David entra al salón donde se harán las entrevistas con un traje color rojo vino, una camisa blanca debajo y unos zapatos a combinación. Viene perfectamente arreglado, con cada rizo acomodado en su lugar y una sonrisa que deslumbra.
El murmullo en la sala se reduce apenas lo ven entrar, no solo porque su presencia impone, sino porque en el fondo, todos saben que él es la estrella de la jornada.
—¡Davidsito! —exclama una mujer de unos 50 años, rubia platinada y con un cuerpo bastante conservado, aunque es evidente que ha pasado por varias cirugías—. Al fin llegas, no podíamos iniciar la entrevista sin ti, eres la estrella.
David sonríe con el encanto natural que lo caracteriza y se acerca para saludarla con un beso en la mejilla.
—Gracias, Conchita. Una disculpa, tuve un contratiempo en la mañana.
Karl, Tazarte y Daniel ya están en el lugar. Alegra también ha llegado y parece estar supervisando cada detalle, asegurándose de que todo salga perfecto. Después de unos minutos, se acerca a su hermano y lo aparta del grupo con la excusa de arreglarle la camisa para las fotos del boletín de la fundación.
—¿Con quién estabas? —pregunta en voz baja, mientras alisa el cuello de su camisa con precisión casi obsesiva.
—¿De qué hablas? —David frunce el ceño, aunque su sonrisa no desaparece del todo—. Tengo una prometida —aclara.
—No, hueles a sexo, hermano. Otro tipo de sexo. Yo solía oler así antes.
David se ríe con incredulidad.
—Y, ¿ya no?, ¿problemas en el paraíso con Karl? —se burla.
Alegra nunca habla de su vida sexual de casada, y menos con Karl; sabe que puede despertar envídias.
—Shhhh —lo calla Alegra rápidamente—. No me cambies el tema. ¿Es verdad lo que digo?
David la mira con diversión, pero sin responder de inmediato. Se encoge de hombros con desinterés fingido.
—Ni verdad, ni mentira, solo es.
Alegra lo observa con suspicacia, pero decide dejarlo pasar.
—En fin, ¿ya terminaste de arreglarme la camisa o quieres seguir analizándome como si fueras Sherlock Holmes?
—No. Aún no termino —responde ella con naturalidad, pero en su tono hay una segunda intención—. Algo pasa entre Daniel y Tazarte, están muy tensos. ¿Sabes algo?
David arquea una ceja y voltea discretamente hacia ellos. Ahora que lo menciona, sí nota que hay una vibra extraña entre ambos. Aunque están juntos, evitan cruzar miradas, y la tensión es palpable incluso desde la distancia.
—No sé… —responde, sin quitarles la vista de encima.
—¿Seguro? —insiste Alegra, mirándolo con ojos inquisitivos.
David suelta un suspiro y finalmente la mira con una sonrisa burlona.
—Sí. ¿Quieres que te averigüe? ¿Desde cuándo eres tan chismosa?
Alegra se cruza de brazos, adoptando una expresión exageradamente digna.
—Desde el momento en que mi padre fecundó un óvulo de mi madre…
—¡Alegra! —David la mira con una mezcla de diversión y horror, sin poder evitar soltar una carcajada.
—¿Qué? ¿Es biología básica? —responde ella con una sonrisa traviesa.
David niega con la cabeza, aún riéndose.
—Eres imposible…
—Lo sé. Ahora, ¿vas a averiguar qué pasa con esos dos o lo hago yo?
David suspira de nuevo, pero su expresión se vuelve más seria. Mira de nuevo a Daniel y Tazarte, y la incomodidad entre ellos es cada vez más evidente.
—Está bien, lo averiguaré —concede finalmente—. Pero solo porque ya sé que si no lo hago, me lo vas a estar recordando toda la vida.
—Exactamente, hermano —responde Alegra con satisfacción, dándole una palmada en el hombro—. Ahora sí, estás listo para la entrevista.
Momentos después, Valentina entra al salón. No deja que nadie la vea, pero, ante los ojos de Tristán, no pasa desapercibida. Él la ve de inmediato, como si su presencia iluminara el espacio. Lleva el cabello trenzado y un vestido amarillo, el primero que encontró en el armario cuando David la regresó al hotel. Su respiración aún está algo acelerada por las prisas, pero Tristán, conociéndola como lo hace, sabe que hay algo más en su nerviosismo.
Valentina avanza con discreción, dirigiéndose a un rincón donde saca una libreta, fingiendo anotar algo, como si su presencia allí pudiese pasar desapercibida.
—Buenos días, Linda —murmura, sin levantar demasiado la voz.
Linda, que estaba revisando unas notas, levanta una ceja y la observa con una mirada analítica. Su instinto le dice que hay algo diferente en Valentina, un brillo en su piel, una inquietud en su mirada.
—Buenos días… —responde con cierta curiosidad—. ¿Una mañana agitada?
Valentina se tensa. Siente cómo el calor sube a sus mejillas de inmediato. ¿Cómo lo sabe? ¿Es tan evidente? Se pregunta si las personas pueden notar cuando alguien acaba de tener sexo, si hay algo en su expresión, en su manera de caminar o en su mirada que delata que ya no es virgen.
—¿Cómo? —pregunta, para luego enrojecer aún más.
Linda la mira con diversión, sin darse cuenta de la crisis interna de Valentina.
—Te ves muy agitada… ¿sigues sin usar el elevador?
Valentina parpadea, sintiéndose aliviada al darse cuenta de que Linda no se refería a lo que ella temía.
—Sí, sí… sabes que los elevadores no son lo mío —contesta rápidamente, sintiéndose un poco ridícula por haber pensado otra cosa.
—¡Ah! —responde Linda, sin darle demasiada importancia.
Sin embargo, la sigue observando con atención. Valentina siente su mirada inquisitiva y finalmente voltea a verla.
—¿Qué pasa?
Linda cruza los brazos y la estudia por un momento antes de hablar.
—¿No se supone que deberías estar ahí? Digo, eres parte del proyecto y prácticamente lo hiciste tú sola.
Valentina sacude la cabeza de inmediato.
—No, no… quedé con Tristán y Karl que no formaría parte de esto. No soy muy buena con las cámaras.
Linda asiente, pero su expresión no cambia. No está del todo convencida. Antes de que pueda seguir indagando, una voz familiar interrumpe la conversación.
—¡Cuñada! —se escucha al fondo.
Ambas voltean y ven a Ana Carolina Santander entrar al lugar con la seguridad que siempre la caracteriza. Su presencia nunca pasa desapercibida.
—Cuñada —responde Alegra con una sonrisa, acercándose para saludarla.
Valentina, sin embargo, siente un vuelco en el estómago al verla. No es que no supiera que en algún momento se la encontraría, pero ahora, después de lo que pasó con Tristán, la idea de verla ahí le resulta… incómoda. Se sorprende de la forma en que su propio tono cambia cuando pregunta:
—¿Qué hace Ana Carolina aquí?
Linda la mira con incredulidad, como si no pudiera creer que en serio estuviera preguntando eso.
—¿Cómo que qué hace aquí? —responde con obviedad—. Pues es la prometida de Tristán… ella sale y entra como se le da la gana. Además, ella donó los instrumentos, bueno, su familia.
Valentina siente que algo dentro de ella se contrae. Claro. La prometida de Tristán. Se repite esas palabras en su mente, como si necesitara recordarse a sí misma la realidad de la situación. Lo que había sucedido entre ellos no cambiaba los hechos. Tristán aun tenía asuntos con Ana Carolina pendientes.
—¡Ah!, cierto, cierto —murmura Valentina, tratando de sonar indiferente.
Pero en su interior siente algo nuevo, algo que no había experimentado antes de manera tan intensa. Y lo confirma cuando ve a Ana Carolina acercarse a Tristán. Él se pone de pie con naturalidad, y le da un beso ligero sobre los labios. Es un roce breve, casi insignificante, pero ante Conchita, ante los demás, ante el mundo, significa algo.
Valentina siente un nudo en el estómago, como si, de repente, todo lo que había pasado entre ella y Tristán la noche anterior no existiera. Como si volviera a quedar en las sombras, en un rincón invisible donde nadie la ve.
Y, como si el destino se empeñara en poner a prueba su paciencia, la situación empeora aún más cuando otra mujer entra en la sala. Rubia, de cuerpo impactante, con pechos voluminosos y curvas que parecen esculpidas a la perfección, la recién llegada acapara todas las miradas en cuanto cruza la puerta. Su vestido negro ceñido resalta cada una de sus proporciones, y su andar seguro y elegante deja claro que sabe el efecto que causa en los demás.
Tristán, siempre un caballero, se pone de pie de inmediato y la recibe con una sonrisa encantadora. Le ofrece su mano para ayudarla a sentarse en la silla que le corresponde, un gesto que a Valentina le parece innecesariamente cortés.
—¿Quién es ella? —pregunta en voz baja, sintiendo un leve ardor en el pecho que no reconoce de inmediato como celos.
Linda, que no se ha perdido detalle de su expresión, la mira de reojo antes de responder con naturalidad:
—Es Nicole Falkenstein, la soprano que cantará la noche del concierto. Llegó anoche.
—No sabía que habría una soprano.
—Tazarte la invitó de último momento. Cantará una canción de El Fantasma de la Ópera.
—¡Ah! —expresa Valentina, intentando sonar casual, aunque sus pensamientos están muy lejos de la indiferencia.
Sin embargo, lo que termina de romper su fachada de serenidad ocurre justo después.
Nicole no tarda en llamar la atención de David, quien, siempre sociable y encantador, se acerca a ella con su sonrisa característica. Se inclina ligeramente sobre la mesa mientras habla con ella, y la manera en que Nicole le responde, con una risa coqueta y una mirada intensa, hace que a Valentina se le revuelva el estómago.
—Oh, David, me han hablado tanto de ti —dice Nicole, inclinándose ligeramente hacia él, su voz suave y melodiosa—. Pero en persona eres aún más encantador.
David ríe con ese aire relajado suyo.
—¿Ah, sí? Espero que solo te hayan dicho cosas buenas.
—Las mejores —responde ella, mordiendo suavemente su labio inferior.
Valentina aprieta su libreta con más fuerza de la necesaria. ¿Por qué le incomoda tanto la manera en que Nicole lo mira? ¿Por qué le molesta que David le siga la conversación con tanta naturalidad?
Nicole, evidentemente disfrutando la atención que recibe, posa una mano en el brazo de David con total confianza.
—Me dijeron que tú eres uno de los organizadores principales. Me gustaría que me enseñaras más sobre la Casa de la Música antes del concierto. Me encanta conocer la historia de los lugares donde canto… pero con alguien que haga el recorrido interesante.
—Bueno, creo que puedo hacerlo entretenido —responde David con una sonrisa, su tono amigable, pero sin rechazar el contacto.
Valentina siente un impulso irracional de interrumpir la conversación. No entiende por qué. Es David. Estuvo con ella anoche, hace horas. Pero algo en la manera en que Nicole lo mira, en cómo inclina la cabeza cuando él habla, la hace sentir una incomodidad que nunca antes había experimentado.
La entrevista comienza, y el tono relajado de Conchita deja claro que conoce bien a todos los presentes, especialmente a David. Para ella, hacer promoción de estos proyectos es una tarea rutinaria, pero también sabe cómo mantener el interés del público.
Valentina, sin embargo, apenas pone atención a las preguntas y respuestas. Su mente está en otro lado. O mejor dicho, en alguien más. No pierde detalle de David, de la soprano, de una Ana Carolina completamente segura de sí misma, sentada junto a Tristán como si nada pudiera perturbar su mundo.
Se pregunta si siente algo.
Para ella, todo lo ocurrido la noche anterior con Tristán fue trascendental, algo que marcó un antes y un después. Pero ahí estaba Ana Carolina, sin la menor señal de sospecha, conversando con elegancia y confianza, como si todo estuviera exactamente donde debía estar. Como si Tristán no hubiera pasado la noche enredado entre las sábanas con otra mujer.
Pero no tiene mucho tiempo para perderse en esos pensamientos.
—Bueno, este proyecto no solo es de Karl y mío —dice David en la entrevista, su voz resonando con seguridad—. Tuvimos una asesora externa cuya guía fue indispensable. Incluso, sin ella, creo que no hubiera estado a tiempo. Fue pieza clave. La señorita de la Torre es indispensable.
Los ojos de Tristán se posan en Valentina, y ella siente que el aire se le atora en los pulmones. Su nombre no ha sido mencionado directamente, pero sabe que él habla de ella.
Se sonroja.
—Bueno, pero no te olvides de Tazarte —interviene la soprano de repente, colocando su mano sobre la de David con demasiada familiaridad.
Valentina siente un molesto cosquilleo en el pecho cuando ve ese contacto.
—Bueno, bueno, también —responde David con una sonrisa encantadora, restándole importancia.
Todos se ríen. Incluso la soprano, que aprovecha el momento para inclinarse un poco más hacia él, con una risa melódica que parece perfectamente ensayada.
Pero lo que termina de sacudir a Valentina ocurre segundos después.
La soprano se ríe y, de manera casi imperceptible —pero no para ella—, roza su pierna contra la de Tristán. El gesto es casual, casi como si hubiera ocurrido por accidente. Pero Valentina no se engaña. No fue un accidente.
Su mano, que sostiene un lápiz, se cierra con fuerza. Y el pequeño objeto de madera no soporta la tensión. Se rompe en dos.
Linda, que no se le escapa nada, voltea de inmediato.
—¿Qué pasa? —murmura con un tono de sospecha.
—Nada, nada… —contesta Valentina apresuradamente, aunque la rigidez en su postura dice lo contrario—. Recordé que tengo que ir a ver algo del proyecto. Voy al salón de los proyectos.
Linda entrecierra los ojos, claramente percibiendo que hay algo más detrás de esa repentina urgencia.
—¿Ahora?
—Sí, sí, ahora —responde Valentina. Toma su libreta y sale del salón con paso firme, sintiendo el peso de la mirada de Linda siguiéndola hasta la puerta.
No quiere admitirlo. No quiere pensar en ello.
Pero lo sabe.
Está celosa.
Camina hasta el salón de los proyectos hablando consigo misma, todavía molesta.
—¿No te olvides de Tazarte? —arremeda con ironía, imitando la voz de la soprano con exageración.
Entra al solitario lugar, deja la libreta sobre la gran mesa redonda y abre la pequeña bodega de los proyectos. Se queda ahí, refugiándose entre los estantes llenos de carpetas, como si el encierro pudiera ayudarla a ordenar su mente. No sabe qué le pasa. No tiene ni idea de cómo sobrellevar todo esto. Son demasiadas emociones en menos de veinticuatro horas.
Se siente como una niña pequeña. Se siente tonta, ilusa, inmadura. Se siente… no a la altura de Tristán.
¿Cómo lo hace Ana Carolina? ¿Cómo lidia con saber que su prometido es tan guapo? Extremadamente guapo. Valentina siente que no tiene las herramientas para manejar algo así, como si estuviera en un juego donde todos saben las reglas menos ella.
Suspira y se deja caer sobre el suelo alfombrado, recargando su espalda contra los estantes.
—Soy la soprano Nichole Frankenstein —murmura para sí misma con burla.
—¿Valentina? —la voz grave de Tristán la saca de su ensimismamiento.
Ella se pone de pie de inmediato y finge sacar una carpeta, tratando de parecer ocupada.
—Aquí estoy… —contesta con aparente calma.
La puerta se abre, y Tristán entra, cerrándola detrás de él.
Dejan de estar solos en teoría porque, en la práctica, desde el momento en que se vieron en la entrevista, desde el momento en que ella rompió el lápiz, ya estaban solos en su propio mundo.
—¿Todo bien?
—Sí, sí… yo estaba viendo algo del proyecto, pero… bueno.
Tristán ladea la cabeza. No es tonto. La conoce lo suficiente para saber que algo le pasa.
Sin darle tiempo a reaccionar, se acerca con determinación y pega su cuerpo contra el de ella, arrinconándola entre él y la pared. Valentina siente el aire atraparse en su garganta.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunta ella con un temblor en la voz.
—Eso es lo que quiero saber —murmura él, con su aliento acariciando su mejilla—. ¿Qué te pasa a ti?
El tono grave y pausado de su voz hace que la piel de Valentina se erice.
—¿A mí? Nada… ¿qué me puede pasar?
Tristán sonríe. Pero no es una sonrisa cualquiera. Es esa sonrisa, la que la desarma por completo. Luego, lleva una mano a su cabello, recorriendo lentamente su trenza hasta el final, como si estuviera saboreando cada segundo de la distancia entre ellos.
—¿Estás celosa?
Valentina siente el calor subirle a las mejillas.
—No, no… para nada.
—¿Entonces rompes lápices y frunces el ceño porque piensas que es sexy?
—Claro que no —se defiende, cruzando los brazos en un intento por parecer más firme.
Tristán la observa intensamente.
—Solo tú tienes mi corazón, Valentina.
Su voz es un susurro grave, un latido en el oído de Valentina.
—Sé que tengo asuntos que resolver con Ana Caro, sé que hay mujeres que quieren mi atención… pero solo tú la tienes. Solo pienso en ti. Solo te quiero a ti. Solo te veo a ti.
Valentina siente el pecho apretársele. Pero no es por angustia. Es otra cosa.
—Solo quiero hacerte el amor a ti. A nadie más —susurra Tristán, sin apartar la mirada de la suya.
La tensión entre los dos se vuelve insoportable.
Entonces, se rompen.
El primer contacto es puro instinto. Valentina se lanza sobre él, capturando sus labios en un beso desesperado, como si necesitara probar que es verdad lo que dice. Tristán la sostiene con firmeza contra la pared, respondiendo con la misma intensidad. Su lengua se abre paso entre la suya, y la bodega entera parece desaparecer.
Las manos de Tristán recorren su cuerpo con hambre contenida, deslizándose desde su cintura hasta la curva de sus caderas, atrayéndola aún más hacia él. Valentina gime suavemente en su boca cuando siente su dureza presionándola a través de la ropa.
—Dios… Valentina —murmura él contra sus labios, besándola más profundo.
Sus dedos bajan al borde del vestido y suben con la misma facilidad. Valentina siente su piel arder donde la toca. La forma en que sus manos la acarician, la manera en que la sostiene con tal devoción, la hace perderse por completo.
Ella desliza sus manos por el torso de Tristán, desabrochando los primeros botones de su camisa con torpeza, pero con determinación. Quiere sentirlo. Necesita tocarlo.
—No sabes cuánto te deseo… —susurra él, mordiendo suavemente su labio inferior.
Valentina apenas puede respirar. Está atrapada entre el cuerpo de Tristán y la pared, y no hay lugar en el mundo donde preferiría estar.
Entonces, él la toma por las caderas y la alza en un movimiento ágil, haciéndola rodear su cintura con las piernas.
—Tristán… —susurra ella, con la voz entrecortada.
—Dime que pare —murmura él, deslizando su boca por su cuello—. Dime que me detenga y lo haré.
Pero Valentina no puede. No quiere.
—No pares —dice con un gemido ahogado.
Tristán sonríe contra su piel, besándola con una mezcla de ternura y deseo. Está a punto de llevarla al borde cuando, de repente…
La perilla de la puerta se mueve.
Ambos se quedan congelados, sus cuerpos aún pegados, sus respiraciones alteradas.
—Valentina, ¿estás aquí? —pregunta una voz desde el otro lado de la puerta.
Linda.
Valentina cierra los ojos, tratando de calmar su respiración. Tristán, con una sonrisa traviesa y la adrenalina aún en su mirada, le da un último beso en el cuello antes de susurrarle:
—Esto no ha terminado.
Y Valentina lo sabe.
Porque lo único que desea es terminarlo de la forma en la que se quedaron a la mitad.
—¿Valentina?
—¡Sí! Ya voy, ya voy… —grita, un poco desesperada, mientras trata de normalizar su respiración y alisar su vestido con las manos temblorosas.
Tristán, que aún está junto a ella, se acomoda la camisa con una calma fingida, aunque su mirada sigue encendida de deseo contenido.
—Dile que me vaya a buscar, que las carpetas están desordenadas —murmura, con una sonrisa traviesa—. Ella sabe lo que significa para mí.
Valentina lo mira con incredulidad, pero también con diversión.
—¿Puedes ir a buscar a Tristán? Las carpetas están desordenadas —repite en voz alta, tratando de sonar convincente.
Del otro lado de la puerta, Linda responde con su típico tono de sospecha.
—Justo a él busco. La soprano está lista para ir al ensayo.
El nombre soprano cae como una bomba en la habitación.
Valentina y Tristán se miran.
Él muerde su labio con frustración.
—¿Y ahora? —pregunta ella, con una mezcla de celos y resignación.
—Dios… —murmura Tristán, pasándose una mano por el cabello.
Rápidamente, saca su móvil y marca. Del otro lado, el sonido del teléfono de Linda se escucha al instante.
—¡Tristán!, ¡te estoy buscando! —le dice apenas contesta.
Él se mete entre los estantes para disimular, como si estuviera buscando algo.
—Y yo a ti —responde con naturalidad—. ¿Dónde estás? Necesito que le digas a Nicole que baje para llevarla al ensayo. ¿Vale?
—Ok —acepta Linda, sin darle más vueltas.
Tristán sonríe con malicia y le guiña un ojo a Valentina antes de añadir:
—Yo buscaré a la señorita de la Torre…
—Vale, vale… está en el salón de proyectos —le confirma Linda.
—Gracias por el dato…
Cuelga la llamada y por un momento, ambos se quedan en silencio. El aire aún está cargado de electricidad, de esa tensión que no se ha disipado del todo.
Valentina se muerde el labio, tratando de no reírse.
—¿Crees que puedas soportar un poco? —pregunta él, acercándose de nuevo, bajando la voz a un murmullo que le hace temblar la piel—. Te prometo que esta noche soy tuyo.
Valentina siente un escalofrío recorrerle la espalda. Suena demasiado bien para ser verdad.
—Creo que puedo —susurra ella, besando sus labios suavemente.
Pero Tristán no se conforma con un beso breve. La sostiene por la cintura y profundiza el contacto, asegurándose de que sienta lo mucho que la desea. Cuando se separan, sus frentes quedan pegadas por un instante, compartiendo la misma respiración.
—Recuerda… —susurra él contra su oído—, siempre estoy pensando en ti.
Después, con la misma ternura con la que antes la devoraba, deposita un beso sobre su frente.
—Ahora vamos. Nos esperan.
Valentina asiente, pero sabe que no le agrada la idea de salir de esa bodega y enfrentar la realidad. Sin embargo, ahora todo es diferente. Tristán es suyo. No importa cuántas mujeres lo miren, cuántas sonrisas le dediquen, cuántas veces Nicole trate de llamar su atención.
Él la eligió a ella. Y no necesitaba decirlo ante las cámaras o ante el mundo. Una mirada, un beso, ese promesa era suficiente.
Y en ese instante comprende a Ana Carolina. Comprende lo que significa estar con un hombre como Tristán. Comprende que, aunque la seguridad absoluta no existe, hay algo más poderoso que eso: la certeza de haber sido elegida.
Con una sonrisa que no puede ocultar, Valentina toma aire y sale junto a Tristán.

Ana Maros
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Con cariño,
Ana
Tranquila Valentina, Tristan esta loco de amor solo por ti ❤️❤️
Aunque a mi también me cayo mal la soprano resbalosa 😡
Ay mori de risa jajajaja y hasta a mi me dio celos jajaja. Pero bueno tienen mucho por aclarar todavia, pero lo unico seguro es que Tristan es de ella y ella de él. Y que paso entre Taz y Dan???
Romper lápices y fruncir el ceño = sexy 😂 a Tristán no se le va una!! 🤭
Lo que indica que no la pierde de vista aún cuando su trabajo requiere de su total atención.
Tristán, pasar los tips debes. 🤭
jajajajaja la probe Vale, un poco mas y confesaba todo, jajajaja!!!