Miguel
-Mañana siguiente-
El día de hoy comenzó distinto, con una sensación de plenitud que hacía mucho no experimentaba. Me desperté con una felicidad serena, de esas que llenan cada rincón de uno mismo y que no necesitan ser expresadas en voz alta para ser reales. Después de todo lo vivido, de las noches de soledad y de las dudas sobre si volvería a encontrar un propósito compartido, hoy me siento completo.
La propuesta que le hice a Ceci anoche fue un paso enorme, uno que implicó abrirme, comprometerme, y ofrecerle algo más allá de lo personal; fue ofrecerle la libertad que tanto merece y un lugar junto a mí. Pensé que podría sentir dudas, que tal vez el compromiso sería abrumador, pero no es así. Todo lo contrario, me siento en paz. Esto es lo que quiero hacer. Esto es lo correcto.
Después de esa conversación en la que Ceci aceptó salir de las sombras de Carol y empezar un camino conmigo, fui directo a mi casa con un objetivo claro. Solicité el dinero que le debe a Carol sin pensarlo dos veces. Para mi suerte, el dinero no es problema, simplemente es una llamada a mi contador y de inmediato él se encarga de hacer lo que le pido. Ceci merece cada segundo que pueda recuperar, cada momento de libertad que ha perdido mientras cumplía con esa deuda. Y si está en mis manos devolvérselo, entonces lo haré con gusto.
Ceci y yo hemos acordado mantener todo en secreto lo de trabajar para mí hasta después de la fiesta de Salvador; supongo que ya tiene suficiente con lo de nuestra relación. No queremos levantar sospechas antes de tiempo ni darle a Carol la oportunidad de complicarnos las cosas. La conocemos bien; sabemos que, si sospecha algo, podría tomar represalias antes de que Ceci esté completamente libre. Queremos evitar confrontaciones innecesarias. Así que, por ahora, mantendremos la calma y la discreción. Dejaremos que todo siga su curso natural y, cuando el momento sea el adecuado, informaremos a Carol que Ceci dejará su puesto para venir a trabajar conmigo.
La fiesta de Salvador será el punto de inflexión. Hemos planeado que, una vez concluya el evento, Ceci podrá comunicarle a Carol su decisión. Queremos que sea en un ambiente que facilite la despedida, donde la noticia no cause tanto impacto y pueda ser tomada con menos resistencia. Es nuestra manera de protegernos y de asegurarnos de que el cambio sea lo menos traumático posible; eso esperamos.
⎯¡Apa! ⎯escucho la dulce vocecita de Mía desde la puerta de mi habitación. Una sonrisa se dibuja en mi rostro; no puedo evitarlo. Estoy feliz porque mi hija ha progresado tanto en sus clases de lenguaje, y ahora dice “papá” a su manera, con esa ternura que solo ella tiene. Desde que aprendió a decir la palabra, no ha dejado de usarla, y cada vez que la escucho, siento como si el corazón se me llenara de una alegría indescriptible.
Abro la puerta, y ahí está Mía, con sus dos trenzas perfectamente peinadas, sosteniendo una muñeca en sus manos. Corre hacia mí, y yo me agacho a su altura, abriendo los brazos para recibirla en un abrazo que ella acepta con una risa contagiosa.
⎯Mi corazón… Buenos días ⎯le digo, acariciando su pequeña espalda.
⎯Beno di ⎯contesta, con una sonrisa que ilumina todo.
⎯¡Guau! ¿Muñeca nueva? ⎯pregunto, notando que la muñeca que trae es diferente a las que ya conozco.
⎯Galo ⎯responde, con una expresión de orgullo en su rostro.
⎯¿Regalo? ¿Otro regalo de la escuela? ⎯le digo, sorprendido.
Mía simplemente asiente y, con total naturalidad, se sienta en mi cama y comienza a jugar con la muñeca. Mientras ella se distrae, yo termino de ajustar la corbata y me pongo el saco, observándola de reojo con una ternura que no logro ocultar.
⎯Te llevaré a la escuela ⎯anuncio.
⎯¡Va! ⎯responde ella entusiasmada, saltando de la cama y tomando mi mano.
Con Mía a mi lado, ambos salimos de la habitación. Hoy es un día especial porque Su, nuestra niñera, tiene el día libre y está en consultas médicas. Así que hoy estaré a cargo de Mía todo el día. La llevaré a la escuela, la recogeré, haremos la tarea juntos, y si el tiempo lo permite, tal vez la lleve al parque. Estoy emocionado por tener la oportunidad de pasar tiempo de calidad con ella después de lo que pasó con Ceci.
Mientras bajamos las escaleras, recuerdo que aún no he confirmado si Mía ya desayunó.
⎯¿Ya desayunaste? ⎯le pregunto, esperando su respuesta.
⎯Va ⎯me contesta, usando su forma de decir “sí”.
⎯Bien ⎯le digo, satisfecho.
Al llegar a la entrada, noto que Mía ha dejado su muñeca junto a otra que ya tiene en la puerta, como si estuviera formando un pequeño ejército de muñecas. Me sorprende ver tantas nuevas.
⎯¿Desde cuándo tienes tantas muñecas nuevas? ⎯le digo con una risa⎯. Tendré que decirle a la escuela que deje de regalártelas, o no cabremos en casa.
Mía simplemente me sonríe y toma ambas muñecas con sus pequeñas manos. No puedo evitar notar lo hermosa que se ve con sus trenzas bien peinadas, así que saco mi móvil y le tomo una foto. Ella observa la pantalla con curiosidad.
⎯Eca ⎯dice, señalando la imagen.
⎯La muñeca sale bien ⎯le digo en tono de broma⎯. Pero tú sales aún mejor, mi amor. Ahora vámonos a la escuela.
Con una mezcla de alegría y orgullo, tomo la mano de Mía y juntos salimos hacia el auto, listos para iniciar nuestros días. Mía entra al auto con su energía habitual, y mientras el chofer la sienta cuidadosamente en su silla, el portero se me acerca con un pequeño montón de correspondencia en la mano.
⎯Como si no tuviera suficiente ⎯le comento con una sonrisa cansada. El portero se ríe, asintiendo en complicidad.
Me subo a la camioneta, y el chofer cierra la puerta detrás de mí. Mía ya está entretenida con sus muñecas, balanceándolas al ritmo de una canción de Disney que suena suavemente en las bocinas del auto. Su risa me llena de paz, haciéndome olvidar por un momento el peso de los papeles en mis manos.
Comienzo a abrir la correspondencia, revisando rápidamente los sobres uno por uno: cuentas habituales, invitaciones para eventos sociales que probablemente ignoraré, promociones innecesarias… Hasta que me detengo al ver un sobre en blanco, sin remitente ni ningún tipo de identificación. Algo en su simplicidad me incomoda.
⎯Esto es raro ⎯murmuro, más para mí mismo que para alguien más.
Sin pensarlo demasiado, deslizo el dedo bajo la solapa y abro el sobre. Dentro, solo hay una hoja de papel blanco, simple y sin adornos. Al desplegarla, me encuentro con un mensaje inquietante: cada palabra está compuesta de letras recortadas de revistas y periódicos, pegadas sobre el papel en una especie de collage siniestro. El mensaje dice:
“El pasado nunca desaparece. Pronto tendrás que tomar decisiones, algunas más difíciles de lo que imaginas. Mantente atento, Miguel. Los hilos que creías rotos están más tensos que nunca.”
Mi corazón da un vuelco. El tono del mensaje, aunque indirecto, tiene un aire de amenaza que me pone en alerta de inmediato. Por un instante, el mundo se desvanece a mi alrededor; solo escucho la suave respiración de Mía y la música de fondo, como un recordatorio de que no estoy solo. Me esfuerzo por mantener la calma y no mostrar ninguna señal de preocupación delante de ella.
Miro a Mía por el retrovisor, ajena al mensaje, sumergida en su mundo de fantasía, feliz y despreocupada. La pureza de su inocencia me devuelve a la realidad y me da fuerzas para mantener el control. Pero la inquietud persiste. Este sobre… este mensaje… ¿quién podría haberlo enviado? ¿Y qué pretende recordarme del pasado?
Guardando el sobre con cuidado en el portafolio, respiro hondo, dispuesto a no dejar que el mensaje me arruine el día. Pero una sombra de duda se ha instalado en mi mente.
Jamás he recibido un mensaje así. La idea me inquieta. No tengo enemigos, al menos no que yo sepa. No soy un hombre de secretos oscuros ni de decisiones cuestionables. He llevado mi vida de la forma más recta posible, cuidando de mi hija y de mis negocios, sin pisar los límites ni meterme en problemas que me pudieran traer consecuencias.
¿Pasado? Me repito la palabra en silencio, y lo único que logro sentir es confusión. ¿Qué clase de pasado podría atormentarme, si he sido transparente en todos mis actos? No comprendo qué está pasando.
La idea de “decisiones difíciles” y de “hilos que creía rotos” me produce una incomodidad que no puedo sacudirme. ¿Será un malentendido? ¿Algún tipo de broma pesada? Pero el tono del mensaje no tiene nada de humor; es frío, calculador, como una advertencia que pretende erizarme la piel. Y lo ha conseguido. ¿Quién querría intimidarme así?
****
⎯¿Tal vez un socio? ⎯me pregunta Enrique, el esposo de Izel. Está en Madrid por el cumpleaños de Salvador y ha decidido pasarse por la oficina para revisar algunos asuntos del negocio.
Me inclino hacia adelante, el sobre con el mensaje extraño aún entre mis manos, como si tuviera la esperanza de que, observándolo más de cerca, encontraría alguna pista reveladora.
⎯¿Un socio? Parece más bien una amenaza de la mafia. ¿Por qué un socio haría algo así? ⎯respondo, intentando ocultar mi frustración, pero sin éxito.
Enrique se recarga en el respaldo de la silla, cruzando los brazos y observando el techo, como si en las vigas de la oficina pudiera encontrar respuestas. La luz de la tarde le da un aire pensativo, y por un momento agradezco tenerlo aquí; su visión siempre ha sido clara, lógica, y en este momento necesito justo eso.
⎯¿Qué piensas tú? ⎯le pregunta a Salvador, mirándolo con interés.
Salvador encoge los hombros, haciendo una pausa antes de responder.
⎯¿Tal vez se equivocaron? Podría ser un mensaje que no era para ti. A veces, este tipo de mensajes en sobre blanco se envían a personas con un perfil alto, como tú, y si alguien cometió un error en la entrega…
Pero su tono, aunque calmado, no me convence. Equivocarse de destinatario. No sé si lo veo tan simple. La idea de que alguien “se equivocó” cuando todo en el mensaje parece calculado, misterioso, dirigido a mis decisiones… no puedo simplemente descartarlo.
⎯No lo sé, Salva. La forma en la que está redactado… no suena como algo accidental. Habla de “decisiones difíciles” y de “hilos del pasado.” Siento que hay algo detrás, algo que aún no entiendo.
Salvador asiente, su rostro adoptando una expresión seria. Durante años, él ha sido alguien en quien confío plenamente, y verlo tan concentrado me da cierta paz. Él conoce mi vida, mis problemas, y sabe que no tengo nada que ocultar, pero esto lo tiene tan desconcertado como a mí.
⎯¿Crees que alguien esté intentando intimidarte por otra razón? ⎯pregunta Salvador⎯. Puede que no sea un socio… ¿Pero qué tal alguien de tu círculo social? Ya sabes, un cliente insatisfecho, alguien que no recibió lo que esperaba de un trato…
Pienso en ello, recorriendo mentalmente las últimas semanas, buscando alguna situación que haya podido malinterpretarse, alguna queja o comentario que se me haya escapado. Pero nada parece encajar.
⎯A decir verdad, no he tenido problemas con nadie en meses ⎯respondo⎯. No soy del tipo que va acumulando enemigos… y menos de este modo.
Enrique se cruza de brazos y se inclina hacia delante.
⎯Bueno, ¿y si no es alguien que se sienta traicionado? ¿Qué tal si se trata de algo más personal? ⎯dice, su tono bajando como si le preocupara que las palabras mismas fueran demasiado pesadas.
Miro a ambos, confundido.
⎯¿Personal? ⎯pregunto, frunciendo el ceño.
Enrique suspira y continúa:
⎯Lo sé, suena como algo sacado de una película, pero… ¿y si alguien está buscando algo de ti que tú ni siquiera sabes que tienes? Tal vez hay algo en tu vida que te hace un objetivo, algo que podría interesarle a alguien que está dispuesto a usar este tipo de intimidación para obtenerlo.
Sus palabras me incomodan. Algo en mi vida que desconozco. No puedo evitar pensar en Ceci, en el hecho de que ahora esté conmigo… ¿Será alguien de su pasado? ¿Su exesposo que quiere chantajearme? ¿Podría ser Carol?
⎯¿Miguel? ⎯pregunta Salvador, sacándome de mis pensamientos.
Sacudo la cabeza, apartando la idea de Carol de mi mente por el momento.
⎯Es solo que… si fuera algo personal, ¿qué podría ser? No tengo nada que alguien pudiera querer.
⎯¿O tal vez solo quiere dinero? ⎯dice Enrique en voz baja, como si hubiera llegado a una conclusión importante.
Nos quedamos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. La atmósfera en la oficina se vuelve espesa, cargada de especulación y misterio. La idea de que alguien quiera extorsionarme me produce un malestar que no puedo ignorar. Mi mente corre en círculos, evaluando posibilidades, tratando de darle sentido a este mensaje enigmático.
⎯¿Debería llamar a la policía? ⎯pregunto finalmente, rompiendo el silencio. La idea de involucrar a las autoridades me produce una sensación de seguridad, pero también de vulnerabilidad; exponer este problema tan temprano podría traer consecuencias que ni siquiera puedo prever.
Enrique sacude la cabeza ligeramente, pensativo.
⎯Bueno, si llamas a la policía con solo un mensaje como este… probablemente te digan que no hay suficientes pruebas. Esto, para ellos, no es más que una nota extraña. Sin amenazas directas, es poco probable que puedan hacer mucho. Además, si alguien está intentando intimidarte, podría interpretarse como que estás demasiado alerta, y eso podría… complicar las cosas.
Salvador, que había estado observando el mensaje con atención, intercede.
⎯Bueno, podría servir para tener un antecedente ⎯sugiere⎯. Si decides informar a la policía y luego algo más ocurre, tendrán un punto de partida, un registro. Es un primer paso, aunque no actúen de inmediato.
Pienso en ello, mis dedos tamborileando sobre el sobre blanco. La idea de que este mensaje sea solo el primer movimiento de algo más grande me hace sentir un escalofrío. Y tener un registro podría ser útil, una red de seguridad en caso de que esto vaya a más.
⎯Tal vez sea lo mejor ⎯admito finalmente⎯. Iré a la policía, pero solo para dejar constancia. No quiero causar alarmas sin motivo, pero al menos tendrán algo en sus archivos si vuelvo a recibir otro mensaje.
Enrique asiente.
⎯Bueno, si ya está resuelto, ¿podemos comenzar? Izel no quiere que llegue tarde a cenar ⎯dice, con un tono ligero, tratando de aliviar la tensión que aún se percibe en la habitación.
Salvador suelta una pequeña risa, y yo sonrío, agradeciendo el intento de Enrique por cambiar el ambiente. Dejo el mensaje a un lado y respiro. Volver a la normalidad, aunque sea solo un poco, es justo lo que necesito ahora.
***
Por la tarde, paso a recoger a Mía de la escuela. Apenas me ve, su carita se ilumina y corre hacia mí, sosteniendo un papel en la mano, emocionada. Me inclino hacia ella y noto que su sonrisa lo dice todo, aunque sus palabras salen a medias, como suele pasar.
⎯¡Apa! ⎯exclama, señalando con orgullo el dibujo⎯. ¡Mía… dibuja!
Miro el papel, y en él veo un dibujo colorido de nosotros, dos tomados de la mano, con un sol radiante y un par de nubes esponjosas en el cielo. Es un momento sencillo, pero se siente especial, especialmente sabiendo lo que le ha costado llegar hasta aquí, incluso para pedir algo tan sencillo como enseñarme su dibujo.
⎯Es precioso, Mía. ¿Tú… lo hiciste sola? ⎯le pregunto suavemente, usando frases cortas para que sea más fácil para ella.
Ella asiente con emoción, pero se mantiene callada, limitándose a un movimiento rápido de cabeza.
⎯La… seño… color, ⎯dice finalmente, señalando los tonos brillantes.
Guardo su dibujo con cuidado y la ayudo a subir al auto. Cuando estamos por arrancar, veo que se queda pensativa, mordiéndose el labio, como si estuviera reuniendo el valor para pedirme algo. Levanta la vista y me mira con sus ojitos brillantes, esos que usa cuando realmente quiere algo.
⎯Apa… hamburguesa, ¿sí? ⎯dice, su voz baja.
No puedo evitar sonreír. Sé lo que le cuesta expresarse, y no voy a perder la oportunidad de hacer algo especial solo porque no está en los planes.
⎯Claro que sí, princesa. Vamos a comer hamburguesas.
Ella suelta un pequeño suspiro de alivio y su carita se ilumina de felicidad. Se acomoda en su asiento, abrazando su mochila, y durante el camino la observo. Veo cómo repasa su dibujo con sus dedos, como si quisiera asegurarse de que aún está ahí, y murmura algunas palabras en su propio mundo.
***
Después de una deliciosa comida, Mía y yo decidimos dar un paseo por el parque cercano. El día está fresco y soleado, perfecto para una tarde juntos sin preocupaciones. Mía corre alegremente entre los árboles, siempre manteniéndose cerca, aunque en algunos momentos se distrae y se aleja un poco más de lo que me gustaría.
⎯Mía, no te alejes tanto, ¿sí? ⎯le digo, sonriendo, mientras ella me devuelve una mirada rápida antes de continuar con su juego.
Saco el móvil y le marco a Ceci, ella contesta de inmediato:
⎯¿Diga? ⎯me dice, en tono neutral,
⎯¿Estás sola?
Escucho cómo camina y la puerta de un lugar se cierra.
⎯Estoy en la despensa, no tengo mucho tiempo ⎯comenta.
Sonrío.
⎯Entonces, te lo diré rápido. ¿Crees que Carol esté tan enojada cómo para enviarme un anónimo de amenaza?
⎯¿Qué? ⎯pregunta Ceci, bastante sorprendida.
⎯Sí, eso mismo me pregunto ⎯respondo, mirando de reojo a Mía mientras corre alrededor de un árbol, tan despreocupada⎯. Hoy recibí un mensaje… raro. Sin remitente. Algo sobre “hilos del pasado” que se enredan. Parece como si alguien estuviera intentando advertirme… o amenazarme.
Ceci guarda silencio al otro lado de la línea, y puedo imaginar su expresión, sus cejas fruncidas en una mezcla de preocupación y desconcierto. La escucho tomar aire antes de responder.
⎯Miguel, eso suena… serio. Carol puede ser muchas cosas, pero no creo que te amanece. Digo, el tiempo que llevo de conocerla no he visto nada igual, ¿por qué habría de hacerlo?
⎯Bueno, puede ser algo nuevo…
⎯No creo…
⎯Y, ¿qué tal tu ex?
⎯¿Mi ex?, ¿qué tiene que ver? ⎯pregunta, interesada.
⎯Decía que el pasado nunca desaparece, que tendría que tomar decisiones difíciles…
Ceci se ríe…
⎯Créem, mi ex no es tan inteligente como para escribir eso. Además, no tiene ni idea de lo que hago con mi vida, jamás se interesó.
⎯Bueno, eso puede cambiar ⎯le comento.
En ese momento levanto la mirada y Mía, ha desaparecido de mi vista. Mi corazón da un vuelco.
⎯¡Mía! ⎯llamo, intentando mantener la calma. Quizás solo está escondiéndose, jugando a hacerme una broma, pienso para calmarme.
⎯¿Qué pasa?
⎯Mía… te llamo luego. ⎯Termino la llamada y la busco con la mirada⎯. ¡Mía!
Camino hacia el otro lado del parque, donde la vi correr hace un momento, pero no hay ni rastro de ella. La ansiedad comienza a recorrerme. Veo a algunas personas, pero ninguna parece haber visto a una niña pequeña de cabello rojizo.
⎯¡Mía! ⎯grito de nuevo, esta vez un poco más fuerte, con una pizca de desesperación en la voz.
Recorro el parque, mi mente pasando por cada posibilidad, cada rincón donde podría estar. Y justo cuando el pánico está a punto de apoderarse de mí, la veo. Está de pie cerca de un grupo de arbustos, sujetando su muñeca, la misma que traía desde esta mañana. Parece absorta en algo.
Corro hacia ella y me agacho para ponerme a su altura.
⎯¡Mía! ¿Por qué te alejaste así? ⎯le pregunto, tratando de esconder el temblor en mi voz.
Mía me mira, sus ojos grandes y llenos de algo que no logro entender del todo. Luego, sin soltar su muñeca, pronuncia una palabra que hace que el mundo parezca detenerse por un momento.
⎯Galo ⎯y señala hacia la calle.
La palabra resuena en mi mente. Al principio, la interpreto como siempre: “regalo”, algo inocente que podría haber escuchado o asociado con sus juguetes. Pero entonces veo la intensidad en sus ojos, esa seriedad en su expresión que no había notado antes.
⎯¿Galo? ⎯repito, intentando comprender. Pero Mía simplemente asiente, aferrando su muñeca con más fuerza, como si le diera seguridad.
Empiezo a sentir una incomodidad extraña, una sensación de que esto es más importante de lo que parece. La palabra suena diferente cuando la dice, como si tuviera un peso que aún no logro comprender.
⎯¿Galo es… tu amigo? ⎯pregunto, tanteando.
Mía me observa en silencio, luego asiente con una leve sonrisa, pero sus ojos reflejan algo que no puedo descifrar del todo. Me quedo ahí, mirándola, tratando de encontrar respuestas en su pequeña carita. Sin embargo, no obtengo nada, y mi mente se llena de preguntas.
Galo… no es lo que parece.
Ohhhhh, será el papá de Mia 🤔🤔
Algo me dice que es el padre de Mía
Me dio un mini infarto buscando a mis, gracias a Dios apareció pero debes tener cuidado Miguel.
Algo está muy mal
Ay no que fue todo eso. Que susto. Jum he pensado de todo que la esposa en realidad no murio, en el pasado de Mia, en Carol, en el pasado de Ceci. Que puede ser ? Esta bien intrigante. Ay a los pobres se les va a complicar todo. 🥹😭