El cabello castaño claro, ligeramente despeinado, le da ese aire despreocupado, casi como si se hubiera levantado y salido a la calle sin esfuerzo, pero, aun así, cada detalle que parece cuidadosamente calculado.

Su rostro alargado, de facciones bien definidas y una mandíbula fuerte, lo hace parecer aún más seguro de sí mismo. Tiene esa mirada tranquila que siempre lo acompaña, con ojos medianos que parecen observar todo sin prisa. Las cejas gruesas enmarcan sus ojos, dándole una expresión de calma natural. 

David observa a Héctor acercarse, notando cómo la luz dorada del sol realza la estructura de su rostro. Siempre le ha parecido una mezcla entre su tío Manuel y su madre Ainhoa, pero con un toque de algo más, un rasgo indefinido que lo hace diferente de Daniel, quien es el vivo retrato de su padre. Héctor tiene algo en su expresión, en su presencia, que lo hace parecer distante y familiar a la vez, como si siempre estuviera un poco más allá de lo que los demás pueden ver.

⎯Solo pienso… ⎯responde David, tratando de apartar las dudas de su mente.

⎯Raro en ti ⎯se burla Héctor con una sonrisa leve, mientras se deja caer en la tumbona junto a David y toma un largo sorbo de su bebida. Ambos se quedan en silencio, escuchando el suave murmullo del viento y los pájaros que cantan sin preocuparse del mundo.

Tristán ya no se reclina, sino que estira la mano y le pide a Héctor un sorbo de su bebida. Al probarla, su rostro se contrae en una mueca de sorpresa.

⎯¡Dios, Héctor! Esta bebida está demasiado cargada.

⎯La necesito… créeme ⎯responde Héctor, su tono cargado de una seriedad que David reconoce.

David suspira, intentando encontrar las palabras adecuadas. Algo en Héctor no está bien, lo siente. Finalmente, pregunta:

⎯¿Qué haces aquí?

⎯Bueno, la piscina es de todos, ¿no? ⎯contesta Héctor, sonriendo con esa sinceridad superficial que usa para evitar conversaciones serias.

David no se deja engañar. Lo conoce demasiado bien.

⎯No, Héctor. Hablo de aquí… con nosotros, en esta casa. ⎯Su voz es tranquila, pero firme, exigiendo una respuesta más honesta.

Héctor cierra los ojos por un momento, como si estuviera debatiéndose consigo mismo. David piensa que va a evitar la pregunta de nuevo, pero para su sorpresa, su primo finalmente habla con una franqueza que lo deja sin palabras.

⎯Estoy aquí porque me estoy refugiando; necesito paz. Mi familia me da paz.

Las palabras de Héctor no solo son sinceras, sino que están llenas de una tristeza profunda, mezclada con un cansancio que parece pesarle en los hombros. David lo escucha en silencio, sintiendo la carga emocional que lleva su primo.

⎯Estoy cansado, primo, muy cansado ⎯continúa Héctor, su voz se quiebra un poco⎯. No puedo resolver nada. Mi relación con Angélica es un lastre que arrastro, mientras veo a Mar, al amor de mi vida, con otro.

David lo mira, su corazón apretado por la confesión de su primo. El silencio entre ellos es pesado, pero necesario. Héctor sigue hablando, como si finalmente estuviera liberando algo que ha mantenido dentro por mucho tiempo.

⎯Sé que no puedo reclamarle, porque fui yo quien la perdió; pero la quiero de regreso. Aunque… parece que todo comienza a complicarse más ⎯confiesa Héctor, mirando su bebida como si en ella pudiera encontrar una respuesta.

⎯¿Complicarse? ⎯pregunta David, ahora más atento, inclinándose ligeramente hacia delante.

Héctor toma un gran sorbo del Bloody Mary, pasándolo con cierta dificultad. Claramente, el alcohol no es lo suyo, pero parece que en este momento no hay otra opción que lo ayude a sobrellevar la situación.

⎯Parece que Angélica está embarazada ⎯suelta de repente, con una mezcla de resignación y angustia.

David abre los ojos, sorprendido, sin poder ocultar su reacción. Esa era la última cosa que esperaba escuchar. El silencio que sigue es pesado, denso.

⎯No estoy listo para ser papá, y mucho menos con ella ⎯continúa Héctor, su voz cargada de desesperación⎯. No quiero ser padre con ella.

David se queda sin palabras. El aire entre ellos se vuelve tenso y cargado de emociones, y él no sabe cómo responder. Es como si todo lo que Héctor ha estado cargando finalmente saliera a la superficie. David lo mira, queriendo encontrar algo que decir, algo que alivie el peso de las palabras de su primo, pero lo único que puede hacer es estar ahí, presente, escuchando. No hay consejo fácil para algo así.

Héctor, por primera vez, parece verdaderamente vulnerable. El tipo fuerte, que siempre ha esquivado los problemas con una sonrisa sarcástica, ahora se quiebra, aunque solo sea un poco.

⎯¿Se lo has dicho a alguien más? ⎯pregunta David, con la voz baja, intentando sonar comprensivo.

⎯No… Eres el primero. No sé qué hacer. Ni siquiera sé si el bebé es mío ⎯responde Héctor, casi en un susurro, como si no quisiera escuchar sus propias palabras.

David respira hondo, sintiendo el peso de la confesión de su primo. Es un problema demasiado grande para resolverlo con una simple plática, y ambos lo saben. Pero en este momento, lo único que puede hacer es permanecer a su lado, como siempre lo ha hecho, aunque no tenga todas las respuestas.

⎯Me da miedo decírselo a mis papás, ya sabes lo que piensan sobre Angélica, pero Marimar…⎯Héctor cierra los ojos por un momento, como si al hacerlo pudiera visualizarla con más claridad. Su rostro, siempre tan presente en su mente, aparece con todos los detalles que lo habían cautivado desde el primer momento.

La ve frente a él, con su piel cálida y suave, adornada por esas pequeñas pecas. Su rostro ovalado, con los pómulos ligeramente altos y una mandíbula definida, siempre le había parecido la combinación perfecta entre fuerza y delicadeza. Sus ojos grandes y expresivos, enmarcados por unas cejas gruesas y bien formadas, siempre parecían hablar por ella. 

El cabello de Marimar, lleno de rizos que caen en cascada alrededor de su rostro, siempre había sido uno de sus rasgos favoritos. Cada rizo parecía tener vida propia, enmarcando sus facciones con una suavidad. Sus labios llenos, siempre tan naturales, completaban esa imagen perfecta que él no podía sacar de su mente.

Héctor abre los ojos, de vuelta a la realidad, con un suspiro pesado.

⎯Marimar… la perdí, y ahora con este lío… ¿Cómo podría acercarme a ella otra vez? ⎯Su voz suena rota, cargada de frustración y añoranza.

David escucha a su primo y, en ese momento, lo comprende por completo. Al parecer, Héctor se ha unido al club de los primos con dilemas amorosos. Solo faltaba que Jon se uniera y podrían hacer juntas familiares para intercambiar consejos y notas sobre el amor; en ese club también entraría Jo, aunque ella siempre ha sido un poco más discreta.

Héctor baja la mirada, su fachada de arrogancia se desvanece por completo mientras continúa hablando:

⎯Vine para acá porque necesito paz. Sé que de todos soy el más odioso y presumido de la familia, pero ustedes son mi lugar seguro. Necesitaba venir a mi refugio. Pensar, alejarme de ella, definir qué haré… Percatarme de que he sido un tonto, y que mi orgullo me ha pasado factura.

David siente cómo las palabras de Héctor empiezan a quebrarse, y en ese instante, su primo se rompe por completo.

⎯Debí haberle dicho que la amaba, ¿sabes? Jamás olvidaré su rostro cuando le dije que no éramos nada. Pero no era verdad… éramos todo, y yo lo perdí. ⎯La voz de Héctor está llena de desesperación y arrepentimiento⎯. No tienes idea de los celos que me consume verla reír con otro hombre, con ese maldito guardaespaldas que parece hacerla feliz. No sabes lo que es soñar con ella cada día, desear estar a su lado, aunque sepas que no puedes. Daría todo, Tristán… todo mi talento, todo mi dinero, por tenerla de regreso. No me importaría quedarme sin nada, con tal de que ella volviera a mí. Ella es mi todo, mi vida… y ahora parece que lo tengo todo, pero no tengo nada, porque ella no está conmigo.

David escucha con atención, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Las palabras de Héctor, llenas de dolor y pérdida, le recuerdan demasiado a su propio conflicto interno. Siente el reflejo de su propio caso en la situación de su primo. La confusión, el no saber qué hacer, el querer estar con alguien, pero sentir que no puedes. David desea estar al lado de Valentina, pero está con Ana Carolina. Es un lío de emociones que no tiene salida fácil. 

David quiere a Ana Caro, ha sido su compañera por muchos años, y no se merece que dude de su relación, mucho menos de su amor. Pero, Valentina, el beso, lo que sintió. 

⎯¿Te doy un consejo que no me pediste? ⎯comenta Héctor, con la voz todavía temblorosa, visiblemente afectado.

David, sintiendo la gravedad del momento, asiente lentamente.

⎯Te escucho.

Héctor lo mira, sus ojos cargados de una mezcla de desesperación y sinceridad, como si quisiera salvar a David de un destino similar al suyo.

⎯Hazle caso a tu corazón ⎯dice en un tono casi suplicante, su voz quebrada por la angustia⎯. Escúchalo. Él te habla todo el tiempo. No lo arruines como yo. Cuando mi corazón gritaba que la estaba perdiendo, no le hice caso… Y ahora, ya es tarde.

David siente el peso de esas palabras. Sabe que Héctor no solo le está dando un consejo, sino que está proyectando sus propios errores, sus propias fallas, en un intento de evitar que él cometa los mismos. 

Él puede sentir una presión en su pecho. Su corazón le ha estado hablando, pero ha preferido no escucharlo, enterrando esos sentimientos por miedo, por comodidad, por no querer enfrentar lo que verdaderamente siente por Valentina. Las palabras de Héctor resuenan en su mente como una advertencia.

⎯No lo arruines ⎯repite Héctor, su voz apenas un susurro⎯. No dejes que el orgullo o el miedo te hagan perder lo que realmente importa.

La conversación entre David y Héctor se interrumpe cuando el grupo de exploradores regresa de su paseo. Tazarte viene con Lucho sobre sus hombros, el pequeño riendo mientras su padre lo sostiene con cuidado. Valentina camina al frente, cargando una canasta llena de flores y ramas, el rostro relajado y con una ligera sonrisa mientras conversa con Amada y Fátima, quienes caminan a su lado lleno de energía. El resto de los sobrinos viene detrás, liderados por Jon y Jo, todos inmersos en su propio mundo de risas y pláticas despreocupadas.

⎯¡Tío! ⎯grita Alegrita, su voz dulce, pero fuerte, mientras corre hacia Héctor con una sonrisa radiante.

Héctor deja el vaso sobre la mesa rápidamente y se pone de pie. Al oler el rastro de alcohol que aún queda en su aliento, se siente incómodo y, sin pensarlo mucho, saca un chicle de su bolsillo y se lo mete a la boca para disimular.

⎯¡Ey! ⎯lo llama David justo antes de que la pequeña llegue a los brazos de Héctor⎯. ¿Estás bien, verdad? Nada de qué preocuparme, ¿no?

Héctor sabe exactamente a lo que se refiere su primo. David está preocupado por la bebida que había estado tomando durante su conversación.  

⎯Solo es un Bloody Mary, David ⎯responde Héctor, intentando restarle importancia.

David lo mira, con una seriedad que Héctor rara vez ve en él.  

⎯Eso solo se puede convertir en mucho más si no lo controlas. Ahora soy yo quien te da un consejo: habla, ve a terapia, toma las riendas y arregla tus problemas. No los entumezcas con alcohol.

Héctor asiente, sin poder discutir lo que ya sabe que es cierto.  

⎯Te juro que no va por ahí ⎯responde, aunque internamente sabe que quizás ha comenzado a depender un poco del escape.

David, sin dejar de mirarlo con preocupación, añade:  

⎯Aun así, se lo diré a mi tío. No es por nada, pero ya tengo suficiente con Daniel. No quiero más problemas.

Héctor sonríe, sabiendo que su primo no lo dice con malicia, sino con genuina preocupación. De repente, lo abraza con un gesto fraternal.  

⎯Aunque parezca que tú y yo no siempre nos llevamos bien, sabes que te quiero y te aprecio. Eres el único que siempre me dice las cosas de frente, por eso me abro contigo. Necesitaba sacarlo.

David asiente, correspondiendo al abrazo. La conexión entre ellos, aunque a veces tensa, está llena de cariño genuino.

En ese momento, Alegrita llega corriendo, con una corona de flores entrelazadas en su cabello rubio, iluminando su rostro con un toque mágico de inocencia. 

⎯¿Cómo está mi consentida? ⎯pregunta Héctor con una sonrisa, inclinándose hacia ella.

Alegrita frunce el ceño y le pone cara de asco.  

⎯¡Guácala! Hueles feo, tío ⎯le dice con total honestidad antes de pedir que la baje. Cuando lo hace, se marcha rápidamente, dejando a Héctor boquiabierto.

David se ríe abiertamente, divertido por la interacción.  

⎯Bueno, creo que no tengo que preocuparme tanto ⎯dice entre risas⎯. Alegrita se encargará de recordártelo.

⎯Es Alegrita… ⎯corrige Héctor, sonriendo también, aunque su orgullo acaba de recibir un golpe por parte de la sinceridad brutal de su sobrina.

Valentina llega al área de la piscina y, casi de inmediato, sus ojos se encuentran con los de Tristán. Es un cruce de miradas lleno de tensión, pero también de una silenciosa aceptación: ambos saben que, aunque la conversación pendiente entre ellos sigue latente, tienen que convivir. No pueden seguir ignorándose el resto de la estadía.

Ella camina junto a Fátima, quien sigue charlando animadamente, pero Valentina está más callada, consciente de la presencia de Tristán. Él la observa con detenimiento mientras se acerca, notando detalles que siempre lo han fascinado de ella.

El rostro de Valentina es elegante, con una forma ovalada que destaca sus pómulos bien definidos y una piel suave que resalta la frescura de su juventud. Sus labios llenos y de un tono natural siempre le han parecido perfectos, como si no necesitaran maquillaje para atraer las miradas. Hoy, sus mejillas están ligeramente sonrojadas, tal vez por el paseo bajo el sol, lo que añade aún más frescura a su apariencia. Sus ojos color lila, de mirada intensa, parecen llevar un maquillaje sutil, lo suficiente para acentuar su belleza natural sin exageraciones.

Pero es su cabello lo que realmente capta la atención de Tristán. Largo y lacio, cae con un brillo saludable que resplandece bajo la luz del sol. El tono oscuro, casi negro, cambia sutilmente con el juego de luces, y está perfectamente peinado para enmarcar su rostro, añadiéndole un toque de elegancia y sofisticación. Cada vez que lo ve, Tristán no puede evitar admirar su belleza. Está tan natural que lo atrae; como abeja a la miel. 

Mientras Valentina se acerca, Tristán comienza a notar las señales inconfundibles de nerviosismo que se apoderan de su cuerpo. Su corazón late con fuerza, un palpitar intenso que resuena en sus oídos, aunque su respiración permanece controlada, al menos en la superficie. Sin embargo, siente que todo su cuerpo se acelera, una oleada de sensaciones que hace mucho no experimentaba. Recuerdos nostálgicos de la última vez que sintió algo similar lo golpean por un instante, pero no tiene tiempo para detenerse en eso ahora; Valentina ya está demasiado cerca.

⎯¡Tío! ¿Adivina qué? ⎯exclama Fátima, rompiendo el silencio y la tensión creciente, con la alegría contagiosa que siempre la acompaña.

Tristán sacude ligeramente la cabeza para volver al presente y le responde con una sonrisa.  

⎯¿Qué pasa, cariño?

⎯El cumpleaños de Valentina también es el dos de julio, ¿lo sabías? ⎯dice la niña con entusiasmo, su rostro iluminado por el asombro de descubrir esa coincidencia.

Tristán parpadea, sorprendido por lo que acaba de escuchar.  

⎯¿De verdad? ⎯pregunta, mirando a Valentina con interés.

Valentina, con una sonrisa tímida, asiente suavemente.  

⎯Así es… el dos de julio.

David sonríe de lado, sintiendo cómo los nervios que antes lo dominaban empiezan a disiparse un poco. La situación, de repente, parece menos tensa. Pero en el fondo, Valentina sabe lo que sus ojos están comunicando. Ella suspira, consciente de que el momento para hablar del beso está por llegar, aunque aún no está lista.

⎯¿Vamos a hacer las coronas? ⎯pregunta Fátima, interrumpiendo el momento mientras jala a Valentina con impaciencia hacia la mesa.

Valentina se agacha un poco, mirando a Fátima con ternura.  

⎯Espera, tengo que hablar con tu tío, ¿me permites?

⎯Sí, pero no te tardes ⎯responde la niña, y sin más, sale corriendo hacia donde están sus primos, emocionada por las manualidades que pronto harán. Tazarte y Jon ya están organizando los lugares en la enorme mesa de la terraza, preparando todo para la actividad con los niños.

David y Valentina se quedan solos en medio del patio, el ambiente ahora cargado de silencio, pero también de un entendimiento tácito.

⎯Valentina… ⎯comienza David, no obstante ella lo interrumpe antes de que pueda continuar.

⎯No ⎯dice ella, levantando una mano para detenerlo⎯. Todavía no quiero hablar de eso, ¿vale? Yo… ⎯hace una pausa, su rostro sonrojándose ligeramente⎯. Fue mi primer beso en la vida, y quiero disfrutarlo un poco más antes de que la realidad lo complique. ¿Te parece?

David también se sonroja. Había olvidado lo nuevas que eran muchas experiencias para Valentina, y ahora él había sido quien le dio ese primer beso. Era lógico que ella quisiera saborear el momento sin precipitarse en conversaciones que podrían arruinar la magia de lo que había sentido.

⎯Está bien… ⎯accede David, su voz suave, comprendiendo por completo lo que ella le pedía.

⎯¿Te parece si lo hablamos cuando volvamos a Madrid? Con la cabeza fría, con más calma ⎯propone Valentina, su tono relajado pero aún cargado de emociones.

David sonríe ante la idea.  

⎯Tengo una mejor idea. ¿Qué te parece si te invito a cenar? En el hotel, claro. Hablamos sobre todo esto, y de paso, celebramos nuestros cumpleaños. Jamás había conocido a alguien que cumpliera el mismo día y el mismo año.

Valentina se queda sorprendida, sus ojos brillando con una mezcla de alivio y alegría.  

⎯¿De verdad?

David asiente, con una sonrisa sincera.  

⎯Sí, una cena informal, como gemelos de cumpleaños. ¿Qué te parece?

Valentina finalmente sonríe, con un brillo en los ojos que hace que su corazón se relaje aún más.  

⎯Me parece perfecto.

Ambos sonríen, y habiendo un acuerdo, se unen al resto de la familia. No importa lo que pase a continuación, en ese momento, deciden dejar las prisas de lado y simplemente disfrutar el presente.

7 Responses

  1. Ay, que emocionante. Pobre Héctor sufriendo por Mar, ojalá que David Tristán ya se deshaga de Ana Carolina 😅

  2. No esperé la conexión de Héctor, me cayó como balde de agua helada! O sea, sabía que él está arrepentido de las decisiones que lo alejaron de Mar, pero no imaginé el nivel de complejidad que lo consumía 😱😱😱
    David eres un gran primo al preocuparte por él, pero también debes seguir su consejo 🤓, te habla desde la experiencia de perder al amor de su vida, o al menos eso es lo que Héctor piensa. Hagan caso a sus sentimientos 🙏🏼

  3. Upa, no me esperaba todo eso de Hector, no esperaba que estuviera sufriendo asi, pero bueno la embarraste ya es mirar que haces para que te perdone y recuperar a Mar, y ojala ese bebe no sea de Hector, a manera personal es tan dificil para mi, que un hijo crezca sin su padre o en hogares separados, eso me golpea fuertemente, por mas madurez, amistad, etc entre los padres, no siento que sea 100% feliz pero bueno es mi pensar desde mi experiencia, temas de debate y este jajaja. Y definitivamente nadie sabe para quien trabaja jajaja, esas palabras de Hector le cayeron directico a David T. Ahora a descubrir que quiere ese corazoncito, me encantó que Valentina le dijo que era el primer beso, y queria disfrutrarlo mas, eso lo hace sentir mas especial, que bonitos. Esa pausa de la conversacion es un arma de doble filo, pero bueno estoy de acuerdo con Valen que lo disfrute y no piensen en nada mas por ahora. Y esa perdida de Daniel con Copp que??? Jajajajajaja

  4. Ando algo perdida porque dice que lucho viene en brazos de su padre? A que hora le dijo hector eso a mar y que piensas sus padres de Angélica? Donde esta todo eso que me lo perdí

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