TAZARTE 

Me alejo de la casa lo más posible, en verdad confundido, pero, no por Daniel, sino por mí. No puedo entender por qué reaccioné de la manera en que lo hice. Todo fue tan repentino, tan inesperado. La cercanía de Daniel, la intensidad de lo que compartimos ayer, no debería habernos afectado tanto. Sin embargo, aquí estoy, caminando sin rumbo, tratando de calmar mi mente, buscando respuestas que no sé si tengo.

Puedo parecer una persona que siempre tiene todos sus sentimientos bajo control. Que va por la vida con un exceso de calma y comprensión. Pero, en realidad, constantemente tengo una batalla con mi mente y mis sentimientos; él sigue aquí, presente en mi corazón, mis pensamientos, y no sé si es seguro dejarlo ir cuando me ha acompañado durante todos estos años.

Tazarte, ¿qué fue lo que pasó allá?

⎯Estoy algo cansado ahora, no te puedo responder —me digo a mí mismo.

Solo quiero recordarte que esto en tu mente no soy yo, eres tú, pretendiendo hablar conmigo para calmarte.

⎯¿Y qué quieres que haga? —contesto en voz baja, como si realmente estuviera esperando una respuesta.

Sé que parezco loco hablando solo en medio del jardín, mientras contesto las preguntas de mi mente, como si un debate interno tuviera que ser resuelto en este preciso momento, aunque no haya ni una sola persona a mi alrededor. Sin embargo, no me detengo. Sigo caminando.

⎯En realidad soy patético.

No, te sientes solo. Todos lidian con la pérdida de distintas maneras. Tanto Daniel como tú están pasando por un luto, y lo lidian como pueden.

⎯¿Me estás diciendo que a Daniel y a mí nos acerco el duelo y no el amor? —pregunto en voz alta, más para mí mismo que para cualquier otra persona.

No hay respuesta en mi mente, solo el sonido de los pájaros cantando suavemente en la distancia, como si todo a mi alrededor continuara su curso sin importar mis tormentas internas. Pero ese silencio no me calma. De pronto, ese temor que había estado acechando en las sombras de mis pensamientos se apodera de mí, un miedo sutil pero punzante. ¿Y si en realidad no me gusta Daniel de la manera en que quiero creer? ¿Y si solo estoy con él porque sigo atrapado en mi propio duelo, buscando algo o alguien con quien compararlo todo, incluso a él?

⎯Mierda —murmuro, la frustración se eleva en mi pecho.

No pienses tonterías, me responde mi mente. Estás enamorado de Daniel… puedes engañar a la mente, pero no al corazón.

⎯Claro, me vienes a hablar de amor… —le reprocho, con un tono cargado de amargura, pero tan pronto como las palabras salen, me arrepiento. Dejo escapar un suspiro.⎯ Lo siento, estoy enojado.

No pasa nada, estás en tu derecho. Te prometí que pasaríamos la vida juntos, que envejeceríamos juntos, y ni siquiera llegué a eso. Tienes todo el derecho a reclamarme.

⎯Es que no quiero hacerlo —respondo, con la voz quebrada. —Ya no quiero reclamarte, no quiero pensarte, pero, no puedo. No puedo dejar de pensar en ti.

Claro que puedes. Solo que te da miedo. Si me sueltas, estarás en realidad solo, en tu mente, aunque en realidad, siempre has estado solo y lo has hecho muy bien. Has salido adelante, encontrado buenas oportunidades, amigos…

⎯Es tu forma de decirme que no te necesito.
Es mi forma de decirte que Daniel te quiere. Solo está confundido. Estoy seguro de que es su primera experiencia “normal” en el amor. No sabe expresarlo de otra manera porque nunca se lo enseñaron.
⎯Lo sé. Solo que sabes todo lo que cargo, y este tipo de situaciones me desalientan o me desesperan. Sabes que yo también tengo mucho en juego.
¡Ah!, pero eso se dará natural… y lo sabes…
⎯¿Qué tan natural?
⎯¿Ahora hablas solo? ⎯escucho la voz de Sebastián.
Al voltear, lo veo frente a mí.
⎯¿Espías a las personas?
⎯Pareces loco hablando solo por el jardín… ¿acaso estás loco? ⎯pregunta, en un tono despectivo.
⎯Hablar solo no es signo de locura, sino de máxima inteligencia… ⎯respondo, seguro.
⎯¿Quién lo dice?…¿La voz de tu cabeza? ⎯Sebastián se ríe a carcajadas.
En este momento no estoy para burlas así que lo confronto.
⎯¿Qué quieres? ⎯pregunto.
En un movimiento inesperado, Sebastián se acerca a mí, me toma de la camisa y me empuja contra uno de los árboles.
⎯Estás jugando sucio, Tazarte. Sé que pusiste algo en la bebida.
⎯No puse nada ⎯contesto, con firmeza.
Sebastián está tan cerca de mí que siento su aliento sobre mi rostro. Él sonríe de lado.
⎯Andas por la vida, con esa bandera de inocente, de no hago nada, de no rompo un plato. Pero sé, porque todos lo tenemos, que tienes secretos que no has contado, y yo los voy a averiguar… no puedes ser tan inocente como dices.
Me quedo en silencio, viéndolo a los ojos.
⎯No todos somos como tú, Sebastián.
Mis manos se colocan sobre las suyas y trato de zafarme como puedo. Lástima que él es más fuerte que yo, y que yo no soy tan atlético como él.
⎯No, no todos somos como yo, pero sé que escondes algo, y lo averiguaré. Daniel sabrá el tipo de hombre que eres.
⎯Lo sabe ⎯respondo seguro.
Sebastián se ríe, como si mi respuesta fuera una broma.
⎯Mira, que no todos somos acosadores y dominantes como tú ⎯continúo⎯. Que aleja a Daniel de todo y lo lleva a engaños a otros lugares para poder follárselo. Ni siquiera sabes lo que él quiere.
⎯¿Qué?, ¿se te antoja? ⎯me pregunta, con una sonrisa maliciosa.
Y en un abrir y cerrar de ojos, Sebastián me planta un beso sobre los labios. Un beso tan fuerte que mi cabeza pega contra el tronco del árbol. Siento sus labios tratando de abrirse paso entre los míos… pero la reacción es inmediata. Levanto la rodilla con rapidez y lo pateo en el abdomen. Sebastián se aleja, claramente sorprendido.

⎯¿Qué demonios te pasa? ⎯dice, llevándose la mano al estómago. Me quedo ahí, con la respiración acelerada, observándolo, tratando de calmar el caos que hay en mi cabeza.

⎯No te atrevas a hacer algo así de nuevo. ⎯mi voz suena baja, pero firme⎯. Elegiste el peor momento y a la persona equivocada. Yo no soy Daniel para que lo jales a tus jueguitos.

Sebastián, al ver mi reacción, se queda en silencio por un momento, mirando las huellas de su propio abuso. Finalmente, parece calmarse, pero sus ojos siguen brillando con una mezcla de enojo y algo más oscuro. Puedo sentir la tensión en el aire, esa mezcla extraña de rabia contenida y un deseo insano de control. Como si, al final, estuviera luchando consigo mismo sobre si seguir adelante o retroceder. Pero no me confundiré. Sé que lo que acaba de hacer no tiene nada de inocente.

⎯¿Te crees muy bueno, muy gentil, no? ⎯me contesta, con coraje.

⎯No entiendo, ¿qué tienes contra mí? ⎯le pregunto, bastante interesado⎯. ¿Qué te hice? ¿Sólo porque me interesé en Daniel? O acaso, ¿no puedes soportar la competencia?

La pregunta cuelga en el aire, y mi mente gira, tratando de entender qué demonios está pasando. Sebastián está alterado, pero aún así, parece que disfruta del caos. Es como si toda esta confrontación fuera un juego para él, un reto para ver quién cede primero. No lo entiendo. Todo lo que he hecho ha sido vivir mi vida, sin involucrarme demasiado, sin buscar problemas. Pero él, parece tener una fijación conmigo, y no puedo dejar de preguntarme por qué.

Sebastián se levanta. Al parecer, ya ha sobrellevado el dolor y ahora se muestra más fuerte, más peligroso. Su risa suena vacía, casi burlona, mientras da unos pasos hacia atrás, recuperando su compostura.

⎯Pobre Tazarte. Voy a averiguar lo que ocultas, y le abriré los ojos a Daniel. Y te aseguro que no te va a gustar.⎯ Con una última mirada desafiante, Sebastián se da media vuelta y se aleja. Su figura se aleja en la distancia, pero la sensación de amenaza permanece.

Me quedo en silencio, procesando lo que acaba de ocurrir. ¿Qué fue todo esto? ¿De verdad está tan obsesionado con Daniel que no puede ver más allá? ¿Está dispuesto a destruir todo para mantener el control? ¿Qué pretende, revelando lo que “oculto”? Me sacudo de la confusión, pero un nudo sigue en mi estómago.

⎯¿Qué le pasa a este hombre? ⎯hablo en voz alta, sintiéndome todavía agitado del beso. La rabia me hierve por dentro. Sebastián ha cruzado una línea, y esta vez no lo dejaré ganar.

A pesar de mi calma exterior, mis pensamientos corren a mil por hora. ¿Qué oculta él? ¿Por qué tanta obsesión con Daniel? ¿Qué es lo que realmente le molesta de mí? No puedo quitarme la sensación de que está jugando con fuego, pero no soy tonto, sé que esto no puede quedarse así. Si hay algo que he aprendido en todo este tiempo es que los problemas no se resuelven quedándose quietos.

⎯Tal vez deba ganarle yo primero en su juego. ⎯Y esbozo una sonrisa.

Ese Sebastián sí que saca tu lado más maquiavélico, pienso. Es como si su presencia tuviera ese poder extraño de desatar algo en mí que nunca había conocido. Tal vez porque siempre he jugado con calma, siempre he tenido el control, pero con él no se trata de control, se trata de lucha. Pero no soy un novato, no voy a dejar que me arrastre a su terreno tan fácilmente. Voy a jugar mi propia partida, y esta vez, él no va a saber qué le pegó.

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