Valentina sube corriendo las escaleras de emergencia y llega al nivel donde se encuentra el piso de Tristán. Va agitada, con el corazón acelerado y las manos temblando. Se detiene un momento frente a la puerta, intentando recuperar el aliento, aunque su respiración entrecortada parece reflejar más que solo el esfuerzo físico. Hay algo en el mensaje que recibió minutos antes que no puede sacarse de la cabeza.
“Necesito hablar contigo. Urgente.”
Esas palabras, enviadas por Tristán, resonaban como una alarma en su mente. Él nunca usa un tono tan directo, mucho menos con ella. Algo estaba pasando, algo que no podía esperar.
Valentina toma aire profundamente y empuja la puerta, encontrándose con el pasillo que lleva a la oficina de Tristán. Su corazón late con más fuerza al caminar hacia el lugar, sus pasos resonando suavemente en el silencio del nivel. Cuando finalmente llega a la puerta, no se molesta en tocar; gira la manija y entra.
⎯¡Tristán! ⎯exclama, todavía agitada.
Él está de pie junto a la ventana, mirando hacia afuera con las manos en los bolsillos. Al escuchar su voz, se gira lentamente. Sus ojos se encuentran, y Valentina siente una mezcla de tensión y alivio. Aunque su postura es relajada, hay algo en su expresión que delata que no todo está bien.
⎯Valentina ⎯dice con un tono más tranquilo de lo que esperaba⎯. Llegaste rápido.
⎯¿Cómo no iba a llegar rápido? Tu mensaje sonó… alarmante. ¿Qué pasa? ⎯pregunta ella, dando un paso hacia él.
Tristán se acerca a su escritorio y toma un sobre que estaba sobre la mesa. Se lo extiende a Valentina sin decir una palabra. Ella lo toma con manos temblorosas y lo abre con cuidado. Dentro, encuentra un documento con un membrete oficial que no reconoce de inmediato. Sus ojos recorren las primeras líneas y siente que la sangre se le congela.
⎯¿Esto es… una queja formal? ⎯pregunta, su voz apenas un susurro.
⎯No exactamente una queja ⎯responde Tristán, cruzando los brazos⎯. Es una solicitud de explicación sobre las modificaciones al proyecto. Alguien en la junta no está contento con los cambios que discutimos.
Valentina siente un nudo en el estómago. Todo lo relacionado con ese proyecto había sido un desafío desde el principio, pero no esperaba que escalara tan rápido.
⎯¿Y qué significa esto para nosotros? ⎯pregunta, mirando a Tristán con una mezcla de preocupación y culpa.
⎯Significa que tenemos que defender lo que propusimos. Juntos. ⎯Su voz es firme, pero su mirada suaviza el impacto de sus palabras⎯. No te preocupes, Valentina. Estoy contigo en esto.
Ella asiente lentamente, todavía procesando lo que está pasando. La forma en que él dice “juntos” le da un extraño consuelo, pero también la obliga a enfrentar la realidad de lo importante que es este proyecto, no solo para la fundación, sino para su propia reputación.
⎯Entonces, ¿qué hacemos ahora? ⎯pregunta, finalmente recuperando algo de compostura.
Tristán sonríe levemente, su confianza parece inquebrantable.
⎯Primero, analizamos cada detalle de esta solicitud y preparamos nuestra respuesta. Y segundo… te tomas un momento para respirar. Has corrido por las escaleras como si el mundo estuviera por terminar.
Valentina no puede evitar soltar una risa nerviosa, aunque su mente sigue atrapada en el documento. Tristán suspira y se pasa una mano por el cabello, que parece más despeinado que de costumbre.
⎯Es el día más caluroso en Madrid ⎯comenta mientras afloja el botón superior de su camisa.
Valentina asiente distraída, todavía mirando las palabras que parecen bailar frente a ella. No se había percatado del calor hasta ese momento, pero de repente lo siente, como si el aire estuviera más denso en la habitación.
Entonces, sin previo aviso, Tristán se quita la playera y queda desnudo del torso. Su piel brilla ligeramente por el sudor y sus músculos marcados parecen esculpidos con precisión.
⎯¿Qué haces? ⎯pregunta Valentina, sorprendida, su voz apenas un susurro.
⎯Me daré una ducha rápida ⎯responde él, con una sonrisa coqueta que le hace bajar la mirada, intentando no observar demasiado. Pero no puede evitarlo. Sus ojos se posan en su abdomen, donde un pequeño tatuaje de un picaflor llama su atención.
⎯Es… ¿para la buena suerte? ⎯murmura Valentina, incapaz de apartar la vista.
Tristán comienza a desabrochar su pantalón lentamente, y el bóxer blanco que aparece debajo provoca que Valentina sienta el rostro arder.
⎯¿Lo quieres ver? ⎯pregunta Tristán, inclinando la cabeza mientras su tono se vuelve descaradamente coqueto.
⎯¿Cómo? ⎯responde Valentina en un hilo de voz, sin poder despegar los ojos de su figura. Su corazón late con fuerza, y cada palabra parece costarle más que la anterior.
⎯¿Quieres verlo? ⎯insiste él, con una sonrisa pícara⎯. Te doy permiso…
Antes de que pueda procesar sus palabras, Tristán toma su mano con suavidad y la guía hacia su vientre. Valentina siente el calor de su piel contra sus dedos, y un escalofrío recorre su espalda.
⎯Dios… ⎯balbucea ella, sin aliento, mientras sus dedos rozan la tela del bóxer.
⎯Sé que lo quieres… ⎯dice él en un susurro bajo, tan cerca que su aliento roza su mejilla⎯. Solo tómalo.
Valentina, sin pensar, baja la mano y roza con delicadeza la tela del bóxer, sus ojos todavía clavados en los de Tristán. Él se mueve lentamente, bajando el bóxer, y ella siente cómo su mundo se detiene…
De repente, se despierta con un sobresalto. Su respiración está agitada, y su cuerpo, cubierto de sudor. Mira a su alrededor, confundida, hasta que reconoce su habitación.
⎯¿Qué demonios…? ⎯murmura, llevándose una mano al pecho mientras trata de calmar su corazón desbocado.
Se queda unos segundos mirando al techo, recordando cada detalle del sueño. El calor de la habitación no ayuda, y su mente todavía está atrapada en la intensidad de lo que acaba de imaginar. “Esto es ridículo”, piensa, tratando de convencerse de que todo fue solo un producto de su mente… pero la imagen de Tristán sigue rondándola, con esa sonrisa, ese tatuaje, y esas palabras que todavía resuenan en su cabeza.
Mira el reloj. Son las siete de la mañana.
⎯Dios mío ⎯murmura⎯, ¿qué fue eso que soñé?
Se sienta en la cama, aún sintiendo cómo su corazón late con fuerza. Cierra los ojos e intenta borrar de su mente las imágenes del sueño, pero es inútil. Todo se reproduce en su cabeza como una película en bucle. El encuentro con Tristán en su piso le ha afectado más de lo que quiere admitir. Su cercanía, su voz, esa forma de mirarla que parecía leer cada uno de sus pensamientos… todo vuelve con una intensidad abrumadora.
Con un suspiro, Valentina se levanta y camina hacia el baño. Abre el grifo y se echa agua fría sobre el rostro, esperando que el contacto con el agua la despierte del todo. Al levantar la vista, se encuentra con su propio reflejo en el espejo. Su rostro todavía está ligeramente sonrojado, y no puede evitar hablarse a sí misma en un intento desesperado de calmarse.
⎯Solo fue un sueño, solo fue un sueño ⎯se repite en voz baja, casi como un mantra.
Pero no puede negar lo real que había parecido. Su mirada intensa, el calor de su piel, la sensación de su cercanía… Todo estaba grabado en su mente con una claridad inquietante.
⎯¡Valentina! ⎯se regaña en voz alta, persignándose de inmediato, como si eso pudiera exorcizar sus pensamientos. Sin embargo, su rostro se enciende aún más.
Jamás había tenido ese tipo de sueños, ni siquiera había pensado en algo así antes. Siempre había sido una persona práctica, con los pies en la tierra. Nunca se había fijado realmente en el cuerpo de alguien, y mucho menos se había dejado llevar por fantasías de ese tipo. Pero con Tristán, todo era diferente.
Sus pensamientos se desvían hacia él inevitablemente. Esa sonrisa segura, la forma en que sus palabras parecían quedarse grabadas en su memoria, su manera de entrar en su espacio personal como si fuera lo más natural del mundo… Y ese beso. Ese beso lo había cambiado todo. Desde aquel momento, parecía que su mente había decidido vivir en un mundo donde Tristán ocupaba todos los espacios. Su presencia la perseguía incluso en sueños.
⎯Esto es culpa de él ⎯murmura mientras cierra el grifo⎯. Su ropa pegada, su voz… ¡y ese maldito tatuaje!
Pero sabe que no es solo eso. Tristán tiene algo que no puede definir, algo que la altera haciéndole perder el control. Y aunque intenta convencerse de que todo volverá a la normalidad, una parte de ella sabe que ya es demasiado tarde. Tristán ha cruzado un límite en su vida, y ahora, todo es diferente.
Ella ve la hora y se percata de que ya va tarde al trabajo. Hoy tiene juntas y muchas horas de convivencia con Tristán; necesita ayuda.
⎯El padre Alberto ⎯se dice en voz baja⎯. Él tiene que ayudarme a lidiar con todo esto.
Así que se pone manos a la obra y comienza a arreglarse. Está convencida de que para enfrentarse a Tristán hoy necesita ayuda divina… y confesarse.
***
Valentina entra a paso firme a la solitaria iglesia que apenas está encendiendo las primeras velas. El permanente olor a incienso la envuelve, y con solo cruzar la puerta siente una paz que hace tiempo no experimentaba. Se dirige hacia el altar, pero antes de llegar, el padre Alberto, un hombre de mediana edad con una sonrisa amable y un porte sereno, la ve acercarse. Él asiente con una mezcla de curiosidad y calidez, invitándola a que se siente frente a él.
⎯Es sobre Tristán, ¿recuerda? ⎯pregunta Valentina con timidez, mientras juega con sus dedos.
⎯Claro, el hijo de Canarias ⎯responde el padre Alberto, cruzando los brazos con una expresión pensativa⎯. Ya te dije que la mayoría de nosotros conoce a la familia. Son muy influyentes. ¿Qué pasa con el chico?
Valentina siente el rubor subir a sus mejillas y baja la mirada.
⎯Tuve… pensamientos muy pecaminosos con él. Soñé que…
⎯No es necesario que me relates el sueño ⎯la interrumpe con suavidad el padre Alberto, levantando una mano⎯. Con que me digas que fue pecaminoso, comprendo el punto.
Valentina asiente rápidamente, aliviada, pero todavía luchando con su vergüenza.
⎯Es que no debería, padre. Primero, porque Tristán tiene novia. Próximamente prometida. Y después porque…
El padre la mira con paciencia, inclinándose ligeramente hacia ella.
⎯¿Por qué?
Ella suspira, como si las palabras fueran difíciles de sacar.
⎯Porque yo me iré. No debería soñar con él. No debería… sentir nada por él.
El padre Alberto sonríe levemente, manteniendo su tono tranquilo y comprensivo.
⎯Valentina, soñar no es algo que podamos controlar. Es nuestra mente tratando de procesar emociones, miedos, deseos… incluso cosas que creemos insignificantes. Pero lo que realmente importa es cómo eliges actuar. Dime, ¿estos pensamientos afectan tu relación laboral o tu vida diaria?
⎯Un poco… ⎯admite Valentina, casi en un susurro⎯. Me distraigo cuando está cerca, y lo peor es que no sé si él… si él siente algo parecido.
El padre la observa con un destello de comprensión en los ojos.
⎯¿Te ha dado alguna razón para pensar eso?
Valentina se muerde el labio y asiente lentamente.
⎯A veces dice cosas… me mira de una forma que me confunde. Pero luego recuerdo que tiene novia y me siento terrible.
El padre Alberto asiente, como si hubiera escuchado este tipo de confesiones antes.
⎯Valentina, las relaciones humanas son complicadas. Es natural sentir atracción o confusión, especialmente cuando pasamos tanto tiempo con alguien. Pero lo importante es reconocer tus límites y respetarlos. Tú misma sabes que él está comprometido. Enfócate en lo que puedes controlar: tus acciones, tus pensamientos y cómo eliges manejar esta situación.
⎯¿Y si no puedo evitarlo? ⎯pregunta Valentina, con la voz temblorosa.
⎯Puedes, pero llevará tiempo y fuerza de voluntad. Y si necesitas ayuda, no dudes en buscarla. A veces, la mejor manera de lidiar con estos sentimientos es redirigir tu energía a algo más positivo. Enfócate en tu trabajo, en tus metas, en ti misma.
Valentina asiente, sintiéndose un poco más tranquila.
⎯Gracias, padre. Creo que necesitaba escuchar eso.
⎯Recuerda, Valentina ⎯agrega el padre con una sonrisa⎯, los pensamientos no te definen. Son tus acciones las que realmente importan.
Ella se levanta, todavía nerviosa, pero con una nueva determinación en el pecho. Salir de la iglesia le da una sensación de alivio, como si una carga se hubiera aligerado. Sin embargo, sabe que enfrentarse a Tristán será otra prueba. “Solo debo mantenerme firme”, piensa mientras se dirige al trabajo. “Esto es solo una etapa. Pasará.”, “Solo debo evitarlo”.
***
Valentina llega corriendo a la fundación. Se le ha hecho bastante tarde y ha llegado con retraso a la junta que tienen con Karl para los aspectos finales de la Casa de la Música.
⎯¡Hola, Linda! ⎯la saluda apurada mientras deja su bolso y toma su libreta⎯. Adiós, Linda ⎯se despide, saliendo apresurada hacia la sala de juntas principal.
Al entrar, la mirada de Tristán se posa sobre ella como un rayo. Valentina intenta ignorarlo y repite para sí misma: Evitarlo, solo evitarlo. Se sienta lo más lejos posible de él, al lado de Daniel, su primo, quien presta atención a Tazarte, que expone el itinerario y plan para los próximos eventos.
Mientras tanto, Valentina saca sus cosas y dirige la mirada hacia la presentación, decidida a evitar cualquier interacción visual con Tristán. Sin embargo, siente su persistente mirada, como si insistiera en que volteara hacia él.
⎯El concierto para niños será el mismo día de la inauguración, pero por la mañana ⎯dice Tazarte⎯. Será en la Casa Hogar Niños de la Almudena, y se firmará el convenio con ellos para que puedan estudiar en la Casa de la Música de forma gratuita. La Fundación Santander Ayuda será quien done los instrumentos, atriles y todo lo necesario. Ana Carolina dijo que no hay límite…
De repente, Valentina escucha un ptss cerca de su oído. Voltea y ve a Daniel mostrándole su móvil con una sonrisa maliciosa. Ella lo toma rápidamente y nota que está abierta una conversación de WhatsApp con Tristán.
Tristán: Señorita de la Torre, ¿dónde estaba?
Valentina frunce el ceño, ignora el mensaje y le devuelve el móvil a Daniel, apretando los labios. Evitarlo, solo evitarlo, piensa de nuevo, aunque sabe que no será fácil.
Daniel, divertido, le pasa el móvil otra vez. Valentina suspira y lee el siguiente mensaje:
Tristán: ¿Estás enojada conmigo? ¿Acaso dormimos juntos para que no me salude?
Valentina siente cómo el calor sube a sus mejillas. El sueño que tuvo la noche anterior regresa a su mente de golpe, haciendo que se sonroje aún más. Se sacude esos pensamientos rápidamente y responde con frialdad:
Valentina: Estoy tratando de poner atención.
Tristán: ¿Por qué llegaste tarde?
Valentina: No te incumbe.
Tristán: Siempre hueles a gardenias, pero hoy hueles a incienso. ¿Fuiste a misa?
Valentina parpadea, sorprendida. Escribe con rapidez:
Valentina: ¿Cómo sabes que son gardenias?
Tristán: Mi abuela era amante de las flores. De flores y aromas, para ser exactos.
Valentina: Qué interesante… No esperaba que alguien como tú prestara atención a los detalles.
Tristán: ¿Alguien como yo? 🤨 ¿Qué tipo de “alguien” soy, señorita de la Torre?
Valentina: Ya sabes… alguien más ocupado en cosas grandes como dirigir proyectos.
Tristán: Ah, claro. ¿Y no crees que los detalles son parte de las cosas grandes?
Valentina: Supongo que tienes razón. Aunque todavía me sorprende que recuerdes algo tan específico como el olor a gardenias.
Tristán: Algunas cosas son difíciles de olvidar. Sobre todo cuando se relacionan contigo.
Valentina lee el mensaje y siente que su rostro arde. Intenta mantener la compostura, pero la intensidad de sus palabras la descoloca.
Valentina: Pues espero no oler a incienso siempre, sería… extraño.
Tristán: Extraño, pero interesante. Aunque prefiero las gardenias. Ese aroma siempre me hace pensar en ti.
Valentina se queda unos segundos mirando la pantalla, sin saber qué responder. Finalmente, opta por algo ligero para desviar la conversación.
Valentina: A veces pienso que exageras.
Tristán: ¿Exagero? Tal vez. Pero no miento.
Antes de que pueda pensar en otra respuesta, aparece un nuevo mensaje.
Tristán: Dime algo, ¿acaso me está coqueteando, señorita de la Torre?
Valentina se queda helada. La pregunta, directa pero juguetona, la toma completamente por sorpresa. Alcanza a leerla dos veces antes de que el rubor invada por completo sus mejillas. Daniel la observa de reojo, claramente curioso por su reacción.
Eso no es evitarlo, Valentina. No lo es, piensa para sí misma, regañándose.
Finalmente, con un suspiro, escribe:
Valentina: Coquetear es pecado.
La respuesta es breve, pero incluso al escribirla siente que el calor en su rostro no disminuye. Guarda silencio y se obliga a centrar su atención en la presentación, aunque es consciente de que Tristán sigue observándola, entretenido por su evidente nerviosismo.
No pasan ni cinco segundos antes de que el móvil vibre con la respuesta de Tristán. Ella lo mira con cautela, preguntándose si debería leerlo. Finalmente, cede y abre el mensaje.
Tristán: Entonces soy completamente inocente, señorita de la Torre. Excepto que coquetear signifique preguntarle ¿dónde estaba? 😌 Con usted ya no sé exactamente qué es pecado y qué no. ¿No tiene alguna guía?
Valentina lee el mensaje y siente cómo el calor vuelve a invadir su rostro. No puede evitar reír suavemente, intentando que no se note demasiado. Sin embargo, Daniel, a su lado, ya está observándola con esa expresión de “sé que estás metida en algo”.
Finalmente, responde:
Valentina: Se llaman los diez mandamientos, Tristán. Te recomiendo comenzar por ahí.
Tristán tarda apenas unos segundos en responder, y cuando el móvil de Valentina vibra de nuevo, siente una mezcla de anticipación y nerviosismo. Abre el mensaje con cautela.
Tristán: Interesante. ¿Y hay algún mandamiento que diga “no hablar con Valentina de la Torre”? Porque si existe, seguro que ya lo rompí. Y por primera vez en mi vida, he pecado.
Valentina suelta una risa nerviosa y, sin darse cuenta, un pequeño sonido se le escapa. Toda la sala de juntas voltea a verla. Daniel la mira con una mezcla de diversión y curiosidad, levantando una ceja como diciendo: ¿Qué demonios estás haciendo?
⎯¿Todo bien, Valentina? ⎯pregunta Tazarte desde el frente, deteniendo su exposición.
⎯Sí, sí… todo bien. Perdón, se me… se me cayó algo. ⎯Responde Valentina, tratando de mantener la compostura mientras recoge un bolígrafo inexistente del suelo.
Tristán, sentado al otro lado de la sala, observa la escena con una sonrisa de satisfacción, disfrutando de su pequeña victoria. Desde su lugar, alza su móvil y finge concentrarse en él, aunque sus ojos brillan con diversión. Mientras todos vuelven a enfocarse en la presentación, el móvil de Daniel vibra de nuevo. Mira la pantalla, sabiendo que es Tristán.
Tristán: Lo siento si la hice reír, señorita. Aunque, si eso es pecado, entonces me declaro culpable. 😇
Valentina sonríe levemente, pero evita dirigir su mirada hacia Tristán. Decide tomar el móvil para cerrar la conversación, pero Daniel lo agarra antes que ella.
⎯¿Ya me devuelven mi móvil? ⎯pregunta con una mezcla de diversión y curiosidad.
Valentina se pone rígida al recordar que es el móvil de Daniel y no el suyo. El color sube a sus mejillas al instante, y su mente entra en pánico cuando se da cuenta de que él podría leer la conversación. Aunque parecía inocente, ¿realmente lo era? Ella misma no estaba tan segura.
⎯No es lo que parece ⎯murmura, viendo cómo Daniel desliza su dedo por la pantalla, leyendo los mensajes con una sonrisa creciente.
Daniel levanta la mirada hacia ella, claramente disfrutando de la situación.
⎯No sabía que evangelizabas a mi primo por WhatsApp ⎯dice, con una risa contenida.
Valentina baja la mirada, sintiendo una mezcla de vergüenza y culpa. ¿Por qué me siento tan mal? se pregunta. ¿Acaso he pecado?
“No se supone que lo estabas evitando, Valentina”, piensa, regañándose a sí misma mientras la voz de Tazarte retoma la reunión. Trata de concentrarse, pero sus pensamientos siguen revoloteando alrededor de la conversación con Tristán y el comentario de Daniel.
⎯Bien, entonces ese es el itinerario. Señorita de la Torre, ¿está de acuerdo con su participación? ⎯pregunta Karl, mirando directamente hacia ella.
Valentina asiente automáticamente, sin haber entendido nada.
⎯Claro ⎯responde, intentando sonar confiada.
Karl asiente y continúa hablando con la misma seriedad habitual.
⎯Muy bien. Entonces le encargo que usted y Tristán trabajen en el discurso de inauguración de la Casa de la Música. Además, ambos irán junto con Tazarte y Daniel a hacer publicidad en medios. Necesitamos cobertura en prensa, televisión y redes.
Valentina siente un escalofrío y abre los ojos de par en par.
⎯¿Cómo? ⎯pregunta, completamente sorprendida⎯. No, no, no… yo no hago eso. Yo no… no soy buena con medios.
Karl la mira con calma, pero su tono es firme.
⎯Dijo que no tenía observaciones ⎯le recuerda⎯. Y trabajar con medios es parte de la representación de este proyecto. ⎯Entonces, se gira hacia Tristán⎯. Trabaja con ella en el discurso. Asegúrate de que esté lista. La junta ha terminado.
Antes de que Valentina pueda protestar nuevamente, Karl cierra su portátil y se pone de pie, seguido por el resto de los presentes. La sala comienza a vaciarse mientras ella se queda ahí, todavía tratando de procesar lo que acaba de suceder. Finalmente, se vuelve hacia Daniel, que aún tiene una sonrisa divertida en el rostro, y luego mira a Tristán, quien se acerca lentamente con una expresión que mezcla curiosidad y diversión.
Su 1.95 metros de altura siempre la impresionan, un detalle que parece ineludible cada vez que lo tiene cerca. Ese cuerpo bien formado, esculpido con precisión casi artística, llama su atención de manera involuntaria. Para su fortuna, y también para alimentar un poco su imaginación, Tristán hoy lleva un sencillo traje azul, perfectamente hecho a la medida, que realza su figura sin esfuerzo.
Sus rizos están impecablemente peinados, pero con ese toque rebelde que nunca lo abandona del todo, como si incluso el cabello decidiera que debía destacar. Los zapatos brillan con un lustre impecable, y su postura, siempre segura, añade una dosis extra de elegancia. Valentina no puede evitar notar cómo el traje se ajusta a sus hombros y cómo el movimiento de sus manos al hablar parece tener un ritmo propio, como si incluso eso estuviera cuidadosamente coreografiado.
No debería estar notando esto… otra vez, piensa mientras aparta rápidamente la mirada. Pero su mente sigue registrando cada detalle, como si se rebelara contra su voluntad.
⎯¿Problemas, señorita de la Torre? ⎯pregunta Tristán, cruzándose de brazos mientras la observa.
Ella suspira y sacude la cabeza, intentando no mostrarse más vulnerable de lo que ya está.
⎯Nada que no pueda manejar ⎯responde Valentina, aunque su tono traiciona su nerviosismo.
⎯Eso me gusta escuchar ⎯dice Tristán con una sonrisa ladina. Luego, señala hacia la puerta⎯. ¿Vamos a trabajar en ese discurso? ¿O tiene que aprobarlo el Vaticano?
Valentina se pone de pie, tratando de controlar la marea de emociones que su proximidad siempre le provoca. Sabe que quedarse a solas con Tristán hoy no es una opción viable; su mente sigue invadida por el recuerdo del sueño y por las intensas miradas que le dirigió durante la junta.
⎯No, quedé de ir con Tazarte a la Casa de la Música ⎯responde rápidamente, inventando una excusa sobre la marcha.
⎯¿Con Tazarte? ⎯pregunta Tristán, alzando una ceja con evidente escepticismo.
⎯Sí, es más… ¡Taz! ⎯grita ella, tomando sus cosas apresuradamente y saliendo de la sala de juntas antes de que él pueda decir algo más.
En el pasillo, Tazarte interrumpe su conversación con Daniel al escuchar su nombre. Le sonríe con amabilidad, pero con un toque de confusión.
⎯Dime ⎯dice, observando cómo Valentina se le acerca con un entusiasmo inusualmente desesperado.
⎯Ya estoy lista para irnos ⎯responde ella, tratando de sonar casual, aunque su mirada le ruega que siga el juego.
⎯¿Cómo? ⎯pregunta Tazarte, desconcertado.
Valentina le lanza una mirada intensa, prácticamente suplicante. Tazarte, tras unos segundos de silencio, parece captar la situación. Su rostro cambia de expresión y sonríe levemente, como si estuviera a punto de disfrutar de un pequeño teatro.
⎯¡Ah, claro! ⎯responde con fingida naturalidad⎯. Pero… sería más tarde. Debo mostrarle a Daniel cómo quedó el concierto, iremos al primer ensayo general.
Valentina parpadea, tratando de ocultar su decepción.
⎯Vaya… ⎯murmura, con un tono de derrota evidente.
⎯Bueno, vamos ⎯interviene la voz inconfundible de Tristán detrás de ella, haciendo que Valentina se tense de inmediato⎯. Puedes tachar el siguiente deseo de tu lista: “escuchar un concierto de Tazarte”.
Valentina se voltea lentamente, encontrándose con Tristán, quien la observa con esa mezcla de diversión y desafío que tanto la desarma.
⎯No tienes que acompañarme ⎯dice rápidamente, tratando de disuadirlo.
⎯Claro que sí ⎯responde Tristán, cruzándose de brazos⎯. Karl dijo que trabajaríamos juntos, ¿no? Y, además, estoy seguro de que Tazarte no se opondrá a que me una.
Tazarte, atrapado en medio de la tensión, se limita a encogerse de hombros y sonreír.
⎯No veo problema ⎯dice, divertido por la dinámica entre ambos.
“El propósito del día no se está cumpliendo”, piensa Valentina con frustración. Había empezado la mañana convencida de que evitaría cualquier interacción significativa con Tristán, pero aquí estaba, atrapada en su órbita una vez más.
⎯Bien, entonces… vamos ⎯contesta Daniel.
Valentina aprovecha el momento y se adelanta junto con Tazarte, dejando a Daniel atrás con Tristán. Por unos instantes, siente que puede respirar con un poco más de tranquilidad, aunque sabe que no será por mucho tiempo.
⎯Me gustaría estar enterado del plan de hoy ⎯le comenta Tazarte, con aire despreocupado.
Valentina suspira profundamente, intentando borrar el rubor que todavía siente en sus mejillas.
⎯Evitar a Tristán. ⎯Su voz es casi un ruego, aunque trata de sonar casual.
Tazarte la mira de reojo, captando de inmediato el trasfondo en sus palabras. Su sonrisa es leve, pero sus ojos reflejan complicidad.
⎯Lo intentaremos… pero no te aseguro nada.
Ella cierra los ojos brevemente, como si con eso pudiera bloquear la realidad. Sin embargo, Valentina sabe que será inútil. Evitar a Tristán es como intentar huir de un pecado que ya ha sido dictado por el destino: inevitable y tentadoramente irremediable.
Valentina no pierde el tiempo. Apenas termina la junta, se sube al auto junto con Tazarte y se dirige a la Casa de la Música. En el camino, trata de concentrarse en los detalles del itinerario que Tazarte le explica, pero su mente sigue dividida entre la incomodidad de la conversación con Tristán y la posibilidad de que aún no haya terminado.
Mientras tanto, en otro auto, Daniel y David se suben juntos, como en los viejos tiempos, mientras el chofer los lleva a su próximo destino. Durante los primeros minutos del trayecto, el silencio entre los primos es cómodo, hasta que Daniel, con expresión seria pero ojos traviesos, saca su móvil y lo extiende hacia David.
⎯¿Me puedes decir qué es esto? ⎯pregunta Daniel, rompiendo la tranquilidad.
David toma el móvil y lee los mensajes que había intercambiado con Valentina. Su rostro permanece imperturbable mientras desliza el dedo por la pantalla.
⎯Una conversación ⎯responde con calma, devolviéndole el móvil como si no tuviera importancia.
Daniel lo mira con incredulidad.
⎯¿Una conversación? ¿Es todo? ⎯se asegura, como si estuviera esperando algo más.
⎯Sí ⎯insiste David, cruzándose de brazos.
Daniel suspira con una mezcla de paciencia y frustración.
⎯Hermano, esto no es una conversación; esto aquí y en China se llama ligar.
David arquea una ceja, divertido por la acusación.
⎯¿Ligar? ⎯repite con un toque de sarcasmo.
⎯Así es ⎯confirma Daniel, tomando el móvil de nuevo y leyendo en voz alta⎯: “Siempre hueles a gardenias”, “¿Me está coqueteando, señorita de la Torre?”. ⎯Levanta la mirada y lo fulmina con los ojos⎯. Esto no son frases coquetas, esto es coqueteo. Puro y descarado.
David deja escapar una pequeña risa, pero su primo no se detiene.
⎯Mira, David, te he visto coquetear muchas veces, pero nada como esto.
David frunce el ceño.
⎯¿Qué insinúas?
Daniel no lo piensa dos veces.
⎯¿Te gusta Valentina? ⎯pregunta directo, observándolo con intensidad.
David guarda silencio durante unos instantes que parecen eternos. Finalmente responde, pero su tono suena más defensivo de lo que esperaba.
⎯No.
Daniel sonríe con una chispa de triunfo.
⎯Tardaste mucho ⎯comenta, casi divertido.
⎯Estaba pensando mi respuesta ⎯replica David, cruzando los brazos con irritación.
⎯David, no sé qué pase por tu mente o a tu alrededor, pero te recuerdo algo importante: hay dos personas involucradas aquí, Caro y Valentina, y ambas son diferentes.
David frunce el ceño aún más, sintiendo cómo las palabras de su primo lo irritan.
⎯¿Qué quieres decir? ⎯pregunta, su tono ahora ligeramente molesto⎯. ¿Insinúas algo?
⎯Sí ⎯responde Daniel con firmeza⎯. Que se supone que tienes pareja. Caro es tu novia desde hace años. Pero leo esto y no parece que estés actuando como alguien comprometido.
David, en un intento de contraatacar, lanza su propia crítica.
⎯¿Ahora que tienes dos pretendientes, te crees experto en relaciones?
Daniel se ríe suavemente, sin dejarse intimidar.
⎯No, pero tú tampoco lo eres. Y sé que el corazón puede cambiar de aliado.
⎯¿Aliado? ⎯David lo mira con incredulidad⎯. ¿Me estás diciendo esto por el regreso de Raúl?
⎯Raúl no tiene nada que ver con esto. Y estamos hablando de ti, no de mí.
⎯Pues yo debería hablar de ti ⎯insiste David, claramente molesto.
Daniel mantiene la calma.
⎯No entiendo por qué te enojas. Solo fue una pregunta. No deberías comportarte así, ni evitar contestarla. Soy tu primo, estoy de tu lado.
David respira profundamente, tratando de calmarse, pero su respuesta llega cargada de frustración.
⎯Es que no entiendo tu pregunta. Yo no sé por qué la haces y, para que quede claro, Valentina y yo estamos enamorados y nos vamos a casar pronto, ¿vale? Así que deja de molestarme y concéntrate en resolver tus cosas.
El silencio que sigue es ensordecedor. Daniel lo observa fijamente, sin decir nada. Finalmente, suspira y baja la mirada, decidiendo no continuar la discusión.
⎯¿Sabes lo que es un lapsus linguae? ⎯pregunta con calma, rompiendo el silencio.
David lo mira confundido.
⎯No.
⎯Cuando puedas, pregúntale a Fátima. Te hará falta.
Daniel se recuesta en el asiento y se queda mirando por la ventana, dando por terminada la conversación. Sin embargo, David, ajeno a lo que acaba de decir, comienza a reflexionar sobre sus propias palabras. ¿Valentina y yo estamos enamorados? ¿Nos vamos a casar? La idea lo golpea como un cubo de agua fría.
De repente, todo encaja en su mente, y voltea a ver a su primo, esta vez con el rostro pálido.
⎯Mierda… ⎯murmura, como si acabara de darse cuenta de algo crucial.
Daniel sonríe sin apartar la vista de la ventana.
⎯El corazón siempre encuentra formas de revelarse… ⎯comenta, dejando a David con un peso invisible que lo acompaña durante el resto del trayecto.
Oh oh Valentina y Tristán 🔥 estan absortos en sus deseos que no se dan cuenta que todo el mundo nota lo que les está pasando
Jajajjajaja un lapsus linguae, todo salio a la luz
Muero por leer la respuesta de fatima, y como bien dice Daniel el subconsciente lo traicionó. Contare los días para el siguiente. Capitulo ya quiero que se sincere con valentina y que termine con caro
Amo a este par de primos, Ana regalamos fotico de como se verían Daniel y David por fis 🙏🙏🙏🤪
Más capitulos por favor, me encantan estos dos….1🥰🥰🥰
Acá esperando que publiques Ana van hacer 2 semanas 🥺🥺… espero todo esté bien por ahí.
Espero unos capítulos de regalo de navidad 😭😭😭