TAZARTE

⎯Una vez más, Tazarte ¡No puedo creer que lo hayas dejado ir! ⎯me regaña Jo, su voz llena de frustración.

No sé si fue muy estúpido de mi parte contarle que Daniel se había ido con Sebastián, y que la noche anterior me había pedido un consejo; yo le dije que se fuera. Quiero pensar que solo me estoy metiendo el pie en la relación, pero, sinceramente, no lo sé.

⎯Por supuesto que no, pero ¿quién soy yo para decirle que no vaya? ¿Su papá? ⎯pregunto, mirando a Jo mientras trato de dar una respuesta que no suene demasiado evasiva.

⎯Mi papá le hubiese dicho que no vaya… Sebastián no es de fiar, todos lo saben ⎯me comenta Héctor, para después darle un sorbo a una bebida llena de alcohol.

⎯Pues, tu padre no está aquí y tú deberías dejar de tomar eso ⎯contesto, quitándole la bebida y tirándola al césped⎯. ¿Qué demonios te pasa?

Héctor se encoge de hombros, como si no importara.

⎯Me haré otra, hay todo un bar ⎯responde, imperturbable.

En ese instante, Jon, con sus casi dos metros de altura, se acerca y, con una facilidad impresionante, levanta a Héctor como si fuera una pluma.

⎯Yo me encargo, sigan discutiendo. ⎯dice Jon, mientras Héctor sigue protestando.

⎯Se te olvida que soy mayor que tú, no me puedes cargar como si fuera un… ⎯Héctor sigue gritando, mientras Jon lo aleja, y se van discutiendo, dejándonos a Jo y a mí solos.

⎯No lo puedo creer. De verdad eres… ¡Ash! ⎯me regaña Jo, claramente disgustada.

Suspiro, sintiendo que todo esto se me escapa de las manos.

⎯Mira, Jo. Creo que fui claro con respecto a Daniel. Si está conmigo, es porque quiero que lo esté, ¿vale? No voy a obligarlo, y le dije que probara el menú. ⎯respondo, tratando de mantener la calma, aunque por dentro siento la tensión creciendo.

⎯¡Basta! Esta plática empeora cada vez que avanza ⎯responde Jo, levantando las manos como si quisiera detener la conversación.

Suspiro nuevamente, no sé cómo explicarle lo que realmente quiero sin que suene como si estuviera justificándome todo el tiempo.

⎯Jo. Sé que quieres que estemos juntos, pero el corazón no funciona así. ¿Te has puesto a pensar en lo que yo quiero? ⎯pregunto, buscando que, al menos por un momento, se ponga en mi lugar.

⎯¿Lo que tú quieres? ⎯me mira confundida, como si esa pregunta fuera algo nuevo para ella.

⎯Sí. No te preguntas por qué quiero ir lento… por qué estoy tratando de conocerlo mejor. No sé cómo veas tú el amor, pero uno tiene que ver sus prioridades. ⎯mi voz se suaviza, como si intentara convencerme a mí mismo mientras hablo.

⎯Te entiendo, pero no te comprendo ⎯contesta Jo, sacudiendo la cabeza, como si estuviera tratando de descifrarme.

⎯Para ser una excelente negociante, eres bastante… exigente en que la gente haga lo que tú quieras.

Jo se queda en silencio por un momento, observándome, como si pensara en mis palabras. Puedo ver la lucha interna que tiene entre desear lo mejor para mí y entender que mis decisiones no siempre son lo que ella esperaría. En el fondo, sé que sus intenciones son buenas, pero yo no puedo dejar de sentir que, en esta ocasión, soy yo quien tiene que tomar el control de lo que quiero.

⎯Como quieras ⎯responde, para después alejarse hacia donde están sus sobrinos jugando.

⎯Venga, Jo, no te enojes. Es que… ⎯digo, tratando de alcanzarla, pero ella ya está lejos.

⎯Dijiste que Daniel te gustaba. ⎯me interrumpe sin mirarme.

⎯Y me gusta, claro que me gusta. Solo que… ⎯digo, buscando las palabras correctas, sin querer herirla pero sabiendo que no puedo ocultarlo.

⎯¡QUÉ! ⎯me exige, y noto la impaciencia en su voz⎯. Siempre tienes esa duda. Siempre paras ahí. ¿Solo qué?

En ese preciso momento, noto que Daniel va entrando al jardín, con Sebastián detrás de él. Ambos vienen en silencio, algo asoleados, como si la conversación que habían tenido antes los hubiera dejado pensativos. Daniel me ignora por completo, va directo a David, quien se encuentra sentado en una de las sillas cerca de la piscina. Momentos después, se van juntos y entran a la casa.

Por el contrario, Sebastián se me acerca con una sonrisa. Su presencia es calmada, pero algo en su mirada tiene esa intensidad que siempre me desconcierta.

⎯Buenas tardes, ¿todo bien? ⎯nos pregunta, con ese tono suave pero cargado de una curiosidad que siento más como un reto.

Jo, simplemente nos ignora y se va, su cuerpo rígido como si no quisiera ser parte de lo que está por venir.

⎯Esa mujer sí que me odia… lo bueno es que es mutuo. ⎯dice Sebastián en voz baja, pero aún así, me hace una leve sonrisa, como si lo hubiera dicho solo para mí.

Trato de ignorarlo. Me doy la vuelta para ir hacia los niños, pero él me detiene, tomando un paso más cercano.

⎯¿No me vas a preguntar cómo me fue con Daniel? ⎯me pregunta, su tono desafiante me recuerda por qué no me gusta dejarme llevar por sus provocaciones.

Niego con la cabeza, prefiriendo no darle demasiada importancia a sus palabras.

⎯Me da igual ⎯contesto, tratando de zafarme de la tensión que él parece querer crear.

⎯¿Seguro? Porque, siento decirte que nos la pasamos muy bien. Llegamos a más bases que jugador de béisbol. ⎯su risa burlona me hace soltar una pequeña carcajada, aunque no estoy seguro de si debo estar molesto o divertido.

⎯¿Me estás tratando de poner celoso? ⎯pregunto, aunque una parte de mí ya sabe la respuesta. Sebastián siempre tiene ese toque de picardía que me hace cuestionar si está jugando conmigo o si realmente tiene alguna intención detrás de sus palabras. 

Sebastián sonríe de manera provocativa, sabiendo exactamente cómo juega con las emociones. No es que no lo sepa, es que a veces me dejo llevar por su energía. Su tono cambia un poco, como si estuviera disfrutando el momento, y decide exagerar aún más.

⎯¿Poner celoso? ⎯repite, como si no le fuera a ser difícil conseguirlo⎯. No sé, tal vez. Pero te diré algo… Cuando Daniel y yo salimos a caminar, estábamos tan conectados que casi ni notamos el sol cayendo. Él estaba… tan relajado, tan abierto. Y tú sabes, él tiene una forma de hacerte sentir como si estuvieras el centro del universo. Tan atento. Casi como si supiera exactamente lo que necesitas escuchar.

Me lanza una mirada de reojo, como si fuera una insinuación que no quiero tomar en serio, pero sus palabras calan. La forma en que habla de Daniel me hace fruncir el ceño, aunque trato de mantener la compostura.

⎯Ah, ¿sí? ⎯digo, un tanto sarcástico. ⎯¿Y qué más? ¿Te dio alguna lección sobre cómo conquistar corazones?

Sebastián se ríe con esa risa baja que siempre tiene cuando sabe que está tocando una fibra sensible. Luego da un paso más cerca, como si quisiera asegurarme de que esté escuchando bien.

⎯Bueno… en un momento, en medio de la charla, no sé qué pasó, pero de repente, sus dedos rozaron los míos. Fue… extraño, ¿sabes? No lo vi venir, pero estaba tan cercano que era difícil ignorarlo. 

Hace una pausa dramática, como si estuviera disfrutando el efecto de sus palabras.

⎯¿Y qué pasó después? ⎯pregunto, sin poder evitarlo. Hay una parte de mí que no quiere escuchar más, pero otra parte… está completamente atrapada por su exagerada historia.

⎯¿Después? ⎯repite Sebastián, un brillo travieso en sus ojos. ⎯Bueno, nos besamos. Fue un beso lleno de amor, de conexión.

Hace una pausa dramática, disfrutando el efecto de sus palabras. Se recarga ligeramente hacia atrás, como si estuviera reviviendo el momento.

⎯Te diría que fue un beso común, pero no lo fue. Fue mucho más que eso. Cuando nuestros labios se encontraron, fue como si el mundo alrededor desapareciera. El aire, el sonido, todo se desvaneció. Solo existíamos nosotros, nuestros corazones latiendo al mismo ritmo. El beso fue lento, suave, pero con una intensidad que no podíamos controlar. Fue como si el tiempo se detuviera, como si todo lo que habíamos vivido hasta ese momento, todas las dudas y las tensiones, se disolviera con ese contacto. Y cuando nos separábamos, por un segundo, ambos nos quedamos ahí, mirando al otro, como si estuviéramos esperando que el universo nos diera una señal de que lo que estábamos sintiendo era real.

Sebastián me lanza una mirada desafiante, su sonrisa crece, como si estuviera esperando mi reacción.

⎯No te estoy exagerando, en serio ⎯continúa, su tono ya más bajo, como si estuviera compartiendo algo secreto. ⎯Fue el tipo de beso que te deja sin aliento, te hace cuestionar todo lo que pensabas que sabías sobre el amor. Fue como si el tiempo se hubiera estirado, como si quisiéramos quedarnos ahí, sin movernos, atrapados en esa burbuja perfecta que habíamos creado. Y, por supuesto, no me aparté. ¿Cómo podría hacerlo? Fue… innegable.

Me mira fijamente, y aunque sé que está exagerando, una parte de mí no puede evitar sentir que la situación se está volviendo aún más complicada. Pero no por la razón que él cree, sino porque el veneno entre nosotros sigue siendo palpable.

⎯¿De verdad, todo eso pasó? ⎯contesto, levantando una ceja y dejando que la incredulidad se refleje en mi rostro.

⎯Así es… y esta noche… puede que pase más. ⎯dice Sebastián con una sonrisa que roza lo arrogante, seguro de sí mismo, disfrutando claramente de la incomodidad que está provocando.

Me río, pero la risa es fría, tensa. No puedo dejar de notar cómo sus palabras se encienden como una chispa en mi interior. Hay algo en su actitud que me irrita, me provoca.

⎯¿Y cuándo despertaste? ⎯le pregunto, con sarcasmo, como si en realidad me importara poco todo eso. ⎯ ¿O todavía estás en medio de tu… sueño?

Sebastián me mira fijamente, sin una sola mueca, pero sus ojos están llenos de una intensidad que no puedo ignorar.

⎯¿Crees que esto es un sueño? ⎯dice, y su tono se vuelve más bajo, como si estuviera disfrutando de esta pequeña victoria. ⎯ No, mi amor, es la realidad.

Hace una pausa, como si estuviera midiendo sus palabras, antes de continuar con un suspiro cargado de cierto desdén.

⎯Te digo algo… te lo digo yo porque Daniel no se atreve a decírtelo. Él piensa que escondes algo… no te tiene confianza.

Las palabras caen como una piedra en mi estómago, y por un momento, me quedo sin aliento. Sé que Sebastián es un especialista en jugar con mi cabeza. Sabe cómo meter esa semilla de duda, cómo hacer que me cuestione todo lo que creía saber, incluso lo que siento.

Me doy cuenta de que no debo creerle, de que está manipulando la situación como siempre lo hace. Pero, por alguna razón, una pequeña parte de mí, una parte que no quiero admitir, se siente tocada por lo que acaba de decir.

No tengo una respuesta inmediata. Me quedo mirándolo, intentando organizar mis pensamientos mientras trato de calmar esa incomodidad creciente en mi pecho. Sé que está jugando conmigo, pero ¿y si hay algo de verdad en sus palabras? ¿Y si Daniel realmente piensa que estoy ocultando algo?

⎯No te creas todo lo que escuchas, Sebastián. ⎯respondo con más firmeza de la que siento, intentando retomar el control de la conversación. ⎯ Daniel confía en mí más de lo que tú crees.

Sebastián me observa por un momento, como si estuviera valorando si mi respuesta es sincera o simplemente un intento por desviar la conversación. Su sonrisa se ensancha, aunque sé que está buscando algo más, algo que me haga dudar. Pero esta vez, no pienso darle el gusto.

⎯No, no lo hace. Pero, ese no es mi problema. ⎯dice con un encogimiento de hombros, como si el asunto ya no le importara, pero sus ojos siguen fijos en mí, no lo ha dejado ir del todo. ⎯ En fin. Creo que ya estuve mucho tiempo aquí. Me iré a preparar para hoy por la noche. Si quieres, puedes unirte a nosotros.

Sus palabras me irritan, me siento como si él estuviera tratando de arrastrarme a su mundo, a su juego. No me va a ganar tan fácilmente.

⎯No podrías con los dos, Sebastián. Créeme. ⎯respondo, sin girarme, sabiendo que ya tengo la última palabra.

⎯¿Es un reto? ⎯dice con una sonrisa que podría hacerte dudar de su verdadera intención.

⎯Es un hecho. ⎯contesto, volviéndome para alejarme de él.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar, pero no puedo evitar sentir cómo su mirada sigue clavada en mi espalda. La tensión en el aire está cargada, como si cada palabra no dicho estuviera flotando entre nosotros, lista para estallar. Sebastián es todo lo que no quiero, y aún así, lo encuentro imposible de ignorar.

Ese hombre me enoja profundamente. Me desespera. No puedo creer que Daniel lo tome en serio. Es tan… provocador. Tan lleno de sí mismo. Pero aun así, algo en su actitud me hace sentir vulnerable, como si cada una de sus palabras estuviera buscando una grieta en mi confianza.

Sé que no debo creerle, que es experto en manipular, en poner en duda todo lo que tocan sus manos. Pero sus palabras siguen dando vueltas en mi cabeza. ¿Acaso Daniel piensa que escondo algo? ¿Es cierto que no confía en mí? ¿Es por eso que Sebastián se siente tan libre de ponerme en esa posición, de sembrar la duda entre nosotros?

No lo sé. No sé qué pensar. Pero algo en mi interior me dice que no debería dejar que Sebastián gane esta batalla, que no debería dejar que su veneno se filtre en mi relación con Daniel. Pero, ¿y si hay algo de verdad en lo que dice? La pregunta sigue rondando, y no me deja en paz.

⎯Tal vez es hora de ser más abierto con Daniel⎯ me digo a mí mismo, como una especie de mantra. Pero con Sebastián merodeando por aquí, me será imposible. Supongo que debo tomar cartas en el asunto.

¿Dulce descanso? 

⎯Dulce descanso ⎯repito, y una sonrisa se dibuja en mi rostro. 

2 Responses

  1. Uichh como me choca ese Sebastian. Si ese es el q le mete dudas de Tazarte. Q desgraciado parece vieja chismosa. Q rabia. Que plan vas a idear? Lo vas a dopar? Jajajaja

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