DANIEL 

-días después-

Después de unos días, Dácil regresó a Gran Canaria, y Aria se quedó con su padre. Durante el tiempo que estuvo aquí, conocí bastante bien a la hermana de Tazarte. Resulta que es bióloga marina, nada que ver con la música, pero de una forma u otra, su carácter encaja con el de Taz. Me contó que se casará en noviembre con un colombiano que conoció cuando fue a hacer sus prácticas, un tipo simpático, por lo que me dijo. Además, me dijo que Tazarte y ella tienen una relación cercana, pero algo competitiva, como si se estuvieran retando todo el tiempo. Ella es dos años menor que él, y me reí mucho con las historias que me compartió de su infancia, todas esas pequeñas travesuras que hicieron que Tazarte fuera el hombre que es ahora.

Antes de irse, Dácil me prometió que le hablaría a los padres de Tazarte sobre mí, diciéndoles que soy “genial” (su palabra, no la mía) y, por supuesto, estoy invitado a la boda. Como si Taz no me hubiera dado suficiente razón para sonrojarme con su familia. Agradecí el gesto, y prometí que le daría un buen regalo. Ella simplemente se rió. 

Entonces, Tazarte y yo volvimos a ser una pareja, aunque había algo más en todo esto. Durante los días en los que su hermana estuvo en casa, simplemente iba a visitarlos, pero no me quedaba. Ahora, con Dácil de vuelta en Gran Canaria, puedo estar con ellos sin problemas. Aunque todavía no he vuelto a quedarme a dormir en su casa, hasta que Taz me indique, paso la mayoría del tiempo con ellos. Practico mis clases de lenguaje de señas con Aria y ella es mi maestra más exigente; ya puedo comunicarme un poco más con ella. 

Por su parte, Aria está adaptándose a su nuevo hogar. Tazarte ha dejado que la niña pinte las paredes de su habitación, dándole su propio toque personal. De hecho, ella eligió el rosa, su color favorito, y lo convirtió en la dominante en su espacio. El cambio fue tan drástico que la habitación parecía otro lugar: de pronto, el rosa inundaba todo. Como regalo de bienvenida, le regalé muebles para su cuarto. Tazarte me miró con una sonrisa agradecida, pero algo preocupado, sabiendo que Aria lo veía por primera vez como su hogar.

Tazarte me contó que Aria está feliz; es la primera vez que tiene una habitación que no se tiene que empacar en tres cajas. Esa pequeña gran victoria era suficiente para Tazarte, pero yo sabía que él seguía preocupado por el futuro de Aria.

Por su parte, Tazarte ha estado buscando una escuela para ella. Ha ido a varias, pero visitado clases y reuniones con directores, pero ninguna parece ser la adecuada. Cuando le sugerí que Aria se uniera a la misma escuela a la que va Fátima, pensé que al menos así se acompañarían. Aunque Aria aún no la conoce, pensaba que podría ayudar a que ella se sintiera más cómoda. Pero la respuesta de Tazarte no fue tan positiva como esperaba.

⎯Cariño, es una escuela que yo pueda pagar. Le pregunté a Sila cuánto paga de colegiatura, y no sé si deba vender un riñón o un pulmón ⎯me comenta, mientras me regala una sonrisa. 

⎯Venga, es la mejor escuela. ⎯respondo, 

⎯No lo dudo, pero, je ne suis pas riche ⎯me responde, haciendo una sonrisa burlona.

⎯¿Me lo dices en francés para que Aria no entienda? ⎯pregunto, riendo, mientras la niña camina tomada de su mano, observando el mundo a su alrededor con curiosidad.

Tazarte y yo decidimos salir a comer después del trabajo. Aria, por el momento, lo acompaña a los ensayos porque Taz no tiene con quién dejarla. 

⎯Sabe leer un poco los labios. Pero te lo digo, no soy rico.

⎯Aria tiene beca ⎯le digo, mientras pienso en cómo darle una solución a todo esto.

Tazarte me mira sorprendido.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta, como si no entendiera bien.

⎯Sí, todos los trabajadores de la fundación o el conglomerado con hijos, tienen derecho a una beca del 50%. ¿Recuerdas a Linda? Su hijo Carlitos va en la misma escuela que Fátima, Los Canaritos. Mi primo es su padrino, y la tiene de un 100%. Yo podría ser el padrino de Aria ⎯le explico, con una sonrisa confiada.

Tazarte se detiene al escuchar mis palabras.

⎯¿Es en serio? ⎯pregunta, como si aún no lo creyera.

⎯Sí. ¿Por qué no? Se dice padrino, pero puede ser otra palabra ⎯respondo⎯, sólo sería padrino para los fines del apoyo. Puedo registrarte como padre soltero y automáticamente obtendrás la beca. Yo puedo becar el otro 50%.

⎯Para, para, para ⎯me pide, como si tratara de entender⎯. Que seas su padrino significa que sacarías de tu bolsillo el otro 50%.

⎯Así es… ⎯contesto confiado.

⎯No ⎯responde Tazarte de tajo.

⎯Taz… ⎯comienzo, pero él me interrumpe con su tono firme.

⎯No, no, no. La beca está bien pero… ¿tu dinero? ⎯me pregunta, claramente preocupado.

⎯¿Qué con eso? ⎯digo, algo desconcertado.

⎯Pues, no creo que sea buena idea. ⎯su tono cambia a un matiz más serio, y eso me hace poner atención.

⎯¿Por qué? ⎯pregunto, tratando de comprender su resistencia.

⎯Porque… no quiero que las personas piensen que estoy contigo por tu dinero ⎯se sincera, su voz baja mientras me mira directamente a los ojos.

Un silencio se instala entre nosotros mientras sus palabras resuenan en mi mente. Lo miro, intentando encontrar el fondo de esa preocupación que expresa tan abiertamente.

⎯Taz… ⎯suspiro, aliviado por su sinceridad, pero a la vez sintiendo una mezcla de desconcierto y comprensión.⎯ Sabes que eso no es algo que me preocupe. Estoy dispuesto a ayudarte, y no porque se me haga fácil, sino porque quiero que Aria esté bien, y si puedo, haré lo que sea para darle las oportunidades que necesita. No estoy haciendo esto para demostrar nada, ni para que piensen que lo hago por ti.

Tazarte no responde de inmediato. Su mirada sigue fija en mí, pero esta vez hay algo más, una mezcla entre gratitud y inseguridad, como si estuviera luchando contra algo que ni él mismo sabía si debía dejar salir. Luego, se acerca, colocando una mano sobre la mía, su gesto más suave de lo habitual.

⎯Lo sé… ⎯murmura finalmente, con un suspiro largo⎯. Lo sé, y agradezco todo lo que haces, lo que estás dispuesto a hacer por Aria. Pero también necesito que sepas que no quiero que esto sea por ninguna otra razón que no sea el amor que tenemos, sin que nada de esto se vea como algo que pueda ser malinterpretado.

⎯Lo entiendo. ⎯respondo, con una sonrisa tranquila que le da espacio a la calma⎯. Es por Aria. Venga, ¿o piensas que nuestra relación durará 2 minutos?

⎯No suelo ser de relaciones cortas, Dan. ⎯me responde en tono definitivo.

⎯Entonces, vamos hoy a la escuela. Le hice una cita a Aria para un recorrido. Están abriendo inscripciones y…

⎯¿Hoy? ⎯su tono refleja sorpresa.

⎯Sí, hoy. Vamos, la vemos, y si te gusta, pagamos. Yo pago todo, y luego con lo de la beca me lo regresas.

⎯Dan… ⎯se detiene por un momento, pensativo.

⎯Me lo regresas… ⎯insisto, decidido, con una sonrisa en los labios⎯. Te prometo que te lo cobraré todo.

Él sonríe, pero su expresión cambia a una más suave y comprensiva. De pronto, se agacha y se pone a la altura de Aria, mirándola con ternura, y le comunica en gestos.

⎯¿Quieres ir hoy con Daniel a ver una nueva escuela?

⎯¿Con Daniel? ⎯pregunto, bastante sorprendido.

⎯Sí. Tengo ensayo general y no puedo faltar. Pero, te amo tanto como para confiarte a mi hija y para que vayas con ella a ver la escuela.

⎯Pero… ¿cómo sabré si te gusta o no? ⎯pregunto, aun algo inseguro.

⎯Aria me dirá. ⎯contesta confiado, y veo en sus ojos que está seguro de lo que dice.

La niña me observa y comienza a responder con gestos. Empiezo a entender algo de lo que dice, aunque mi conocimiento del lenguaje de señas aún es limitado.

⎯¿Helado? ⎯pregunto, un poco nervioso, y mirando a Tazarte con una sonrisa tímida.

⎯Bien, ahora entiendes la palabra favorita de Aria. ⎯dice Tazarte con una sonrisa en los labios, como si se sintiera orgulloso de que empiece a entender algo.

⎯Puedo invitarle un helado. ⎯respondo, sonriendo ante la idea de hacerla feliz. ⎯Helado, sí ⎯repito en señas, imitando el gesto con la mano para asegurarme de que Aria lo entienda.

Aria me sonríe ampliamente, un brillo de emoción en sus ojos.

⎯¿Vas con Daniel? ⎯confirma Tazarte, su voz llena de esa ternura que siempre tiene cuando se dirige a su hija.

La pequeña asiente rápidamente, como si estuviera más que feliz con la idea.

⎯No la sueltes, no la pierdas de vista, no… ⎯comienza a darme indicaciones, una preocupación implícita en su tono.

⎯Taz. He cuidado a todos mis sobrinos. Créeme, una no será problema. ⎯le aseguro con una sonrisa⎯. Te prometo que la cuidaré bien. ⎯Me pongo la mano sobre el corazón. 

Taz sonríe. 

⎯Vale. Entonces, quedó. Ahora, vámonos que muero de hambre. Dirigir da hambre. 

Después de la comida, y tras practicar algunas palabras básicas con Aria como cuchillo, tenedor, cuchara, agua, vaso y plato, Tazarte se fue a la Casa de la Música, dejando a Aria y a mí para ir a la escuela. Yo llamé a mi chofer para que nos llevara, ya que la cita estaba cerca.

Pensé que, debido a que soy prácticamente nuevo en la vida de Aria, la niña estaría un poco más reservada, tranquila, incluso callada, pero me sorprendió. Aria iba sumamente emocionada, haciendo preguntas sobre todo lo que veía a su paso. Si soy honesto, entendí menos de lo que esperaba, porque hacía señas muy rápidas; pero su entusiasmo fue contagioso. Me sentía feliz de verla tan interesada y activa, completamente inmersa en su nuevo entorno.

Cuando llegamos a la escuela, la reacción de Aria fue inmediata. Se fascinó por todo, comenzando a correr por los pasillos con una energía que me hizo sonreír. Cada rincón parecía asombrarla. Admiró el salón de arte, el primero que nos mostraron, y sus ojos brillaron al ver los pinceles, las pinturas y los colores. 

Alicia, la directora, una mujer que me ha visto crecer, ya que mis primos y yo solíamos venir a esta escuela, nos guió por las instalaciones. Cada paso que daba, Aria mostraba una expresión de asombro y curiosidad, como si estuviera descubriendo un nuevo mundo. La directora nos mostró cada aula, los laboratorios, el gimnasio, la biblioteca. Todo estaba perfectamente cuidado, desde las paredes blancas hasta el mobiliario moderno que daba un aire de sofisticación sin ser intimidante.

Lo que más me sorprendió fue la zona de integración. Había un aula diseñada específicamente para estudiantes con necesidades especiales, equipada con tecnología asistiva y recursos visuales. Me sentí aliviado de ver que la escuela no solo se enfocaba en lo académico, sino que también era inclusiva, pensada para darles a todos los estudiantes la oportunidad de brillar.

Aria no dejaba de preguntar, pero era evidente que se sentía cómoda. No parecía intimidada ni retraída, sino completamente fascinada por lo que veía. Su actitud me hizo pensar que este podría ser el lugar perfecto para ella. Lo que más me sorprendió fue que la directora le respondió en señas, lo que provocó más su felicidad. 

Finalmente, la directora nos llevó al patio, un espacio amplio con áreas verdes y juegos, perfecto para que los niños se relajaran entre clases. Aria se acercó a un columpio y, sin pensarlo, se subió, desbordando energía y felicidad. La escena me hizo sonreír, observando cómo la niña disfrutaba de cada movimiento con una vitalidad que me conmovió.

⎯No sabía que otro Canarias era padre. Felicidades, Daniel ⎯me comenta la directora, sonriendo amablemente.

⎯Bueno, es la hija de mi pareja; yo no soy su papá ⎯respondo, tratando de restarle importancia, aunque me siento un poco incómodo al tocar el tema.

⎯¡Ah! Entonces, ¿por qué Aria te presentó como “mi papá”? ⎯me pregunta, levantando una ceja con sorpresa.

Me sorprendo, no esperaba esto. Me quedo en silencio, procesando sus palabras, hasta que finalmente logro articular una respuesta.

⎯¿Qué? ⎯pregunto, sin poder creer lo que acabo de escuchar.

⎯Sí. ⎯La directora, al ver mi incredulidad, hace una seña hacia donde Aria juega⎯. Esto significa “Papá”, y lo repite cada vez que te ve.

⎯¡¿Es verdad?! ⎯mi voz tiembla, mientras me giro hacia la directora, buscando alguna señal de que me esté confundiendo.

Ella me mira con una expresión de sorpresa y amabilidad.

⎯¿Qué pasa? ⎯me pregunta, al ver mi reacción.

⎯Su padre y yo llevamos apenas unos días de novios, y ella acaba de llegar hace poco. He convivido muy poco como para que ella me llame papá. Creo que debe haber una equivocación ⎯respondo, confundido y un poco abrumado. No esperaba que Aria me considerara de esa manera tan rápido.

La directora se ríe suavemente, como si hubiera entendido algo que yo no.

⎯Los niños no se equivocan cuando presienten que algo está bien. Tal vez, Aria te aceptó más rápido de lo que crees. Posiblemente su papá ya le había hablado de ti, o ella simplemente te ve como una figura de confianza ⎯contesta, mientras observa a Aria balanceándose en el columpio, disfrutando de la tarde.

Su respuesta me deja pensativo. No había considerado que, tal vez, Aria había llegado a sentir esa conexión tan rápidamente. Mi mente sigue dando vueltas, tratando de encontrar un sentido, pero la idea de ser considerado un “papá” para ella, aunque de una manera simbólica, me llena de una calidez inesperada.

⎯No lo sé… ⎯murmuro, más para mí mismo que para la directora. No puedo evitar preguntarme si la confianza que Aria me está brindando es un buen presagio para lo que podría venir.

La directora sonríe con comprensión y simpatía en los ojos.

⎯No te preocupes, Daniel. A veces, el corazón de los niños sabe lo que el adulto tarda más en entender ⎯dice con suavidad⎯. En fin. ⎯Saca un folleto y me lo pasa⎯. Este es el costo de la inscripción y la colegiatura. Nos encantaría ver a Aria aquí.

Miro a la niña que sigue jugando en el columpio. La sensación de saber que ella me llama “papá” me abruma un poco, pero también me da una profunda calma. Sé que si lo dice, es porque de alguna forma, ya me ha aceptado.

⎯Mañana hago la transferencia ⎯comento con seguridad⎯. Pagaré todo el año. No se lo diga al padre de la niña, por favor.

La directora sonríe con amabilidad.

⎯Tan Canarias. Siempre extraordinario ⎯bromea y yo no puedo evitar sonreír ante su comentario.

Después de un recorrido por la escuela y de que le tomaran las medidas a Aria para los uniformes, salimos y nos dirigimos hacia un parque cercano. Aria no tarda en recordarme que le debo un helado, así que la llevo a mi heladería favorita, esa que siempre ha tenido los mejores sabores.

⎯Yo solía venir aquí con mi abuelo ⎯le comento, asegurándome de que vea mis labios mientras hablo.

⎯¿Abuelo? ⎯pregunta Aria, moviendo sus manos.

⎯Sí, abuelo… ⎯repito, sonriendo.

Aria mueve sus manos rápidamente y me doy cuenta de que no puedo entender todo lo que está diciendo.

⎯Espera, espera ⎯le hago la seña de más lento⎯. Más lento, L-E-N-T-O ⎯deletreo con mis manos, mostrando que al menos he aprendido el abecedario.

Aria asiente con comprensión y vuelve a repetir todo, pero esta vez más lentamente.

⎯¿Cómo se llama tu abuelo? ⎯pregunta, mirando sus señas y siguiendo el ritmo

⎯¿N-O-M-B-R-E? ⎯digo, indicando cada letra.

Aria asiente con una sonrisa.

⎯D-A-V-I-D ⎯hago los gestos correspondientes, y luego, hago la seña de “otro”⎯. T-R-I-S-T-Á-N.

⎯¿Dos? ⎯pregunta. 

⎯Sí. Dos… ⎯Aria hace la señal de abuelos⎯. Dos, abuelos ⎯hago la seña. 

Aria vuelve a mover las manos con rapidez y yo me concentro, tratando de entender lo que quiere decirme.

⎯¿Sabor? ¿Quieres saber su sabor favorito? ⎯le pregunto, mientras observo sus movimientos. Ella sonríe, como si se sintiera feliz de compartir algo conmigo.

Tomo la carta de helados y le muestro algunas opciones.

⎯Fresa para mi abuelo David, menta con chispas para Tristán. ⎯Le señalo las opciones en la carta, buscando que me entienda.

Aria frunce el ceño, hace un gesto claro de desaprobación, moviendo sus manos con rapidez.

⎯¿No te gusta la menta? ⎯le pregunto, sonriendo al ver su reacción.

⎯Menta, no ⎯responde ella con otro gesto, como si quisiera confirmar que no es una buena elección.

⎯Lo sé ⎯respondo, riendo bajito⎯. Tampoco sería mi elección.

Aria asiente, parece contenta con mi respuesta. Ella sigue comiendo su helado mientras yo la observo, una duda pesada sigue rondando mi mente. La palabra “papá” sigue retumbando en mi cabeza. ¿Será conveniente preguntar? ¿Será el momento?

⎯Aria, cariño ⎯la llamo, como Tazarte me enseñó a hacer. Pongo mi mano en un lugar donde ella pueda verla, asegurándome de que capte mi atención. Ella levanta la mirada, sus ojos fijos en mí.

⎯¿Puedo preguntarte algo? ⎯le hago la seña de pregunta y ella asiente, mostrando una curiosidad evidente.

Me impresiona lo mucho que ya hemos logrado comunicar, a pesar de que mi conocimiento de lengua de señas todavía es limitado. La conexión que estamos creando me da esperanzas.

⎯Hoy, en la escuela… ⎯Hago las señas de “tu”, “yo”, “papá”, como si estuviera armando una pregunta en mi mente.

Aria, al ver lo que estoy intentando comunicar, niega con la cabeza. Me quedo allí, confundido, buscando entender lo que quiso decir con ese simple gesto.

⎯Dios, ¿cómo le pregunto? ⎯murmuro, sin poder evitar que la frustración se exprese en mi voz.

Aria sonríe con suavidad, como si supiera que yo aún no comprendo por completo, y comienza a hacer un gesto que logro entender.

⎯¿Leer? ⎯le pregunto, queriendo confirmar que entendí bien su señal. Ella asiente, y en su rostro hay una expresión que me parece de satisfacción.

Luego, Aria dice algo más que capto con algo más de claridad.

⎯Siete. ⎯Ella señala el número con sus dedos, repitiendo con énfasis.

⎯¿Siete? ⎯repito, confundido, pero sintiendo que ahora estoy más cerca de entender.

⎯Leer, siete ⎯dice, como si me estuviera dando una pista importante. Y es en ese momento cuando todo encaja.

⎯¿Sabes leer porque tienes siete? ⎯pregunto, y ella asiente con una sonrisa, mostrando que entiende mi sorpresa.

Entonces, sin pensarlo mucho, saco mi pluma y mi agenda de mano. Arranco una hoja en blanco y empiezo a escribir, queriendo dejar por escrito lo que está pasando en este momento, lo que estoy aprendiendo de ella. Escribir siempre me ha dado calma.

Tomo mi tiempo mientras escribo, y cuando termino, se lo muestro. Aria lo lee y toma la pluma con una sonrisa tranquila, como si ya supiera lo que quiere expresar. Con delicadeza, empieza a escribir en la hoja, moviendo la pluma de un lado a otro. Yo la observo en silencio, con la esperanza de que sus palabras me brinden una respuesta clara, aunque en el fondo sé que esto es solo el principio de un entendimiento más profundo entre nosotros.

Después de un momento, Aria me devuelve la hoja. La leo en voz baja, intentando comprender sus palabras, aunque no sean muchas.

“Porque me haces sentir segura. No me miras como si fuera diferente. Me ayudas a entender cosas, y te esfuerzas por comprenderme. Tienes algo de él, como una pieza que encaja.”

Sonrío al leer su nota.  

⎯¿De él? ⎯pregunto. 

Aria hace la seña del nombre de su papá. 

⎯Taz… 

Escribo y le muestro mi respuesta. 

“Sólo llevas días de conocerme, Aria. ¿No crees que es muy pronto? “ 

Aria toma la hoja con calma, sus ojos concentrados en las palabras que acabo de escribir. Después de un momento, mueve sus manos y me entrega su respuesta, la cual leo lentamente.

“Quieres a mi papá. Nunca lo había visto tan feliz. Nos haces reír”. 

Aria se ríe. 

⎯¿Reir? ⎯hago la seña. 

Aria asiente. Luego toma el lápiz y escribe. 

“El tiempo no importa cuando alguien te trata bien. Tú me haces sentir como en casa. No necesitas ser mi papá para que te quiera. Tú eres alguien importante para él y para mí también. Me platicaba de ti en zoom”. 

⎯Zoom… ⎯repito, aún procesando lo que Aria acaba de escribir.

Aria toma el lápiz y escribe nuevamente.

“Zoom es una aplicación que usa mi papá para hablar conmigo cuando no está en casa. Él siempre me cuenta lo que hacen juntos. Me dijo que eres muy especial para él.”

⎯Sé que es Zoom ⎯le digo, riendo suavemente por su inocencia, impresionado por lo sincero y directo que es su corazón.

Tomo el lápiz, dándole una respuesta más pensada.

“Aria. Te agradezco por haberme escogido como padre, pero creo que debo ganarme ese nombre, ¿no crees? Así que te prometo que me esforzaré en ganarme ese puesto y demostrarte que puedo ser un buen papá. Pero, por ahora, llámame Dan, no papá.”

Aria lee mi respuesta y sonríe antes de escribir nuevamente.

“Papá Dan.”

“No, sólo Dan” ⎯escribo, con una sonrisa, un poco más serio.

Ella mueve las manos, y su expresión cambia.

⎯Sólo Dan… ⎯dice en señas, mientras yo me río, recordando cómo Tazarte al principio me llamaba “Sólo Daniel”, insistiendo en que aún tenía que aprender lo que eso significaba.

Aria toma nuevamente el lápiz.

“¿Entonces no puedo llamarte papá?”

Respondo rápidamente:

“Cuando creas que me he ganado el nombre, sí. Ahora, sólo Dan.”

Aria me mira un momento, y noto una ligera decepción en su rostro. Su pequeño gesto me hace darme cuenta de lo que está sintiendo.

Así que decido agregar algo más, para que entienda que lo que compartimos no se limita a un título.

“Que me llames sólo Dan no quiere decir que no te quiera. Al contrario, creo que tenemos una conexión. Los dos no nos gusta el helado de menta.”

Aria lee y una sonrisa se dibuja en su rostro.

⎯¡Guácala, menta! ⎯dice, en señas, con una expresión divertida.

⎯¿Así se dice guácala? ⎯pregunto, y ella asiente⎯. ¡Guácala, menta! ⎯repito en señas, y Aria comienza a reírse con ganas. 

Ella come un poco más y yo la observo en silencio, notando lo fácil que ha sido conectar con ella en tan poco tiempo. Aria y yo hemos logrado construir un puente de comunicación, uno que va más allá de las palabras. A pesar de que el lenguaje de señas era un obstáculo al principio, ahora es solo una herramienta más para llegar a comprendernos. Nos entendemos, nos hablamos sin barreras, y eso me hace sentir más cercano a ella.

Aria me mira con curiosidad, y, como siempre, logra captar mi atención con una nueva pregunta.

⎯¿Sabor de helado? ⎯pregunta, y yo sonrío.

⎯Mi sabor favorito es café, pero hace mucho que no lo como porque no puedo ⎯le contesto, alzando los hombros ligeramente⎯. Ahora sólo como vainilla.

Aria me observa, sus ojos brillando con la misma curiosidad de siempre, antes de preguntar:

⎯¿Por qué no puedes comer de café? ⎯Me hace una señal clara con las manos.

Me quedo en silencio por un momento, dudando en cómo explicarle. Aún me cuesta encontrar las palabras o los gestos correctos para algunas cosas, sobre todo algo tan personal. Pero, con cuidado, comienzo a hacer los movimientos de mis manos en mi pecho, señalando el área donde siento que mi corazón se acelera.

Aria observa atentamente, sin apartar la mirada, hasta que lo entiende. Luego, con suavidad, suelta la siguiente pregunta:

⎯¿Te late fuerte el corazón? ⎯y su gesto es tan genuino, tan preocupada, que me conmueve profundamente.

⎯Sí ⎯le respondo, con una ligera sonrisa, mientras me llevo una mano al pecho, mostrando cuánto aprecio que me entienda tan bien.

Aria, como si reflexionara sobre lo que acabo de decir, se queda pensativa por un momento. Luego, hace una pregunta más en señas, que logro entender perfectamente:

⎯¿Un día podrás volver a comerlo?

El simple hecho de que se preocupe por algo tan pequeño me llena de gratitud. La quiero mucho, aunque nuestro tiempo juntos haya sido corto. Le sonrío y le acaricio la cabeza, antes de responder con una ligera esperanza en mi voz:

⎯Espero… ⎯le digo. 

Aria sonríe ampliamente, como si mis palabras fueran suficiente para calmar cualquier duda que pudiera tener. En su rostro se refleja esa luz curiosa, tan característica de su edad, como si estuviera descubriendo algo nuevo en cada momento.

⎯Sí, volví a enamorarme. Supongo que algún día podré comer helado de café ⎯le comento, con una sonrisa tranquila en los labios.

Ella frunce el ceño ligeramente, confundida por mi respuesta.

⎯¿Enamorarse del café? ⎯pregunta, mirando con atención mis gestos, como si estuviera tratando de entender una pieza del rompecabezas que le acabo de ofrecer.

⎯Sí. Enamorarme del café ⎯respondo, con suavidad, mientras mis pensamientos vuelven a centrarse en la simplicidad de lo que dije.

Puedo ver cómo el concepto comienza a tomar forma en su mente, pero la pregunta sigue suspendida en el aire. Sus ojos, tan atentos y llenos de inocencia, me invitan a explicarlo. Y mientras miro esos ojos, la respuesta se me hace más clara, como si la conexión entre lo que le dije y lo que siento fuera mucho más profunda de lo que pensaba.

Como los ojos de tu padre, color café, pienso, recordando aquellos momentos tranquilos en los que Tazarte me miraba de esa manera tan profunda, como si quisiera decirme algo sin palabras.

⎯Como los hermosos ojos de Aria, café ⎯continúo, notando cómo su rostro se ilumina un poco con mis palabras. Esos ojos que son iguales a los de Tazarte. Su mirada tiene un brillo especial, un reflejo de todo lo que es.

⎯Como el helado que tanto me gusta, café ⎯termino, riendo suavemente, mientras ella me mira, tal vez comprendiendo un poco más de lo que estoy tratando de transmitirle.

Aria asiente lentamente, como si todo eso tuviera sentido para ella. Su mirada está llena de curiosidad, y por un momento me siento completamente conectado con ella, como si todo entre nosotros estuviera tomando forma de manera natural.

⎯¿A qué sabe el café? ⎯me pregunta en señas, continuando con la conversación, con los ojos brillando de expectación.

Supongo que la chiquitina quiere conocerme, y eso está bien. Si quiero ganarme el nombre de “papá”, debo estar dispuesto a compartir mis gustos y todo lo que pueda hacer para que me vea como alguien en quien confiar, alguien importante para ella.

Sonrío y tomo un momento para pensar en cómo explicarlo. El café no es solo un sabor, es una sensación, un gusto adquirido, pero también tiene algo de acogedor, de cálido. Algo que Tazarte probablemente entiende tan bien como yo.

⎯El café sabe amargo al principio, pero es… reconfortante, suave después de un rato. Es como un abrazo, pero en una taza ⎯le explico, usando mis palabras con cuidado para que las entienda.

⎯¡Wácala, amargo! ⎯hace la seña y me río. 

⎯Hoy lo dices, pero cuando crezcas sólo querrás tomar café. Mi primo Tristán estaría muy ofendido por ese comentario ⎯le digo, entre risas. 

Aria sonríe. La conversación fluye, sin prisa pero con la certeza de que estamos construyendo algo importante entre los dos. Las palabras, los gestos, todo tiene su lugar. Y aunque mi conocimiento del lenguaje de señas todavía está lejos de ser perfecto, me siento más cerca de ella que nunca. Al final del día, me doy cuenta de que Aria y yo somos más cercanos que nunca. No necesitamos muchas palabras para entendernos, solo la disposición de ambos para aprender, para conectar. Y aunque ella ya me haya dado el título de papá, prometí que me lo ganaría y que en cuánto menos lo espere, yo también la consideraría como mi hija; aunque creo que en mi corazón ya lo es. 

8 Responses

  1. Votamos por otro maraton?! 🤭
    Muy lindo capitulo, la en si historia es hermosa a pesar del sufrimiento por separado de los protagonistas pero creo es lo que los ha llevado a estar junto.

  2. Awww q belleza estos capitulos con Aria,es una niña muy noble igual a su padre. Y puso a Dan en aprietos jajaja por ahora será “solo Dan” jajajaja igualta al papá jajajaja

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