TAZARTE
Creo que estoy enamorado. Digo “creo”, porque siento que si lo afirmo, seré el más infiel de los hombres. Pero, lo estoy. Estoy enamorado de Daniel. Sé que no lo conozco por tanto tiempo, pero, él me ha hecho bien. Me atrae, me gusta su personalidad, su forma de ser, su inteligencia, la conexión que tenemos, su familia. Es un hombre con el que puedo considerar tener un futuro más allá de un simple noviazgo.
Por un tiempo, me negué al sentimiento; no deseaba buscar a alguien. A pesar de que había personas que me cortejaban: patrocinadores, músicos, bailarines, cantantes, uno que otro hombre de negocios. Pero nunca me sentí a gusto para iniciar una relación, hasta que llegó Daniel.
Cuando hablamos, cuando compartimos nuestras ideas, nuestros miedos y alegrías, todo parece encajar de una manera que no puedo explicar. Me he visto sonriendo en los momentos más insospechados, recordando algo que me dijo, o incluso algo tan pequeño como su risa.
No sé si fue su físico, porque en realidad es muy guapo, esa manera en que se pone nervioso cada vez que está frente a mí. Los temas que platicamos, matemáticas y música, lo mucho que siempre está interesado en saber más. Su torpeza al hablar o tal vez esa gran conexión que tenemos, tan natural que me da miedo.
Es curioso cómo, incluso en sus momentos de inseguridad, me parece tan increíblemente atractivo. Esa vulnerabilidad que muestra cuando no sabe qué decir, como si estuviera dispuesto a abrir su alma sin temor. Y yo, sin saber qué hacer con eso, solo me quedo mirándolo, fascinado por la manera en que su mente y su corazón parecen bailar en sincronía.
Es su risa también, esa risa que siempre termina por hacerme sentir más ligero, incluso cuando la vida se pone difícil. Es como si pudiera escuchar la música que lleva dentro, en cada palabra que dice, en cada pequeño gesto. La pasión que pone en todo lo que hace, y la forma en que se entrega a las cosas que le importan me tienen atrapado. No puedo evitar admirarlo, aunque no lo diga en voz alta.
Cada vez que estamos juntos, me siento más cerca de él, y eso me asusta. Porque sé que cada momento compartido es otro paso hacia algo que no sé si estoy listo para afrontar. Pero no puedo negar que me gusta, que disfruto estar con él, y que, en algún rincón de mi mente, me atrevo a imaginar un futuro a su lado.
Lo que más me confunde es que, aunque a veces trato de mantener la distancia, no puedo evitar acercarme más. Es como si nuestra conexión fuera algo que no puedo controlar, algo que no quiero controlar. Y aunque me aterra la idea de lo que podría pasar, también sé que no quiero que se detenga.
Tal vez lo que más me asusta es el hecho de que siento que esto es mucho más que solo una relación. Me está llevando a lugares que nunca imaginé, abriéndome a un futuro que antes veía distante. ¿Es esto el amor? Si es así, quiero vivirlo con Daniel, con todo lo que eso implique.
¿Me preocupa Sebastián? No. ¿Debería preocuparme el regreso de Raúl? No lo sé. Siento que Daniel también siente algo profundo por mí, y esta vez estoy dispuesto a averiguarlo; me es indispensable. Aunque después del beso que nos dimos, ya no debería quedarme dudas. Por fortuna de Daniel, yo corroboro siempre todo. ¿No creo que más besos hieran, o sí?
Lo único que sé es que ya no quiero vivir con esta incertidumbre. Cada beso, cada mirada, cada gesto de cariño me hace querer más, pero también me deja con una sensación de no saber si será suficiente. ¿Seré suficiente para Daniel?
Mientras observo la interacción entre Daniel y su tío Robert, no puedo evitar notar la similitud entre ellos. Robert, con su porte elegante y esa calma serena en su voz, tiene una presencia imponente, casi como si no tuviera que esforzarse para ganarse el respeto de todos a su alrededor. En cierto modo, Jon se parece a él, pero con una madurez que solo los años pueden traer.
⎯Él quiere un blanco en esta habitación, ¿cierto? ⎯me dice Daniel, mientras toman más notas; sus ojos se encuentran brevemente con los míos. ⎯¿Seguro que quieres que cubra todo el espacio?
⎯Sí, es importante. Y debe ser blanco, todo blanco ⎯respondo, seguro de mi decisión.
Robert asiente. Me da la sensación de que está acostumbrado a tomar decisiones rápidamente, con seguridad. No es el tipo de persona que duda.
⎯Bien ⎯responde él, y sigue dando instrucciones a Tito, el asistente, quien anota, moviéndose de un lado a otro con energía. Es bastante entusiasta, y aunque es más joven que todos, parece estar completamente en control de su parte del trabajo⎯.Trataré de que estos salgan primero ⎯dice Robert en un acento español con un toque de acento americano, casi imperceptible⎯. A los Lafuente se les ocurrió cambiar los armarios del hotel cerca del aeropuerto y tengo mucho trabajo.
⎯Gracias, tío ⎯responde Daniel.
⎯De nada. Un gusto, Tazarte ⎯me dice Robert, extendiéndome la mano.
⎯El gusto es mío ⎯respondo, estrechando su mano con firmeza.
La luz del sol entra por la ventana, iluminando todo el piso de manera que el espacio parece más grande de lo que es. Daniel me observa, una sonrisa suave en sus labios, pero su ojo brilla con una mezcla de diversión y algo más. Hay una especie de serenidad entre nosotros, a pesar del desorden que nos rodea.
⎯¿Qué opinas? ⎯me pregunta de nuevo, con esa curiosidad que siempre tiene.
⎯Cuando te dije que necesitaba armarios, pensé que iríamos a recorrer tiendas y compraríamos dos armarios armables y yo lo haría aquí. Ahora tengo armarios de madera natural y hechos a la medida. Ahora tendré que vender un riñón para pagarlos ⎯respondo, intentando no dejar que la emoción de estar en su casa me domine. Pero la broma tiene su toque de verdad.
Daniel se ríe, y es un sonido cálido, tan natural, que me hace sentir que este es el tipo de momento que nunca quiero que termine.
⎯No, van por mi cuenta. Te la debo… ⎯contesta, con esa seguridad que siempre tiene, pero también una suavidad que me hace sentir bienvenido. ⎯Por lo de ayer y más. Además, estarás aquí bastante tiempo, necesitas buenos armarios. Son garantizados, mi casa está llena de muebles de mi tío Robert.
⎯¿Por qué será? ⎯bromeo, encogiéndome de hombros y sonriendo. ⎯Eso no te salva de las vestiduras de mi auto.
⎯Ya estoy en eso… ⎯responde, sonriendo también, pero con esa mirada que me dice que está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario.
Por un momento, nos quedamos en silencio, solo observándonos. A pesar del caos a nuestro alrededor —cajas amontonadas, muebles cubiertos de plástico, maletas dispersas por toda la habitación—, la sensación de calma se apodera de mí. Tal vez es lo que él me transmite. Paso de ser un músico atormentado, a un músico que sonríe.
⎯Entonces… ⎯inicia de nuevo la conversación⎯. ¿Qué sigue?
⎯Bueno… ⎯contesto, mirando hacia la habitación llena de cajas, las paredes cubiertas de plástico y los muebles aún sin lugar definitivo. ⎯Creo que es obvio.
Daniel se muerde el labio, como si estuviera evaluando mis palabras, y en un movimiento tan repentino como decidido, se acerca a mí. No espero lo que viene a continuación. Su beso llega con suavidad, pero con la intensidad de una ola que golpea la orilla. Sus labios se encuentran con los míos, firmes pero delicados, y el mundo alrededor parece detenerse.
El calor de su boca me toma por sorpresa, y es tan profundo, tan decidido, que me deja sin aliento. La conexión es instantánea y poderosa, como si toda la tensión acumulada en el aire entre nosotros desde que llegó al piso finalmente encontrara su salida en ese beso.
No es apresurado, ni torpe. Es lento, medido, pero lleno de deseo contenido. Con cada movimiento, sus labios se mueven con una seguridad que me enciende, pero también con una ternura que me derrite. El roce de su lengua sobre la mía, el sabor de su aliento, me envuelve y me hace perder todo sentido del tiempo y el espacio.
Es el tipo de beso que no solo te roba el aliento, sino que te consume por completo, que te hace sentir que el resto del mundo ya no existe. Como si no pudiera haber nada más importante, más perfecto, que este momento en el que solo somos él y yo.
Cuando finalmente nos separamos, mis labios siguen temblando levemente, y noto cómo mi corazón late más rápido de lo normal. Estoy fuera de respiración, completamente desarmado por la intensidad de lo que acaba de pasar. Daniel me mira con una sonrisa satisfecha, pero también con algo más en sus ojos: una promesa silenciosa de que esto es solo el principio.
No digo nada, no tengo palabras. Solo siento mi cuerpo caliente, el pulso acelerado, y mi pecho tratando de moderar mi respiración. El beso fue tan intenso, tan electrizante, que aún me siento como si estuviera flotando. Todo lo que quiero es seguir en ese momento, pero sé que necesito calmarme, darme espacio para pensar.
⎯Eso fue… ⎯Finalmente me animo a hablar, mi voz un poco rasposa, como si la emoción me hubiera dejado sin aliento.
Daniel me sonríe, como si supiera exactamente el efecto que tiene en mí. No dice nada, solo se queda ahí, mirándome con esa sonrisa tranquila, esa sonrisa que me hace sentir que está disfrutando cada segundo de esto. Como si fuera un experto en besos, y yo, completamente atrapado en su juego.
⎯¿Quieres otro? ⎯pregunta, su voz suave pero cargada de un tono juguetón, sabiendo exactamente lo que acaba de hacer.
¡Claro que quiero otro! Mi cuerpo lo pide, y no es solo por el deseo, sino por la conexión, la energía que acaba de pasar entre nosotros. Pero, me detengo. Me siento confundido, excitado, pero también algo inseguro. No quiero apresurarme, no quiero dejar que el momento nos lleve tan rápido. Aún hay tanto por conocer, tanto por explorar entre nosotros.
⎯¿Qué te parece si mejor… salimos a comer algo? ⎯le propongo, tratando de cambiar el rumbo de esta energía tan intensa. ⎯Nos tranquilizamos un poco, y así.
Daniel me observa, y por un segundo parece que está evaluando mi propuesta. La sonrisa no se le borra de los labios, pero ahora hay algo más en sus ojos: comprensión. No sé si me entiende, si también está sintiendo lo mismo que yo, pero sé que me está respetando, y eso me hace sentir más seguro.
⎯Bien, creo que necesito aire ⎯contesta, con una sonrisa que parece aliviar la tensión en el aire.
⎯¿Me llevas a un lugar con aire, comida y a solas? ⎯pregunto, sin poder evitar que una sonrisa juegue en mis labios. La idea de estar con él, en un lugar tranquilo, me parece perfecta para calmar la intensidad que acabamos de compartir.
Daniel asiente con una mirada que dice todo sin necesidad de palabras. Hay algo en su expresión, algo en esa sonrisa, que me hace sentir que está dispuesto a seguirme.
⎯Te llevo… ⎯responde, y su tono es firme, pero a la vez cálido, como si estuviera asegurándo que todo lo que estamos viviendo, todo lo que está pasando, está bien. No hay presiones, solo el deseo de disfrutar el momento.
***
Mientras conduzco, sigo las indicaciones de Daniel, quien continúa hablando por teléfono. Su voz firme y autoritaria se escucha a través del altavoz, pidiéndole a un tal Guillermo que se encargue de desempacar los muebles en el piso. Me doy cuenta de lo natural que le resulta tomar el control de la situación. La manera en que da órdenes con tal seguridad, como si estuviera acostumbrado a tener todo bajo control, es un espectáculo. Hay algo increíblemente sexy en su postura, en cómo se mueve con tanta autoridad, que me hace admirarlo más de lo que esperaba.
Su tono es suave pero firme, lo suficiente para que el receptor del teléfono obedezca sin cuestionar. Mientras habla, sus ojos siguen el tráfico, pero de alguna manera, se siente como si estuviera en su propio mundo, gestionando todo con una facilidad que casi parece effortless.
⎯Da vuelta… ¡Aquí! ⎯me indica y doy un volantazo, lo que hace que el auto se balancée peligrosamente.
⎯¡Joder! Indícame con tiempo ⎯le reclamo entre risas, aún escuchando el claxon del auto de atrás.
⎯Lo siento. Es que con el parche no veo bien. Bueno, de por sí no veo bien ⎯me dice, haciéndome reír.⎯ Ya arreglé todo. Guillermo y su equipo se encargarán de acomodar los muebles, y todo en cada habitación. Las cajas tuyas en tu habitación, y las cajas de Aria en el pequeño despacho que harás para tu música.
⎯Gracias ⎯respondo.
⎯¡Da vuelta aquí! ⎯me pide, y vuelvo a dar el volantazo.
⎯Joder, mejor meto la dirección en el GPS si no nos vamos a accidentar.
⎯Lo siento. Prometo la próxima vez decirte con tiempo. Es aquí ⎯me indica, señalando hacia un edificio con fachada elegante y detalles en madera.
A medida que nos acercamos, puedo ver que el lugar tiene una arquitectura que me recuerda a los spas árabes que he visto en algunas revistas, con grandes puertas de madera tallada, ventanas redondeadas y columnas altas que parecen susurrar historias antiguas.
⎯Este es el lugar. ⎯me dice con una sonrisa, mientras se estaciona.
El edificio tiene un aire de lujo sencillo, como si el confort y la calma fueran parte esencial de su estructura. Entramos a través de una puerta adornada con mosaicos intrincados en tonos dorados y cobrizos. El aroma a incienso y aceites esenciales se mezcla con la brisa suave que fluye desde los jardines interiores. Es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, donde todo está diseñado para crear una sensación de paz profunda.
⎯¿Un spa? ⎯pregunto incrédulo, arqueando una ceja. ⎯Te saqué de mi piso para evitar que te quites la ropa, y ¿me traes un spa?
⎯No solo te quitas la ropa aquí ⎯me contesta, sonriendo con esa calma que siempre tiene⎯. Además de baños y espacios para relajación, tiene un excelente restaurante, un bonito jardín y podemos tomar uno de los espacios VIP para platicar.
⎯¿Espacios VIP? ⎯pregunto, algo desconcertado pero curioso.
Al entrar al área del jardín, mis ojos se abren de par en par al ver lo que me rodea. El lugar tiene un aire tan exclusivo que se siente diferente a todo lo demás. A un lado, el restaurante se ve elegante, con grandes ventanales que permiten ver el verde de los jardines, pero lo que realmente me sorprende son los pequeños edificios de cristal que se extienden hacia el fondo, cada uno con una mesa dentro, rodeada de plantas enredadas que parecen crear pequeños oasis privados. Cada estructura parece estar diseñada para dar privacidad y tranquilidad, como si estuviéramos a solas con el mundo.
⎯Esto es… impresionante ⎯digo, sintiendo una mezcla de admiración y sorpresa.
⎯Lo sé ⎯responde Daniel, con esa sonrisa suya que siempre me hace sentir que está en su elemento. ⎯Es un lugar que elegí por su exclusividad. Aquí nadie va a molestarnos, y tenemos todo el espacio para hablar sin interrupciones. Además, es un hotel de mi familia.
Me río.
⎯Me impresiona tu poder de adquisición y tus contactos.
Daniel se ríe.
⎯Sólo estoy presumiendo, en realidad no vengo mucho.
⎯¡Joven, Daniel! ¿Otra vez por aquí? ⎯le pregunta un hombre de unos 50 años que parece ser el concierge; yo volteo a verlo.
⎯Bueno, sí vengo, a mi familia le encanta este spa.
⎯¡Ah! ⎯contesto, entre risas⎯. Con que no diga “el mismo sitio de siempre”.
⎯¿El mismo sitio de siempre? ⎯pregunta el hombre, mirando a Daniel con una expresión cómplice.
Daniel se ríe, pero no responde nada.
⎯Ah, ya veo ⎯digo, sonriendo, disfrutando de la situación. ⎯El lugar de los “antiguos amores”…
Daniel me lanza una mirada divertida, mientras el concierge suelta una pequeña risa.
⎯Nada de eso ⎯responde Daniel, con su tono juguetón, como si quisiera restarle importancia a lo que dijo.
⎯Lo que sea, joven Daniel. ⎯El concierge sonríe y se aleja, dejándonos en el pequeño refugio privado del spa.
⎯Este lugar es algo más, ¿eh? ⎯comento, mirando todo el entorno mientras el concierge se aleja. ⎯De verdad es todo lo que esperaba.
Daniel me mira, y sus ojos se suavizan con una mezcla de cariño y algo que no puedo definir del todo.
⎯Es nuestro, para lo que quieras. ⎯dice, con una voz más baja, mientras se acomoda en la silla frente a mí.
Su cercanía me provoca una oleada de sentimientos que intento contener. Aún con todo lo que ha pasado, este momento de intimidad, de desconexión del resto del mundo, me hace sentir que estamos en el lugar adecuado.
⎯¿Nuestro? ⎯repito, jugando con la palabra. ⎯¿Te refieres a ti y a mí?
Daniel sonríe de nuevo, como si supiera lo que estoy pensando, pero no lo dice en voz alta.
⎯Sí. A ti y a mí. ⎯responde finalmente⎯. Y no es de los antiguos amores. Solía venir mucho con mi amigo, Pablo. El lugar queda cerca del trabajo de mi padre, aquí lo esperábamos.
De pronto, si el lugar ya era íntimo, se hace aún más cuando un mesero cierra unas cortinas, dejando solo la puerta abierta.
⎯Cuando se hace de noche, nos prenden luces y desde aquí se puede ver una bonita vista.
⎯Entonces, ¿nos vamos a quedar hasta la noche? ⎯pregunto, intrigado.
Daniel voltea a verme. Una pequeña sonrisa se marca en sus labios, como si quisiera decir algo, pero se contiene.
⎯No lo sé… ¿te urge mucho desempacar? ⎯responde, con una chispa en sus ojos.
Me acerco a él, mi cuerpo movido por una necesidad que no puedo controlar. Quiero darle un beso. Pero la última vez que traté de hacerlo en público, me rechazó. Así que, en lugar de eso, solo acomodo el mechón de su cabello que cae por su frente, sintiendo su calidez cercana.
⎯Supongo que tendré que dormir hoy en el sofá nuevo de mi piso ⎯digo, con una sonrisa juguetona, como si no fuera una gran pérdida, aunque en el fondo, no puedo dejar de desear su cercanía.
Daniel ríe suavemente.
⎯No te preocupes, tu colchón nuevo ya estará instalado sobre tu cama ⎯me contesta.
El mesero nos interrumpe, entrando justo con los platos de comida que hemos ordenado. Después de servirnos todo, se sale, dejándonos en la privacidad.
⎯Eso se ve buenísimo ⎯comento, mientras miro los platos llenos de comida deliciosa y aromática.
⎯Lo sé. La comida árabe es mi favorita ⎯responde Daniel, sonriendo mientras comienza a servirse.
Ambos comenzamos a comer en silencio, el hambre pudiendo más que la conversación que en el fondo deseábamos tener. La comida está increíble, llena de sabores intensos que nos envuelven mientras disfrutamos del momento. La suavidad de los platos y las especias llenan el aire, y por un rato, la conversación queda en segundo plano.
Cuando sentimos que ya estamos un poco satisfechos, él se voltea hacia mí y me pregunta, de la nada.
⎯¿Qué hay de ti?
⎯¿De mí? ⎯respondo, asombrado por la pregunta tan directa.
⎯Sí, cuéntame sobre ti. ⎯su mirada es profunda, curiosa, y se siente genuina⎯. Hemos pasado mucho tiempo juntos y no sé mucho de ti.
⎯¿Qué quieres saber? ⎯le pregunto.
⎯Todo ⎯responde sin titubear, su voz suave pero firme. La intensidad de sus palabras me toma por sorpresa, y me siento completamente visto.
⎯Bueno… Me llamo Tazarte de la Mora. Tengo 34 años, soy escorpio. Director de orquesta. Toco varios instrumentos, empezando por la guitarra clásica. Hobbies… ver películas y tejer.
⎯¿Tejer?
⎯Sí. Hago de todo: bufandas, gorros, guantes… ⎯respondo, sin dejar de sonreír.
Daniel se ríe.
⎯No te imagino tejiendo ⎯dice, con una sonrisa divertida en su rostro.
⎯Ya lo sé, no es lo que la gente espera de alguien como yo. Pero, es algo que me relaja. Hay algo en el ritmo repetitivo que calma mi mente. Además, me ayuda a la coordinación motriz, al fortalecimiento de la resistencia y control muscular y fomentar la conexión entre ritmo y movimiento; el pulso de la música. También desarrolla habilidades bilaterales, que son los gestos independientes; diriges la sección de cuerdas con una mano mientras con otra la sección de alientos, etc. Y en los días más fríos, es útil tener una bufanda o unos guantes hechos a mano. ⎯respondo, encogiéndome de hombros.
⎯Eso es… interesante ⎯responde, aún sonriendo.⎯ ¿Hay algo más que debería saber de ti?
⎯¿Qué más quieres saber? ⎯le pregunto, sintiéndome ahora más cómodo al abrirme a él.
⎯Dime algo que pocos sepan. ⎯responde, su mirada intensa, como si estuviera buscando algo más profundo.
⎯Bueno. No sé ⎯le digo, tratando de recordar todo lo que él no sabe y que en algún punto le tengo que decir. Supongo que este puede ser el momento para comentarle mi historia.
⎯Venga… todos tenemos algo ⎯me incita.
Tomo un suspiro. Estoy a punto de decirle algo muy personal que podría cambiar el ritmo de nuestra relación. Sin embargo, si voy a empezar de nuevo, debo ser honesto con él.
⎯Soy un poco sensible a lo paranormal ⎯inicio.
⎯¿Qué? ⎯pregunta Daniel, sin entender.
⎯Tengo, no sé si llamarlo sexto sentido, pero veo gente que no está aquí. Que ya está en otro plano. Daniel se queda frío, y es normal. A nadie le gusta que alguien le diga ese tipo de cosas. Sin embargo, sonríe.
⎯¿Es en serio? ⎯pregunta con curiosidad.
⎯Este… sí. Nadie lo sabe, ni siquiera mis padres. Solo mi abuela, pero ya falleció.
⎯Y, ¿la ves?
⎯No. Tampoco es que se aparezcan como en El Sexto Sentido ⎯contesto y él se ríe bajito⎯. No es que vaya por la vida viendo fantasmas, solo veo los que quieren verme. No sé si me explico.
⎯Y, ¿se aparecen de la nada? ⎯comenta curioso.
⎯Pues, no es que se aparezcan, solo están ahí. Ya te dije. No voy viendo gente por todas partes, solo algunos y no, no hablan conmigo. ¿No te asusta?
⎯¿Haz escuchado el dicho “México Mágico”? ⎯me pregunta⎯. Mi abuela Mena le dejaba dulces a los duendes cuando se llevaban sus cosas y se las regresaban.
⎯¿Qué?
⎯Sí. Cuando no encontraba algo me decía: “Se lo llevaron los duendes. Debes pedirselos y si te lo traen, dejarles un dulce.”
⎯Y, ¿lo hacías?
⎯Una vez lo hice… apareció. Les dejé un dulce justo en el lugar y desapareció. Así que…
Respiro. Daniel deja de reír.
⎯Y, ¿Ahora hay alguien? ⎯pregunta.
⎯Bueno, hay alguien que veo, pero es porque no lo dejo ir.
⎯¿Quién?
⎯Mi esposo ⎯confieso.
Daniel se queda en silencio. Le impacta más saber que estuve casado que el hecho de que lo vea.
⎯¿Tu esposo?
⎯Sí.
La habitación se llena de una calma incómoda. Daniel no dice nada al principio. Yo tampoco sé qué decir. Es raro hablar de esto, sobre todo cuando nunca lo he dicho tan abiertamente.
⎯¿Estabas casado?
⎯Sí. Me casé. Se llamaba Alexander Sänger, un gran tenor. Me casé con él muy joven, y estuvo bien porque al poco tiempo murió de cáncer de garganta. Me dejó solo. Me fue muy mal. No podía dejarme caer así que…
⎯¿Lo llamaste? ⎯pregunta.
⎯No lo sé. Un día apareció y yo no lo solté. Hablo con él. Le cuento todo, y él me responde.
⎯¿Está aquí? ⎯me pregunta.
⎯No, hace días que no aparece. Quiero pensar que es porque estás aquí. Él siempre me ha dicho que debo dejarlo, así que, supongo que piensa que ya es el momento de irse. ⎯Me quedo en silencio⎯. Es tu momento de irte pensando que estoy loco ⎯contesto.
⎯¿Lo amas aún? ⎯pregunta finalmente, en un tono suave de comprensión.
⎯Siempre lo voy a querer. Como un bonito recuerdo, un hombre que me enseñó y del que aprendí mucho. Que fue mi ancla cuando lo necesité, pero, ya. Si uno ama el pasado, Daniel, jamás podrá vivir el presente ⎯recito, con una mezcla de nostalgia y decisión. ⎯Y mi presente, es muy hermoso. ⎯acaricio su mejilla, sintiendo que hay algo más entre nosotros, algo que estamos construyendo.
Daniel sonríe suavemente, como si hubiera comprendido algo profundo en lo que acabo de decir.
⎯Pensé que me ibas a confesar algo como: quería ser payaso o algo así. ⎯bromea, suavizando el momento.
Me río bajito, sabiendo que en el fondo, le estoy mostrando una parte más vulnerable de mí, una que nunca pensé compartir con alguien.
⎯Bueno… ⎯respondo, haciéndome el pensativo, como si tuviera algo más que decir.
⎯¿Por qué me lo cuentas? ⎯pregunta, con calma, como si realmente quisiera entenderme.
⎯Porque creo que ya te he dejado entrar un poco en mi vida. Y si algo tiene que pasar entre nosotros, lo quiero hacer con la verdad, aunque sea rara o difícil de entender. ⎯digo, con firmeza, aunque mi voz se quiebra un poco al final, como si me costara un poco más de lo que había anticipado.
Él me toma de las manos, mirándome con una mezcla de ternura y respeto.
⎯Eso fue muy valiente. Y te prometo que por más extraño que suene, yo lo veo… romántico. Todos lidiamos con nuestras situaciones de diferentes maneras. Ojalá mi ex fuera un fantasma y no alguien vivo ⎯me confiesa, con una sonrisa algo triste pero sincera.
⎯¿Raúl? ⎯pregunto.
⎯Sí, Raúl ⎯pronuncia Daniel con pesar, su expresión cambiando ligeramente al recordar lo que pasó entre ellos. ⎯Al menos tu pasado entiende cuando debe desaparecer, el mío insiste en quedarse.
⎯Pues, esto nos lo diré a nosotros: depende de ti si se queda o no. Nosotros ponemos los límites, tomamos las decisiones sobre nuestras vidas y proclamamos nuestra libertad. ⎯le respondo, mi tono firme, como si necesitara que entendiera algo importante.
⎯Él quiere justo eso, libertad… libertad para amarme ⎯contesta Daniel, con una mezcla de tristeza y desilusión en su voz.
⎯¿Libertad para amarte? ¿Te está pidiendo permiso? ⎯pregunto, sin poder evitar la sensación de frustración que me recorre. Lo que dice Raúl parece una broma macabra, una que Daniel no entiende o no quiere comprender.
⎯No. Me dijo que su padre y hermano murieron. Se quitó el obstáculo. Ya puede amarme. ⎯responde Daniel, su voz sonando un poco vacía, como si aún estuviera procesando lo que realmente significa todo eso.
⎯¡Ah! ⎯expreso, sintiéndome abrumado por la cantidad de emociones que empiezan a surgir dentro de mí. No sé si es tristeza por él, por lo que está pasando, o rabia por todo lo que Raúl ha hecho.
Me quedo callado, sin saber cómo reaccionar ante las palabras de Daniel. Puedo ver que él está confundido, tal vez sintiendo la presión de lo que Raúl le está diciendo, pero también reconozco que está en una encrucijada: el deseo de sanar, de dejar ir lo que pasó, pero también el miedo de volver a caer en lo mismo.
⎯¿Te puedo decir algo? ⎯pregunto, sintiendo cómo mis palabras se liberan de mi pecho.
⎯Dime… ⎯responde Daniel, con esa mirada curiosa y abierta que siempre tiene para mí.
⎯Raúl no te merece. Nunca te ha merecido. Te mereces un amor bonito. Un amor que te haga sentir libre en todos tus estados de ánimo. Él se esperó a que su padre y su hermano se murieran para poder confesar que te ama a viva voz. Yo, yo me pondría de pie en ese instante y lo gritaría al mundo. Te dedicaría todo un concierto, estaría orgulloso de decirle al mundo: ¿Ves a Daniel Ruíz de Con? Es mi pareja. ⎯le digo, sintiendo cómo cada palabra se va forjando desde lo más profundo de mí.
Daniel sonríe, pero hay una tristeza que no logra esconder completamente en su mirada.
⎯¿Esa es otra confesión? ⎯me pregunta, una ligera burla en sus labios, pero sé que lo dice con el deseo de escuchar algo más de lo que yo realmente quiero decir.
⎯Nunca ha sido una confesión. Siempre te lo he dicho de frente. Te lo he demostrado y puedo demostrártelo de nuevo. ⎯respondo, mis palabras firmes, pero con la suavidad que requiere la situación.
Entonces, sin pensarlo más, me acerco rápidamente a él, y antes de que pueda reaccionar, lo beso. Un beso inesperado, pero cargado de todo lo que no había podido expresar con palabras. Es un beso que sale desde lo más profundo de mí, lleno de pasión y anhelo. Mis manos se posan suavemente sobre su rostro, como si al tocarlo pudiera transmitirle todo lo que siento. Su respuesta es inmediata, sus labios se abren, y puedo sentir cómo se entrega completamente al beso, dejando atrás las dudas y las inseguridades.
Es un beso largo, lleno de esa electricidad que recorre nuestros cuerpos, haciendo que el tiempo se detenga, como si el mundo entero hubiera desaparecido y sólo quedáramos nosotros. Cada segundo es una promesa, cada movimiento, una declaración sin palabras.
Finalmente, nos separamos, ambos respirando con dificultad, pero con una sonrisa que lo dice todo.
⎯Daniel. Te invito a que dejes ir el pasado junto conmigo. Que las voces y los fantasmas se vayan y solo haya espacio para esto… ⎯susurro, mirando sus ojos con una mezcla de ternura y determinación.
Daniel me mira en silencio, como si mis palabras estuvieran resonando en lo más profundo de su ser. Su respiración comienza a calmarse y sus labios se curvan en una sonrisa suave, pero genuina. Siento que en este momento, hemos cruzado una línea invisible que nos separaba, y aunque no hay certezas sobre lo que el futuro nos depara, hay algo claro: estamos aquí, juntos, listos para dejar ir lo que nos ha atado.
⎯Si me dejas, te demuestro el amor que realmente mereces. Te demuestro, lo que es amar en libertad.
Sin que yo me lo espere, las lágrimas de Daniel comienzan a caer por sus mejillas. Es como si hubiese deshecho un nudo con el beso que le acabo de dar o con mis palabras.
⎯Lo siento… es que… ⎯murmura, su voz quebrada por la emoción.
Me acerco a él, y sin pensarlo demasiado, le acaricio el rostro, limpiando una de las lágrimas que se desliza por su mejilla. La sensación de su piel contra la mía me estremece, y siento que en este momento, en esta pequeña acción, he tocado algo profundo en él.
⎯No tienes que pedir perdón… ⎯le susurro.⎯ No tienes que esconder lo que sientes. No debes tener miedo de ser quien eres.
Daniel pega su frente con la mía, y por un segundo, siento cómo la temperatura entre nosotros se eleva, cómo el aire se vuelve denso. El contacto es tan cercano, tan íntimo, que me cuesta respirar con normalidad. Es como si estuviéramos compartiendo un espacio solo nuestro, alejado de todo lo que está fuera de la habitación.
⎯Bésame… ⎯me pide, su voz suave pero firme, como si estuviera esperando algo más que un simple gesto.
Sin pensarlo demasiado, le doy un ligero beso sobre los labios, un roce que sabe a sal. Es raro, pero esa sal me sabe a verdad, como si cada palabra no dicha estuviera encapsulada en ese pequeño gesto. Me separo, y Daniel sonríe, su rostro iluminado por una mezcla de satisfacción y algo más profundo.
⎯Me gustas tal como eres, Tazarte. Aunque veas fantasmas. ⎯dice, sin perder su sonrisa, como si nada de lo que acabo de contarle le resultara extraño. Hay algo tan genuino en su mirada que, por un momento, me siento completamente vulnerable.
⎯A mí me gustas aunque seas pésimo para dar direcciones. ⎯respondo en tono juguetón, buscando aliviar la tensión en el aire.
Daniel se ríe, y eso aligera todo, como si el peso de la conversación anterior se disolviera con su risa.
⎯¿Qué te parece si comemos algo? Muero de hambre ⎯me propone.
⎯Me parece perfecto ⎯respondo, y su invitación me hace sonreír.
El resto del día, Daniel y yo pasamos platicando sobre todo y nada. Nos dejamos llevar por la conversación fluida, sin presiones, sin apuros. No tratamos más el tema de mi ex marido, porque, aunque sé que es algo pendiente, el momento para hablarlo aún no ha llegado. Hoy no. Hoy solo existe este espacio entre nosotros, libre de complicaciones. La privacidad que nos rodea nos relaja, y antes de darme cuenta, Daniel me besa una vez más, quitándome el aliento, como si cada beso fuera un nuevo descubrimiento. Es un beso tan intenso, tan envolvente, que me siento un poco intimidado por ello, como si algo más profundo se estuviera abriendo entre nosotros.
Finalmente, nos dirigimos a mi nuevo piso. Al llegar, la sala está despejada, la cama armada y con el colchón y los sofás ya desempacados. La vista por la noche es impresionante, y ahora entiendo por qué Manuel y Ainhoa no vendieron este lugar. Es perfecto.
⎯Hoy es mi primera noche solo en un piso en Madrid ⎯le confieso, mientras estamos en la entrada del piso⎯. Digo, ya había vivido aquí antes, pero ahora es mi primera noche fuera del hotel.
⎯¿Y qué sientes? ⎯me pregunta, sus ojos llenos de curiosidad.
⎯Siento lindo. No puedo creer que esta vaya a ser mi casa por los próximos cinco años ⎯confieso, mi voz más tranquila ahora, más centrada.
⎯Cinco años ⎯repite, como si se estuviera familiarizando con la idea.
⎯Lo que dura mi contrato. Es lo único que tengo seguro. Bueno, excepto que Karl me despida ⎯agrego, con una sonrisa irónica.
⎯Cinco años… ¿y después, qué harías? ⎯inquiere, como si fuera lo más natural del mundo preguntar sobre el futuro.
Daniel se encuentra recargado en el marco de la puerta, así que yo me acerco a él, me recargo también, quedando los dos frente a frente, casi tocándonos, pero sin atrevernos a dar ese paso.
⎯Todo depende ⎯respondo, sintiendo cómo la tensión crece entre nosotros.
⎯¿De qué? ⎯pregunta, una leve sonrisa en sus labios, pero con un brillo en los ojos que me hace pensar que ya sabe lo que voy a decir.
⎯De lo que me entregue la vida. Nada es totalmente seguro, así que no hago muchos planes. Excepto que… tenga que hacerlos. ¿Me entiendes? ⎯mi voz se suaviza, pero hay una firmeza en mis palabras, como si estuviera revelando algo más profundo de lo que parecía.
Daniel sonríe, un poco por la seriedad de mis palabras, un poco porque yo también veo el futuro como algo incierto y emocionante.
⎯Me gusta planear. Tengo muchas agendas ⎯me dice, bromeando un poco, pero con esa chispa que siempre tiene en la mirada.
⎯Pues tal vez me puedas dar una y vemos… ⎯digo, tomando un respiro. Ya es tarde, y mañana tengo que dedicar mi día a desempacar todo. No quiero despedirme de él, pero siento que es lo mejor. No quiero que mis ganas me traicionen y que termine arruinándolo todo. ⎯Ven acá y dame un beso de despedida. ⎯Lo digo en voz baja, casi como un susurro.
Entonces, sin previo aviso, me inclino hacia él y le doy un beso, un beso que lo deja sin aliento. La suavidad de sus labios y la intensidad de su abrazo me llenan de algo cálido, algo que me hace sentir que estamos juntos en un mismo espacio, sin prisa, sin miedo. El beso es profundo, lento, pero lleno de promesas. Al separarme, no quiero que se termine, pero sé que debo.
⎯Dios, me volveré adicto a esto ⎯contesto, sonriendo al separarme de él, dándome cuenta de lo cierto que es lo que acabo de decir.
Daniel se sonroja, una sonrisa tímida aparece en su rostro, pero su mirada sigue siendo intensa, como si estuviera diciendo más de lo que las palabras pueden expresar.
⎯Buenas noches, Taz ⎯me dice, su voz suave y llena de una ternura que no me esperaba.
⎯Buenas noches, Dan ⎯respondo, mirándolo por última vez antes de verlo salir. Las puertas se cierran, y cuando vuelvo la vista hacia la sala, ahí está él.
⎯Me asustaste, Alex ⎯digo en voz baja, al ver su figura en la oscuridad de la habitación.
⎯¡Estoy feliz por ti!, muy feliz. Es un buen hombre y es guapísimo ⎯dice con una sonrisa en su rostro.
⎯Basta ⎯replico, sonrojado, pero también aliviado por lo que acaba de pasar con Daniel.
⎯Me agrada la idea de que te hayas sincerado. Pero, no le has dicho todo. Y lo sabes… ⎯me dice, su voz cargada de una comprensión que no puedo evitar cuestionar.
⎯Lo haré a su tiempo ⎯respondo, confiado en que en su momento todo se resolverá.
⎯Faltan dos semanas para que suceda ⎯dice, como si estuviera seguro de lo que dice.
⎯Lo sé… ⎯respondo, sabiendo que lo que sea que ocurra, ya no lo voy a hacer solo.
⎯Que no te dé miedo… todo saldrá bien ⎯me dice, y con esas palabras, desaparece.
Me quedo de pie, solo en la habitación, pero por primera vez, no me siento mal, ni triste, ni inquieto, ni deseando que el fantasma de Alexander se quede. Por primera vez, me siento feliz. Y lo mejor de todo: estoy dispuesto a abrazar lo que viene.
Me encantó!!!! Si son tal para cuál!! En ese departamento se iniciaron grandes amores, David y Luz, Ahinoa y Manuel, Lila y su esposa, ahora ellos.
Ayyyy son tan Bellos juntos
Me encantan ♥️♥️
Ayyy q bellos momentos. Me encantó.
Hermoso Hermoso hermoso, adoro la sensibilidad que hay en los dos, me encanta esta historia
Maravilloso capitulo 🫠🥰
Aww que hermoso capítulo, me encanta como van poco a poco construyendo ese amor ❤️❤️
Hermoso
Bello!!! 💖 Me encanta como poco a poco se van dando las cosas entre ellos, sin prisa, sin presiones 🫶🏼… Nada más espero que nadie lo arruine 🙏🏼
Me encanta como fluyen, como una melodía, con sus idas y vueltas. Ojalá puedan seguir con sinceridad el camino.