David y Valentina pasaron parte de la mañana fuera, aprovechando el tiempo para hacer algunas cosas juntos. Una de ellas fue visitar una exclusiva boutique de vestidos de gala, donde Valentina se probó atuendos tan hermosos que parecían sacados de un cuento de hadas.

Al principio, ella se negó rotundamente cuando Tristán le propuso escoger uno como regalo. Sin embargo, terminó cediendo cuando él le sugirió que se probara varios y que él, después, le enviaría el mejor de todos. 

⎯No puedo creer que me medí tantos vestidos… ⎯dice Valentina, mientras caminan de regreso al piso de David⎯. Solo escoge uno de los que me gustaron, ¿va?

⎯Eres parte del proyecto, tienes que estar a la altura del evento ⎯le responde él con una sonrisa traviesa.

⎯No, en serio, solo uno. ¿Cómo voy a llevarme tantos en la maleta? ⎯insiste ella, algo apurada.

⎯Pues ya veremos… ⎯responde él, sin comprometerse.

⎯¿Y no se los puede quedar una de tus hermanas? ¿Alegra, por ejemplo? Seguro los aprovecharía.

⎯Se nota que no conoces bien a Alegra ⎯ríe Tristán⎯. No repite outfit ni aunque viviera en una isla desierta.

Valentina ríe con él, disfrutando la ligereza del momento. Pero antes de llegar al edificio, David la detiene suavemente, tomándola de las manos. Sus ojos color café se cruzan con los de ella, intensos, cálidos.

⎯No te preocupes ⎯le dice con ternura⎯. Te lo quiero regalar. Y si no puedes llevártelo ahora, lo dejas aquí. ¿Vas a regresar, ¿no?

Valentina no está completamente segura, pero asiente. Si todo sale bien, si Jon cumple su palabra, si su situación mejora… entonces sí. Podría regresar. Podría quedarse.

⎯Lo guardamos en casa de mis padres o en el vestidor de Alegra. Tiene más armario que habitación ⎯agrega él con una sonrisa.

Valentina ríe de nuevo, sintiéndose cada vez más cómoda con él, como si la vida comenzara a tener un nuevo ritmo, uno que por fin podía disfrutar.

Pero ese momento de tranquilidad se rompe en cuanto llegan a la entrada del edificio. Una figura conocida se baja de un coche y los toma por sorpresa.

⎯Caro… ⎯dice David, reconociéndola al instante y dedicándole una sonrisa cálida.

⎯Necesito hablar contigo. Es urgente ⎯responde Ana Carolina con un tono que no deja espacio para dudas.

⎯Bueno, yo puedo irme al hotel y… ⎯empieza a decir Valentina, retrocediendo con discreción.

⎯No, quédate ⎯la interrumpe Ana Carolina⎯. A ti también te interesa esto.

Valentina frunce el ceño, confundida, hasta que sigue la mirada de Ana Carolina hacia el coche. En el asiento del conductor, un hombre de piel bronceada, barba perfectamente recortada y cabello rizado corto la observa con seriedad. Hay algo en su postura que impone respeto, una mezcla de autoridad y elegancia.

David Tristán no necesita más. Lo reconoce al instante.

Dante.

El hombre baja del coche y su altura no pasa desapercibida. Es tan alto como David, aunque su cuerpo no tiene el mismo trabajo atlético. Aun así, hay algo profundamente masculino en él. Su mandíbula es firme, su mirada tranquila pero intensa, y sus movimientos seguros, como si no hubiera nada que pudiera desequilibrarlo. Valentina lo observa con una mezcla de sorpresa y curiosidad. La tensión se instala como una nube densa entre los cuatro.

⎯David, él es Dante ⎯dice Ana Carolina con firmeza, rompiendo el silencio.

Dante duda por un instante, sin saber muy bien cómo saludar a David. Pero Tristán, con esa naturalidad que lo caracteriza, da el primer paso: le tiende la mano con seguridad, y Dante se la estrecha con firmeza. Hay respeto en el gesto, aunque ninguno de los dos sabe bien en qué terreno están pisando.

⎯¿Podemos subir a tu piso? ⎯pregunta Ana Carolina, con ese tono suyo que no deja espacio para el “no”.

⎯Sí, claro ⎯responde David, aún sin entender nada.

Ana Carolina regresa al auto, toma su bolso de mano y cierra la puerta con calma. Después, sin soltar a Dante, le toma la mano con naturalidad y caminan hacia la entrada del edificio. Se ven coordinados, casi como si ya hubieran tenido muchas caminatas juntos.

David hace lo mismo con Valentina. Le ofrece su mano y ella la toma, sin decir palabra. Ambos caminan en silencio, con el peso de una tensión que todavía no logran descifrar.

Cuando los cuatro suben al elevador, el ambiente se vuelve aún más denso. El espacio cerrado amplifica el silencio. Hay algo en el aire, una urgencia contenida, una verdad que parece a punto de estallar. Dante permanece tranquilo, como si ya hubiera hecho las paces con lo que está por suceder. Ana Carolina también se muestra serena, determinada. Valentina, en cambio, siente el estómago hecho un nudo. David, a su lado, mantiene el rostro inexpresivo, como si intentara prepararse para cualquier cosa.

Al llegar, Tristán abre la puerta de su piso y deja pasar a todos.

⎯Una disculpa… no alcancé a tender la cama ⎯dice con un intento de ligereza, pero su voz suena más tensa de lo habitual.

Valentina, que nota que la habitación muestra señales claras de la noche que compartieron, se sonroja al instante.

⎯No pasa nada… ⎯responde Ana Carolina, sin inmutarse, mientras deja su elegante bolso sobre la barra central de la cocina como si estuviera en su casa.

⎯¿Quieres algo de tomar? ⎯le ofrece David a Dante.

⎯No, gracias ⎯responde el italiano, con un acento marcado pero un tono educado.

Ana Carolina ya se ha servido un vaso de agua. Da un sorbo lento, dejando que el líquido calme lo que sea que arde en su interior. Luego, deja el vaso en la barra, se gira hacia David y lo mira directamente a los ojos.

⎯Estoy embarazada ⎯dice sin rodeos.

El silencio cae como una losa. El aire se vuelve espeso, difícil de respirar. Solo se escucha el tic tac lejano del reloj colgado en la pared.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta David, como si no hubiera escuchado bien.

⎯Sé que no es lo que querías oír… dadas las circunstancias ⎯agrega Ana Carolina, con la voz firme pero con un leve temblor en las últimas palabras.

⎯Y es tuyo. Por si lo dudas ⎯interviene Dante, con tono seco.

David lo mira con sorpresa, pero no con molestia. Sus ojos se clavan en los de Dante por unos segundos, luego asiente.

⎯Lo sé ⎯dice, con serenidad⎯. Conozco a Ana Carolina. Ella nunca inventaría algo así para retenerme. No dudo de su palabra.

⎯Ti avevo detto che David non era così… ⎯murmura Ana Carolina en italiano, tomando suavemente la mano de Dante.

⎯No, no soy así ⎯responde David en español, con un pequeño gesto de resignación.

Valentina permanece en silencio. Sus labios están sellados, sus ojos fijos en el suelo. No sabe qué pensar, ni qué sentir. Está ahí, en medio de algo que no le pertenece… pero que inevitablemente la toca. Una parte de ella siente que debería marcharse. Otra, más fuerte, se queda.

La noticia aún flota en el ambiente, como una bomba que recién estalló y cuyos fragmentos aún no han terminado de caer.

⎯No voy a mentirte, David ⎯continúa Ana Carolina con voz baja pero firme⎯. Sospechaba desde hace unas semanas, pero me negaba a que fuese cierto. Me decía que era el estrés, los cambios, el viaje… Sin embargo, lo confirmé hace dos días. Y bueno… es un hecho.

La seriedad con la que habla se nota en cada gesto. Sus manos están entrelazadas con fuerza frente a ella, sus ojos fijos en el suelo. Hay miedo en su voz, un temblor apenas perceptible, pero imposible de ignorar. A pesar de su porte elegante y su aparente seguridad, Ana Carolina está asustada. Hasta que David rompe el silencio:

⎯¿Todo bien? ¿Te sientes bien?

Ana Carolina niega con la cabeza, y sus labios tiemblan antes de soltar la verdad.

⎯No… estoy asustada ⎯susurra. Y sin poder contenerlo más, rompe en llanto. En ese instante, como impulsada por una necesidad más fuerte que ella, da un paso hacia David y se refugia en sus brazos. Él la recibe sin dudar, rodeándola con ternura, como quien abraza a alguien que ha sido parte de su historia, aunque ya no lo sea de su presente.

⎯Lo siento, Dante… ⎯dice Ana Carolina entre sollozos.

⎯No te preocupes ⎯responde él con comprensión, con una calma que nace de la aceptación. Como si entendiera que ese momento pertenece a ellos dos. Como si supiera que hay vínculos que no se rompen del todo.

Valentina y Dante se cruzan una mirada silenciosa. No hay celos, ni juicio. Solo una incómoda empatía. Ambos entienden que Ana Carolina eligió este espacio, esta compañía, este abrazo… por una razón.

⎯Tranquila, Carito… ⎯murmura David, acariciándole el cabello como si aún pudiera protegerla de todo.

⎯¿Qué vamos a hacer ahora? ⎯pregunta ella con la voz quebrada⎯. Yo te quiero mucho, David, pero… tú sabes que…

⎯Lo entiendo ⎯asiente él, sin necesidad de que termine la frase.

Ana Carolina se separa lentamente de él y lo mira a los ojos. Su rostro está empapado en lágrimas, pero hay algo claro en su expresión: determinación, duda y un miedo muy humano.

⎯Esto complica las cosas. Yo… ⎯respira hondo⎯. No sé qué hacer. No estoy lista para tomar decisiones. Solo… solo sé que no quiero hacerlo sola.

David la escucha sin interrumpir. Luego, su voz suena con la mezcla exacta de dulzura y responsabilidad.

⎯¿Quieres que lo tengamos? ⎯pregunta, con un tono serio, pausado, pero profundamente humano.

Ana Carolina vuelve la mirada hacia Dante, como buscando una respuesta, una señal, algo que la ayude a sostenerse. Él le da una media sonrisa y asiente con suavidad, como diciendo te acompaño en lo que decidas.

⎯Yo… no me atrevería a tomar esa decisión sola ⎯confiesa ella⎯. No todavía.

Y en ese instante, el silencio vuelve, pero esta vez no es el mismo. Es un silencio diferente. No hay reproches ni respuestas claras, solo la conciencia de que la vida acaba de cambiar para todos en esa sala.

⎯No sé cómo pasó… ⎯comienza Ana Carolina, con un hilo de voz⎯. Siempre nos cuidamos…

⎯Pues… el cuidado no fue suficiente ⎯responde David, sin sarcasmo, solo con una serenidad que intenta calmar las aguas.

Ana Carolina suspira, como si llevara horas reteniendo el aire.

⎯Lo siento, Valentina ⎯dice entonces, mirándola directamente a los ojos.

Valentina asiente con firmeza, sin titubeos.

⎯Está bien… de verdad. No pasa nada ⎯responde. Y aunque sus palabras son sinceras, el nudo en su garganta aún está ahí, silencioso, apretado.

Ana Carolina respira hondo, intentando volver al punto central.

⎯Hablé con Dante al respecto y… creemos que lo más sensato es tomar la decisión juntos. Solo quiero que ambos… veamos con claridad las ventajas, y también las consecuencias.

⎯¿Ventajas? Hay muchas ⎯responde David, intentando mostrar una sonrisa, aunque su mente sigue procesando todo⎯. Consecuencias… también.

⎯Ana Caro… ⎯interviene Dante con su inconfundible acento⎯. Tiene miedo de que su padre la obligue a casarse contigo. E lei non lo accetta.

David frunce el ceño, pero niega con la cabeza.

⎯Tranquila ⎯dice⎯. No nos vamos a casar solo porque sí. Esto no va de conveniencias. Primero lo primero: hay que aclarar la situación… y decidir con calma.

Mira a Dante con respeto.

⎯Dante… ¿estás de acuerdo con esto?

Dante aprieta los labios, como si tuviera mil respuestas y una sola oportunidad de decirlas.

⎯Sí ⎯responde con firmeza⎯. Amo profundamente a Ana Carolina, y sé que ustedes tienen una larga historia. Mis sentimientos por ella son claros. Y no me afecta… criar al hijo o hija de otro hombre. Lo importante es el presente. Y lo que viene.

David asiente en silencio. Lo respeta. Lo admira, incluso. No cualquiera tendría esa entereza.

Entonces, gira la cabeza y su mirada se encuentra con la de Valentina. Ella ha estado callada, observando, absorbiendo cada palabra como si fueran gotas de algo más pesado que el agua.

Nadie le pide que hable, pero todos notan que en su interior también hay una tormenta. A ambos ⎯a Valentina y a David⎯ la noticia los ha golpeado como un martillo seco. Él lo disimula mejor. Ella, no tanto.

Valentina, sin embargo, respira hondo, se incorpora un poco en el asiento y habla con una calma que sorprende incluso a ella misma:

⎯Lo que acaba de pasar cambia muchas cosas, pero no cambia quiénes somos… ni lo que cada uno ha vivido hasta ahora ⎯empieza, mirando primero a Ana Carolina y luego a David⎯. Todos aquí estamos lidiando con algo que no esperábamos. Pero si algo he aprendido últimamente es que la vida no pregunta antes de dar un giro. Solo lo hace… y nos obliga a decidir si queremos escondernos o enfrentarlo.

Ana Carolina baja la mirada, conmovida. Dante le aprieta suavemente la mano.

⎯Tú ⎯dice, mirando a David con ternura pero también con claridad⎯. Eres un hombre increíble. Y sé que harás lo correcto. No porque debas, sino porque siempre haces lo que nace del corazón.

Se vuelve a Ana Carolina.

⎯Y tú eres valiente ⎯dice Valentina, con la voz serena pero firme⎯. Decir lo que dijiste, cómo lo dijiste… no es fácil. Lo respeto mucho.

Una breve pausa sigue a sus palabras. Ella respira profundo. Su voz tiembla un poco, pero no pierde la compostura.

⎯Yo… no sé qué pasará después. Pero estoy aquí. Y si en algún momento ya no lo estoy, o Dante tampoco… ustedes dos estarán bien con la decisión que tomaron. Pero quiero pensar que no quieren que nos vayamos, porque si no, habrían tenido esta conversación solos.

David la mira, sorprendido por su claridad, por su madurez. Le sonríe con ternura y, sin poder evitarlo, se inclina y le da un beso en la frente.

Ana Carolina, que ha permanecido en silencio durante ese intercambio, parece más tranquila. Asiente lentamente.

⎯Lo quiero tener… ⎯dice al fin, con una voz más suave, más segura⎯. Tú conoces mis principios, y sí… quiero tenerlo. Además…

Hace una pausa. Entonces, sin añadir más, abre su bolso con lentitud, saca su móvil y busca entre sus archivos. Después de unos segundos, se lo extiende a David.

⎯Escuché su corazón ⎯susurra.

David toma el móvil. Sonríe apenas, con ese gesto contenido que intenta esconder la emoción, pero no logra disimular lo que siente de verdad. Presiona play.

La pantalla se ilumina con la imagen en blanco y negro del ultrasonido.

Y entonces, el sonido lo envuelve.

Tum-tum, tum-tum, tum-tum. Firme. Veloz. Constante.

El corazón.

El corazón de su bebé.

Sus ojos parpadean con más lentitud. Y sin previo aviso, ese nudo que había permanecido dormido en su pecho se sube a la garganta. Traga saliva. Respira hondo. Pero el sonido sigue, implacable, delicado, poderoso. La fuerza de una vida nueva que no pidió permiso para llegar, pero que ya está aquí. Latiendo dentro de Ana Carolina… pero resonando dentro de él.

David no puede evitarlo.

Sus ojos se humedecen.

Cierra un momento los párpados, tratando de mantener la compostura, pero cuando los abre de nuevo y vuelve a mirar la pantalla, la emoción lo desborda.

⎯Ese es… ⎯murmura, sin necesidad de terminar la frase. No hace falta.

Es su hijo.

O su hija.

Su bebé.

Y por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de él se acomoda. Una certeza tibia, poderosa, inexplicable, que lo atraviesa con fuerza.

Él será padre.

Y en ese momento, no importan los planes, las complicaciones ni los miedos. Porque ese sonido… ese pequeño tambor vibrando en la imagen… ya cambió su mundo para siempre.

Para David Tristán, tomar decisiones que cambiaran su vida nunca fue sencillo. Siempre había sido más fácil postergar, analizar en exceso, esperar el momento perfecto… que nunca llegaba. Pero esta vez fue diferente. Esta vez, lo supo.

De todas las decisiones importantes que había enfrentado, esta fue, paradójicamente, la más clara. La más firme. Tal vez porque no venía solo de la razón, sino de algo más profundo. Esta vez, no dudó.

Por primera vez, recordó con nitidez el consejo de su madre, ese que tantas veces había ignorado por miedo o inseguridad: “Hazlo, aunque tengas miedo, pero hazlo”.

Y lo hizo.

Con el corazón latiéndole fuerte, con el vértigo de lo desconocido aún presente… pero lo hizo.

Ana Caro y él iban a ser papás. 

3 Responses

  1. Ufffff que notición!!! 🥹🥹🥹
    Ame las respuestas de todos! 💕💕
    Sólo espero que las consecuencias no sean tan duras y complejas 🙏🏼

  2. Un bebé siempre viene de cosas buenas. Así q de seguro entre los 4 buscarán la manera de que todo esté bien

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