DANIEL 

La luz de la galería se difumina a medida que avanzamos de una sección a otra, pero algo más denso flota en el aire: la tensión entre Sebastián y yo. No fue suficiente el pequeño instante frente a la fotografía privada; desde ese momento, él ha seguido buscando cualquier oportunidad para acercarse más, para empujar los límites entre lo que es una amistad casual y algo más. Cada comentario suyo, cada mirada prolongada, es una invitación silenciosa.

⎯¿Te gusta esta? ⎯me pregunta, su voz baja y cargada de intención. Estamos frente a otra obra, esta vez un paisaje desolado, la luz del atardecer reflejándose en un río. Sebastián está tan cerca que puedo sentir su calor, y aunque trato de concentrarme en la fotografía, es imposible ignorarlo.

Asiento, sin mirarlo.

⎯Es hermosa ⎯digo, esperando que sea suficiente para cambiar el rumbo de la conversación.

⎯No tanto como lo que estoy viendo ahora ⎯responde, y sé que no está hablando de la fotografía.

Me río, pero es una risa nerviosa. No es que Sebastián no sea atractivo, lo es, y en más de un sentido. Pero hay algo en su insistencia que me hace sentir atrapado. Su seguridad es apabullante, como si estuviera acostumbrado a que todo el mundo cayera a sus pies con solo un par de palabras bien colocadas. Y no puedo negar que parte de mí se siente tentado a dejarme llevar, a ver hasta dónde podría llegar.

Pero la otra parte de mí… la otra parte piensa en Tazarte.

Mientras seguimos avanzando por la galería, Sebastián se mantiene cerca, su mano rozando la mía de vez en cuando, su voz bajando de tono cada vez que hablamos. Intento mantener la conversación ligera, pero él siempre encuentra la manera de llevarla a un lugar más personal, más íntimo.

⎯Es en serio lo que te dije, me gustaría hacerte un retrato ⎯insiste. 

Volteo a verlo. 

⎯Supongo que no quitarás el dedo del renglón ⎯contesto, con ligereza. 

⎯No cuando algo me apasiona ⎯contesta. 

Sebastián sonríe de manera casi felina, inclinándose un poco hacia mí, lo suficiente para que pueda oler su perfume otra vez. Es un aroma amaderado y especiado, una fragancia que parece diseñarse para dejar una huella.

⎯No cuando algo me apasiona ⎯contesta, su voz baja y seria, cargada con una promesa que aún no me atrevo a descifrar del todo.

Sus palabras quedan en el aire, resonando con una especie de eco emocional que no puedo evitar sentir. “Pasión”. Esa palabra tiene un peso especial cuando sale de los labios de alguien como Sebastián, alguien que parece siempre obtener lo que quiere, alguien que está acostumbrado a deslumbrar y conquistar.

Me quedo quieto un segundo, sopesando lo que está diciendo, sopesando lo que su mirada implica. La posibilidad de dejarme llevar, de ceder a la tentación, parece colarse en mi mente con más fuerza de la que debería. Sé que no es solo una oferta artística. Lo que Sebastián quiere no es solo capturar una imagen mía, sino algo más. ¿Estoy listo para eso? Mi cuerpo dice “sí”, mi mente… “No lo sabe”. 

⎯¿Un retrato? ⎯repito, para ganar tiempo, como si eso fuera a disuadirlo de su idea⎯. ¿No crees que hay suficientes personas que podrías fotografiar antes que a mí? Gente más interesante, más… no sé, menos común.

Su sonrisa se amplía, y sé que estoy caminando directo hacia su trampa.

⎯Esa es la cosa, Daniel ⎯dice, su tono volviéndose más íntimo⎯. No quiero a alguien “menos común”. Quiero a alguien real. Y hay algo en ti… algo que me gustaría capturar. Algo que las demás personas no pueden ver, pero que yo sí veo.

Lo miro, y por un momento, el silencio entre nosotros es tan espeso que siento que podría cortarlo. Me pregunto si en realidad debería aceptar su oferta, dejarme llevar por el “a ver qué sucede”. 

⎯No lo sé, Sebastián ⎯respondo finalmente, mi voz más suave de lo que esperaba⎯. No estoy seguro de que sea buena idea.

⎯Solo piénsalo, ya te dije —dice, acercándose un paso más, su rostro ahora a centímetros del mío⎯. No tienes que decidir ahora. Pero cuando estés listo… me avisas.

Sus ojos no se apartan de los míos, y, por un instante, siento que el suelo tiembla bajo mis pies. Mis instintos me dicen que me aleje, que no entre en un juego del que tal vez no pueda salir, pero otra parte de mí, una parte que apenas reconozco, se siente atraída hacia esa intensidad.

Salimos de la galería. El aire exterior me golpea la piel caliente, pero no es suficiente para disipar el fuego que ha estado encendiéndose dentro de mí durante las últimas horas. Sebastián y yo caminamos hasta el coche, pero esta vez no intenta besarme ni rozarme de nuevo. Simplemente se despide con una sonrisa, segura y confiada, como si supiera que este no es el final.

⎯¿Nos vemos luego? ⎯pregunta, sin darme tiempo a procesar lo que ha pasado.

⎯Sí… claro ⎯respondo automáticamente, aunque no estoy seguro de lo que quiero. ⎯Lo veo alejarse⎯. Estuvo cerca ⎯me digo. 

Después siento un calor intenso, no sé si es el verano o el casi beso. Es como si el aire a mi alrededor se hubiese vuelto más denso, más pesado. Mi cuerpo aún siente la cercanía de Sebastián, su tacto sobre mi piel. Su aroma: fuerte pero agradable. 

⎯Dios… necesito una ducha o algo mejor ⎯murmuro, para después tomar un taxi. 

***

Cuando llego a casa, el sol ya está descendiendo en el horizonte, y el calor del día parece haberse instalado en mi piel. Todavía siento la presión en mis hombros por lo que sucedió con Sebastián en la galería, y aunque el aire de la tarde es refrescante, no puedo evitar sentirme agitado por dentro.

⎯¡Ma!, ¡Pa! ⎯grito, al entrar a la sala. Pero no obtengo respuesta. Lo único que escucho es el eco de voces elevadas desde la parte superior de la casa. Me detengo y presto atención. Es Héctor, mi hermano, discutiendo con su novia, Angélica, a gritos.

⎯¡No puedes controlar todo, Angélica! ¡No todo es como tú quieres! ⎯el tono de Héctor es fuerte, lleno de frustración.

⎯¿Pero sí cómo lo quiere Mar? ⎯escupe Angélica con veneno, y, por un momento, me quedo en el sitio. 

⎯¿De qué hablas, mujer? ⎯la voz de Héctor se eleva aún más, su tono ya al borde del colapso⎯. ¿Qué tiene que ver Mar? ¿Por qué insistes en meterla en la conversación? 

⎯¡Todo! ¡Todo tiene que ver con ella! ⎯Angélica responde, la ira vibrando en cada palabra.

⎯¡Basta! ⎯Héctor grita de nuevo, pero esta vez su voz se quiebra un poco, como si estuviera agotado de la discusión, de la pelea constante⎯. ¡Estoy hasta la madre de ti!, ¡por qué no te vas de una buena vez! 

⎯Eso quisieras, ¿no? Pues te voy a decir por qué… 

De pronto el silencio se hace. Uno tan profundo que me eriza la piel. Me quedo en el pasillo, las manos aún en los bolsillos, sin saber si debo subir y hacer algo o simplemente dejarlos resolverlo. La relación de Héctor y Angélica ha estado siempre en esa línea delgada entre la pasión y la guerra. A veces, pienso que la intensidad de sus peleas es proporcional a lo que sienten el uno por el otro, pero otras veces… no estoy tan seguro.

Finalmente, decido que no es mi problema, al menos no hoy. Lo último que necesito ahora es involucrarme en una pelea que no tiene nada que ver conmigo. Así que me dirijo a la piscina en el patio trasero. El agua reluce bajo los últimos rayos del sol, y, por un momento, me permito imaginar que al meterme en ella todo el calor, la incomodidad, y el caos de las últimas horas se desvanecerán.

Me quito la camiseta y me lanzo al agua, permitiendo que la frescura me envuelva. El impacto del agua contra mi piel es justo lo que necesitaba, es como si me reiniciara, dándome una pausa de la confusión que siento desde que salí con Sebastián. Floto en la superficie por unos minutos, cerrando los ojos y dejando que el agua se lleve todo lo que siento.

Ese casi beso… era un beso.

Tengo años de no dar uno, ni sentirlo. Enterré mi intimidad hace mucho. Mis deseos, mi sexualidad. A veces olvido que soy un ser humano con necesidades, con ganas de conexión, de sentir el calor de alguien más. Pero cuando me vi a solo centímetros de los labios de Sebastián, algo en mí despertó. Fue como si un fuego latente, uno que no había querido reconocer por tanto tiempo, finalmente se avivara.

El agua de la piscina me enfría, pero no lo suficiente como para apaciguar lo que sucedió hace unas horas. La imagen de Sebastián tan cerca de mí, el magnetismo en su mirada, su insistencia. Nunca había sido alguien que se dejara seducir tan fácilmente, pero en ese momento, me sentí vulnerable, expuesto a algo que no había sentido en mucho tiempo: deseo.

No es solo el hecho de casi haberlo besado, sino el hecho de que lo deseé. Después de todo lo que he pasado, después de lo roto que me siento, la posibilidad de querer a alguien —o de que alguien me quiera— parece tan lejana, casi inalcanzable. 

Mis pensamientos siguen girando mientras el agua amortigua el sonido del exterior. Floto, con el sol poniéndose en el horizonte, y me siento dividido entre lo que fue y lo que podría ser. Entre el deseo de sentir algo y el miedo de abrirme a ello. 

⎯Gracias a ti, algo tan maravilloso se siente tan mal ⎯murmuro, y no a Sebastián, ni a mí mismo… a él. 

Cuando salgo de la piscina, el aire fresco me hace tiritar ligeramente, pero me siento mejor. El peso que llevaba en los hombros se ha disipado un poco. Voy hacia el armario de la piscina y saco una toalla. Me la amarro en la cintura y me quito los pantalones mojados. Las voces se han pagado arriba. No sé qué pasó, tampoco lo quiero averiguar. 

Tengo hambre, pero mejor esperaré a que mis padres regresen o al menos a que Héctor y Angélica bajen; quiero una pizza, no, una hamburguesa. Supongo que ahora tengo antojos. Miro mi móvil que reposa sobre la tumbona, seco ya de las gotas que cayeron de mi cuerpo, y siento la tentación de escribirle a Bart. Quiero escuchar su voz otra vez. A pesar de todo lo que sucedió anoche, de lo confuso que fue hablar de Raúl, Bart siempre tiene la capacidad de calmarme. De hacerme sentir que no estoy solo.

Abro el chat y escribo rápido.

“Bart, ¿puedes hablar?”

Presiono enviar sin pensarlo demasiado, y me recuesto en la tumbona, esperando. El sol se ha ido casi por completo, y el cielo adopta tonos suaves de anaranjado y violeta. El contraste con el agua de la piscina parece casi surrealista. Me siento en calma, pero dentro de mí aún queda ese remolino de pensamientos y emociones.

Bart no contesta. Tal vez está ocupado.

Observo la pantalla del móvil en silencio, pero no hay respuesta. El tiempo parece ralentizarse, haciéndome más consciente de la sensación de vacío que me queda tras la salida con Sebastián. Quizá por eso quería hablar con Bart. Él siempre sabe qué decir, cómo escucharme. Es como si siempre estuviera ahí, aunque nunca lo he visto en persona. A veces, siento que lo conozco mejor que a nadie.

Dejo el móvil sobre la tumbona y me recuesto, sintiendo la humedad en mi piel mientras dejo que el aire de la tarde acaricie mi rostro. El agua aún gotea de mi cabello y resbala por mi pecho, pero la frescura no es suficiente para calmarme.

¿Por qué no contesta? Me siento como un niño esperando a que su amigo invisible. Me siento patético, necesitando siempre alguien que me escuche. Pero Bart ha sido esa persona para mí, y aunque nuestra conexión es extraña, es la única que realmente me hace sentir que no estoy solo en esto. Ni siquiera con Sebastián pude sentir eso hoy, aunque estuve tan cerca de él. Era diferente, más superficial, más físico.

El móvil vibra en la tumbona y mi corazón da un pequeño salto.

“Hola, Daniel. ¿Todo bien” 

Suelto un suspiro que no sabía que estaba reteniendo y me inclino hacia el móvil para responder.

“Solo necesitaba hablar…”

Pero mientras miro el mensaje a medio escribir, dudo. ¿Cómo le explico lo que realmente me está pasando? Lo que casi sucedió en la galería. ¿Cómo le cuento que estuve a punto de besar a Sebastián y que una parte de mí lo deseaba, pero la otra se sintió vacía? ¿Cómo decirle que no sé si es Sebastián lo que realmente quiero, o si lo hago solo para llenar el vacío que siento?

De repente, lo que quiero decir parece demasiado complicado para escribir en un mensaje.

“¿Te puedo llamar?”

3 Responses

  1. Ufff q presion la de Sebastian jejeje no pierde el tiempo. Jajaja pero bueno pues esta sirviendo para que Daniel vaya despertando. Pero que busque a Tazarte para calmarse jajajaja. Y Bart awww es esa conciencia de los 2 de Tazarte y Daniel. Es esa conexion que tienen pero que a la vez desconocen. Jum q hara tazarte? Le dira q si puede llamar??

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