El beso dura tan solo unos segundos, como si Tristán simplemente acariciara sus labios. La ve a los ojos, y ella, en un murmuro, le dice:

—Yo… nunca he hecho esto.

Tristán sonríe levemente, una sonrisa suave, comprensiva, sin el menor rastro de presión o expectativa.

—Lo sé. Y no tienes que hacerlo si no quieres —contesta, con la voz serena, cálida, como un refugio seguro.

Pero Valentina sí quiere. Lo desea. Lo ha estado soñando, deseado, añorando, como nunca antes en su vida. Siente que su corazón late con fuerza, pero no por miedo, sino por la emoción de lo que está a punto de suceder, por la entrega que está dispuesta a dar. La toalla resbala de sus manos, cayendo al suelo sin que ninguno de los dos le preste atención.

En un acto que Tristán no se esperaba, Valentina, apurada, se quita el vestido, quedando completamente en ropa interior. Su respiración es acelerada, su pecho sube y baja al compás de los latidos de su corazón. La luz de las velas resalta la delicadeza de su piel y la curva de sus hombros, mientras el sonido de la lluvia en el exterior parece marcar el ritmo de aquel momento.

Tristán la observa, maravillado por su belleza y, sobre todo, por su valentía. No se trata solo de lo físico, sino de lo que representa: Valentina, tímida y reservada, está ahí, frente a él, entregándose con una confianza que él sabe que no da a cualquiera. Es un gesto que lo conmueve profundamente.

—Suelo ser yo quien hace eso, pero… —comenta Tristán, dejando la frase en el aire, mientras su mirada se posa en Valentina con una mezcla de ternura y deseo.

—¿Quieres que me vista de nuevo? —pregunta ella, algo apenada, como si hubiese fallado una prueba que no sabía que estaba presentando.

Tristán ríe bajito, de una manera tan sexy y suave que el calor en las mejillas de Valentina se intensifica, tiñéndolas de un rojo profundo. La risa de Tristán no solo la calma, sino que también la hace sentirse más segura, más deseada.

—No, no… me gusta lo que veo —responde él, su voz baja y cargada de sinceridad.

Con pasos lentos y seguros, Tristán se acerca a ella, pero lo hace con delicadeza, dándole tiempo para detenerlo si así lo desea. Valentina, sin embargo, no se mueve. No quiere detenerlo, no quiere que este momento termine. Lo único que hace es mirarlo, con el corazón latiéndole con fuerza, como si cada paso de Tristán acortara no solo la distancia física, sino también la emocional que alguna vez existió entre ellos.

—Eres preciosa —le susurra Tristán, su voz tan cerca que Valentina siente el calor de su aliento rozar su piel.

Valentina no responde. No puede. Las palabras se le atoran en la garganta, sustituidas por una emoción intensa que la invade por completo. Solo lo mira, perdida en el magnetismo de sus ojos, en la cercanía de su cuerpo, en el deseo que ambos han estado conteniendo durante demasiado tiempo.

Cuando Tristán está lo suficientemente cerca, extiende una mano y la desliza suavemente por el brazo de Valentina. Su toque es ligero, casi como una caricia, pero lo suficientemente firme como para hacer que ella sienta un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Es un gesto simple, pero cargado de significado, como si Tristán estuviera tratando de memorizarla, de grabar en su piel el recuerdo de ese instante.

Valentina cierra los ojos, permitiéndose sentir plenamente ese contacto. No puede evitar que su piel se erice bajo el roce de las manos de Tristán, y cierra los puños con fuerza, tratando de sobrellevar la avalancha de emociones que la invade. Tiembla ligeramente, no por el frío que aún se cuela desde la lluvia afuera, sino por la mezcla de nervios y emoción que la envuelve.

—¿Estás bien? —le pregunta Tristán en un susurro, notando el ligero temblor en su cuerpo.

—Sí… —responde Valentina, abriendo los ojos para mirarlo directamente—. Es solo que… esto es algo nuevo para mí.

Tristán sonríe con suavidad, con una calidez que parece envolverla por completo.

—Lo sé. Y quiero que sepas que no hay prisa, Valentina. No tienes que hacer nada que no quieras hacer.

—Pero yo quiero… —dice, interrumpiendo—. Quiero esto, te quiero a ti, Tristán. Sólo que no sé cómo… empezar. 

Las palabras salen de su boca con una sinceridad desarmante, y Tristán la mira con una intensidad renovada, como si esas palabras hubieran tocado algo profundo dentro de él. Una sonrisa se marca en su rostro, suave y tranquilizadora, pero también cargada de emoción. Aunque Valentina no lo crea, él también se siente nervioso. No porque no lo haya hecho antes, sino porque es consciente de la gran responsabilidad que tiene de hacerla sentir cómoda, segura… y especial.

La primera vez que él lo hizo, tanto Lía como él eran vírgenes, y todo estaba envuelto en nervios, en la torpeza de quienes no saben exactamente cómo avanzar, pero que, al mismo tiempo, tienen la seguridad de estar con la persona correcta. Ambos compartían la misma carga y la misma curiosidad, y eso hacía que el momento fuera menos abrumador.

Pero esta noche es distinta. Tristán sabe que, para Valentina, este paso es importante, un acto de entrega y confianza. Y aunque él ha estado en esta situación antes, esta vez lo siente diferente. No se trata solo de deseo; se trata de darle a Valentina la mejor experiencia, de asegurarse de que este recuerdo quede grabado en su mente como algo hermoso, algo que la haga sentirse plena.

—Hagamos esto, ¿vale? —le dice en voz baja, con una ternura infinita, mientras el sonido de la lluvia se intensifica afuera, creando un ambiente casi mágico.

Valentina lo mira, un poco desconcertada por el tono serio de sus palabras, pero a la vez reconfortada por la calidez de su mirada.

—Vamos por pasos —continúa Tristán, tomando suavemente sus manos entre las suyas—. Te voy explicando lo que viene para que no sientas que todo es nuevo para ti. Si en algún momento no te gusta, me dices que me detenga y lo haré. ¿De acuerdo?

Valentina siente que el nudo en su estómago se deshace un poco ante sus palabras. La paciencia y el cuidado de Tristán la calman, la hacen sentir que está exactamente donde debería estar. Asiente lentamente, con una leve sonrisa que no logra ocultar del todo sus nervios.

—De acuerdo… —responde, su voz apenas un susurro.

Tristán le acaricia el rostro con el dorso de la mano, deslizando sus dedos suavemente por su mejilla, disfrutando de la calidez de su piel. Valentina cierra los ojos ante el contacto, dejándose llevar por la suavidad del momento.

—No tienes que hacer nada, solo déjate llevar. No hay prisa, Valentina… solo tú y yo, aquí, ahora.

Ella abre los ojos y lo mira, percibiendo la sinceridad en cada palabra. De pronto, se siente más segura, más dispuesta a entregarse por completo a lo que siente, a lo que han estado evitando durante tanto tiempo.

—Dame un beso —le murmura. 

Valentina se acerca despacio, se pone sobre las puntas de sus pies y roza los labios de Tristán, en un beso suave, casi reverente. Después se separa de él. 

—Ahora, lo haré yo… —le anuncia. 

Los labios de Tristán, más seguros esta vez, se acercan a los de Valentina, dándole un beso que enciende cada fibra de su ser. Es un beso lento, profundo, cargado de emociones que ninguno de los dos puede controlar. Tanto las manos de Valentina como las de Tristán se mantienen reservadas, como si ambos quisieran alargar el momento, saborearlo sin apresurarse.

Cuando el beso termina, Valentina siente cómo el calor sube por su cuello hasta sus mejillas, tiñéndolas de un rojo intenso. El frío que había sentido antes ha desaparecido por completo, aunque aún tiembla, pero esta vez no por la temperatura, sino por la intensidad de lo que acaba de sentir.

—Ahora, bésame de nuevo —le dice Tristán, con una voz suave pero cargada de deseo—. Esta vez pondré mis manos alrededor de tu cintura y te pegaré a mi cuerpo. Posiblemente sientas mi cuerpo muy caliente porque… bueno.

Valentina se muerde el labio, intentando contener una sonrisa que termina reflejándose en sus labios de todos modos. La forma en que Tristán lo dice, con esa mezcla de dulzura y picardía, la desarma por completo.

—O.K. —responde ella en un susurro casi inaudible, con los ojos brillando de emoción y nervios.

Sin esperar más, Valentina se acerca nuevamente, tomando la iniciativa, y vuelve a besar a Tristán. Esta vez, el beso es más intenso, más decidido. Siente cómo las manos de Tristán, cálidas y firmes, se posan en su cintura, pegándola suavemente a su cuerpo. La calidez que emana de él la envuelve por completo, y Valentina no puede evitar apoyar sus manos en el torso de Tristán, sintiendo la firmeza de sus músculos bajo la camisa empapada.

El beso se vuelve más profundo, y Tristán la atrae aún más hacia él, como si quisiera fundirse en su cuerpo, como si el espacio entre ellos fuera demasiado. Valentina se deja llevar, disfrutando de cada segundo, hasta que, de pronto, un suave gemido se escapa de su garganta, sorprendiendo a ambos.

Al darse cuenta de lo que acaba de suceder, Valentina se separa rápidamente, con el rostro encendido de vergüenza.

—¡Ay, Dios! Perdón… —se disculpa, llevando las manos a su rostro, demasiado apenada para mirarlo directamente.

Tristán se queda inmóvil por un segundo, sorprendido, pero luego sonríe con ternura. Valentina, todavía con la cabeza gacha, baja la mirada sin querer hacia el pantalón de Tristán, donde nota una evidente señal de excitación. Al darse cuenta, desvía la mirada con rapidez, su rostro enrojeciéndose aún más.

—¿Perdón, por qué? —pregunta Tristán, con una sonrisa suave pero divertida, disfrutando de la reacción de Valentina.

—Yo… —balbucea ella, sin saber cómo explicar lo que siente. Su mirada vuelve de manera involuntaria hacia esa parte que tanto le llama la atención, y cuando lo hace, siente que el calor en sus mejillas aumenta aún más.

Tristán lo nota, y no puede evitar reír bajito, una risa que suena profunda, suave y terriblemente atractiva.

—Valentina… —dice, con un tono que mezcla ternura y picardía—. Es evidente que me excitas y me gustas mucho. No soy de piedra.

Valentina lo mira, aún más apenada, pero hay algo en sus palabras que la calma, que la hace sentirse menos incómoda. Tristán no se burla de ella, no la juzga, solo le dice la verdad con esa sinceridad que tanto le gusta.

—No tienes que disculparte por nada —añade él, acercándose nuevamente y tomando sus manos con suavidad—. Todo esto es nuevo para ti, lo sé, pero no hay nada de malo en lo que sentimos… ni en lo que provocas en mí.

Valentina lo mira a los ojos, y en ellos ve algo más que deseo. Ve cariño, paciencia, comprensión… y eso le da el valor que necesita para continuar, para dejar atrás los nervios y simplemente ser ella misma.

—Es que… no sé cómo actuar en estas situaciones —admite en voz baja, con una sonrisa tímida.

Tristán sonríe de nuevo y acaricia suavemente el dorso de sus manos con los pulgares.

—No tienes que actuar de ninguna manera —responde él—. Solo sé tú, solo siente… y deja que yo me encargue del resto. Bésame de nuevo —le pide. 

Valentina se acerca de nuevo y vuelve a besar sus labios, despacio, con más confianza, dejando que sus sentidos la guíen. El sabor de Tristán, el calor de su piel, todo se mezcla en un torbellino de emociones que la envuelve por completo.

—Una vez más, bésame —le pide Tristán, con la voz baja, ronca por el deseo, mientras sus manos comienzan a acariciar el cuerpo de la mujer que ama—. Bésame una vez más —susurra, aún con sus labios rozando los de Valentina—. Otra vez…

Valentina se entrega a sus palabras, dejando que el deseo se desate en cada beso, en cada caricia. De pronto, siente las manos de Tristán deslizándose hacia sus glúteos, firmes y decididas, y en un movimiento que ella llama “mágico”, él la carga, provocando que sus piernas se aferren automáticamente a su cintura. Un pequeño jadeo escapa de sus labios, pero no es de sorpresa, sino de emoción.

—Ahora te llevaré a la cama… —le murmura Tristán, su voz grave resonando en el oído de Valentina, provocándole un escalofrío que recorre todo su cuerpo.

Valentina no contesta, no necesita hacerlo. Solo se aferra más a él, dejando que la guíe, que la lleve. Se siente ligera, como si estuviera volando, mientras Tristán camina con cuidado hacia la cama perfectamente tendida. La recuesta con suavidad sobre el edredón, y un pequeño estremecimiento la recorre al sentir el contraste del tejido frío contra su piel caliente.

Tristán se aleja ligeramente, quedándose de pie al borde de la cama, mirándola. La contempla en silencio, admirando cada detalle de su cuerpo, la manera en que el cabello de Valentina se extiende sobre la almohada, la mirada expectante en sus ojos, las manos que todavía aprietan el edredón con cierta timidez.

—Eres hermosa… —murmura Tristán, con una mezcla de ternura y deseo en su voz.

Valentina se sonroja, pero no aparta la mirada. Hay algo en la manera en que Tristán la mira que la hace sentirse única, deseada, y, por primera vez, completamente cómoda en su propia piel.

—Ahora… besaré tu cuerpo —le avisa, con suavidad, dándole tiempo para asimilar lo que está por venir.

Valentina toma una respiración profunda cuando siente el peso de Tristán sobre ella nuevamente. Sus labios comienzan a recorrer su piel, dejando una estela de calor a su paso. Empieza por su frente, con un beso suave, luego desciende por sus mejillas, su mandíbula, y finalmente se detiene en sus labios, donde se queda unos segundos más, disfrutando de su sabor.

El cuerpo de Tristán está caliente, y Valentina puede sentir su excitación rozando su entrepierna, lo que provoca que otro suave gemido escape de sus labios sin que pueda evitarlo. Al darse cuenta, se sonroja y vuelve a apenarse, pero Tristán no dice nada. Solo la mira con una sonrisa comprensiva, como si quisiera decirle que no hay nada de qué avergonzarse.

—No tengas miedo de tocarme… tócame —le pide Tristán en un susurro, separándose brevemente para mirarla a los ojos, transmitiéndole calma y confianza.

Valentina duda por un momento, pero luego deja de apretar el edredón y lleva sus manos, temblorosas al principio, hacia la espalda de Tristán. Comienza a acariciarla con cautela, recorriendo cada línea de sus músculos con los dedos, explorando su piel caliente y firme.

Tristán cierra los ojos un segundo al sentir su toque, disfrutando de la suavidad de sus manos. A medida que él sigue besándola y desciende lentamente por su cuello y sus clavículas, Valentina va ganando confianza, permitiéndose disfrutar cada vez más del momento.

Cuando los labios de Tristán llegan a su vientre, Valentina siente una nueva oleada de placer recorrer su cuerpo, y otro suave gemido escapa de sus labios, esta vez sin intentar contenerlo. Tristán sonríe levemente al escucharla, complacido de saber que está logrando hacerla sentir bien.

—Ahora… haré algo que no sé cómo describirlo. Si quieres que pare, solo dímelo —le advierte Tristán, con voz suave pero seria, mirándola a los ojos para asegurarse de que se siente cómoda.

Valentina, aunque nerviosa, asiente lentamente, su respiración acelerada y sus pupilas dilatadas reflejando una mezcla de curiosidad y deseo.

—Ok… —responde en un susurro tembloroso, sin apartar la mirada de él.

Por un momento, se queda recostada, sintiendo cómo los labios de Tristán recorren su vientre, dejando un rastro de calor que la hace estremecerse una vez más. Sus manos, que antes se aferraban tímidamente a su espalda, ahora buscan el cabello de Tristán, acariciándolo suavemente mientras se deja llevar por las sensaciones que él le provoca.

La tormenta afuera continúa, pero para Valentina, el único sonido que importa es el de su propia respiración, cada vez más rápida, y el de los latidos de su corazón, que parecen resonar en todo su cuerpo.

Valentina se deja llevar por las sensaciones que Tristán le provoca. Sus labios besando en medio de sus piernas, su lengua tocando lugares desconocidos para ella. Sus manos acariciando y rozando su piel. Todo eso se mezcla con un torbellino de emociones que la envuelven por completo. Nunca antes había sentido algo así, una mezcla de nervios, emoción y deseo que crece en cada segundo. 

La lengua de Tristán se mueve con una lentitud estudiada, para después acelerar, provocado que a ella se le escape uno que otro gemido que no puede controlar. 

—¡Ay, Dios! —expresa, cuando él llega a su punto más sensible, Valentina siente un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Es una sensación nueva, intensa, que la hace aferrarse con fuerza a las sábanas. La respiración se le acelera, y por un instante, se siente fuera de control, como si estuviera al borde de algo desconocido y abrumador.

Tristán, atento a cada detalle, y continúa, suave, constante, dándole tiempo para que se acostumbre a las nuevas sensaciones. Valentina cierra los ojos, dejándose llevar, sintiendo cómo una oleada de calor comienza a crecer en su interior, extendiéndose por todo su cuerpo.

—Tristán… —susurra, su voz temblorosa, entrecortada.

Él no responde, solo continúa, manteniendo un ritmo que la eleva cada vez más, hasta que, de pronto, todo estalla dentro de ella. Es como si una corriente eléctrica la recorriera de pies a cabeza, como si todo su cuerpo se tensara y, al mismo tiempo, se soltara en una explosión de placer puro.

Valentina gime, un sonido suave y cargado de emoción, mientras siente cómo su cuerpo tiembla bajo el peso de las sensaciones. Es un placer intenso, abrumador, pero también cálido y dulce, como si cada célula de su cuerpo despertara por primera vez.

Se queda así, respirando con dificultad, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, mientras su mente intenta procesar lo que acaba de suceder. Tristán se acerca a ella, acariciando su rostro con ternura, y Valentina abre los ojos lentamente, encontrándose con su mirada.

—¿Estás bien? —pregunta él, con una sonrisa suave.

Valentina asiente, todavía sin aliento, pero con una sonrisa que refleja toda la felicidad que siente en ese momento.

—Sí… —responde en un susurro—. Más que bien. Eso fue un éxtasis profano.

Tristán arquea una ceja, divertido por la elección de palabras.

—¿Éxtasis profano? —pregunta él, entre sonrisas.

—Es que… no sé cómo expresarlo —admite ella, encogiéndose levemente de hombros, aún recuperando el aliento, con las mejillas encendidas por la emoción.

Tristán se incorpora lentamente y, ante la mirada de Valentina, comienza a desabrocharse el pantalón. Sus movimientos son lentos, deliberados, como si quisiera darle tiempo a ella para procesar lo que está por venir, como si quisiera prolongar la anticipación.

Valentina lo observa sin parpadear, sus ojos siguiendo cada uno de sus movimientos. Cuando el pantalón cae al suelo y Tristán queda solo en ropa interior, ella siente cómo su respiración se acelera. Su mirada, involuntaria, se dirige hacia su entrepierna, donde una prominencia poderosa se marca con claridad bajo la tela. Es firme, evidente, imposible de ignorar, y su mera presencia provoca que el corazón de Valentina lata aún más rápido.

—Pensé que… era todo —dice ella con una inocencia que provoca una sonrisa en los labios de Tristán.

Él la mira con esa mezcla de ternura y deseo que tanto la desarma, y, con un tono seguro pero suave, responde:

—No, solo vamos empezando.

Valentina siente un cosquilleo recorrer su cuerpo ante sus palabras. No sabe exactamente qué esperar, pero hay algo en la seguridad de Tristán que la tranquiliza, algo en su mirada que le dice que no tiene nada de qué preocuparse.

—¿Quieres verlo? —pregunta él, con una coquetería juguetona, dejando entrever una sonrisa traviesa.

Valentina se sonroja aún más, el rubor extendiéndose desde sus mejillas hasta su cuello. No sabe cómo responder; la pregunta la toma por sorpresa, pero, al mismo tiempo, siente una curiosidad que no puede negar.

—Bueno… ya estamos aquí —contesta finalmente, con el rostro encendido y una tímida sonrisa que no logra ocultar del todo su nerviosismo.

Tristán sonríe y, sin quitarle la mirada de encima, baja lentamente su ropa interior. Valentina siente que el tiempo se ralentiza. El ambiente, cargado de tensión y deseo, se vuelve aún más íntimo. Cuando la prenda finalmente cae, sus ojos se posan sobre él, y por un momento, se queda sin palabras.

Es imponente, tan perfecto como todo en él. La presencia de Tristán la abruma de una manera que nunca había imaginado, pero, al mismo tiempo, la llena de una emoción nueva, intensa, y completamente abrumadora. Se siente nerviosa, pero también fascinada, como si estuviera ante algo que siempre había deseado pero que jamás pensó que tendría.

—Y, ¿qué te parece? —pregunta Tristán con el mismo tono de picardía, una sonrisa suave en sus labios, mientras observa la reacción de Valentina.

Ella, todavía con la piel sensible y el corazón latiendo con fuerza por todo lo que acaba de suceder, siente que el calor vuelve a subirle por las mejillas. La pregunta de Tristán la toma por sorpresa, pero, a pesar de su timidez, decide responder.

—Y eso… —comienza, sin saber exactamente cómo expresar lo que pasa por su mente.

—¿Esto? —interviene él, acercándose un poco más, disfrutando del rubor que tiñe el rostro de Valentina.

—Va… —intenta continuar ella, pero las palabras parecen atascarse en su garganta.

—¿Va? —repite Tristán, inclinando ligeramente la cabeza, divertido por su evidente nerviosismo, pero también curioso por lo que quiere decir.

Valentina se siente aún más apenada. Por un instante, la duda la invade, preguntándose si acaso Tristán ha estado antes en esta situación, si alguna vez alguien le ha hecho una pregunta tan inocente y directa. Pero ya es demasiado tarde para detenerse. Ha comenzado a hablar, y ahora tiene que terminar.

—Va a… —susurra finalmente, bajando la mirada por un instante y luego levantándola, insinuando con sus ojos lo que quiere decir sin necesidad de palabras. Su mirada se dirige brevemente a la evidente erección de Tristán y luego a su propio cuerpo, dejando claro lo que está preguntando: si será posible que él entre en ella, si será posible que puedan completar ese momento tan íntimo.

Tristán comprende de inmediato lo que Valentina quiere decir. Su sonrisa se suaviza, dejando atrás la picardía, y en su lugar, aparece una expresión de ternura y comprensión. Se acerca un poco más y, con una mano, acaricia suavemente la mejilla de Valentina, dándole calma.

—Sí, Valentina… —responde él en un susurro, mirándola directamente a los ojos—. Sin embargo, no tienes que hacer nada que no quieras… pero quiero que sepas que tú me haces sentir así, tan deseoso de ti.

Valentina lo mira a los ojos, y en ellos ve toda la sinceridad que necesita. No hay presión, solo una invitación a seguir explorando juntos, a descubrirse mutuamente. Toma una respiración profunda y, dejando a un lado sus nervios, extiende una mano hacia él, tocándolo por primera vez, con una mezcla de timidez y curiosidad.

—Quiero intentarlo… —dice ella, con una mezcla de nervios y decisión en su voz.

El contacto es electrizante, un gesto que desata una nueva oleada de deseo entre ambos. Tristán cierra los ojos por un instante, disfrutando de la suavidad del toque de Valentina, mientras ella siente cómo su propia confianza crece con cada segundo.

—¿Está bien así? —pregunta ella en un susurro, con una inocencia que contrasta con el deseo que arde en su interior.

—Perfecto… —responde Tristán, tomando su mano con suavidad y guiándola, enseñándole a explorar sin miedo, con calma, con amor.

Valentina lo acaricia por unos segundo, viendo como el abdomen marcado de Tristán, se acelera por la respiración. Un gemido de escapa de sus labios, una basante fuerte, como si quisiera decirle al mundo que está exitado. 

—Para… —le pide con educación. Posando su mano sobre la de ella. 

Ella, aun nerviosa, siente como el cuerpo de Tristán se acerca al de ella. Él besa sus labios suavemente, un gesto que lo dice todo sin necesidad de palabras. La besa con amor, con calma, permitiendo que Valentina se relaje, que sienta que todo está bien.

—Si en algún momento quieres que me detenga, solo dímelo —le recuerda Tristán, acariciando su cabello mientras la recuesta con suavidad sobre la cama.

Ella asiente, su respiración acelerándose una vez más, no por miedo, sino por la expectativa de lo que está a punto de suceder. Siente cómo el cuerpo de Tristán se acomoda sobre el suyo, cálido, protector, y cierra los ojos, dejándose llevar por el momento, por el amor que sabe que ambos sienten.

Los labios de Tristán comienzan a recorrer de nuevo su cuerpo, rozando suavemente su piel con una mezcla de ternura y deseo. Valentina se siente ansiosa, lista para lo que sea que puede venir, pero pronto se da cuenta de que Tristán no tiene ninguna prisa. Él es de los que disfrutan el momento, de los que saborean cada instante, cada caricia, cada beso.

Poco a poco, el cuerpo de Valentina comienza a arder de nuevo, su piel se torna más sensible con cada caricia, con cada roce de los labios de Tristán. Las sensaciones comienzan a acumularse en su interior, como si cada beso encendiera una chispa que se extiende por todo su cuerpo. Los gemidos suaves de Valentina llenan el ambiente, entrelazándose con el sonido de la tormenta afuera.

—Eres hermosa… —le murmura Tristán entre besos, mientras sus manos recorren sus costados, dibujando lentamente cada curva de su cuerpo.

Ella siente un cosquilleo recorrerle la columna al escuchar esas palabras, al sentir la firmeza de sus manos que, a pesar de estar cargadas de deseo, no pierden la ternura.

De pronto, Tristán se incorpora ligeramente, y Valentina lo observa con ojos brillantes, expectante, mientras él se dirige al cajón del buró. Lo ve sacar un preservativo y, con una habilidad natural, se lo coloca. Todo en él parece fluido, seguro, y esa seguridad se contagia a Valentina, que lo mira en silencio, admirada por cada detalle, por cada gesto que lo hace ser quien es.

Tristán regresa a la cama y se coloca encima de Valentina con una lentitud infinita, como si quisiera alargar la anticipación, como si cada segundo fuera un regalo que ambos merecen disfrutar. La mira a los ojos, y en ese instante, el mundo desaparece para ellos. No hay tormenta, no hay nada más que ese momento compartido, ese amor que se respira en el aire.

Valentina siente cómo el mundo a su alrededor parece desvanecerse, Tristán guía su cuerpo hasta el de ella. La suave presión de Tristán contra ella es una mezcla de expectativa y nervios, pero también de una emoción profunda que la envuelve por completo. Su respiración se acelera, su piel se eriza, y un leve temblor recorre su cuerpo.

—Mírame… —le susurra Tristán, con una voz suave, profunda, que parece acariciar su alma.

Ella abre los ojos, y al encontrar la mirada serena y segura de Tristán, siente que todo está bien, que no hay lugar para el miedo. Entonces, lo siente. El primer roce es cálido, lento, y a pesar de la suavidad del movimiento, es lo suficientemente intenso como para que Valentina contenga el aliento por un instante.

Cuando él entra en ella por primera vez, lo hace con extrema delicadeza, asegurándose de que cada centímetro sea un susurro de cuidado, una promesa de amor. Valentina cierra los ojos por un segundo, sintiendo una sensación nueva, desconocida, que la llena por completo. Es una mezcla de dulzura, de ligera incomodidad al principio, y luego, de un calor que se extiende por todo su cuerpo, despertando algo que nunca había experimentado.

Tristán se detiene un momento, sin moverse, permitiéndole acostumbrarse, dejándole tiempo para procesar cada nueva sensación. Se inclina hacia ella y, con un beso suave en sus labios, rompe la tensión del momento.

—¿Estás bien? —pregunta en un susurro, con una voz cargada de ternura.

Valentina asiente lentamente, sus labios entreabiertos, mientras una tímida sonrisa se dibuja en su rostro.

—Sí… estoy bien —responde ella, su voz temblorosa pero llena de una calidez que Tristán percibe al instante.

Él sonríe, aliviado y feliz de ver que Valentina está disfrutando del momento. Comienza a moverse de nuevo, despacio, dejando que cada movimiento sea una caricia, una declaración de todo lo que siente por ella. Valentina, poco a poco, se deja llevar por las nuevas sensaciones, permitiendo que el placer comience a reemplazar cualquier nervio que aún pudiera quedar.

Cuando menos se da cuenta, el dolor ha pasado y una oleada de placer comienza a invadir su cuerpo. Sus sentidos se agudizan, cada roce, cada caricia de Tristán sobre su piel desnuda es un destello de fuego que se enciende y se expande por todo su ser. Los nervios que antes la atenazaban han desaparecido, y ahora, lo único que existe es el calor de sus cuerpos entrelazados.

Por un momento, Valentina abre los ojos, y la escena frente a ella la deja sin aliento: el gallardo y hermoso Tristán, con su cuerpo perfecto brillando bajo la luz tenue de las velas. Su piel ligeramente húmeda resplandece, cada músculo marcado en su torso moviéndose con precisión y deseo. La intensidad de su mirada, esa mezcla de devoción y lujuria, la hace estremecerse de pies a cabeza.

Tristán inclina su rostro hacia él de ella, y sus labios se encuentran de nuevo en un beso profundo, apasionado, que expresa todo lo que sienten. Sus lenguas se buscan con hambre, mientras las manos de Valentina se deslizan por la espalda de Tristán, aferrándose a él, buscando más contacto, más cercanía.

—Eres increíble… —le susurra Tristán, su voz ronca, cargada de deseo—. No sabes cuánto había esperado este momento. 

Valentina sonríe entre jadeos, sintiendo cómo cada palabra de él se clava en su pecho como una caricia más. Desliza sus manos por los costados de Tristán, bajándolas lentamente hasta llegar a sus caderas, donde lo atrae más hacia ella, instándolo a moverse más rápido, más profundo.

Él obedece, aumentando el ritmo poco a poco, mientras el sonido de sus cuerpos encontrándose llena la habitación, mezclándose con el crepitar de las velas y el murmullo lejano de la tormenta afuera. Valentina siente cómo el placer se acumula en su interior, creciendo con cada movimiento, con cada roce de Tristán dentro de ella.

—Dios mío —expresa Valentina, mientras su cuerpo comienza a arquearse. 

Su respiración se acelera, sus gemidos se vuelven más frecuentes, más intensos, y Tristán los recibe como la melodía más hermosa que ha escuchado jamás. Se inclina hacia ella, besando su cuello, su clavícula, mientras sus manos recorren sus costados y se detienen en sus caderas, sosteniéndola con firmeza.

—No te detengas… —le pide Valentina, entre jadeos, mientras siente cómo el placer la envuelve por completo.

Tristán sonríe contra su piel y la besa de nuevo, esta vez con un deseo más salvaje, más urgente. Sus movimientos se vuelven más rápidos, más intensos, llevando a Valentina al borde de un abismo que jamás había conocido. Ella se aferra a él, dejando que la guíe, dejándose llevar por completo por las sensaciones que la desbordan.

—Otra vez… —trata de pronunciar, de anunciarle que de nuevo sentirá las mismas sensaciones que hace rato. 

—Hazlo, quiero sentirte, quiero escucharte venir —le indica él. 

El mundo a su alrededor desaparece, y todo lo que importa es el calor de Tristán, el ritmo constante de sus movimientos y el fuego que arde en su interior. Siente cómo el placer crece, se intensifica, hasta que finalmente, con un gemido profundo, alcanza el clímax, su cuerpo temblando bajo el de Tristán, mientras una oleada de éxtasis la recorre por completo.

Valentina se estremece, el gemido es en verdad ruidoso. Tristán le da un beso sobre los labios para poco después, enterrándose profundamente en ella mientras deja escapar un gemido ronco, cargado de placer, algo que inexplicablemente excita aun más a Valentina. Sus cuerpos se tensan al unísono, y por un momento, todo se detiene, como si el tiempo mismo se hubiera congelado para ellos.

Tristán recarga su rostro un momento sobre los pechos de Valentina, mientras su torso sube y baja acelerado por la respiración. La calidez de su piel y el suave aroma de ella lo envuelven, creando una atmósfera íntima que parece suspendida en el tiempo.

—Fue… increíble —susurra Valentina, todavía tratando de recuperar el aliento, con una sonrisa que refleja tanto satisfacción como una pizca de asombro.

Tristán sonríe al escucharla. Se incorpora lentamente, sube hacia su rostro y la besa suavemente en los labios. Es un beso tierno, lleno de amor, pero también cargado de una promesa: la de que esto apenas comienza.

—Y esto solo es el inicio —le murmura, rozando sus labios con los suyos.

Valentina lo mira con una mezcla de curiosidad y picardía, cada vez menos tímida, más segura en la intimidad que están compartiendo.

—¿Cómo? —pregunta ella, intrigada.

Tristán sonríe, esa sonrisa traviesa y seductora que tanto la desarma, y responde con un tono divertido:

—Dame cinco minutos entre cada round y verás lo que te digo…

Valentina se sonroja, pero no aparta la mirada. Ahora lo observa con más confianza, disfrutando de la naturalidad con la que Tristán habla de lo que ambos acaban de compartir.

—¿Cuántos rounds son? —pregunta, juguetona.

—No lo sé, nunca los he contado —admite él, encogiéndose de hombros con una sonrisa—. Solo te puedo decir una cosa… esto va para largo.

Valentina se muerde los labios, esa pequeña manía que tiene cuando está nerviosa o emocionada, y Tristán siente cómo una nueva oleada de deseo comienza a recorrer su cuerpo al verla así.

—¿Puedes volver a hacer lo de tu boca en…? —Valentina se atreve a preguntar, señalando tímidamente su entrepierna, donde aún siente el calor residual del placer reciente.

Tristán no dice nada, no le hace falta. Sus ojos se oscurecen con deseo, y como si las palabras de Valentina hubieran sido una orden más que una pregunta, se inclina hacia adelante, besando su abdomen con una lentitud calculada. Su boca traza un camino descendente, dejando una estela de calor en cada beso, hasta que finalmente llega a donde ella quiere.

Valentina cierra los ojos, anticipando lo que está por venir. Siente el primer contacto de los labios de Tristán sobre su piel más sensible, y un estremecimiento recorre todo su cuerpo, haciéndola arquear ligeramente la espalda. El calor comienza a acumularse de nuevo, más rápido esta vez, mientras Tristán se mueve con una mezcla perfecta de delicadeza y pasión.

—Tristán… —susurra su nombre, su voz temblorosa por el placer que comienza a invadirla de nuevo.

Él no responde, simplemente continúa, dejándose guiar por cada gemido, por cada temblor que escapa del cuerpo de Valentina. Su lengua se mueve con destreza, explorando cada rincón de ella, provocándole una sensación tan intensa que Valentina siente como si el tiempo se detuviera una vez más.

La respiración de Valentina se vuelve errática, sus manos buscan desesperadas el cabello de Tristán, aferrándose a él como si fuera su única conexión con la realidad. Cada caricia, cada movimiento de su boca la lleva más y más cerca de un nuevo clímax, uno que llega más rápido de lo que espera, pero que la envuelve con una fuerza arrolladora.

Un gemido profundo, cargado de placer, escapa de sus labios mientras su cuerpo se tensa y luego se relaja, temblando suavemente bajo el de Tristán. Ella cierra los ojos con fuerza, dejándose llevar por las olas de placer que la recorren, sintiéndose completamente perdida en él.

Cuando finalmente el clímax pasa, Valentina abre los ojos lentamente, encontrándose con la mirada satisfecha y amorosa de Tristán, que sube de nuevo hasta quedar a su altura.

—Me encanta cuando te vienes así —le dice, rozando su nariz con la de ella.

—Creo que me subestimé —contesta ella, apenada. 

Tristán ríe suavemente, besándola de nuevo, esta vez con ternura, como si quisiera recordarle que, más allá del deseo, lo que hay entre ellos es algo profundo, algo real.

—¿Ves? Te dije que esto iba para largo… —le murmura al oído, haciéndola reír entre jadeos.

—Creo que yo seré la que necesite esos cinco minutos —le dice, haciéndolo reír. 

Después, el resto de la noche, fue sólo de ellos dos. 

3 Responses

  1. Genial, como Tristan logra que ella se entregue al 100% a pesar de su fobia a lo nuevo, hermoso. ❤️❤️❤️❤️🔥🔥🔥🔥 y cuantos Rounds? Por Dios 😱😱😱😱😅😅😅

  2. Totalmente un caballero, no podía ser menos, Tristán es el hombre ideal y Valentina ahora lo sabe 🤭.

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