TAZARTE


Todos tuvimos una buena cena. Sebastián se sentó al lado de Daniel y ambos conversaron bastante. Traté de que mi mirada no se fijara en ellos. Sin embargo, Jo, los vio por mí. Sus hermosos ojos azules no se separaron de su primo, que varias veces volteó a verla y le hacía gestos de “¿qué pasa?”. Nadie más lo notaba, y mucho menos los niños, que no dejaban de hablar sobre lo que harían después; ver una película en la gran sala de televisión de la casa.

Así que, tan solo terminamos, preparamos algunos snacks. Entre Jon y Jo los hicimos, mientras que Héctor acomodó el lugar para que los niños pudieran estar cómodos; esto terminaría en pijamada.

Cuando terminé de preparar mi famosa leche achocolatada, me dediqué a preparar la bebida de Dulce Descanso: licor de cereza, miel, ron, licor de manzana y canela. Para el calor hay que agregar hielo. La bebida es rica, y si le agrego algunas hierbas, puede provocar sueño.

Hago una gran jarra, tomo mi guitarra, antes de salir voy con Daniel y lo invito a pasar tiempo en el jardín trasero, en ese lugar para fogatas, con sofás alrededor y un techo transparente para que más noche se puedan ver las estrellas.

⎯¿Yo no estoy invitado? ⎯me pregunta Sebastián, con una sonrisa.

⎯Claro que sí, es tu casa ⎯contesto con seguridad, haciéndole saber que nuestro momento hace rato no me afectó para nada⎯. Hice una bebida para todos.

⎯¿Bebida? ⎯pregunta Daniel.

⎯Sí. ¿Quieres probar? Es deliciosa.

Tomo un poco de la jarra y la sirvo en el vaso. Cuando se la doy, Daniel la toma, pero Sebastián se la quita.

⎯Espera, espera, espera… ¿qué le estás dando? ⎯dice con seguridad, como si lo estuviera protegiendo.

⎯Pues, licor de cereza, ron y licor de manzana con miel y canela. Obviamente todo en una cantidad muy baja. Pruébala.

Sebastián toma un sorbo, y cuando termina el vaso de un trago, sonríe.

⎯¡Nada mal!

⎯Lo sé… ⎯le contesto⎯. Vamos afuera. Hice una jarra.

Daniel me sonríe.

⎯Vamos. Quisiera descansar un poco después de la caminata.

⎯Pues… vamos ⎯cede Sebastián.

Los tres salimos de la casa y Sebastián prepara la fogata. Yo me siento al lado de Daniel, y cuando Sebastián regresa se sienta a su lado, dejándolo en medio de los dos.

La situación es tan incómoda que Daniel opta por ponerse de pie y sentarse en el otro sofá. Sebastián y yo nos vemos al rostro, y en ese momento vuelve la competencia. Para mi suerte, Sebastián se tomará una pausa.

Sirvo los vasos con la bebida y le entrego uno a Daniel, pero él lo rechaza.

⎯No tomo alcohol ⎯me dice. Y lo sé, por eso hice esta bebida para Sebastián.

⎯Cierto, lo siento ⎯contesto, como si no supiera. Para mi suerte, Sebastián sí quiere tomar más. Así que toma el vaso y lo bebe de nuevo con prisa.

⎯Esto está delicioso ⎯me comenta, acercando la jarra y sirviéndose un poco más.

⎯Lo sé. Es una bebida muy rica ⎯le doy una sonrisa.

Me sirvo un vaso y doy un sorbo. Trato de no tomar mucho para no caer en mi propia trampa. Sin embargo, sé que Sebastián está cansado y que la bebida en verdad lo hará caer pronto.

Entonces, tomo la guitarra y la afino. El sonido de las cuerdas llenando el aire con una suavidad que contrasta con la calma del atardecer. Daniel me observa con detenimiento, sus ojos fijos en cada movimiento de mis dedos, como si intentara leer algo más allá de las notas que comenzaba a tocar.

⎯Vas por la vida con esa guitarra, ¿eh? ⎯me dice, una ligera sonrisa curvando sus labios, como si fuera un comentario casual, pero con algo de admiración.

⎯Sí. Se ve desgastada, pero es mi favorita. Me la dieron de regalo ⎯respondo, sin apartar la vista de las cuerdas, mis dedos moviéndose con cuidado mientras inicio los primeros acordes de Spanish Romance.

La pieza empieza a llenar el espacio entre nosotros, el sol comenzando a esconderse detrás del horizonte, bañando el paisaje en tonos anaranjados y dorados. La música fluye en el aire, suave y melancólica, como una corriente de viento que arrastra los pensamientos.

Puedo sentir la mirada de Daniel, fija en mí, y aunque no me atrevo a mirarlo, sé que está allí, tan cercano, tan presente. Es un sentimiento extraño, tocar para él, para alguien que se ha convertido en una presencia constante en mi vida, que me observa sin juzgar, que sigue cada nota como si estuviera descubriéndome.

Sigo tocando, sin prisa, dejando que las notas se extiendan en el silencio de la tarde. Mi guitarra resuena con la suavidad de un susurro, como un secreto compartido solo con el viento.

⎯¿Te gusta? ⎯pregunto, sin dejar de tocar, la pieza alcanzando su momento más profundo, esa parte de la melodía que siempre me hace pensar en el paso del tiempo, en las decisiones que no se pueden deshacer.

Daniel no responde de inmediato. Por un momento, siento que la música ha tomado el control de todo, que no importa lo que ocurra a su alrededor. Luego, con voz baja, cargada de una intensidad que casi me sorprende, dice:

⎯Es hermosa… ¿Cómo se llama?

Spanish Romance o Romanza. Es una pieza esencial para la guitarra clásica.

De pronto, escuchamos un ronquido y al voltear, vemos a Sebastián dormido sobre el sofá. Daniel se aguanta la risa. Yo sonrío de triunfo, como si acabara de tocar el arpa que duerme al perro de tres cabezas.

⎯Parece que venía muy cansado ⎯comento, aún tocando las cuerdas.

⎯Bueno, nadó mucho, bajo el sol y estuvo haciendo ejercicio. Tiene una obsesión bastante grande con mantener su cuerpo firme ⎯confiesa Daniel⎯. Yo pensé que David era el más vanidoso, pero él le ganó de calle.

Daniel se ríe. Yo suspiro.

⎯Me dijo que… se besaron. Al parecer, probaste el menú ⎯menciono con discreción.

Daniel se sonroja. Aprovecho el momento para pasarme al sofá donde está sentado, alejándome de Sebastián; lo recuesto para que quede más cómodo, al menos le debo eso. 

⎯No sé si probarlo sea al término.
⎯No comprendo ⎯le contesto, recordando lo que Sebastián me dijo sobre lo que ocurrió en el paseo.
⎯Llamémoslo “besos ambientados, pero no deseados” ⎯me contesta, con una media sonrisa.
⎯¡Vaya! ⎯respondo, todavía tocando la guitarra, buscando darle una sensación de ligereza a la conversación.
⎯Sebastián provoca el ambiente para un beso. Te arrastra a lugares solitarios, maravillosos, y sabes que eso pasará. Por alguna razón, sabes que no te irás de ahí sin besarlo. Te dice que eres guapo, que le gustas, que… ya sabes.
⎯Sí, lo sé ⎯contesto, dejando caer la guitarra en mis piernas por un momento, mientras sigo observando a Daniel.
⎯Y lo besas, pero no sabes si es porque lo deseas o por otra cosa. ¿Comprendes?
Asiento. Sebastián tiene una forma de manejar las situaciones que te hace dudar de lo que realmente quieres. Sin embargo, creo que subestimé a Daniel; no es tan inocente como creía.
⎯Sé que hice mal en preguntarte si podía ir o no. Lo que pasa es que… Sebastián impone y yo…
⎯¿Y tú? ⎯pregunto, sintiendo que la conversación toma un giro hacia algo más profundo.
En ese instante, la fogata se enciende de forma automática, iluminando nuestros rostros con su luz cálida y parpadeante. Nos hemos acercado tanto mientras hablábamos que ni siquiera notamos que el cielo se ha oscurecido. Sebastián sigue dormido, completamente ajeno a lo que está ocurriendo.
⎯Y yo… estoy confundido ⎯dice, con una expresión seria.
⎯¿Confundido? ⎯pregunto, dejando la guitarra a un lado, girándome para mirarlo de frente.
⎯Sí. Eres un misterio, Tazarte, eso es lo que siento.
⎯¿Un misterio? ⎯me río bajo, aunque no estoy seguro de si es una broma o algo más profundo.⎯ ¿De qué hablas?
⎯Siento que te conozco, pero a la vez reflexiono y me percato de que no sé nada sobre ti.
⎯Pues… pregúntame ⎯le aliento, sintiendo una mezcla de curiosidad y una extraña vulnerabilidad al mismo tiempo. Tal vez Sebastián no mentía por completo y en realidad Daniel cree que escondo algo.
⎯Puedes preguntarme lo que quieras.

⎯¿Lo que desee? ⎯me pregunta, su voz teñida de duda, como si intentara medir la extensión de lo que estaba dispuesto a explorar.

⎯Lo que quieras… Contestaré.
Daniel voltea a ver su alrededor. La casa se encuentra iluminada con una luz suave, cálida. Al fondo se escucha la televisión, pero el sonido se desvanece en el aire tranquilo. Los ronquidos profundos de Sebastián son la única distracción real, pero en ese momento, estamos solos, completamente solos. La tensión en el aire es palpable. Daniel me observa nuevamente, pero esta vez con una mirada distinta: llena de deseo, de brillo, de una necesidad que no puedo ignorar. Finalmente, me habla:

⎯Dime una cosa antes de preguntarte lo siguiente. ⎯Asiento, mi corazón latente en mi pecho, pesado, acelerado⎯. ¿Te gusto? ¿Te sientes atraído hacia mí?
Esbozo una sonrisa tímida, intentando mantener la calma, pero dentro de mí, todo se acelera. El aire entre nosotros se ha vuelto denso, cargado de una energía que parece eléctrica. Clavo mis ojos en los suyos, tratando de comprender sus intenciones, pero también dejándome llevar por la vulnerabilidad del momento. Su pregunta me toma por sorpresa, pero me alegra que haya sido él quien la hiciera.

⎯¿Lo dudas? ⎯respondo, con nerviosismo, pero también con una sinceridad que no puedo ocultar⎯. ¿He hecho algo para que pienses que no?

⎯Solo… quiero escucharlo ⎯me responde, su voz suave pero firme, casi como un susurro cargado de necesidad⎯. Estoy cansado de “suponerlo”. Sebastián al menos lo dice de frente, pero tú… Solo dímelo, solo quiero estar seguro de que todo esto entre nosotros es… real.
Paso saliva, siento el calor subir por mi cuello y las palabras que siempre quise decirme salen, finalmente, con fuerza. Ya no puedo seguir negándolo.

⎯Me encantas ⎯respondo, directo, sin rodeos⎯. Me gustas mucho desde el primer día que te vi. No puedo dejar de pensar en ti.

Daniel sonríe, una sonrisa amplia y sincera que ilumina su rostro y parece calentar toda la habitación. La distancia entre nosotros se reduce al mínimo, el espacio que compartimos parece volverse casi inexistente, como si todo estuviera a punto de explotar en algo más profundo, más cercano.
Una vez más, Daniel me toma por sorpresa, pero esta vez con una pregunta que corta la respiración:

⎯Tazarte… ¿puedo besarte? ⎯pregunta, su tono tan suave, tan lleno de deseo y cuidado, que casi me deja sin aliento.
No respondo de inmediato. No porque no quiera, sino porque el momento me arrolla, y necesito procesarlo. ¿Es real? ¿Está realmente ocurriendo? Pero no hay tiempo para pensar demasiado. La mirada de Daniel, esa mirada intensa que parece penetrar en mí, me dice todo lo que necesito saber. Este es el momento. Esto es lo que he estado esperando.

⎯¿De verdad necesitas preguntarlo? ⎯respondo finalmente, con una pequeña sonrisa, aunque llena de un significado profundo.
Daniel se inclina hacia mí con una calma deliberada, dándome tiempo para retroceder si lo deseara, pero yo no quiero. No puedo. Su aliento cálido me envuelve, y luego sus labios rozan los míos, suaves al principio, como si estuviéramos probando el terreno, pero rápidamente se transforma en algo mucho más intenso. Es un beso dulce, pausado al principio, pero cargado de pasión contenida.

Sus manos se posan en mis hombros, firmes, pero cuidadosas, mientras que mis propias manos se mueven hacia su cintura, acercándolo aún más. La electricidad entre nosotros crece, cada segundo más intenso, más urgente. El mundo a nuestro alrededor desaparece: no importa el Conglomerado, no importa La Casa de la Música, no importa Sebastián. En ese momento, solo estamos él y yo, nuestros cuerpos, nuestras emociones, conectando de una forma que va más allá de las palabras.

Nuestro beso se intensifica, cada caricia, cada roce, cada movimiento, creando una sinfonía de deseo que nos consume por completo.

Cuando nos separamos, apenas unos pocos centímetros, ambos estamos respirando con dificultad. La intensidad de lo que acabamos de compartir nos ha dejado sin aliento, pero sus ojos, esos ojos profundos y llenos de algo que no sé cómo describir, se clavan en los míos. Hay algo en ellos que me llena de esperanza, una promesa tácita de que este momento no es solo físico, sino mucho más profundo.

⎯¿Todo bien? ⎯pregunto, notando que sigue respirando de manera agitada. Lo menos que quiero es que tenga un ataque de ansiedad, que ese momento tan íntimo se convierta en algo negativo.

Daniel asiente, su respiración aún es irregular, pero me da una ligera sonrisa que me tranquiliza.

⎯Eso… fue mejor de lo que imaginé ⎯dice, con una risa nerviosa que provoca una extraña suavidad en mi pecho, como si mi corazón se derritiera un poco más.

⎯¿Lo habías imaginado? ⎯bromeo, intentando aliviar la tensión que todavía permanece entre nosotros, aunque mi voz suene afectada por todo lo que acabamos de vivir.

⎯¿Y quién no lo haría? ⎯responde, riendo, mientras sus dedos juegan distraídamente con la tela de mi camisa. ⎯Si te confieso, había fantaseado con la idea.

Sonrío, pero el rubor en mis mejillas me delata. Me acerco a su rostro, incapaz de resistir la tentación, y beso levemente sus labios. Él me responde sin dudar, y en ese contacto, no hay nada forzado, ni manipulación, ni culpa. Solo dos personas que parecen haber estado esperando este momento desde hace tiempo.

⎯Dime, ¿eso fue deseado o “ambientando”? ⎯pregunto. 

Él sonríe. 

⎯¿Me besas de nuevo? ⎯me pregunta, con la voz un poco más baja, cargada de deseo. Respondiendo mi pregunta. 

Me acerco de nuevo, esta vez con más confianza, y me prendo a sus labios con fuerza, perdiéndome en ellos, recorriendo cada esquina de su boca, dejándome llevar por la pasión que ahora fluye libremente entre nosotros. Ya no hay miedo.

Finalmente, Daniel se separa un poco, pero no demasiado, como si necesitara asegurarse de que realmente estoy aquí, de que esto no es un sueño. Como si todavía no pudiera creerlo.

⎯Tenía miedo de arruinar esto ⎯admite, con una honestidad que me toma por sorpresa, dejándome vulnerable en su revelación⎯. Pero… no quería dejar pasar más tiempo sin saber qué es esto, qué somos.

Lo miro, y el peso de sus palabras cae sobre mí. Sé que mi respuesta será crucial, que lo que diga ahora definirá lo que venga después.

⎯Esto… somos nosotros, Daniel ⎯respondo, con la mayor sinceridad que puedo reunir, y mi voz suena más tranquila ahora, más segura⎯. Y si quieres explorarlo, estoy dispuesto a que lo hagas. Sin compromisos, sin presiones, sin prisas… solo, dejarnos llevar.

⎯Dejarnos llevar… ⎯murmura, sus ojos brillando con una mezcla de alivio y deseo.

Y sin que yo lo espere, es él quien se acerca esta vez, tomando la iniciativa, y me besa de nuevo. Este beso es diferente: lleno de confianza, de algo más profundo que solo deseo. Por primera vez en mucho tiempo, siento que todo está bien, que estamos exactamente donde debemos estar, y me doy cuenta de que, por fin, en este momento, se siente completamente feliz… y yo también.

7 Responses

  1. AHHHHHH Dios qué lindo! Porque no todo lo que sucede tiene que ser definitivo. Hay magia en lo que fluye y ocurre en el momento ideal. Me encantan!

  2. Al fin ellos se encontraron… tremenda tactica la de Tazarte, solo amor sin imponer, sin mentiras ni manipulaciones..Tazarte 1 Sebastián O y fuera del campo….
    En tu cara Sebastián…

  3. AHHHH…Que emoción!! Me encanta! Por fin se han acercado sabiendo que el uno se siente agusto con el otro. Nos hemos quedado queriendo más, por favor Anita apiadate de ellos que no esperen más para estar juntos y de nosotr@s que nos quedamos a la espera de nuevos capítulos.

  4. Los amoooooo! Yo también soy feliz 🤭 fueron tan sinceros en ese momento, expresaron justo lo que sentían y me encanta 💕

  5. Wiiii hasta que al fin. Bye Sebas!!
    Tazarte y Daniel son tal para cual y me alegro que los dos puedan retomar sus vidas ser libres de disfrutar el amor
    Ana hermosos capítulos!

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *