DANIEL 

⎯Soy un idiota ⎯le digo a David, mientras ambos nos damos a la tarea de limpiar la cocina.

Cuando David está ansioso o ha pasado algo, le da por limpiar; mi tío dice que es una forma de limpiar sus pecados. Toda la familia se aprovecha de eso. Deja las casas tan limpias que uno pensaría que son nuevas. Los platos brillan bajo la luz de la lámpara, las superficies relucen, y el ruido de las esponjas frotando y el agua corriendo se convierte en una especie de terapia silenciosa. Mientras yo meto las manos en el agua jabonosa, el sonido del fregadero es lo único que llena el espacio, al menos por un momento.

⎯Únete al club, hermano ⎯responde David, sin dejar de frotar un sartén que parece haber tenido más batallas de las que uno podría imaginar.

Me echo a reír, aunque la risa está teñida de una sensación amarga que no puedo ignorar. Estoy totalmente consciente de lo que ha pasado, de lo que he hecho, y lo mal que todo salió. Esta confusión con Tazarte, las dudas, las inseguridades que me han estado invadiendo, me han dejado destrozado. Y ahora, en lugar de enfrentarme a todo eso, estoy aquí, escondiéndome detrás de una escoba y un trapo de cocina. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer?

⎯Soy un idiota, no conozco nada del amor…

⎯Únete al club…

⎯Vamos… tú sí puedes dar una cátedra sobre el amor, ¿Ana Carolina? ⎯le pregunto, intentando aligerar el ambiente con una sonrisa forzada.

Él voltea a verme, su expresión no cambia, pero hay algo en sus ojos que no puedo descifrar.

⎯Una relación no me hace experto. Y no lo soy, créeme.

⎯¿Qué pasó?, ¿todo bien? ⎯inquiero, sintiendo que tal vez no es solo el tema del amor el que lo está afectando.

David, sin verme a los ojos y continuando con su tarea, me responde:

⎯Un Canarias y Ruiz de Con a la vez. ⎯contesta en tono bajo, como si estuviera hablando consigo mismo⎯. Venga, ¿qué pasó?

Suspiro.

⎯Tazarte quiso besarme.

David voltea a verme y sonríe, una sonrisa ladeada que me hace sentir un poco incómodo, pero también algo aliviado, como si me diera permiso para ser sincero.

⎯Vaya…

⎯Ayer nos besamos en la noche. ⎯le indico, notando cómo mi rostro se va tiñendo de rojo, como si de repente me diera vergüenza hablar de ello.

David deja de lavar la cacerola y se limpia las manos con una toalla. Me mira con curiosidad, como si hubiera dicho algo importante, o al menos digno de un análisis profundo.

⎯¿Y?

⎯¿Y? ⎯respondo, sintiendo cómo mi voz se quiebra ligeramente, como si estuviera buscando las palabras correctas para describir lo que acabo de vivir.

⎯¿Me vas a decir más? ¿O lo imagino?

Sonrío con algo de timidez, sorprendido por la expectación de David.

⎯Fue… increíble. No sé si soy muy nuevo en esto de besar a alguien, pero… fue increíble. No solo nos besamos una vez, sino dos… y…

Mi voz se va apagando al final, como si al intentar explicar lo que sentí me diera cuenta de lo difícil que es poner en palabras algo tan… visceral, tan real.

⎯Nice… ⎯escuchamos la voz de Jon, al voltear.

Los dos nos sorprendemos al ver a Jon, parado en la puerta de la cocina, con una expresión que mezcla curiosidad y diversión.

No sabemos cómo lo hace. Jon mide casi dos metros y tiene una presencia imponente, pero siempre aparece como un fantasma, como si se deslizara entre las sombras sin hacer ruido.

⎯Mierda, Jon. ⎯expresa David, riéndose pero también molesto. ⎯Ponte un cascabel o algo.

Jon se encoge de hombros, sin perder su sonrisa traviesa.

⎯No, porque sabrían que vengo. Entonces, ¿Tazarte? ⎯nos pide que continuemos, con una mezcla de curiosidad y picardía en su tono.

Yo lo miro, un poco desconcertado. David parece intentar controlar la risa, pero sus ojos brillan con la misma incredulidad.

⎯¿Qué quieres saber, Jon? ⎯le pregunto, no sabiendo si estoy más sorprendido por su aparición o por lo que acabamos de compartir.

Jon da un paso más adentro de la cocina, como si la conversación se le hubiera vuelto más interesante de lo que había imaginado.

⎯Todo. ⎯responde, con una sonrisa burlona, sabiendo exactamente lo que está haciendo. ⎯Quiero saber todo.

David y yo intercambiamos una mirada, y por un momento, parece que todo el aire se vuelve más ligero, como si esa situación incómoda hubiera sido rota por la llegada de Jon. Pero también es claro que ninguno de los dos estamos preparados para seguir hablando de eso.

⎯Tazarte es… diferente. ⎯digo finalmente, pensando en la conversación que tuvimos antes de todo esto. Y no sé si esto sea algo real, pero… lo siento.

⎯Y, ¿por qué estás aquí con Esperancito en lugar de él? ⎯me pregunta Jon, con esa sonrisa burlona que siempre pone cuando quiere hacer una broma incómoda.

⎯¡Oye! ⎯expresa David, como si estuviera ofendido porque lo llamaron “Esperancito”.

Bajo la mirada.

⎯Porque, lo arruiné…

Jon hace un ademán, levanta las manos y expresa:

⎯Ya lo sospechaba.

⎯¿Cómo que lo arruinaste? ⎯me pregunta David, su tono curioso, pero también con un toque de sorpresa.

⎯Bueno. Hoy por la mañana, quiso besarme pero lo rechacé.

⎯¡QUÉ! ⎯expresan los dos al unísono, sorprendidos.

⎯Ya sé… ⎯digo, mirando al suelo, un nudo en el estómago.

⎯¿Y, cuáles fueron tus motivos? ⎯pregunta Jon, con el ceño fruncido pero con interés.

⎯Pues… que… ⎯digo, mi voz vacilando, sin saber cómo continuar. Cómo les explico que tengo miedo. Miedo a mostrar lo que siento, miedo a la vulnerabilidad, miedo a hacer algo que me haga sentir aún más expuesto de lo que ya estoy⎯. No sé cómo explicarlo… ⎯susurro. Me da vergüenza hacer muestras públicas de afecto a la luz del día. Me quedo callado, mis manos buscando algo en qué ocuparlas mientras mi mente sigue atrapada en ese instante⎯. Que estoy tan traumado con lo que pasó, que prefiero mantenerlo en la obscuridad, escondido.

Las palabras se quedan flotando en el aire, como una confesión que no quería hacer, pero que necesitaba decir. No les doy más detalles, no necesito justificarme más. Ellos comprenden, lo sé. La mirada de Jon se suaviza y David se queda en silencio. No hay juicio en sus ojos, solo comprensión.

⎯Continúa… ⎯me alienta Jon, su tono cálido, casi como si estuviera esperándome.

Respiro hondo y continúo, mis palabras fluyendo de forma más fluida ahora, sabiendo que no me están presionando.
⎯Trató de besarme, a plena luz del día y lo rechacé. Al parecer, a él le dolió bastante…
El silencio en la cocina se hace más pesado, pero también más seguro. No hay reproches, solo una sensación de que, aunque no comprendan completamente lo que estoy sintiendo, me están apoyando. La tensión que se había formado dentro de mí empieza a disolverse, como si finalmente pudiera ser honesto con ellos.
Jon asiente, pensativo, y David también parece procesarlo, aunque su rostro refleja una mezcla de preocupación y comprensión.
⎯Bueno, no todos somos tan amorosos en público, ⎯contesta David, tratando de ayudarme.
⎯Lo sé, pero no es eso. Con Raúl, todas las conductas aprendidas, han hecho eco en mi actitud y ahora, me siento mal, sucio… no sé cómo explicarlo.
Jon suspira.
⎯El amor… es complicado. ⎯comenta, con una suavidad en su voz que demuestra lo que ha vivido.
⎯¡Qué sí no! ⎯expresa David, melancólico, sus palabras reflejan lo que ha visto a su alrededor.
⎯Tal vez Tazarte pasó por una sensación similar, no lo sé. Sé que lo ofendí y lo herí y… ahora no sé cómo disculparme.
Mi móvil vibra dentro de mi bolso. Sé que es Raúl llamando, así que simplemente aprieto el botón para silenciar la llamada y continúo. Si David se entera de que Raúl ha regresado, me mata, o más bien, él va a matarlo primero.
⎯Entonces, ¿qué harás? ⎯inquiere Jon, su curiosidad genuina.
⎯Supongo que hablar con él, disculparme. Pero no quiero hacerlo aquí… hay…
⎯¿Un Sebastián que interrumpe? ⎯me pregunta Jon, su tono divertido pero también lleno de comprensión. ⎯Es bastante intenso ese hombre. Pensé que mi hermana exageraba al caerle mal, pero unos días me han bastado para darle la razón.
⎯Creo que haces bien en arreglar las cosas fuera de aquí. Invítalo a cenar o… ⎯me sugiere David, que siempre busca soluciones prácticas, directas.
⎯No. Lo haré a mi manera. Pero sí hablaré con él… yo. ⎯De nuevo mi móvil vibra, así que meto la mano al bolsillo y presiono el botón. Me está poniendo nervioso. ⎯Yo arreglaré las cosas.
⎯Eso quiere decir que Tazarte te gusta lo suficiente como para hacer eso.
⎯Sí, me gusta ⎯admito, y lo hago tan fácil que me asusta. ⎯Me gusta… ⎯Me sonrojo, un calor sube por mi rostro mientras mi corazón late más rápido de lo que debería.
⎯Bien… ¿nos mantendrás informado, Jon? ⎯pregunta David, con un tono burlón, sabiendo que Jon y Jo siempre están al tanto de todo. Los mellizos tienen esa habilidad de escuchar y saber más de lo que dicen.
⎯Te pasaré mi reporte… ahora, date prisa, que necesito que vayas a barrer las habitaciones y tender las camas.
David se ríe, divertido por la ocurrencia de Jon, pero no tiene tiempo para seguir en ese tono, ya que hay trabajo por hacer. Justo en ese momento, Tazarte entra junto con Jo.
⎯Jon, a word please? ⎯le dice Jo a su hermano, hablando en inglés, como suelen hacer entre ellos y con su padre.
Los mellizos poderosos hablan en inglés, ya que es la lengua que usan con su padre, una lengua que ellos dominan perfectamente, y que les permite practicar entre ellos. 

Me quedo mirando a Tazarte, con esa sensación de inseguridad que me embarga cada vez que estamos cerca, la misma sensación que aún me invade después de todo lo que ocurrió. No sé si debería actuar con más determinación o si debo darle espacio para que todo siga su curso, pero la verdad es que cada vez que lo miro, algo dentro de mí dice que debo intentarlo, que no todo está perdido.

Jo y Jon se alejan, y la tensión en el aire se hace más densa. Tazarte me observa, pero no dice nada, como si estuviera esperando que yo dijera algo.

⎯¿Qué haces aquí? ¡Ve! ⎯me dice David, como si la presencia de Tazarte fuera una amenaza o algo que debe ser manejado rápidamente.
Asiento con la cabeza, decido caminar hacia donde está Tazarte. Él no se esconde. Me ve acercarme, con esa mirada intensa que siempre me mueve, esa que tiene la capacidad de atravesarme sin esfuerzo. No lo veo molesto, ni enojado, solo pensativo, como si estuviera evaluando la situación con calma, como si estuviera esperando a ver qué haré a continuación.

⎯¿Podemos hablar? ⎯le pregunto, la voz un poco más baja de lo que querría. Mi corazón late un poco más rápido al acercarme, como si, en ese momento, el mundo alrededor de nosotros se redujera a esta conversación.

⎯Claro… ⎯responde, sin dudarlo, su tono suave, sin la amenaza que yo esperaba. Él me hace un gesto con la cabeza, y yo le insinúo que quiero movernos a otro lado para hablar, pero él niega con la cabeza.

⎯Solo vamos a hablar, Daniel, ⎯me comenta, su mirada fija en la mía, como si no hubiera más que decir sobre el lugar o el momento.
⎯Sí, estoy de acuerdo. Solo… ⎯empiezo, buscando las palabras adecuadas para lo que quiero expresar.
⎯Sebastián se fue a caminar… ⎯dice Tazarte, como si me estuviera leyendo la mente.

Esas palabras me caen como un peso sobre los hombros, como si él ya supiera lo que pasa en mi cabeza, como si estuviera consciente de todo lo que he estado tratando de evitar. Un extraño alivio recorre mi cuerpo al escuchar que Sebastián no está cerca. El espacio entre Tazarte y yo se siente más libre ahora, sin la presencia de Sebastián, sin la tensión que siempre trae consigo.

No digo nada de inmediato, solo lo miro, buscando la mejor manera de comenzar.

⎯Quiero pedirte una disculpa por lo que pasó hace rato ⎯digo, mi voz titubeante.

⎯No te preocupes… ⎯contesta, pero la suavidad de su tono no me tranquiliza del todo.

⎯No, sí me preocupo. Me preocupo porque me importa, porque me importas… ⎯murmuro, sintiendo que esas palabras salen más fácilmente de lo que pensé. Y mucho… más de lo que te imaginas.

Tazarte suspira, y puedo ver cómo su mirada se suaviza, como si mis palabras tuvieran el peso que llevaba dentro sin saber cómo liberarlo.

⎯Si te importo tanto, Daniel, deberías confiar en mí. ⎯dice finalmente, su tono tranquilo pero firme, como si fuera algo que ya había estado pensando mucho antes de que lo dijera.

Esas palabras me golpean como un rayo. La idea de confiar en alguien, de realmente abrirme sin reservas, me asusta profundamente. He estado encerrado en mis propios miedos tanto tiempo que la idea de dejar de controlar todo me resulta aterradora.

⎯No sé si puedo… ⎯mi voz se quiebra un poco, pero me obligo a continuar. Es difícil. La confianza no es algo que venga fácil para mí.

Tazarte da un paso hacia mí, y no puedo evitar notar lo cerca que está, lo cercanos que hemos llegado a estar en tan poco tiempo. Su presencia parece envolverme, calmante y fuerte a la vez.

⎯Lo sé, Daniel… ⎯susurra, pero si de verdad te importo, si de verdad quieres que esto funcione, tendrás que confiar, aunque sea un poco.

Me quedo en silencio, mirando sus ojos. Hay algo en su mirada que me dice que está dispuesto a darme ese espacio, ese tiempo, que yo, en el fondo, necesito. Pero la pregunta sigue flotando en el aire: ¿estoy listo para dar el paso y confiar en él?

⎯No es el momento para hablar de esto ⎯me comenta. 

⎯El martes, en mi oficina… a las 9:00 de la mañana ⎯comento, como si estuviera haciendo una cita para que trate un asunto conmigo. 

Tazarte sonríe. Sabe que el Conglomerado es mi lugar seguro. 

⎯Ahí estaré… ⎯Y sin más se da la vuelta y sube las escaleras. Supongo que ya no hay más qué decir. 

Lo veo alejarse de mí, y una sensación de alivio me invade. Este hombre es especial y cualquier persona sabría que sería una tontería dejarlo. Hay algo en él. Es misterioso, amable, gentil, apasionado… guapo, creo que es el hombre más guapo que he visto en mi vida. Con ese cabello rizado rebelde, esa barba espesa pero bien cuidada. Sus manos, amo sus manos, grandes, con dedos largos… y…

⎯¿Tío Dan? ⎯escucho la voz de Mäel, interrumpiendo lo que estoy haciendo. Volteo a verlo y le sonrío.
⎯Dime.
⎯¿Nos cuidas en la piscina? El tío David está ocupado, y Valentina no puede sola. El tío Héctor está dormido.
⎯Vamos…
Maël me toma de la mano y camino hacia la piscina con él. Noto que Valentina está en la piscina con ellos, así que el niño llega de inmediato y se tira un clavado, dejándome atrás. Me siento sobre una de las tumbonas cerca y por un segundo me relajo. El martes, a las nueve, tengo que hacerlo bien, debo escoger las palabras correctas. Si ya me he decidido por Tazarte, tengo que hacerlo bien.

De pronto, el móvil vibra una sola vez y sé que es un mensaje. Saco el móvil del bolsillo y noto que hay 10 llamadas perdidas y dos mensajes.

Raúl: Daniel, te lo pido… respóndeme.

Leo el primer mensaje.
⎯Dios… ⎯murmuro, sintiendo cómo una oleada de emociones me invade. ¿Por qué ahora, después de todo lo que ha pasado? ¿Por qué no me deja en paz? La angustia de saber que él está esperando una respuesta me atrapa, pero también me llena de una sensación de estar atrapado en algo que no puedo controlar.

Abro el segundo mensaje.

Raúl: Comprendo que no me quieras contestar, de verdad. Pero necesito verte, necesito hablar contigo. Y encontraré la forma de acercarme a ti. Te amo.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al leer esas palabras. “Te amo”. Esas palabras que una vez me hicieron sentir algo tan grande, tan irreversible. Pero ahora, al verlas, solo siento presión, miedo, como si el pasado estuviera tratando de arrastrarme de nuevo.

⎯Hoy no, Raúl, hoy no… ⎯murmuro, y bloqueo su número. 

Aunque no sé si eso lo detenga. 

***

-Martes por la mañana-

El despertador suena tan fuerte que me asusta. Abro los ojos y veo solo oscuridad. La persiana negra está totalmente bajada, cubriendo la ventana de la habitación. Al parecer, olvidé programar que se abriera a las 6:00 am.

Con dificultad, me levanto, a tientas presiono el botón para que la persiana se suba y espero a que la habitación se ilumine. Mientras tanto, tomo mis gafas y me las pongo. Empiezo a ver todo más claro. Prácticamente cuando hablo, mis ojos están ciegos sin ayuda de mis gafas o lentillas.

⎯Mierda… ¡qué dolor de cabeza! ⎯me quejo, frotándome la frente con una mano, sintiendo como el peso del cansancio se acumula en mis párpados.

Ayer fue la fiesta sorpresa de David. Ana Carolina le hizo una fiesta increíble, con todo lo que uno podría imaginar: amigos, familia, música, comida. Se bebió mucho. Yo no lo hice, pero el cansancio acumulado, las luces brillando hasta la madrugada, y el bullicio de la fiesta me dejaron con esta sensación horrible en la cabeza. Mi cuerpo está agotado. Mis ojos me molestan.

Después de la plática con Tazarte, en la casa de campo, la convivencia en la casa fue tranquila. Ya no hubo momentos a solas entre Sebastián y yo, o entre Tazarte y yo. Nos integramos al resto de la familia y todo fue más relajado, más normal. 

Al regresar todo quedó en un adiós, “nos vemos pronto”, y con Tazarte sabiendo que hoy tenemos una cita para platicar. He pensado mucho en lo que le diré, solo espero que esta maldita migraña me ayude.

Camino hacia el walking closet para escoger lo que me pondré hoy. Mi cabeza late al ritmo de mi paso, y la luz de la habitación parece más fuerte de lo que debería. Termino por sacar el traje rojo vino, y una camisa blanca. La elección parece correcta para un día como hoy, aunque mi mente está más ocupada en lo que tengo que enfrentar que en lo que llevo puesto. Debido a la migraña decido usar gafas para ver, esas redondas de armazón grueso que me da un poco más de personalidad, o al menos eso me gustaría creer.

Luego escojo los accesorios: el anillo de oro del abuelo y esa cadena con el dije del escudo de los Canarias. Ese que la abuela Fátima nos regaló a los hombres de la familia. El lema Virtus et Lux (virtud y luz) brilla bajo las lámparas, reflejando una luz que parece acompañarme, aunque sé que mi mente está en otro lugar.

Mi móvil suena. El movimiento hace que mi cabeza me palpite más fuerte.

⎯Mierda. ⎯expreso, entrecerrando los ojos para tratar de reducir la presión en mi cabeza.

Tomo el móvil y noto que es un mensaje de mi madre.

Ainhoa Canarias:

Buenos días, hijo. ¿Cómo estás?

Sonrío, es el mensaje que mi madre me envía todas las mañanas para confirmar que estoy bien o que estoy vivo. Respiro hondo, trato de calmarme un poco, y le respondo rápidamente.

Dan:

Bien ma, voy para la oficina. Te quiero.

Dejo el móvil sobre el sofá y salgo del walking closet para ir al baño. El reflejo en el espejo me da una sensación de irrealidad, como si todo lo que estaba pasando fuera parte de una película que aún no termina de rodarse. Tengo que arreglarme, no hay tiempo que perder. Tazarte y la conversación que debo tener con él rondan en mi mente, y sé que debo estar preparado, aunque mi cuerpo parece estar peleando con mi mente.

***

Me bajo del auto del conglomerado y me acomodo las gafas de sol. Debo usarlas hasta que la pastilla para la migraña me haga efecto. No puedo creer que no haya bebido nada y tenga que soportar todo esto. Me dirijo hacia el recibidor, pasando por las enormes puertas de cristal que siempre me hacen sentir un poco más pequeño de lo que realmente soy. Después de pasar la tarjeta de pase, entro al elevador. Son las 8:45 am y sé que Tazarte llegará pronto. A pesar de la migraña, me siento emocionado, aunque mi cuerpo no se lo esté permitiendo. La ansiedad y el dolor de cabeza luchan en mi mente, pero algo en mi interior me impulsa a seguir adelante.

Las puertas del elevador se abren y me encuentro a Marlen en la sala de espera, siempre está ahí, esperando a darme la bienvenida, y acompañarme por el pasillo mientras me pone al tanto de los pendientes inmediatos. Su presencia es constante, casi reconfortante, como una parte necesaria del día.

⎯Buenos días. ⎯me saluda, su tono es amable, pero notoriamente atento. ¿Todo bien?

⎯Tengo migraña. Dame un minuto. ⎯le pido, con voz un poco apagada. Respiro profundo, esperando que la migraña baje su intensidad, y al mismo tiempo, me acomodo las gafas con más firmeza⎯. Dime.

⎯Recuerda que debes entregar el informe financiero de este trimestre hoy al mediodía, tu tía está esperando las proyecciones de crecimiento para los nuevos sectores que estamos evaluando para invertir. También necesitamos revisar los estados financieros de las filiales antes de la junta de mañana, y tenemos que finalizar los acuerdos con el banco para la nueva línea de crédito que solicitaste. Además, el equipo de auditoría interna está esperando tu aprobación para el cierre de cuentas y el informe de rendimiento de la cartera de inversiones.

Mi cabeza comienza a dar vueltas con la marea de información. Marlen no se detiene, como siempre. Ella se asegura de que no se me pase ni un solo detalle. Me quedo un segundo escuchando, tratando de mantenerme concentrado, aunque la presión en mi cabeza hace que cada palabra me cueste un poco más.

⎯Lo sé, Marlen, lo sé… ⎯digo con un suspiro. Dame unos minutos para calmarme.

⎯Y alguien te espera en tu oficina.

De pronto, el dolor de cabeza se quita y sonrío: es Tazarte.

⎯Bien. Te pido que nadie nos moleste.

⎯¿Pero el informe? ⎯me pregunta, claramente preocupada.

⎯Lo haré, solo necesito 15 minutos… ⎯le advierto, sabiendo que no puedo concentrarme con este dolor de cabeza y la ansiedad que siento por la cita que tengo con él.

Avanzo hacia mi oficina, mientras Marlen va detrás de mí, reclamándome con esa constancia que parece no tener fin. Me menciona a mi tío Robert, quien siempre hacía todo inmediatamente, y siento cómo la presión de las expectativas de todos se apodera de mí.

No le presto atención, simplemente camino lo más rápido que puedo hasta mi oficina, mi única meta es llegar y tener esos minutos de calma antes de enfrentar cualquier otra cosa. Al llegar a la puerta, me detengo y suspiro profundamente, tomando una bocanada de aire.

⎯Bien, Daniel, hazlo bien, solo bien.

Entonces, abro la puerta con una sonrisa, preparándome para ver a Tazarte, pero lo que encuentro no es lo que esperaba.

Es la misma migraña en persona.

⎯¿Raúl? ¿Qué haces aquí?

2 Responses

  1. Jon y jo los mellizos maravilla jajaja ay noooo llego ese Raul a cagarlo todo. Y es q en el conglomerado no lo conocen, q es persona no grata y peligrosa jajaja. Que rabia. Ahora que va a pasar con Tazarte? Ay no.

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