DANIEL
Pablo regresó. Al parecer, algunas personas que pensé que no vería en mi vida, han decidido volver. La diferencia es que a Pablo sí lo quiero ver, porque es mi mejor amigo y me da gusto de que haya vuelto a Madrid.
Él se había ido del país por algunos problemas bastante pesados, y también por ir a buscar al amor de su vida, Théa. Durante ese tiempo, se retiró de muchas personas, apartándose del ruido y de lo que había dejado atrás. La vida en México con ella le ofreció una pausa, una oportunidad para sanar, aunque fue un proceso largo y difícil.
Pablo nunca dejó de ser mi amigo, pero nuestra comunicación se volvió más esporádica. No era solo que las distancias nos separaron, sino que la vida de él había tomado rumbos tan diferentes que ya no sabíamos cómo encajar nuestros mundos. Solo mantenía contacto con sus padres y con Mar, su hermana. El resto de nosotros, el grupo cercano, nos quedamos en espera de que él volviera, pero también con el vacío que su ausencia dejó.
La huida de Pablo había marcado a mi familia de maneras que no me di cuenta en su momento. Mi madre perdió a su mejor bailarina, yo perdí a mi mejor amigo, y Héctor perdió a la mujer que quería, porque, aunque él no lo dijera abiertamente, Héctor está perdidamente enamorado de Mar desde que eran pequeños.
Los problemas de Pablo, también son una de las razones por las que Mar y Ramblocq están juntos. En su momento, la familia de Mar estaba siendo amenazada por los Karaggianis, por lo que la familia tuvo la necesidad de protección. Así fue como Ramblocq apareció en su vida. Él fue asignado como su agente de protección. Ramblocq es un tipo serio, de pocas palabras, y muy atractivo para ser verdad.
La relación entre ellos no comenzó con miradas románticas ni gestos tiernos. Al principio, era simplemente un trabajo para Ramblocq: protegerla, mantenerla a salvo. Pero el tiempo, las conversaciones compartidas, las noches de vigilia y las horas perdidas en la misma lucha contra los Karaggianis, hicieron que algo cambiara. Algo entre ellos se transformó en una conexión más profunda. El toque protector de él se convirtió en algo más cálido, algo más real. Y para Mar, la dureza de ese tipo, el que parecía un muro de hielo, comenzó a derretirse a través de pequeños gestos y palabras que solo ella parecía comprender.
La noticia de la relación de Ramblocq con Mar no le agradó en lo más mínimo a mi hermano. Fue como una bomba en su mundo, algo que le removió todo. Héctor, que ya se había decidido a conquistarla de nuevo, se encontró de repente con esa realidad tan incómoda. Y no solo se sintió herido por la situación, sino también confundido, tal vez por esa sensación de que Mar nunca dejaría de quererlo. Lo sé, he sido testigo de su relación complicada, de cómo las cosas nunca fueron fáciles entre ellos, pero también sé que, en su fondo, Héctor siempre tuvo una debilidad por ella. Sin embargo, ahora, al ver cómo Mar eligió a Ramblocq, todo se vuelve más difícil de digerir para él.
Lo que más me molesta, y lo que a veces me hace reír en silencio, es la necedad de Mar. Siempre tan orgullosa, tan testaruda. Sabe que Héctor sigue sintiendo algo por ella, pero no va a ser la que lo demuestre. Prefiere seguir con Ramblocq, no porque lo ame más, sino porque está dispuesta a demostrarle a Héctor que él no tiene razón. Y, de alguna manera, sé que también es su forma de sanar. Ella no va a ser la que se quede esperando a que Héctor se decida o le dé el lugar que siempre debió darle.
Si me preguntan, creo que Héctor se lo merecía. Mi hermano había sido un completo patán, y lo peor es que le rompió el corazón a Mar de la peor manera posible: negándola. La ignoró, la hizo sentir como si no fuera suficiente, cuando ella siempre estuvo ahí, dispuesta a darlo todo por él. Ahora, después de tanto tiempo, Héctor está atrapado en una relación con Angélica, una relación que no tiene más sentido que el de no poder escapar de ella. No es que la quiera, no es que esté enamorado, pero, por alguna razón, está con ella porque no puede apartarse. No tiene las agallas para terminar lo que no comenzó de la manera correcta.
También creo que Pablo aprovechó este tiempo para alejarse de mi prima Lila. Ella también le rompió el corazón en su momento, y no sé si se lo perdonó. Quiero pensar que, con el tiempo, hicieron las paces. Quizás los dos han encontrado lo que necesitaban para seguir adelante, aunque no sé si han hablado de ello. No soy el más indicado para preguntar.
Aun así, el regreso de Pablo me ha puesto de buen humor. Es como si de repente todo se volviera un poco más ligero. No puedo esperar para contarle todo lo que ha pasado, para ponerlo al tanto de todo, de lo que he estado viviendo en su ausencia. Porque, aunque él estuvo lejos, siempre se mantuvo pendiente de mí, siempre se preocupó, incluso a la distancia. Lo sé porque, a pesar de no estar físicamente presente, sus mensajes de vez en cuando y su interés por saber cómo estaba nunca desaparecieron. Pero hay cosas que todavía no le he contado. Cosas que, quizás, no sabe nada, y que sé que no le van a gustar.
Él no sabe nada de Tazarte, ni de Sebastián, ni mucho menos del regreso de Raúl. No tengo ni idea de cómo se tomará lo último, pero, de alguna manera, siento que va a ser algo duro conmigo. Pablo tiene un temperamento fuerte cuando se trata de la gente que quiere, y si hay algo que no le gusta es que los demás se metan en mis asuntos de una manera que lo vea como peligrosa.
Sé que entre él y David las cosas no fueron fáciles cuando ocurrió “el suceso”. Mientras David literal metió su cuerpo para defenderse de los golpes, Pablo fue uno de los que estuvo conmigo, en silencio, cuando todo parecía irse al borde, y lo recuerdo como una de las personas que más me cuidaron en el hospital; no me dejó caer. Él se quedó conmigo en esas horas grises, preocupado por mi bienestar, preocupado por mi salud mental. Fue el único de mis amigos que se quedó conmigo.
A pesar de todo, Pablo nunca ha sido el tipo de persona que se mete demasiado en mis relaciones, pero este triángulo entre Tazarte, Sebastián y, ahora, Raúl… bueno, no estoy seguro de cómo se lo va a tomar. No me gusta la idea de tener que dar explicaciones, pero lo que sé es que, si alguien puede escucharme y entenderme, es él. Además, tenemos esa relación tan antigua y llena de confianza que sé que, pase lo que pase, no me juzgará.
Así que, aprovechando que mi tía Julie me dio unos días de descanso para recuperarme, he decidido ver a Pablo y también ayudar a Tazarte a mudarse a su piso nuevo. A Tazarte lo vi hace dos días, y desde entonces hemos estado enviándonos mensajes espontáneos. Él me pregunta cómo me siento, y yo le contesto que “bien”. Nada más, nada romántico, como si estuviéramos aún probándonos, conociéndonos poco a poco.
Él me ha propuesto comer pizza y tomar unas cervezas en su piso el día de mañana, como “pago” por ayudarle con la mudanza. De alguna forma, me hace sonreír la idea de que él quiera hacer un “trueque” tan simple y sincero, como si todo lo que hemos compartido fuera solo parte de una gran casualidad, sin complicaciones ni expectativas, sin presiones.
Mientras tanto, a Pablo lo veré en casa de sus padres. Xóchitl, su madre, ha insistido en que me pase por allí, ya que quiere verme y, como siempre, hacer mi platillo favorito: mole de olla. No puedo evitar sonreír al pensar en la idea. Hace tiempo que no como ese platillo, y es uno de esos pequeños placeres que me conectan con mi infancia, con esos momentos sencillos y familiares que siempre traen un sabor especial.
Sé que Xóchitl se preocupa mucho por mí, siempre me ha considerado como un hijo más. Su casa es un refugio para todos los que la conocemos, y hoy no será la excepción. No importa que hayan pasado meses sin vernos, para ella siempre seré bienvenido con los brazos abiertos y, por supuesto, con ese mole de olla que siempre me hace sentir como en casa.
⎯¡Danielito! ⎯expresa Xóchitl, cuando me ve en el umbral de la puerta.
⎯Tía… ⎯expreso, abrazándola con fuerza.
Xóchitl es la mejor amiga de mi padre, se conocen desde la universidad y jamás se han separado. A pesar de que las relaciones entre sus hijos son un desastre, su amistad sigue firme, supongo que hasta el día que mueran.
⎯¿Cómo va el ojo? ¿Ya te sientes mejor?
⎯Sí, ahora parezco pirata ⎯comento, mientras le enseño el parche que me pusieron para mantener el ojo cubierto.
⎯Ya veo. Pasa, el mole ya está listo. Me alegra que tú y Héctor sí coman carne…
⎯¿Héctor está aquí? ⎯pregunto, sin saber la dinámica.
⎯Y Mar, y Ramblocq… ⎯escucho la voz de Pablo.
Al verlo caminar hacia mí, sonrío. Los años no pasan por él, sigue siendo el mismo joven, de cabello negro, ojos risueños y sonrisa perfecta de siempre.
⎯¡Hermano! ⎯expreso, mientras los dos nos abrazamos.
⎯¡Me da gusto verte! ⎯contesta. Pablo se separa y me ve a los ojos⎯. Te ves… bien.
⎯Me siento bien… ⎯contesto, con un ápice de esperanza.
⎯Eso me da gusto. ⎯Pone la mano sobre su hombro⎯. De verdad me da mucho gusto.
Nos quedamos mirándonos unos segundos, como si con ese simple intercambio estuviéramos dándonos permiso para dejar atrás todo lo que pasó, todo lo que nos separó por tanto tiempo. Era como si nada hubiera cambiado, pero en el fondo ambos sabíamos que sí.
De pronto, una mujer delgada, de cabello largo y rizado, aparece en la puerta. Es Théa. La conocimos hace tiempo, cuando era la esposa de Antonio de Marruecos, ahora esposo de Lila. Cualquiera que escuchó esta historia pensaría que todos tenemos serios problemas en mi familia.
Théa entra con su paso tranquilo y elegante, como si el tiempo no hubiera pasado, aunque todos sabemos que, después de tantas vueltas en su vida, ha sido difícil mantener la calma. La mujer que alguna vez estuvo llena de incertidumbre ahora parece más serena, más centrada, como si hubiera encontrado finalmente su lugar en el mundo.
⎯Así que, ¿tú serías la razón por la que Pablo me dejaría? ⎯bromea Théa, levantando una ceja con una sonrisa traviesa.
Me río bajito.
⎯Créeme, Théa. Es guapo, pero no es mi tipo ⎯contesto, haciendo que ella se riera aún más. ⎯Te ves…
⎯Feliz… Pablo me hace feliz ⎯responde con una sonrisa suave, como si esas palabras tuvieran todo el significado del mundo para ella. ⎯Me comentó Antonio que hicieron algo maravilloso en la casa de… bueno, la escuela de música.
Théa evita hablar de su familia, los Karaggianis, con una leve tensión en la voz.
⎯Sí. Mi primo tuvo la asesoría de una experta, se llama Valentina de la Torre. Hizo maravillas con la casa. Ya no se parece nada a la casa que fue. Deberías ir.
⎯Tal vez ⎯responde, poco convencida. No creo que Théa quiera ver esa casa donde vivió sus peores momentos.
⎯Ahora, si me disculpas, tengo a una suegra que ganarme ⎯contesta, sonriendo levemente antes de retirarse.
Tanto Pablo como yo nos quedamos en silencio, observando como ella se aleja. Pablo suspira.
⎯Me tiene loco ⎯admite, su voz llena de una mezcla de asombro y cariño. ⎯Nos regresamos a Madrid porque consiguió un excelente trabajo con una familia de acá. Théa estudió enfermería y atendió a una mujer que le dijo que tenía una madre enferma y que si le interesaba cuidarla de tiempo completo. Ya necesitaba venir a ver a mi madre, sabes lo cercanos que somos. Además, Mar ya estaba de regreso. Théa entendió, y decidió tomarlo. Ya lleva una semana, le gusta.
⎯Me alegra que estén retomando sus vidas aquí… y, ¿tú? ⎯le pregunto, con una ligera sonrisa, queriendo cambiar de tema un poco.
⎯Yo sigo en lo mío. Lo único que ha cambiado es que me quiero casar con Théa y tener una gran familia… ⎯responde con una sonrisa que se dibuja más grande, como si eso le emocionara realmente.
⎯¿Le harás competencia a mi familia? ⎯bromeo, levantando una ceja.
⎯Posiblemente… ⎯responde entre risas. ⎯Ahora, dime cómo te ha ido.
Es entonces cuando comienzo a contarle todo lo que ha sucedido desde su partida. Le hablo de Tazarte, de Sebastián, de todo lo complicado que ha sido con ellos dos, cómo cada uno parece arrastrarme de una manera diferente. Hago una pausa cuando llego a Raúl, no sé cómo explicarlo aún, y decido dejarlo para el final.
⎯Todo parece que se va resolviendo bien, menos una cosa ⎯le comento a Pablo, tratando de no sonar demasiado abatido.
⎯¿Qué? ⎯me pregunta, su tono curiosamente serio ahora.
Suspiro. Pablo me mira fijamente, y en ese instante parece que no necesito decirle nada más. Él ya sabe.
⎯Dan… ⎯dice, su tono molesto. ⎯No hermano, no.
⎯Te juro que no lo busqué, fue él. ⎯le explico, sintiendo que mis palabras no pueden alcanzar a describir todo lo que he pasado.
⎯Diría tu abuelo Tristán: “¿Y si se tira de un barranco, tú te tiras?” ⎯cita, con una sonrisa amarga.
⎯¿No me tienes fe? ⎯le pregunto, no solo buscando su respuesta, sino también un poco de consuelo.
⎯Sí, te la tengo. Pero también sé lo excesivamente manipulador que es ese hombre… ⎯responde, su mirada seria, casi preocupada. ⎯Raúl es el tipo de persona que no sabe cuándo dar un paso atrás, y siempre va a querer controlar todo a su alrededor. Lo peor de todo es que a veces, sabe cómo hacerte dudar de ti mismo.
Esas palabras caen sobre mí como una sentencia, pero, al mismo tiempo, algo en mi interior se agita. Pablo tiene razón, Raúl nunca ha sido fácil de manejar. Pero al mismo tiempo, no puedo ignorar que tuvimos algo, por más que intente huir de esa parte de mí.
⎯Mira, te prometo que no pasará nada. Antes creías en mí ⎯le contesto, tratando de sonar más confiado de lo que realmente me siento.
Pablo me mira a los ojos, y por un momento, la habitación se siente más pequeña, más pesada. Su mirada siempre ha sido intensa, como si estuviera buscando algo más allá de mis palabras, algo que pueda ocultar incluso en lo más profundo de mis pensamientos. Pero esta vez, sus ojos reflejan una mezcla de preocupación y pesar, como si él ya supiera lo que podría venir y no pudiera evitarlo.
⎯Solo quiero que recuerdes lo que has perdido y no hablo de cosas materiales… ¿vale? ⎯me comenta, su voz más baja, pero firme, como si fuera un consejo que lleva tiempo dándome sin éxito.
⎯Lo recordaré ⎯le respondo, bajando la mirada por un instante. Sé que tiene razón, pero también sé que las decisiones que tomemos ahora no son solo por lo que hemos perdido, sino por lo que todavía está por delante.
Pablo asiente lentamente, sabiendo que lo que dijo está calando en mí. La tensión en el aire se alivia un poco, pero la incertidumbre sigue presente. Hay cosas que no se pueden resolver con simples palabras, especialmente cuando el corazón y la cabeza no están de acuerdo.
⎯Ahora, como no tengo más que decir, le diré a David ⎯comenta, rompiendo el silencio.
⎯¿Qué? ⎯pregunto, sorprendido. No me esperaba esa respuesta. No sé qué pensar, pero algo en mi estómago se retuerce al imaginar lo que eso podría significar.
⎯Sí. Tú no le dirás que Raúl ha regresado, así que yo se lo diré. Nos la debes ⎯responde con una sonrisa que no llega a sus ojos, pero es suficiente para saber que está tomando esta situación más en serio de lo que esperaba.
⎯¿De verdad? ⎯pregunto, sintiendo un leve nudo en la garganta. La idea de que mi primo sepa algo que yo no le he contado me hace sentir incómodo, pero también sé que forma parte de la situación.
⎯Sí ⎯dice con decisión. ⎯Él tiene derecho a saberlo, y no quiero que me lo reproches después. Además, me lo debes. Ya me conoces, no te dejaré escapar de esto tan fácilmente.
La sonrisa en su rostro tiene un toque travieso, pero también de preocupación. Aunque parece que está bromeando, sé que lo que me está pidiendo es importante.
⎯Está bien ⎯respondo con una sonrisa cansada. ⎯Hazlo.
Pablo me da una palmadita en el hombro, como si todo esto fuera un pequeño acuerdo entre amigos. Pero, en el fondo, sé que las consecuencias de esta conversación aún están por llegar, y nadie en esta habitación tiene idea de cómo todo esto podría cambiar nuestras vidas.
⎯Ahora, vamos a comer. Siento que si dejamos Ramblocq y a Héctor solos en una habitación, esto arderá ⎯me comenta.
***
La reunión en casa de Xóchitl y Ben me trajo tantos recuerdos que salí abrumado de ahí. Recordé todo. Las veces que amanecíamos en casa de ellos después de ir al club. Las anécdotas de Xóchitl con mi padre, y los líos que se metieron en la universidad. A Mar poniéndonos a bailar a todos cuando tenía que ensayar sus pasos de baile y, sobre todo, todas las anécdotas y momentos que pasé con Pablo. Mi mejor amigo, mi compañero de travesuras, la persona que siempre estuvo para mí.
Héctor y yo salimos de la casa y nos fuimos caminando hacia el metro. Héctor dijo que iría a visitar a Adry y a su novio, porque tenía algo que hacer con ellos. A mi perspectiva, está huyendo de Angélica, escondiéndose donde puede. Yo tomo un taxi, no tengo muchas ganas de andar en metro.
El taxi pasa y yo me subo. Le pido que me lleve a casa. Mientras tanto, leo los mensajes de Tazarte.
Taz:
La sala llega mañana, así que tendremos dónde sentarnos a comer.
Taz:
¿Sabes dónde puedo comprar un armario armable color blanco?
Me río. Sus mensajes son tan sencillos, pero a la vez tan Tazarte. No hace falta mucha explicación de su parte, es tan directo, pero con un toque especial, algo que me hace sonreír cada vez que los leo. Me hace pensar en lo cómodo que es estar cerca de él, en lo fácil que es compartir el día a día, incluso si no estamos haciendo nada extraordinario.
Contesto con rapidez.
Yo:
¡Un armario blanco! Eso suena a algo que podríamos hacer juntos. Te mandaré algunos enlaces, pero ¿te animas a ver unos muebles en persona mañana?
Me recuesto en el asiento, mirando por la ventana mientras el taxi avanza por las calles de la ciudad. Hay algo en mi pecho que se siente cálido, algo que solo pasa cuando pienso en Tazarte. ¿Por qué no me he atrevido a decirle lo que siento?
Taz:
Entonces, ¿cambio de planes? Te invito a desayunar y llegas desde la mañana.
Leo su mensaje y una sonrisa involuntaria se dibuja en mi rostro. Algo en su mensaje me hace sentir que, de alguna manera, lo que está pasando entre nosotros es mucho más sencillo de lo que parece.
Yo:
Hecho. Nos vemos mañana.
El taxi se detiene frente a mi edificio y pago al conductor. Al bajar, miro el teléfono y sonrió ante los últimos mensajes de Tazarte. Mañana será otro día, otro paso en esta nueva etapa que no sé cómo describir, pero que sé que quiero vivir con él.
Sin embargo, al entrar al recibidor, mis ánimos se apagan cuando veo la figura de Raúl ahí. Se encuentra sentado en el sofá, mientras el portero lo vigila.
⎯¿Qué haces aquí? ⎯pregunto, en tono molesto.
Raúl, que no había notado mi presencia, se pone de pie y va hacia mí.
⎯Dan… cariño ⎯expresa, como si nada hubiera pasado.
⎯Nada de cariño, ¿qué haces aquí? ⎯insisto, cruzando los brazos.
⎯Te llamé, pero no respondes. Me quedé preocupado por ti… y yo… ⎯su voz tiene un tono de falsa preocupación. ⎯Pensé que tal vez necesitabas hablar…
⎯Le pido que no deje entrar a este hombre al edificio ⎯le digo al portero mientras ignoro a Raúl.
Raúl, como si no hubiera escuchado, se acerca un paso más.
⎯No, espera… Cariño ⎯me dice, y antes de que pueda evitarlo, Raúl me abraza y se suelta a llorar⎯. Mi padre y mi hermano han muerto.
Mi cuerpo se queda tieso, sin saber si responder o simplemente alejarme. Mis manos están a los lados, sin moverse, tratando de no ceder ante su abrazo.
⎯Lo siento ⎯murmuro, sin mucha convicción. No sé si debería sentirlo, pero algo en su tono me hace dudar por un momento.
⎯Daniel… necesito que me escuches, te lo pido. Por los viejos tiempos. ⎯dice, con una suavidad que podría derretir a cualquiera. ⎯Dame 5 minutos para hablar contigo; quiero explicarte tanto, te lo pido.
Me quedo en silencio. Una parte de mí dice que no, que no debería darle la oportunidad. Pero también, quiero escucharlo. Nunca tuvo derecho de réplica, nunca me permitió decir lo que pensaba. Y aunque su presencia aún me provoca un torbellino de emociones, la necesidad de cerrar ese capítulo, aunque sea de manera definitiva, me hace acceder.
⎯Si quieres, podemos subir al piso y…
⎯No ⎯expreso, con más firmeza de lo que me siento capaz de mostrar⎯. Vamos a la cafetería de al lado. ⎯Te doy cinco minutos.
⎯Gracias, de verdad. ⎯Responde con un suspiro que parece de alivio. Pero no sé si es alivio por mí o por él.
Caminamos en silencio hacia la cafetería. El bullicio de la ciudad parece un murmullo distante, como si todo lo que está ocurriendo en este momento fuera el único acontecimiento relevante en mi mundo. Raúl camina junto a mí, ligeramente adelantado, pero no me mira. Al llegar, nos sentamos en una mesa cerca de la ventana. El lugar está tranquilo, el aroma a café llenando el aire, pero yo solo puedo concentrarme en las palabras que me ha dicho.
⎯¿Vas a tomar un café? ⎯me pregunta, mientras él pide el suyo.
⎯No, no puedo tomar café, me causa ansiedad ⎯respondo, con una sonrisa llena de ironía, porque la razón de mi ansiedad fue lo que pasó con su hermano.
⎯Vale… ⎯contesta, sin mostrar mucho interés en mi respuesta.
Después de recibir su café, ambos nos vamos a sentar a un lugar tranquilo, cerca de una ventana, donde el aire impide que me sofoque. Raúl parece tranquilo, como si estuviera completamente cómodo en el entorno, mientras yo intento mantener el control de mis emociones.
⎯¿Qué quieres decirme, Raúl? ⎯pregunto en tono firme, queriendo ir al grano. No estoy aquí para juegos.
⎯Primero que nada. ¿Cómo te sientes? Me preocupaste el día que te llevaron al hospital. ⎯dice, su tono parece genuino, pero sé que es solo una fachada.
⎯Me siento, mejor ⎯respondo con frialdad.
⎯Me alegro… ¿quiere decir que tu glaucoma avanza? ¿Te has tomado la medicina? ⎯su voz suena más preocupada de lo que debería, considerando lo que hizo.
⎯Solo ve al grano, Raúl ⎯le detengo, notando que el aire entre nosotros se vuelve tenso.
Raúl suspira, como si le costara dar el siguiente paso. No es el Raúl que recuerdo, ese Raúl que siempre sabía cómo manipular la situación para que todo fuera de acuerdo a su voluntad.
⎯Dan… Nunca quise que todo esto pasara ⎯su voz se sincera, pero la verdad es que no le creo ni un poco.
⎯¿No? ⎯pregunto, un poco incrédulo.
⎯Yo te amaba… no te amo. En todo este tiempo no he dejado de pensar en ti. No sabes lo terrible que me sentí después de lo que pasó en el bar. Traté de ir al hospital a verte pero, por obvias razones, no pude ⎯su mirada se suaviza, pero la manipulación sigue ahí, latente.
⎯Ya… ⎯expreso, con cansancio.⎯ Y, ¿después?
⎯¿Después? ⎯pregunta, sin comprender la carga de mi pregunta.
⎯Sí, cuando me bloqueaste del móvil… ¿eso también? ⎯le lanzo, como si esperara que me dé una explicación convincente, pero sé que no lo hará.
Raúl me mira fijamente, como si estuviera buscando las palabras correctas. Sé que las tiene preparadas.
⎯Fue mi padre, Daniel. Yo no ⎯dice finalmente, como si su padre fuera el responsable de toda la tragedia que sucedió entre nosotros.
Me quedo en silencio, observando su rostro. Su expresión está plagada de culpabilidad, pero también de esa vieja costumbre de hacerme sentir que soy el que está mal por no comprender su “situación”.
⎯¿Tu padre? ⎯repito, sin creerle.⎯ No me vengas con excusas, Raúl. Tú elegiste quedarte callado, tú decidiste no defenderme.
Raúl parece un poco incómodo, toma un sorbo de café y se queda en silencio por un momento. Sus ojos se desvían hacia la mesa, como si estuviera buscando las palabras correctas, y noto cómo respira hondo antes de hablar.
⎯Lo sé, Dan. Yo… sé que hice mal, pero la situación me desbordó. Mi familia me presionó, tú no entiendes lo que es estar atrapado en ese mundo. ⎯su voz se quiebra, pero no lo siento sincero. Es una máscara, una vez más.
⎯¿Hiciste mal? ⎯pregunto, bastante enojado, mi voz temblando por la rabia que siento acumulada en mi pecho. ⎯Dejaste que tu hermano me golpeara hasta casi matarme. Me dejaste tirado, en medio de la acera, mientras agonizaba. Casi matas a mi primo, también. Después de eso, mi vida cambió por completo. Traté de quitarme la vida, tomé antidepresivos, y voy a terapia dos veces a la semana. Tengo miedo a los espacios cerrados y no hay una puta noche en la que no sueñe con lo que pasó.
Raúl se queda en silencio, el rostro algo desencajado, como si esas palabras lo hubieran golpeado más de lo que esperaba. Pero la duda que siento no desaparece. Sé que tiene algo que decir, algo que cree que puede retener mi atención.
⎯No… no quería que todo eso pasara. ⎯dice finalmente, su voz quebrada y llena de arrepentimiento, pero puedo ver la duda en sus ojos. ⎯Estaba atrapado, Dan. Mi familia… Mi padre, mi hermano. Todos ellos, todo lo que me hicieron creer, todo lo que me obligaron a ser… ⎯su voz suena suave⎯. Pero, eso ya se terminó. Ellos murieron, y soy libre para amarte como te mereces, porque yo todavía te amo…¿entiendes? TE AMO ⎯me deja claro. Después me toma las manos con ternura⎯. Eres el amor de mi vida. Te propongo que lo intentemos de nuevo. Ya sin rodeos. Todo ha cambiado.
Raúl me mira con intensidad, sus palabras llenas de ese tono suave, casi suplicante, con amor. La duda se instala en mi mente, luchando contra todo lo que sé que pasó, contra la traición, contra el dolor que viví por su culpa. Pero aún así, su mirada, su promesa de amor, algo en él sigue atrayéndome, aunque sé que no debería dejarme llevar.
⎯Sería muy estúpido si digo que sí… ⎯respondo, mi voz rota, sin querer admitir que la tentación está ahí, palpitante en el aire.
⎯El amor, nos hace así, estúpidos. Solo dime que lo pensarás, ¿vale? Prométemelo. ⎯sus ojos se clavan en los míos, con esa mezcla de desesperación y esperanza.
No sé qué hacer. Mi cabeza grita que no lo haga, que no caiga en su manipulación, pero mi corazón… mi corazón late de forma errática, como si estuviera siendo arrastrado hacia algo que no puedo controlar.
⎯Lo pensaré… ⎯murmuro, mi voz saliendo apenas en un susurro. La mentira sale de mis labios sin quererlo, como una válvula de escape a toda la presión que siento.
Raúl sonríe con una mezcla de alivio y esperanza. Me toma las manos con más fuerza, como si el simple hecho de haber prometido pensarlo significara que aún tiene una oportunidad. Yo me siento atrapado, sabiendo que debo irme, pero con algo dentro de mí queriendo escuchar más, queriendo saber si realmente puede ser cierto, si podría volver a confiar en él alguna vez.
⎯Gracias, Dan… Gracias. ⎯su voz tiembla un poco, como si fuera una confesión que lo libera de algo.
⎯No te creas que ya tienes todo claro ⎯le respondo, un poco más firme ahora, aunque la duda todavía me carcome por dentro.
Me suelto de sus manos, un gesto que parece más doloroso para mí que para él. Raúl me mira, con una mezcla de pena y esperanza, pero finalmente da un paso atrás.
⎯Te esperaré. ⎯su voz suena tranquila, pero con ese tono que sabe cómo calar hondo en mí. ⎯Tómate tu tiempo, solo no me dejes atrás, Dan. No lo hagas.
Sin decir nada más, me giro y me alejo de él. Cada paso que doy es una batalla en mi mente. Mis pensamientos están revueltos, una tormenta de recuerdos, de lo que fue y de lo que pudo ser. La duda está sembrada, y sé que no puedo ignorarla. Pero, por ahora, tengo que salir de ahí, tengo que encontrar algo de claridad. Mi corazón late con fuerza, pero mi cabeza me grita que lo que necesito es espacio. Necesito decidir, y lo más rápido posible.
Al salir de la cafetería, siento un nudo en el estómago, como si todo mi ser estuviera dividido. Sé que debo cortar con todo esto, pero Raúl tiene esa capacidad de hacerme cuestionar todo lo que he vivido, todo lo que he querido olvidar. Y ahora, solo me queda tomar la decisión correcta.
Ay volvio Pablo y Thea. 🥰🥰🥰🥰 Ayyyy no te dejes envolver por ese charlatan, manipulador. Que Pablo y David le den una paliza a Raul para q sienta un poquito, desgraciado ese.
Ash como odio a Raúl, que tipo tan manipulador 😡😡
Qué persona horrible pinche Raúl. Pablito y Thea de mi <3