El camino de regreso a Madrid está envuelto en una atmósfera tranquila, con las montañas desvaneciéndose en el horizonte y el aire fresco quedando atrás como un eco del fin de semana en la casa de la montaña. Valentina, sentada junto a David, observa el paisaje que cambia a medida que las autopistas los guían de vuelta a la ciudad. Su mente se pierde en los recuerdos de los últimos días, en todo lo que sucedió, pero especialmente en aquel beso no mencionado que todavía palpita en su memoria.

Los niños, agotados tras largas horas de juegos en la piscina y días bajo el sol, duermen profundamente en los asientos traseros. Sus pequeñas cabezas reposan contra los respaldos, con el leve resplandor de piel bronceada y cabellos despeinados que solo un fin de semana de libertad y alegría podía traerles.

Valentina sonríe ligeramente al verlos, pero su mente sigue enredada en los momentos que compartió con David. Las bromas, las risas, los pequeños roces casuales que parecían significar algo más… Y luego, el beso. Ese único beso que no había sido discutido, ni siquiera insinuado de vuelta, pero que lo había cambiado todo para ella. ¿Y para él? Esa era la gran pregunta.

Delante de ellos, Daniel y Tazarte conducen en otro auto, absortos en una conversación creativa que gira alrededor de la Casa de la Música. La chispa de inspiración les llegó durante el fin de semana, especialmente con las ideas frescas que ofrecieron Fátima, Ximena y Alegrita, quienes, sin querer, desataron una lluvia de conceptos nuevos. Entre risas y juegos, los niños habían sugerido algo que hizo que los adultos lo vieran desde una perspectiva completamente diferente. Así, las pequeñas notas y comentarios de los más jóvenes transformaron el proyecto en algo mucho más vibrante y con un toque lúdico que jamás hubieran imaginado.

Para Valentina, este fin de semana había sido una verdadera revelación. Después de tanto tiempo de soledad, de reprimir emociones, había encontrado un espacio para soltarse, para reír y sentir que pertenecía. Algo tan simple, pero tan esencial, que hacía mucho no experimentaba.

Pasó de ser la espectadora solitaria de su propia vida, a reír a carcajadas con Tazarte, Daniel, Héctor, Sebastián y, por supuesto, David. Valentina había encontrado en Jo una amiga con la que podía hablar sin reservas, reírse de cosas triviales y compartir complicidades sin palabras. Era algo que no esperaba encontrar al llegar a Madrid, y eso hacía que el sentimiento de pertenencia creciera en su pecho con cada minuto que pasaba.

Por eso, para ella, el viaje de regreso a Madrid la llena de una sensación agridulce. El encanto de la casa de la montaña ya quedaba atrás, y la rutina pronto se impondría. Era como si todo lo que había vivido fuera un sueño, un espejismo que la vida le había permitido ver por un breve instante. Ser parte del mundo de los Canarias y los Ruiz de Con la había transformado, pero ahora, regresar a su vida normal sería difícil.

Madrid le había cambiado la vida de formas que no esperaba. Pero lo más complicado no sería solo alejarse de David Tristán, sino de todo lo bonito que había experimentado con su familia y amigos.

⎯Te veo muy pensativa ⎯interrumpe David sus pensamientos. 

Por un instante Valentina había olvidado que él venía al lado. El radio se encontraba apagado, así que la Rosalía no sonaba a todo volumen. 

⎯Solo estoy cansada ⎯miente, para no entrar en explicaciones⎯. Ahora entiendo ese dicho de: necesito vacaciones de las vacaciones. 

David ríe bajito. 

⎯Y eso que solo fue un fin de semana. Recuerdo cuando mi abuelo vivía, nos íbamos en el yate y viajábamos a las distintas islas aquí en España. Eran casi dos meses de vacaciones, terminábamos rendidos. 

⎯¿Es tu forma de presumir que tienes un yate? ⎯pregunta ella, en forma de broma. 

⎯Yo no tengo un yate, mi papá lo tiene ⎯David le aclara⎯. Es difícil pensar que yo no soy el millonario, sino mis padres. 

⎯Pobrecito… ⎯contesta ella, haciendo reír a David. 

Las bromas entre Valentina y David suavizan la tensión latente que ha estado presente desde que se conocieron. Cada sonrisa compartida, cada comentario ligero que intercambian, actúan como pequeños escapes que desvían la atención de lo que realmente subyace entre ellos: una atracción no resuelta, una tensión eléctrica que ambos sienten, pero que ninguno quiere reconocer.

El paisaje que los rodea cambia de manera imperceptible al principio, las montañas verdes y la tranquilidad natural de la casa en la montaña dan paso al bullicio y al caos de la ciudad. Las líneas del horizonte se llenan de edificios, el tráfico se intensifica y las luces de la ciudad empiezan a reflejarse en los cristales del coche.

Ya están de vuelta en Madrid. Valentina siente cómo algo en su interior cambia también. El confort y la calidez del fin de semana parecen desvanecerse en el aire a medida que se acerca a la realidad, a esa distancia emocional que David parece mantener. Suspira profundamente, consciente de que el momento mágico está llegando a su fin. El beso, los momentos compartidos, las miradas, todo parecía parte de un sueño que ahora se va disolviendo en la cotidianidad.

⎯Hemos llegado ⎯anuncia David en voz baja, rompiendo sus pensamientos mientras se detienen frente al hotel.

Valentina lo mira por un momento, esperando, quizás, que él diga algo más, algo que despeje esa ambigüedad que tanto la confunde. Pero lo único que escucha es:

⎯Esta noche nos vemos. Celebraremos el cumpleaños. ⎯Su tono es casual, pero Valentina no puede evitar sentir una pequeña chispa de emoción, aunque también cierta inquietud.

⎯¿De verdad? ⎯pregunta ella, intentando disimular el entusiasmo que empieza a crecer dentro de ella.

David asiente, con una leve sonrisa, antes de agregar:

⎯Nos vemos más tarde. Llego al hotel. 

Valentina no puede evitar la mezcla de nervios y emoción que comienza a crecer dentro de ella. Quiere decirle algo más, pero el momento parece resbalar entre sus manos. Ella gira la cabeza para ver a los niños, todavía dormidos en el asiento trasero, sus rostros relajados después de un fin de semana lleno de aventuras.

⎯Despídeme de ellos. Diles que me la pasé muy bien ⎯comenta, con un toque de ternura en su voz.

⎯Se los diré ⎯responde David, manteniendo su mirada en ella.

Le da esa mirada que realmente la deja sin palabras. Esa forma en que la mira, tan intensa y penetrante, provocando en ella una mezcla de emociones que la mantiene al filo de la expectativa. 

Él sonríe de nuevo, pero es una sonrisa que lleva un peso, como si estuviera a punto de decir algo importante y al final decide no hacerlo. Valentina baja del coche, aun sintiendo esa chispa de expectativa, sin querer que el momento termine. Cuando David se aleja, ella se queda en la acera, mirando cómo el auto desaparece en la distancia.

***

-más noche- 

«Valentina. Voy tarde. ¿Puedes bajar al restaurante y allá nos vemos? D.T»

Valentina está frente al espejo, contemplando cada pequeño ajuste en su vestido. Este es uno de los vestidos que le regalaron los Canarias, uno que siente especialmente adecuado para la ocasión. Es de un color vibrante, delicadamente ajustado a su figura, y sabe que es perfecto para esta noche. Cada detalle está cuidadosamente pensado: las mangas, el corte, incluso la forma en que la tela cae suavemente, acentuando sus movimientos. Ha elegido este atuendo porque le recuerda lo que David le ha dicho en otros momentos: le gusta verla así, segura y radiante.

Jo, el fin de semana, le enseñó algunos trucos de maquillaje improvisados en la casa de la montaña. Ahora, esos conocimientos están siendo puestos a prueba. Valentina ha aplicado una base ligera que resalta su piel, un rubor sutil en sus mejillas y un labial suave que contrasta perfectamente con su vestido. Las sombras en sus ojos son delicadas, pero suficientes para darle un toque de misterio. Jo le había dicho que los labios y los ojos eran clave, y Valentina había seguido sus consejos al pie de la letra.

Se ha dejado el cabello suelto, como sabe que a Tristán le gusta. Brilla bajo las luces, perfectamente peinado para caer en ondas suaves. Respirando profundo, Valentina intenta calmar los nervios que amenazan con apoderarse de ella. Sin embargo, esta vez, los nervios son diferentes: no son de ansiedad, sino de emoción, de una expectativa que crece dentro de ella. Cada vez que piensa en la noche que les espera, siente una mezcla de esperanza y una dulce ilusión. Es algo que no se había permitido experimentar en mucho tiempo.

Por primera vez en lo que parece una eternidad, Valentina se siente emocionada por algo que puede suceder. Está lista para esta noche, no solo por cómo se ve, sino por lo que está a punto de decirle a Tristán.

⎯Él dijo que podría enamorarse de mí, ¿será verdad? ⎯se pregunta en voz baja mientras sus dedos nerviosos se deslizan por su vestido. 

El reloj en la mesita de noche marca las nueve. Es hora de bajar. Valentina se da un último vistazo en el espejo, observando cada detalle de su atuendo, asegurándose de que todo esté en su lugar. Pasa saliva, tratando de aclarar su garganta y calmar el pequeño temblor en sus manos.

⎯Vamos… ⎯se dice a sí misma, tratando de reunir todo el coraje posible. Toma la llave de la habitación, respira hondo y sale, cerrando la puerta detrás de ella.

El trayecto en el ascensor le parece interminable. Con cada piso que pasa, su corazón late un poco más rápido. Tiene tantas cosas que decirle a Tristán, tantas preguntas y pensamientos acumulados. Pero ahora, está decidida. Esta noche será el momento en que le diga lo que siente, lo que ha estado guardando.

Cuando finalmente llega al restaurante del hotel, una mezcla de nervios y expectativa la invade. El lugar está suavemente iluminado, con la luz perfecta para una velada íntima. Ella sonríe al pensar en cómo podría transcurrir la noche, imaginando la charla tranquila, las risas, y quizás, finalmente, la conversación que le dará sentido a todo.

Valentina se acomoda en la silla de la mesa reservada, mirando con expectación hacia la entrada del restaurante, buscando algún signo de Tristán. El reloj sigue avanzando, cada segundo parece más lento que el anterior, y la ansiedad comienza a colarse en su pecho.

⎯Tranquila, tal vez tiene puntualidad mexicana ⎯se dice en un intento de tranquilizarse, y su risa, aunque leve, suena casi nerviosa.

Un mesero, que ya la había atendido antes, se acerca con una sonrisa cortés.

⎯¿Señorita de la Torre, desea algo de tomar? ⎯pregunta con amabilidad, notando que lleva un rato esperando.

⎯No, gracias. Estoy esperando a alguien —contesta ella, con un tono firme, casi orgullosa de las expectativas que tiene.

⎯¿De verdad? ⎯responde el mesero, algo sorprendido⎯. Me alegra mucho, señorita de la Torre.

⎯Ya te dije que me llames Valentina ⎯dice ella, con una sonrisa cálida.

⎯Me encantaría, pero el jefe me regaña. Aun así, espero que se la pase muy bien, Valentina ⎯murmura su nombre como si estuviera compartiendo un pequeño secreto, provocando que Valentina sonría aún más.

Valentina agradece el gesto y se distrae mirando el hermoso jardín iluminado que se extiende más allá de los ventanales. Los recuerdos del baile con Tristán invaden su mente como una suave ola, la música envolviendo su memoria, sus miradas, sus sonrisas. El calor sube lentamente a sus mejillas, y se sonroja como aquella noche en la que todo parecía posible, en la que sintió esa chispa única entre ellos.

⎯Dios, no me hagas arruinarlo hoy, te pido ⎯se dijo, y continuó viendo hacia el jardín. 

***

El tiempo avanza implacable mientras Valentina, sentada en la mesa, espera la llegada de David Tristán. Lo que empezó como emoción pura, se convierte lentamente en ansiedad y luego en una decepción que ella intenta disimular. Sus manos no logran quedarse quietas: juega con la servilleta, dobla y desdobla las esquinas del mantel, y revisa su móvil en varias ocasiones. Observa la puerta del restaurante con la esperanza de que en cualquier momento él aparezca, con su sonrisa despreocupada y su andar seguro.

Los meseros, que antes la miraban con una mezcla de cortesía y curiosidad, ahora la observan con una cierta compasión discreta. Incluso el mesero que había bromeado con ella antes, ya no se acerca con tanta frecuencia, dándole el espacio que claramente necesita. Valentina se siente como si el tiempo se hubiera congelado para todos menos para ella. Su esperanza se apaga poco a poco, pero aún se aferra a la idea de que él llegará.

⎯¿Señorita? ⎯escucha la voz del mesero. Valentina levanta el rostro y le da una sonrisa tímida⎯. Siento decirle esto, pero, el restaurante debe cerrar. 

Ella asiente. Llena de vergüenza se pone de pie. Se acomoda la falda y respira hondo. 

⎯Buenas noches, nos vemos mañana ⎯le dice, acomodando la silla. 

⎯Hasta mañana ⎯contesta el mesero. 

Valentina sale del restaurante, pero en lugar de subir a su habitación para acostarse a dormir, decide ir al jardín del hotel, para caminar un poco y al menos festejar los primeros minutos de su cumpleaños en un lugar diferente a las cuatro paredes de una habitación. 

Camina despacio, sintiendo cómo el aire fresco de la noche la envuelve, la ayuda a despejar la mente y a pensar en lo que hará; mañana debe ir a trabajar. 

De pronto, encuentra un rincón tranquilo, un espacio perfecto bajo el cielo abierto. Se recuesta sobre el césped, mirando hacia arriba, donde las estrellas parecen ser las únicas compañeras como siempre lo han sido.

⎯Papá, mamá… ⎯susurra al cielo, como si pudieran oírla desde allá arriba⎯. Es la primera vez que paso mi cumpleaños en un lugar tan elegante, tan lejos de todo lo que conocía.

Valentina sonríe con una mezcla de melancolía y orgullo. Está sola, pero no le extraña, ha pasado todos sus cumpleaños así desde que perdió a su familia. La diferencia esta vez es que no está encerrada. Respira profundamente, dejando que el aire frío de la noche y el suave rocío de la hierba le acaricien los brazos desnudos. Se abraza a sí misma, buscando consuelo en ese contacto, una especie de refugio.

El cielo está claro, las estrellas titilan sobre ella como pequeños faros de un pasado que se siente muy lejano. Ya casi es medianoche, y en unos minutos, oficialmente, será su cumpleaños. No lo había querido admitir, ni siquiera frente a ella misma, pero en el fondo deseaba no estar sola esta vez, deseaba que David estuviera allí con ella. El pensamiento la abruma, y cierra los ojos, tratando de calmar el nudo que se forma en su pecho.

Cuando los vuelve a abrir, las estrellas aún están allí, observándola desde lo alto, constantes e inmutables. 

⎯Espero que, dondequiera que estén, estén orgullosos de mí… ⎯susurra al aire, su voz casi perdida en el viento nocturno. Siente la falta de su familia más que nunca en este momento⎯. Los extraño, los extraño a todos…

La quietud de la noche es interrumpida por una voz familiar que rompe la soledad como un golpe:

⎯¿Valentina?

Sobresaltada, se pone de pie de inmediato y voltea hacia la fuente de la voz. Su corazón da un vuelco al reconocerlo, y una sonrisa se forma en su rostro. 

⎯Hola… ⎯responde suavemente, sintiendo cómo la calidez regresa a su cuerpo.

Tazarte camina hacia ella, con su andar tranquilo, siempre tan sereno. En sus manos lleva un pequeño pastelillo y dos cajas de leche con chocolate, como si supiera exactamente lo que podría reconfortarla en este momento. 

⎯No es mucho, pero pensé que…⎯dice, deteniéndose justo frente a ella, extendiéndole una de las cajas⎯. Nadie debería pasar su cumpleaños solo.

Valentina lo mira, sorprendida, y su sonrisa se ensancha un poco más. En ese instante, la melancolía se mezcla con un sentimiento cálido que no había sentido en mucho tiempo: compañía.

⎯¿Cómo supiste? ⎯pregunta Valentina, haciendo espacio para que Tazarte se siente junto a ella sobre el pasto húmedo por el rocío.

 ⎯Fátima ⎯responde él con una sonrisa⎯. No paraba de mencionar que tu cumpleaños era el 2 de julio. Y por lo que veo ⎯dijo, mirando el cielo y luego su reloj⎯, faltan unos segundos para que sea 2 de julio.

Valentina, intrigada, saca su móvil y ve cómo el reloj cambia de 11:59 p.m. a 12:00 a.m. en ese preciso momento. Antes de que pueda decir algo, Tazarte comienza a cantar en voz baja:

⎯Feliz cumpleaños a ti… ⎯tararea mientras enciende con destreza una pequeña vela sobre el pastelillo que había traído.

La tenue llama parpadea, lanzando un cálido resplandor que ilumina el rostro de Valentina. Sorprendida y tocada por el gesto, una sonrisa sincera se dibuja en su cara, aquella que pocas veces había mostrado en los últimos años. La luz de la vela parece reflejarse en sus ojos, donde la nostalgia y la alegría se entrelazan.

⎯Feliz cumpleaños, querida Vale… feliz cumpleaños a ti ⎯concluye Tazarte con una suavidad que envuelve el momento, como si lo hiciera eterno.

Valentina se inclina hacia la vela, preparándose para apagarla, pero justo antes de hacerlo, Tazarte levanta la mano con suavidad, deteniéndola.

⎯No, primero un deseo ⎯le dice, con una mirada que parece conocerla más de lo que ella misma quisiera admitir.

⎯¿Un deseo? ⎯pregunta, como si la idea le resultara extraña o lejana, como si los deseos fueran un lujo que ya no se permitía.

Tazarte asiente, serio pero con un brillo cómplice en los ojos.

⎯Sí, un deseo. No tienes que decirlo en voz alta, pero hazlo, Valentina. Hoy es tu día, y mereces pedir algo para ti.

Valentina lo observa por un instante, y luego vuelve su mirada hacia la pequeña vela. La llama baila con la brisa de la noche, como si la estuviera invitando a soñar, a permitirse ese pequeño momento de fantasía. Cierra los ojos lentamente, permitiendo que su mente recorra los deseos que nunca se ha atrevido a formular. Uno destaca sobre todos los demás, y su corazón late más rápido al pensarlo.

Que me crea, piensa, para después apagar la llama. 

⎯¿Lo pediste? ⎯pregunta Tazarte, inclinándose un poco hacia ella. 

⎯Sí, lo hice ⎯murmura Valentina, con una sonrisa suave en los labios.

⎯Entonces… ya puedes morder el panecillo ⎯dice Tazarte, acercándole el pequeño pan de chocolate.

Valentina le da una mordida y el sabor dulce y suave del chocolate invade sus sentidos, llenándola de una reconfortante sensación que hacía mucho no experimentaba. Ese simple gesto, tan cotidiano para muchos, era un regalo inesperado para ella. Tazarte también muerde el suyo, y ambos se miran en silencio por un instante. De repente, una risa tímida escapa de la garganta de Valentina, un sonido que parece tan extraño y natural al mismo tiempo. Tazarte no puede evitar sonreír también, contagiado por la ligereza del momento.

⎯Lo siento, es todo lo que tenía la máquina expendedora del recibidor ⎯se disculpa él con una sonrisa nerviosa.

Valentina niega con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y nostalgia.

⎯Está bien… ⎯responde con suavidad⎯. Es la primera vez en años que tengo un pastel.

Sus palabras golpean a Tazarte de una manera inesperada. Sabía que había algo diferente en ella, algo que la hacía parecer distante, como si hubiera atravesado cosas que otros ni siquiera imaginaban. Pero jamás habría pensado que algo tan simple como un pastel de cumpleaños podía ser tan significativo. Suspira, el peso del desconocimiento de su historia cayendo sobre él. Valentina era una mujer rodeada de misterios, y aunque él no conocía todos los detalles, entendía que había ausencias y vacíos en su vida que iban más allá de lo evidente.

⎯¿Por qué estás aquí? ⎯pregunta Valentina de repente, su voz tranquila pero firme. Sabía que no era solo por su cumpleaños. Sentía que había algo más detrás de la inesperada visita de Tazarte.

Él baja la mirada por un momento, pensando en qué decir. No quería ser insensible ni entrometerse en su espacio, pero tampoco podía mentirle. La realidad era que la había visto desde lejos, caminando por el jardín, como un espectro que se movía entre las sombras de la noche. La imagen le había golpeado, y en su pecho algo se había removido al verla tan sola. 

No sabía si sería correcto decirle eso.

⎯La verdad… ⎯comienza con vacilación, buscando las palabras adecuadas⎯. Estaba paseando y… te vi. Te vi caminando sola y… bueno, no pude evitar pensar que no deberías estarlo. No en tu cumpleaños.

Valentina lo mira fijamente, su expresión difícil de leer. No sabe si lo que Tazarte acaba de decir la hace sentir incómoda o agradecida, o quizás ambas cosas al mismo tiempo. En el fondo, su soledad le pesa más de lo que admitía, y que alguien se hubiera dado cuenta la dejaba un poco expuesta.

⎯Me pareció que… ⎯continúa Tazarte, tratando de hilar sus pensamientos⎯. Nadie debería estar solo en un día así. Aunque no nos conozcamos tanto, pensé que quizás podríamos compartir este momento. Aunque sea con panecillos de máquina expendedora. Sé, que no soy la persona que esperas, pero, no pasará nada si comemos un snack de media noche. 

Valentina sonríe de nuevo, esta vez un poco más abierta, aunque sus ojos siguen mostrando esa tristeza contenida.

⎯Gracias por eso ⎯dice en un susurro⎯. No pensé que a alguien le importara si estaba sola o no.

⎯No hay de qué ⎯contesta Tazarte, para ver hacia el hermoso jardín. 

Valentina respira hondo, tratando de que el nudo en su garganta desaparezca. Es llanto contenido, es desilusión, es el peso de la realidad; una que llegó más pronto de lo que pensaba y le dijo de frente: ese que quieres no es tu lugar. 

8 Responses

  1. 😱😱😱😱😱😭😭😭😭😭 Ese golpe de realidad llego tan rapido. Y me siento como doble moralista jajaja porq es como si impulsara a David a serle infiel a Ana Caro, pero ahhh es que conociendo la hsitoria pues pasa y tiene justificacion jajajaja. Sorry. Pobre Valen, que le paso a David para q la dejara plantada y sin un memsaje si quiera? Y tan lindo Tazarte. Que triste todo lo q medio hemos descubierto de Valen. Pobre. Esperemos David tenga una muy buena excusa. 🥲

  2. Aaaay pobre Valen 😥 nadie merece estar solo en su cumpleaños 😔 no sé, será que el accidente de Hector fue ese día y por eso Tristan no llegó a la cita? Quiero creer que no la planto porque quizo 🥹

  3. Que triste para Valentina, seguro la 😡 Ana Carolina se apareció a arruinarlo todo como el día en que bailaron y les interrumpió su posible primer beso

  4. David dónde estás???, espero tengas un buen motivo para no aparecerte…Pobre Vale se había echo ilusiones…buuu..estoy muy enojada contigo Tristán🤨😤..
    Tan lindo Tazarte…que le hizo compañía y celebro su cumple….

  5. Todavía no se quien es Tazarte o más bien de donde salió, lo que nunca esperé es que DT la plantara espero que sea por que esta terminando con Caro.

  6. 🥺🥺🥺🥺🥺 ay no, pobre Valentina 😢😭

    Y a pesar de todo, Tazarte, llega en el momento exacto 🫂

  7. Ay! 🥺💔 Sentí clarito como se le rompía la ilusión… Se había arreglado tan bonito pensando en tomar calor y hablar con él y la final no llegó 😔.
    Los imprevistos siempre suceden, pero no puede faltar una llamada o mensaje para
    pedir las disculpas respectivas 🤷🏻‍♀️.
    Gracias a Dios estuvo cerca Tazarte y decidió acompañarla, es un gesto muy bonito y con mucho significado para ella, después de su revelación. Amigos así valen un 🌎 🫶🏼!

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