TAZARTE
Abro los ojos y siento un peso en los párpados. La resaca me golpea con fuerza, una migraña que el vino me ha dejado y la falta de sueño que, aunque placentera, me ha pasado factura. Estoy cansado, pero un cansancio que no me molesta del todo. El tipo de cansancio que surge de una noche bien vivida, de momentos que valen la pena. Daniel y yo queríamos llevárnosla suave. Lo hablamos mientras cenábamos pasta y vino, riendo y disfrutando de la tranquilidad. Pero, al final, terminamos entre las sábanas, besándonos, entregándonos. Haciendo el amor.
Estiro la mano en busca de su calor, pero lo único que encuentro es la fría ausencia de su lado de la cama. El espacio a mi lado está vacío.
⎯¿Dan? ⎯llamo, con la voz aún ronca de sueño, no obstante, no obtengo respuesta. ⎯¿Dan?
Me levanto lentamente, el cansancio se nota en cada movimiento. Mis rizos están completamente despeinados, una maraña imposible de controlar. Los amarro como puedo con una liga, tomando lo que parece ser la solución más rápida para que no sigan cayendo sobre mi rostro. Después de vestirme con un bóxer y el pantalón del pijama, camino hacia la puerta de la habitación y la abro.
Desde el pasillo, escucho la voz de Daniel, firme y tranquila, como si no hubiera nada que lo perturbe.
⎯Creo que es una nota muy desafortunada, ¿no crees? ⎯dice, hablando por teléfono.
Lo sé, papá, pero aun así. No, tampoco es que vaya a demandar al periódico. En fin. Sí, voy más al rato cuando vaya a recoger a Aria con Taz. Vale, saludos a mis hermanas y a mi madre.
Llego a la sala y lo encuentro sentado en el sofá, la luz suave de la mañana filtrándose por las ventanas. Está absorto en el iPad, con una expresión que no alcanzo a leer. El titular de un periódico me hace sonreír, aunque también me siento ligeramente sorprendido por la publicación.
“No todos los Ruiz de Con son casamenteros: Daniel Ruiz de Con confiesa su amor por Tazarte de la Mora en una inesperada declaración”.
Me siento a su lado, sonriendo con una mezcla de incredulidad y diversión.
⎯Buenos días ⎯digo, y él voltea hacia mí, su rostro iluminado por esa sonrisa que nunca me canso de ver.
⎯Buenos días ⎯responde, su tono relajado, como si todo esto fuera lo más normal del mundo.
⎯Parece que la hicimos en grande ⎯comento, mirando el titular de nuevo, mi tono juguetón pero también curioso por su reacción.
⎯De todos los periódicos, fueron los únicos que sacaron la noticia así… No le veo mucha seriedad. Si me preguntas… ⎯responde, encogiéndose de hombros, como si no fuera tan importante lo que dijeran los medios.
Siento una mezcla de alivio y ternura al verlo tan relajado, como si estuviera tomando todo esto con una calma que no esperaba. En su rostro se dibuja una mezcla de diversión y cansancio, como si, al final, este tipo de atención mediática fuera solo otro pequeño obstáculo en su vida, algo a lo que ya estaba acostumbrado.
⎯¿Te arrepientes? ⎯inquiero, mirando el periódico con una sonrisa, pero también curioso por saber lo que piensa.
Daniel niega con la cabeza de inmediato.
⎯No. Sólo no estoy acostumbrado a ser noticia…
⎯Yo sí ⎯contesto con coquetería, mientras tomo el iPad y leo la noticia⎯. Me gusta ser el centro de atención.
Daniel se ríe, y por un momento me siento como si esta fuera nuestra burbuja, lejos de todo el ruido externo. Después toma un sorbo de té, dejando escapar un suspiro.
⎯Ayer dijimos que nos la llevaríamos leve ⎯me recuerda, su tono ahora ligeramente más serio, pero con una sonrisa juguetona.
Lo miro, una sonrisa divertida curvando mis labios.
⎯Tú ayer no te veías muy dispuesto a eso…
Daniel se sonroja levemente, como si hubiera sido pillado en el acto, y no puedo evitar notar lo encantador que se ve en ese momento.
⎯Bueno, has despertado algo en mí ⎯responde, su voz suave, pero sincera, y por un momento siento que todo el aire en la habitación se vuelve más denso, cargado de algo mucho más profundo que simplemente diversión⎯. Dame un beso, Tazarte de la Mora.
Sus palabras llenas de ternura me hechizan. Los espacios entre nosotros se reducen hasta que sus ojos y los míos se encuentran de nuevo, esa conexión silenciosa que nunca he dejado de sentir.
Su aliento roza mi rostro, cálido y cercano, y siento cómo mi respiración se acelera ligeramente. No es el beso apasionado de una noche llena de emociones desenfrenadas. Es algo más tranquilo, más lleno de ternura, como si ambos estuviéramos saboreando la fragilidad de este momento.
Me inclino hacia él, despacio, como si no quisiéramos apresurarlo, y cuando nuestros labios finalmente se encuentran, la sensación es suave, casi como una caricia. El roce de sus labios es tan delicado que podría pensar que todo el mundo ha dejado de moverse, como si el tiempo se hubiera suspendido solo para nosotros.
Lo beso con suavidad, sin prisa, dejando que el momento se extienda en una quietud tranquila. La dulzura del beso refleja todo lo que no necesitamos decir en voz alta: confianza, cariño, y un deseo de estar ahí, juntos, sin que nada más importe.
Cuando nos separamos, mi respiración está algo entrecortada, y veo en sus ojos un reflejo de lo que siento, algo mucho más profundo que simplemente el toque de unos labios. La intensidad del momento sigue flotando en el aire entre nosotros, como si todavía estuviéramos tratando de asimilar lo que acaba de pasar.
⎯Me dieron ganas de desayunar, ¿vamos?
⎯¿A mí? ⎯responde, coqueto.
⎯Tal vez más tarde, tengo en verdad hambre ⎯le digo, sonriendo suavemente, buscando una forma de volver a la normalidad, aunque sé que lo que hemos compartido sigue resonando en cada uno de nosotros. ⎯Aunque primero, le haré una videollamada a Aria para saber cómo le fue.
⎯Sé que está bien… pero hazlo. Y te llevaré a desayunar al mejor restaurante de Madrid.
⎯Nada lujoso, ¿vale? ⎯le pido, con una ligera risa, sabiendo que su propuesta seguramente se inclina hacia lo grandioso, como siempre.
⎯¿Vamos a empezar? ⎯pregunta, con una sonrisa picara que me hace reír. ⎯Tu novio es un Canarias, no hay medias tintas.
Me río bajito, sacudiendo la cabeza con diversión, pero también sintiendo una calidez al escuchar sus palabras.
⎯Voy a hablarle a Aria ⎯contesto, sacando el móvil de mi bolsillo, y entrando a la habitación para hacer la llamada.
***
Me sorprendió el restaurante al que me llevó Daniel. Pensé que me llevaría a uno increíblemente elegante, pero en su lugar, nos encontramos en un pequeño local en un barrio que no conocía. Pedimos un desayuno basto para los dos. Yo elegí un café cargado para despertarme, mientras que él optó por algo más fresco, como si el calor en Madrid no le afectara tanto.
El calor se ha intensificado en Madrid, y Daniel lo odia. A pesar de que se viste de una manera tan elegante, tan fashion, que parece que estoy saliendo con un modelo, él siempre dice que el calor no es lo suyo. El frío, según él, es lo que realmente resalta su elegancia.
⎯Tengo unos abrigos y guantes de piel sintética, increíbles ⎯me comenta con una sonrisa juguetona⎯. Cuando llegue el invierno, me amarás más.
Sonrío ante su comentario, disfrutando de su entusiasmo.
⎯Esa es una frase muy bonita. Pero no te amo por cómo te vistes, sino por quién eres ⎯le aclaro, mirándolo fijamente a los ojos, sabiendo que mis palabras tienen un peso que ambos entendemos.
Por un momento, nos quedamos en silencio, disfrutando del desayuno y, por qué no, de nuestra nueva libertad. Hay algo liberador en este momento, algo que nos permite sentirnos como si el mundo fuera solo nuestro, aunque sé que hay muchas cosas que debemos hablar. No puedo seguir ignorando lo que se avecina.
⎯Dan… ⎯digo, tratando de encontrar las palabras correctas.
⎯Lo sé. Hablemos ⎯me responde, como si ya supiera lo que quiero decir.
⎯Aria sabe que nos peleamos y ahora regresas…
⎯Lo sé…
⎯Y ya no te puedes ir ⎯le advierto, mirando sus ojos con firmeza⎯. No solo por Aria, sino porque te amo ⎯le digo directo, sin rodeos, sabiendo que ahora no hay espacio para dudas.
Daniel deja de comer, y por un instante, su mirada se suaviza. Me sonríe, esa sonrisa tan suya, llena de seguridad y ternura.
⎯No pienso irme. Te dije que pasaría el resto de mi día demostrándote cuánto te amo, y lo haré ⎯comenta con confianza, como si nada más fuera necesario. ⎯Aria no pasará malos ratos. Creo que le agrado y, honestamente, ya empiezo a quererla. Así que el siguiente paso sería…
⎯¿Venirte a vivir conmigo? ⎯le pregunto, sin pensar demasiado, como si las palabras ya estuvieran en el aire.
Daniel arquea una ceja, sorprendido, pero también divertido por lo repentino de mi comentario.
⎯Y, ¿me reclamas que yo no me la lleve leve, ayer? ⎯me responde, entre sonrisas, como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar.
⎯Lo siento, me emocioné… es que… ⎯titubeo, sintiendo que tal vez he ido demasiado rápido.
De pronto, un ligero nerviosismo me invade. Siento que, quizás, acabo de decir algo que podría poner en riesgo nuestra relación, algo demasiado apresurado. Pero antes de que cualquier inseguridad pueda apoderarse de mí, Daniel toma mi mano y sonríe, esa sonrisa que siempre tiene la capacidad de calmar mis pensamientos.
⎯¿Quieres que me vaya a vivir contigo? ⎯me pregunta, su tono suave, pero con una curiosidad que me toca profundamente.
No dudo mucho. Siento que es lo que quiero, lo que necesitamos. Acepto, sin vacilar, y la respuesta sale de mis labios como una afirmación simple, pero llena de significado.
⎯Sí.
⎯¿No esperarás a saber si soy desordenado? ¿Si ronco? ¿Si soy sucio? ⎯pregunta, con una sonrisa traviesa que me hace reír un poco.
Sonrío, ligeramente divertido por la posibilidad de esas preguntas.
⎯¿Lo eres? ⎯le pregunto, mi tono juguetón, pero también curioso.
⎯No ⎯aclara de inmediato⎯. Sólo son preguntas básicas. Aunque, me gustaría saber un poco más.
⎯Primero me dices que me vaya a vivir contigo y después me preguntas cómo soy en convivencia ⎯respondo entre risas, un poco sorprendido por la sinceridad de la pregunta⎯. Bueno, nunca he convivido con alguien o compartido una casa. Solo con David Tristán, pero estaba completamente deprimido, así que no participaba mucho en el piso. David se encargó de todo: limpiar, preparar comida, comprar los víveres, mantenerme vivo para poder conocerte.
Sonrío levemente, sintiendo una ligera tristeza por la parte de su vida que no ha sido fácil, pero también admiración por cómo ha superado eso.
⎯Pero, te puedo decir que soy un buen hombre. Soy limpio, me gusta cocinar, cambiaría la cama por una King Size porque siempre he dormido en una King Size…
⎯¡Guau! ¿Ya estamos remodelando? ⎯contesto entre risas, disfrutando de cómo la conversación ha tomado un giro más ligero.
⎯Y… llevo un presupuesto ⎯comenta, como si estuviera compartiendo algo personal, pero que también muestra su responsabilidad⎯. Tengo presupuesto mensual de gastos, no me gusta salirme de mi presupuesto, excepto que sea para ganar de regreso el corazón del hombre que amo ⎯aclara, refiriéndose a la compra de la bicicleta⎯. Tengo un clóset más grande de lo que crees.
⎯Ok… ⎯respondo, ya empezando a entender las complejidades de Daniel, pero también encantado por cómo se está abriendo.
⎯Y quisiera volver a conectarme con mi familia porque me alejé mucho, así que posiblemente tengamos muchas vacaciones familiares.
Me río ligeramente, sorprendiendo la ligereza con la que lo dice.
⎯¿Vacaciones familiares? ⎯pregunto, todavía medio incrédulo.
⎯Sí. Y tenemos una vez al año unas vacaciones en el yate familiar…
⎯Ok ⎯expreso, un poco sorprendido, pero sabiendo que su vida tiene esos lujos que, al parecer, no lo definen.
⎯Pero en el día a día, pues, no es tan lujoso. Bueno… el chofer me lleva y me trae y posiblemente tengo cenas elegantes, pero, te puedo comer en un puesto de tacos parados o un puesto de mariscos al lado del mar con los pies enterrados en la arena. O ir con Moríns a ese bar de mala muerte donde venden las mejores micheladas que he probado.
Me río a carcajadas. No sé por qué lo hago, tal vez porque he encontrado a mi hombre perfecto. O tal vez porque, en ese momento, Daniel es mucho más humano y cercano de lo que imaginé.
⎯Me encanta… ⎯digo, sintiendo una conexión aún más fuerte con él, como si cada palabra, cada risa, estuviera cimentando algo más profundo entre nosotros.
⎯Y Aria… ⎯Daniel suspira, su rostro se suaviza un poco⎯. Nos querremos ⎯aclara, su tono sincero, como si quisiera asegurarme que todo esto, nuestra relación, no solo está entre él y yo, sino que también incluye a mi hija⎯. Suelo caerle bien a los niños.
⎯Aria ya te quiere… ⎯respondo, con una sonrisa tierna, sabiendo que la conexión con ella está creciendo también. Me reconforta saber que no es solo mi vida la que él está tocando, sino también la de ella, de una manera tan natural.
⎯Es mutuo… ⎯contesta, con esa calma que me hace sentir que todo, realmente, está encajando de manera perfecta. Las palabras de Daniel tienen una certeza que me deja sin dudas, y en ese momento siento que todo lo que hemos compartido no es solo una coincidencia, sino un camino que ambos hemos elegido seguir.
⎯¿Qué tan grande es tu clóset? ⎯pregunto, con mucha curiosidad, cambiando de tema, pero no del todo. Hay algo que me intriga de él, algo que siempre me ha llamado la atención: su estilo, su forma de presentarse al mundo.
⎯Sólo con decirte que, cuando vivía con mi primo, ambos teníamos una habitación para nuestras ropas. David es más Canarias que yo en ese aspecto, pero yo, bueno, me gusta vestirme bien. Así que mi clóset necesita su propia habitación. ⎯Su tono es juguetón, pero también revela algo de la manera en que lleva su vida: todo tiene su lugar, su orden.
⎯No cederé mi estudio… ⎯le advierto, entre sonrisas, sabiendo que estamos bromeando, pero también dejando claro lo que significa para mí ese espacio.
⎯Vale, vale… es justo. ⎯Asiente, como si estuviera dispuesto a encontrar una solución, como si, de alguna forma, ya estuviera dispuesto a adaptarse a mi mundo, al igual que yo lo haría con el suyo.
⎯Y no me cambiaré de casa… Aria ya pintó su mural… ⎯le contesto, con una leve sonrisa, disfrutando de cómo nuestras conversaciones se van entrelazando de manera tan natural.
Daniel sonríe, y me doy cuenta de que su sonrisa no es solo por la broma, sino por cómo, incluso en esas pequeñas decisiones, estamos construyendo algo juntos.
⎯Entonces… tendremos que resolverlo, ¿no crees? ⎯dice, con un tono de desafío ligero, pero también lleno de complicidad.
⎯Eso creo… ⎯contesto, sintiendo una mezcla de emoción y nervios. No sé exactamente cómo vamos a resolverlo, pero la idea de hacerlo juntos me llena de esperanza.
⎯¿A tu manera o a la mía? ⎯me pregunta, y yo me río, disfrutando de lo que está por venir.
⎯Pues… ¿a la tuya? ⎯contesto, sin pensarlo mucho, pero con un toque de diversión en mi voz, sabiendo que, de alguna manera, estoy dejando que él tome las riendas.
⎯Bien… a la mía… ⎯responde, sonriendo, esa sonrisa que siempre me derrite y me hace sentir que, sea lo que sea, estamos en esto juntos.
***
Dos semanas después, Daniel había comprado el piso contiguo al mío, pedido los permisos necesarios y tirado la pared que los dividía. El nivel de arriba ahora era nuestro. También, a la semana de haber tenido esa conversación, Daniel se mudó con nosotros, comenzando así nuestra familia.
El poder del dinero jajaja, y todo con un presupuesto
Jajajajajajajajjaa esa pregunta será la base de la relación! A tú manera o a la mía? Jajajajajajajajajan y tal cual lo imaginé 🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
Me encantan!!! 🥰🥰🥰
Ame este capítulo, gracias Ana!!!
Que bello Daniel el extraordinario dios yo quiero un Daniel jejejje y mí Taz que felicidad derrocha los adoro!!!!!
Ya quisiera yo poder hacer un pequeño baño y tener el presupuesto de Daniel
Ayyy que hermosura!!!!
Q lindo. Lo mejor de todo es poder vivir cómodamente teniendo los resultados deseados
Mis niños y la hermosa familia que forman
Wow, eso fue resolutivo de una, con comprada de piso y todo, gastos fuera del presupuesto por la familia. Que bonito.