-Lunes- 

⎯Buenos días, Linda ⎯escucha, la asistente de Tristán mientras su vista está fija en el monitor del ordenador.

Al levantar la mirada, ve a Ana Carolina entrando, tomada de la mano de Tristán. Ambos lucen impecables. Ana Carolina, con su porte habitual, viste un conjunto negro perfectamente entallado. Un elegante traje de chaqueta con hombreras marcadas que le otorgan un aire poderoso y sofisticado. La chaqueta, de escote profundo, insinúa sin revelar demasiado, mientras que el cinturón negro con broche dorado acentúa su cintura con sutil elegancia. El pantalón fluye con cada paso, alargándole la figura. Su cabello, suelto y ondulado, se mueve con ligereza, reflejando la luz con cada movimiento. Grandes pendientes dorados adornan su rostro, dándole el toque final a su impecable imagen.

Tristán, a su lado, también irradia elegancia. Ambos parecen sacados de una revista de moda, destacándose entre el entorno corporativo. Tristán lleva un traje moderno de dos piezas en color marrón claro, con un diseño que capta la atención. La chaqueta tiene un estilo único, con una banda que se ata en el costado, dando un aire contemporáneo y un toque de distinción. Debajo de la chaqueta, lleva una camiseta blanca, añadiendo un contraste relajado al conjunto formal. El pantalón recto y las zapatillas blancas completan el estilo, combinando a la perfección la elegancia del traje con la comodidad de un estilo más informal, pero impecablemente cuidado.

⎯Buenos días ⎯responde Linda, con una sonrisa. 

⎯Linda, ¿la señorita de la Torre? ⎯pregunta Tristán, olvidando los otros pendientes de la agenda. Sus palabras suenan más bruscas de lo que pretende. 

Linda, algo sorprendida por la urgencia en la voz de Tristán, revisa su tablet. 

⎯Valentina, salió hace unos momentos con el arquitecto. Fueron a la Casa de la Música para revisar algunos detalles del proyecto. Tenían algunas cosas pendientes. 

Tristán asiente lentamente, tratando de procesar esa información mientras su mente se acelera. Sabe que debe hablar con Valentina, disculparse, y aclarar lo que pasó, sobre todo lo que significó el beso para ambos. 

Ana Carolina observa a Tristán de reojo, notando su inquietud. 

⎯¿Todo bien, Cari? ⎯pregunta ella. 

⎯Sí, claro ⎯contesta él, forzando una sonrisa. Luego, se vuelve hacia Linda⎯. Creo que debería ir para allá, me gustaría ver cómo avanza el proyecto. Faltan unas semanas para el concierto y…

⎯Yo voy contigo ⎯interrumpe Ana Caro⎯. Me encantaría verlo, siempre hablas maravillas de ese lugar. Será bueno ver en qué está trabajando Daniel.

⎯Vale, vamos ⎯acepta Tristán. 

Tristán se detiene brevemente, recogiendo su chaqueta del respaldo de la silla antes de dirigirse hacia la salida. Su mente sigue acelerada, repasando lo que Linda acaba de decirle. Valentina y el arquitecto están en la Casa de la Música, y eso le brinda la oportunidad perfecta para hablar con ella lejos del bullicio de la oficina, sin interrupciones. Sabe que debe disculparse, pero, más que nada, necesita aclarar lo que está sintiendo.

Ana Carolina, que sigue al lado de él, nota el cambio sutil en su comportamiento. Está acostumbrada a su manera de ser, pero hay algo en la tensión de sus hombros y el ritmo rápido de sus pasos que la inquieta.

⎯¿Cari, estás seguro de que todo está bien? Pareces distraído ⎯pregunta Ana Carolina, mientras toma su mano y le sonríe con dulzura.

⎯Sí, solo estoy pensando en todo lo que hay que hacer antes del concierto ⎯responde Tristán con una sonrisa tensa, sin detenerse.

Linda, que había estado observando la interacción, se despide con una sonrisa profesional:

⎯Buen viaje, y si hay algo más que necesiten, no duden en llamarme ⎯dice, dándole una mirada significativa a Tristán.

Ana Carolina entrelaza su brazo con el de él mientras salen juntos por la puerta, comentando sobre lo emocionada que está de ver el proyecto de Daniel, mientras Tristán asiente mecánicamente. Él solo tiene una cosa en mente: hablar con Valentina y aclarar lo que significó el beso y, sobre todo, lo que significa ella en su vida ahora.

Después de bajar en el elevador y de saludar a Karl, que acaba de llegar a la oficina, un tanto desvelado, porque Alegrita pasó mala noche, Tristán y Ana Carolina se suben al coche con dirección a la Casa de la Música. 

Tristán, sentado en el asiento del conductor, mantiene sus manos firmemente sobre el volante, manejando con facilidad por las calles, mientras Ana Caro platica del vino de su primo Xes Santander, y que su familia no está muy contenta con lo que planea hacer; quiere entrar al mercado Europeo, cuando él ya tiene ganado el mercado Americano. 

⎯Mi padre dice que no lo permitirá, yo, en realidad, no sé qué decir. 

Tristán porta el anillo de Ana Carolina en su dedo índice, las hojas doradas brillan con los rayos del sol. Está escuchando la conversación, pero no puede evitar que sus pensamientos divaguen. La plática entre los dos es cómoda, pero dentro de su mente, es todo lo contrario.

Mientras conduce, los recuerdos de su último encuentro con Valentina regresan con fuerza, especialmente el beso. Esa conexión, ese momento que compartieron, parecía traspasar cualquier frontera que él había establecido. Tristán se encuentra repasando lo que dirá cuando la vea, tratando de ensayar mentalmente una disculpa adecuada. Pero, por más que lo intenta, ninguna combinación de palabras parece suficiente. 

No puedes hacerle esto a Caro, piensa, viendo el anillo. Pero, ¿qué pasará con todo lo que sientes?

⎯Es increíble cómo Daniel se ha recuperado, ¿no crees? ⎯comenta Ana Carolina, con genuino interés, interrumpiendo los pensamientos de Tristán⎯. Estoy segura de que estamos a punto de ver su mejor versión. 

Tristán asiente; aun así, su respuesta es automática. Solo puede pensar en el contraste entre lo que representa Ana Carolina —el confort de lo conocido, la estabilidad de una relación de años— y lo que siente por Valentina —la atracción, la novedad, la confusión. 

Todo es tan abrumador, piensa. 

⎯Cariño, estaba pensando, ¿qué te parece si la bodega Santander patrocina los instrumentos de la orquesta juvenil? ⎯pregunta Ana Carolina, rompiendo el hilo de sus pensamientos.

Tristán parpadea y desvía la vista un segundo hacia ella. Su novia lo mira con esos ojos brillantes y claros. Su sonrisa lo hace sonreír. 

⎯¿Patrocinarlos? 

⎯Sí, ayer Dan me decía que faltan muchos, y se me ocurrió. También podría patrocinar algo más, no sé, ¿qué te parece? ⎯le pregunta. 

⎯Creo que es perfecto… te lo agradecerán mucho. 

Ana Carolina toma la mano de Tristán, justo en donde trae en anillo que le regaló en su cumpleaños, y la besa con ternura.

⎯Todo va a salir bien, no te preocupes ⎯le dice. 

Tristán no sabe cómo tomar esa frase… 

***

Tristán y Ana Carolina entran a la Casa de la Música dejando tras de sí una estela de sofisticación. Ambos lucen impecables, tomados de la mano, destacando de inmediato entre los trabajadores del lugar que los saludan con respeto. A través de sus gafas de sol, Tristán busca a Valentina, pero no logra encontrarla hasta que Tazarte aparece en lo alto de las escaleras.

⎯Tristán ⎯lo saluda Tazarte con una familiaridad que revela su cercana relación.

⎯Tazarte ⎯responde Tristán, estrechando su mano⎯. Te presento a mi novia, Ana Carolina Santander.

⎯El gusto es mío ⎯responde ella, sonriendo de manera encantadora.

⎯¿Qué te parece? —pregunta Tazarte, señalando con orgullo el edificio que ha cambiado radicalmente desde las primeras etapas del proyecto.

⎯Cada vez que vengo encuentro algo nuevo ⎯Tristán se permite por un momento enfocarse en su papel profesional, admirando los avances.

⎯Es realmente maravillosa. Daniel y tú han hecho un trabajo increíble ⎯añade Ana Carolina, impactada.

⎯Bueno, en realidad, el diseño fue obra de Valentina de la Torre. Yo solo le di la idea inicial, pero ella la desarrolló a la perfección ⎯aclara Tazarte.

Tristán aprovecha la mención de Valentina para preguntar:

⎯¿Dónde está Valentina ahora?

⎯En la parte de arriba, trabajando con el arquitecto.

Sin perder el ritmo, Tristán pregunta a Ana Carolina:

⎯¿Vienes conmigo?

Sabe que es un riesgo llevarla, pero debe seguir el protocolo de cortesía. Para su alivio, Ana Carolina declina con una sonrisa.

⎯No, mejor Tazarte me da un recorrido por el lugar. Quiero ver los detalles. ¿Te parece?

Tazarte, encantado, le ofrece su brazo, y juntos se alejan hacia el jardín. Tristán observa cómo desaparecen antes de subir rápidamente las escaleras en busca de Valentina. Sus pasos lo llevan directamente al salón de eventos, donde la encuentra completamente inmersa en los planos con el arquitecto.

⎯Valentina —la llama suavemente, con una mezcla de urgencia e inseguridad.

Ella se gira, lo mira brevemente y le sonríe de manera cordial.

⎯Lo siento, tuve que venir antes ⎯dice con naturalidad, volviendo su atención a los planos.

Tristán avanza hasta quedar cerca de ella, sintiendo de inmediato el aroma de su perfume, algo que le acelera el corazón y altera su concentración.

⎯No pasa nada… ⎯responde él, intentando sonar despreocupado.

Valentina continúa como si nada hubiera cambiado entre ellos.

⎯El arquitecto estaba proponiendo una idea para el último espacio que falta por ajustar. El cuarto de las partituras ya está listo, y ayer instalaron la puerta que da hacia la oficina de Tazarte. Solo falta escoger los muebles, pero Tazarte dice que eso se lo dejará a Daniel.

El tono casual y profesional de Valentina lo desconcierta aún más, y Tristán siente cómo va perdiendo la compostura, preguntándose cómo puede actuar con tanta naturalidad cuando su propia mente está llena de caos y sentimientos encontrados.

¿No debería estar enojada?, ¿no debería reclamarme?, piensa, mientras la escucha hablar. 

⎯Posiblemente se necesitará tirar un último muro, y ya no habría que hacer más ⎯finaliza su explicación Valentina⎯. ¿Lo autorizas? 

Tristán asiente con la cabeza. No tiene ni idea de qué autorizó, pero, si viene de Valentina, no debe ser tan malo. 

⎯Bien, entonces manos a la obra, que ya faltan dos semanas para la inauguración ⎯ordena Valentina, con amabilidad. 

El arquitecto asiente, complacido, y después se aleja para perderse en el lugar. Tristán lo ve alejarse y sabe que es la oportunidad que ha estado esperando, pero, Valentina, que todavía sostiene los planos en sus manos, lo mira solo lo necesario, sin dejar ver ninguna emoción adicional en su rostro.

⎯Tristán, ¿todo bien? ⎯pregunta, sin dejar de revisar los documentos.

Él no responde de inmediato. Las palabras se le atoran en la garganta, confundido por la falta de reacción de ella. Es casi como si lo ocurrido no hubiese significado nada; pero para Tristán, significó mucho.

Tristán observa a Valentina mientras trabaja, y la necesidad de hablar con ella lo invade. Tiene que decirle algo, aclarar lo que pasó, o al menos intentarlo. Se acerca a ella, intentando no mostrar lo nervioso que está.

⎯¿Podemos hablar un momento en privado? ⎯le pide Tristán, con una voz un poco más baja de lo habitual.

Valentina asiente, recoge sus notas y se dirige hacia una parte más apartada del salón, Tristán la sigue, con el corazón, latiéndole con fuerza en el pecho.

Al llegar, Valentina se apoya ligeramente sobre el muro, cruzando los brazos con tranquilidad. Esa calma que proyecta lo desconcierta, como si todo lo que pasó entre ellos no la hubiera afectado en lo más mínimo. Tristán se siente torpe, fuera de lugar, y no sabe por dónde empezar.

 ⎯Valentina, sobre lo que pasó… Lo siento mucho por no haber ido a la cena de cumpleaños. ⎯Las palabras salen rápidas, nerviosas, como si intentara vaciarse de culpa con una sola frase.

Valentina le mira con una pequeña sonrisa, una que no llega a sus ojos.

⎯No tienes que disculparte, Tristán. Lo entiendo. ⎯Su tono es firme, amable, pero distante, como si esa conversación ya la hubiera tenido en su cabeza y lo hubiera superado hace tiempo.

Tristán frunce el ceño, confundido por su reacción.

⎯De verdad, no es que no quisiera ir… Es que, con la fiesta de Ana Carolina y todo lo que… ⎯balbucea, incapaz de encontrar las palabras correctas.

Valentina se incorpora un poco más, y su mirada lo corta con una mezcla de determinación y aceptación.

⎯No tienes que explicarme nada. Sé que no podías dejar plantada a tu novia con todo lo que preparó. No tienes por qué sentirte mal por eso, Tristán. Tienes una vida. Una novia, amigos, trabajo… Yo lo entiendo. ⎯Sus palabras, aunque tranquilas, llevan una carga emocional que empieza a desgarrar a Tristán desde dentro.

⎯Pero… ⎯intenta interrumpir, pero ella le corta.

⎯Y yo… Bueno, yo pronto me iré. Ya te lo dije. ⎯Su voz tiene un tinte de tristeza que intenta ocultar⎯. Yo soy errante, no tengo nada de eso, y yo… Mi lugar no es aquí, ni con ustedes. Todo esto es temporal, y lo sé desde el principio.

Tristán da un paso hacia ella, desesperado por decir algo, pero siente que se le escapan las palabras.

⎯Valentina, no quiero que te vayas. ⎯Finalmente, lo dice, aunque sabe que su súplica está cargada de contradicciones que no puede resolver.

Ella baja la mirada, su voz ahora más suave.

⎯Tristán, no te tortures. El beso solo fue un regalo… un regalo de cumpleaños. No significó nada más. ⎯Levanta la cabeza y lo mira a los ojos, como si esas últimas palabras fueran una decisión que hubiera tomado para ambos.

Tristán da un paso adelante, acortando la distancia entre ellos, con una determinación que hace que el aire entre ambos se vuelva más denso, más cargado de algo que ninguno de los dos ha querido enfrentar. Valentina, mientras mantiene una expresión de calma, siente cómo sus defensas comienzan a tambalearse. Intenta retroceder, pero su espalda ya toca el muro, dejándola sin escape. Su corazón late con fuerza, consciente de la proximidad de Tristán.

⎯¿Un regalo? ⎯pregunta él, su voz baja, pero tensa, cada palabra, una mezcla de incredulidad y dolor⎯. ¿Eso es lo que significó para ti? 

Valentina intenta responder, pero se le hace difícil. Tristán no retrocede; en cambio, se apoya con una mano en la pared, justo al lado de su cabeza, acorralándola sin llegar a tocarla. La cercanía entre ambos es palpable, creando un espacio cargado de emociones mudas. Ella respira profundo, tratando de mantener el control, sin embargo, él está demasiado cerca, tan cerca que su perfume la envuelve, haciéndola temblar internamente.

⎯Tristán… ⎯su voz sale en un susurro.

Él inclina el rostro hacia ella, su mirada fija en la de Valentina, buscando en sus ojos una verdad que ella no quiere admitir. Quiere besarla de nuevo, sentir su calor. Escuchar el leve gemido de su garganta. Lo necesita. Pero sabe que no es el momento. 

⎯No fue solo un regalo, Valentina ⎯dice Tristán, su tono grave y cargado de una intensidad que ella no puede ignorar.

El silencio que sigue es casi ensordecedor, cargado de una atracción tan fuerte que Valentina apenas puede respirar. Sabe que necesita poner fin a esta conversación, pero la cercanía de Tristán la paraliza, como si la atrapara en un torbellino de emociones que la dejan vulnerable. Él, por su parte, levanta una mano y la posa ligeramente en su brazo, apenas rozándola, pero el contacto es suficiente para que un escalofrío recorra su cuerpo.

⎯Deberíamos ser amigos, Tristán ⎯murmura ella, aunque su voz carece de la firmeza que quisiera proyectar.

Tristán no se mueve, no retrocede. En cambio, se inclina un poco más hacia ella, sus labios apenas a centímetros de los suyos.

⎯¿Amigos? ⎯repite con una sonrisa amarga⎯. Sabes tan bien como yo que eso no será posible.

Valentina siente el nudo en su garganta, intentando mantener el control de la situación. Él está demasiado cerca, y a pesar de todo lo que quiere negar, la verdad es que el beso no fue solo un simple regalo, fue todo, absolutamente todo. Sin embargo, no puede permitirse sentir más, no puede darle espacio a algo que no tiene futuro. Ella tiene razón, se irá… ¿Qué quedará de él? 

⎯Te pido… ⎯insiste ella. Sabe que le dirá algo más, pero Valentina decide callar. 

⎯Entonces… ¿Amigos? ⎯repite Tristán, su tono suave, pero cargado de una melancolía que no puede ocultar.

Valentina asiente con una leve sonrisa que no alcanza sus ojos. El viento, que proviene de la ventana abierta, mueve sutilmente su cabello, y por un segundo, Tristán se queda perdido en ese detalle, como si quisiera recordarlo para siempre.

⎯Sí, amigos. —responde Valentina, con más fuerza de la que siente realmente—. Así tiene que ser. 

Ambos saben que esa palabra no les hace justicia, pero deciden enterrarlo ahí, en ese pequeño rincón, en sus mentes, rodeados de paredes recién construidas y emociones no tan fáciles de derrumbar. El aire entre ellos sigue cargado de esa atracción que late a pesar de las palabras. La tensión sigue presente, pero se envuelve en una aceptación forzada que deja a los dos con la sensación de estar perdiendo algo importante.

⎯Bueno… ⎯dice Tristán, bajando la mirada como si, al hacerlo, pudiera alejarse de la intensidad del momento⎯. Entonces supongo que es lo que es. 

Valentina siente el eco de sus palabras resonar en su pecho, pero decide mantenerse firme.

⎯Lo es ⎯contesta, casi en un susurro.

Ambos se despiden con una leve inclinación de cabeza, un gesto casi formal que contrasta con la tormenta emocional que bulle debajo de la superficie. Y mientras ella se va, su corazón late más rápido con cada paso que la aleja, y sabe que está dejando algo mucho más grande atrás.

Valentina camina hacia la mesa con una calma envidiable, como si la conversación con Tristán no hubiera dejado huella alguna. Su paso es firme, su expresión indiferente, pero Tristán sigue observándola desde lejos, luchando contra la confusión y el deseo que se mezclan dentro de él. Sabe que el acuerdo de ser solo amigos no ha resuelto nada, y que, en el fondo, la atracción entre ellos sigue viva, ardiendo bajo la superficie.

Ella se inclina sobre los planos, señalando algunas de las correcciones del arquitecto, su rostro iluminado por la luz que entra por las ventanas del lugar. Tristán la observa desde una distancia, el nudo en su estómago creciendo con cada segundo. Ella parece tan independiente, tan distante, como si ya hubiera hecho las paces con lo que ocurrió entre ellos. Pero él… él no puede.

En ese momento, Ana Carolina regresa de su recorrido con Tazarte, su rostro lleno de emoción.

⎯Cariño, este lugar es increíble ⎯comenta, acercándose a Tristán con una sonrisa radiante.

Tristán, que aún no puede deshacerse de la tensión interna que le provoca la presencia de Valentina, desvía la mirada hacia ella. Observa cómo Valentina sigue trabajando, su porte sereno y profesional. Aun así, cuando la voz de Ana Carolina lo saca de su ensimismamiento, no puede evitar responder distraído.

⎯Lo es, es increíble ⎯murmura, aunque sus palabras están dirigidas más hacia sus propios pensamientos que hacia su novia.

Valentina, al notar su presencia, se da la vuelta y, al ver a Ana Carolina, un leve gesto de tensión atraviesa su rostro. Sin embargo, rápidamente recupera la compostura y sonríe con cortesía.

⎯Señorita Santander ⎯saluda Valentina, con una formalidad educada pero amistosa

Ana Carolina se adelanta, mostrando un gesto de reconocimiento y admiración.

⎯Veo que has hecho de este proyecto algo realmente increíble, muchas felicidades ⎯comenta, sus palabras cargadas de sinceridad.

Valentina devuelve la sonrisa, pero la tensión entre ella y Tristán es palpable en el aire, aunque Ana Carolina parece ajena. Los ojos de Tristán y Valentina se encuentran, y es como si el tiempo se detuviera un segundo, el peso de las emociones no dichas llenando el espacio entre ellos. Valentina suspira apenas, pero lo suficiente para que Tristán lo note.

⎯Bueno, me regreso a la oficina… ⎯dice Valentina rápidamente, buscando una salida para distanciarse de la incomodidad—. Tengo que ver algunas cosas.

⎯Vamos, yo te llevo ⎯interviene Tristán antes de que ella pueda replicar, su tono algo más firme de lo necesario.

Valentina lo mira, intentando descifrar sus intenciones. Sin embargo, antes de que pueda rechazarlo, Ana Carolina se adelanta.

⎯No, puedo irme con Tazarte, no es necesario ⎯insiste, buscando evitar la incomodidad de compartir el coche con ellos.

⎯Vamos, Tristán y yo iremos para allá, ¿cierto? ⎯dice Ana Carolina, inocente y alegre⎯. Además, tengo que planear con él los patrocinios para el proyecto.

Valentina, al no tener más remedio, asiente, forzada a aceptar la situación. Se siente atrapada entre ellos, consciente de la tensión, mientras Ana Carolina sigue sin notarlo. La idea de estar en el mismo coche que Tristán después de lo que ha pasado la inquieta, pero sabe que no tiene elección.

Los tres salen de la Casa de la Música momentos después, la atmósfera entre ellos cargada de una tensión invisible pero palpable. Valentina, en silencio, abre la puerta trasera del auto sin esperar a que Tristán lo haga por ella, una clara señal de que no quiere ningún tipo de contacto físico. No quiere que él la toque ni que la situación entre ellos se complique más de lo que ya es. Ha tomado su decisión, la misma que Tristán parece haber aceptado a regañadientes. Ambos han hecho sus elecciones, aunque el vacío de lo que no se dicen pesa sobre los tres.

El trayecto de regreso a la fundación es largo, o al menos así se siente para Tristán y Valentina. Ana Carolina, ajena a la tormenta emocional que ocurre en silencio entre ellos, habla con entusiasmo sobre su propuesta a Tazarte.

⎯Entonces, Valentina, me imagino que tú sabrás cuántos instrumentos debemos comprar para la orquesta juvenil, ¿no? ⎯pregunta Ana Carolina, con una sonrisa mientras mira por el retrovisor.

Valentina, que ha estado mirando por la ventana, regresa al presente con la pregunta

⎯No, la verdad no… Yo soy ingeniera ambiental, creo que Tazarte es el indicado para ese tipo de decisiones ⎯responde con suavidad, sin mirar a Tristán, intentando mantener la conversación en un nivel formal y profesional.

Mientras tanto, Tristán juega nerviosamente con el anillo que Ana Carolina le regaló. La arcilla se siente pesada como el  metal, como si simbolizara no solo su relación con ella, sino también la confusión que lo consume. La promesa que le hizo a Valentina retumba en su cabeza, haciéndole cuestionar todo.

Solo amigos, se repite una y otra vez en su mente, tratando de convencerse de que es lo mejor, de que puede controlar lo que siente. Pero el camino por delante se ve cada vez más incierto.

Al llegar finalmente a la fundación, Valentina se apresura a abrir la puerta y baja del auto antes de que alguien pueda detenerla. Apenas pone un pie en la acera, el aire frío golpea su rostro, pero no es suficiente para calmar el huracán emocional que siente por dentro. La ansiedad la envuelve y la necesidad de escapar de ese auto, de esa situación, la abruma. Necesita alejarse, distanciarse de ellos antes de que las emociones la superen.

Tristán la observa desde el asiento delantero y nota que algo no está bien.

⎯¿Estás bien? —pregunta con voz suave, preocupado al ver cómo Valentina se aleja de la entrada del edificio sin siquiera mirarlos.

Valentina mueve las manos en un gesto que pretende ser tranquilizador, pero su cuerpo traiciona la verdad. Nada está bien, y ambos lo saben. Sin embargo, ninguno de los dos se atreve a decirlo en voz alta. Solo amigos es la tontería más grande que ambos han acordado. 

5 Responses

  1. 😱😱😱😱😱😱 ufff que situacion mas fuerte por Dios, que impotencia, desconcierto, dolor, culpa deben de sentir los dos. Se deben sentir como la💩. No saber que elegir, que es lo correcto, esa duda de saber que elegir si lo aparente seguro y conocido o lo nuevo y volatil, porque es dificilsaber que hacer y no equivocarse, no defraudar, no perderte. Pobre Tristan.

  2. Ufff… Que situación más complicada y dolorosa.
    Primero decir que el beso fue un regalo, es la aceptación de que lo que ambos compartieron, no significó nada. Que sólo sucedió porque sí y no hay más 😓.
    Luego está ese momento, de tensión y de riesgo de estar muy cerca uno del otro, con Ana Caro en el mismo lugar, conociendo las instalaciones 🫢 .
    Podría haberlos visto y descubierto el secreto 🫣.
    Luego compartir el auto, yo también sentiría que me falta el aire si eso me pasara 😱.

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