KARL
Me encuentro de pie en el altar, con los pies firmes pero el corazón latiéndome como si fuera a salirse del pecho. Respiro hondo, tratando de parecer tranquilo, pero las manos entrelazadas al frente me sudan, y no sé si es por el calor de Ibiza o porque en cualquier momento voy a ver a Alegra caminando hacia mí.
A mi lado está Antonio. No dice mucho, pero lo conozco lo suficiente como para notar que él también está nervioso. Mira hacia el pasillo con los labios apretados y ese tic en la ceja que le sale cada vez que algo le importa demasiado.
⎯¿Respiras? ⎯me pregunta, apenas girando la cabeza hacia mí.
⎯Estoy tratando ⎯le respondo, con una sonrisa tensa.
⎯Mira que si te desmayas primero tú, me das permiso de desmayarme yo después.
⎯No va a pasar ⎯contesto, y aunque trato de sonar firme, me sale más como un deseo que una certeza⎯. Pero si pasa, que alguien me cache con estilo.
Las puertas de la iglesia se abren, y mi corazón se enciende de ternura.
Aparecen nuestros hijos.
Mis hijas ⎯Alegrita, Amada y Alma⎯ lucen vestidos hechos por Lila, todos bordados con pequeñas flores brillantes que relucen con la luz del mediodía. Caminan con cuidado, siguiendo las instrucciones de Fátima Moríns, que se ha tomado muy en serio su papel de directora de escena infantil. Detrás de ellas vienen los Chocitos, los hijos de Sila, Ximena, la hija de Lila, y mi hermano Kun, que se ha unido a la fiesta; todos vestidos de gala, lanzando pétalos o llevando pequeños letreros con frases como “Aquí viene mamá” y “Prepárate para llorar”.
⎯¡Papá! ⎯grita Alegrita en voz alta, agitando su manita mientras tira pétalos⎯. ¡Mira!
Me agacho un poco para verla mejor y le sonrío. Ella da una vuelta sobre sí misma, mostrándome su vestido con orgullo. Amada y Alma la imitan enseguida, girando sobre sus talones con una risa contagiosa que hace que todos los invitados sonrían.
Es hermoso verlos así. Saber que están aquí. Que ellos también están viviendo este momento. Que son parte de esta historia.
Aún no la veo a ella, pero siento su presencia. Está cerca. Lo sé.
Y yo estoy listo. O al menos, lo más listo que puedo estar cuando sabes que tu vida está a punto de cambiar, otra vez, para bien.
Sin embargo, ese pensamiento se desvanece en cuanto las puertas se abren de nuevo y el pasillo se llena de nuevas figuras.
Los padrinos y las damas de honor comienzan a caminar hacia el altar. Aquí están todos: Cho del brazo de Sabina, ambos sonriendo con nerviosismo; Daniel camina con Ana Carolina, compartiendo una mirada cómplice que sólo ellos entienden; Moríns, como siempre impecable, avanza con Sila, que parece flotar a su lado. Jo y Jon siguen con paso elegante, y cierran el grupo Héctor y Mar, que no dejan de reírse por algo que solo ellos escucharon.
También están mi hermana, que avanza acompañada de Freud, con su andar elegante y seguro, y Philippe, mi hermano, con su pareja, tomados de la mano como siempre. Mi hermano mayor avanza con Calypso, ambos con ese aire relajado pero firme, como si fueran los guardianes de toda esta historia.
Finalmente, David Tristán entra con mi suegra Luz, que luce radiante, casi etérea, y mi padre, que camina orgulloso con su esposa embarazada. Se ven serenos, en paz, como si todo estuviera en su sitio.
Las puertas se cierran de nuevo.
Y sé que la próxima vez que se abran, Alegra y Lila aparecerán vestidas de novia. El corazón me da un vuelco. Antonio me mira, como si confirmáramos en silencio que este es el momento.
Las damas y los padrinos se acomodan en el altar. Nuestros hijos toman asiento en las sillas asignadas para ellos, justo al frente. Están inquietos, emocionados, pero bien portados. Alegrita ya agita los pies con impaciencia. Fátima Moríns le hace una seña y ella le saca la lengua con picardía. Me hace sonreír.
La música cambia. Las primeras notas de la marcha nupcial, adaptada especialmente por uno de los músicos favoritos de Alegra, comienzan a llenar el espacio con una solemnidad dulce y brillante.
Y entonces, las puertas se abren una última vez.
Primero aparece Lila, tomada del brazo de su padre. Luce preciosa, con ese aire de cuento que siempre la ha acompañado. Antonio suelta un suspiro apenas audible, pero yo lo noto. Sé lo que está sintiendo.
Y entonces… aparece Alegra.
El aire me abandona el cuerpo. Juro que mis sueños se han quedado cortos. Se ve hermosa. Brillante. Increíblemente bella. Su vestido resplandece con cada paso, pero no es el brillo del vestido lo que me deja sin palabras. Es ella. Es su fuerza, su luz, su andar decidido y sereno. Es la mujer que amo, la madre de mis hijos, mi compañera en el caos, la alegría y lo cotidiano, caminando hacia mí como si el universo entero hubiese estado esperando este instante.
Mentiría si dijera que no me moría por verla vestida de novia. Mentiría si dijera que este no era uno de mis sueños más antiguos. Y aún así, verla así, de la mano de su padre, mirándome como si todo fuera posible… supera cualquier cosa que haya imaginado.
Alegra sonríe. Esa sonrisa que es hogar.
Y yo solo puedo hacer una cosa: esperarla con el corazón en la garganta, listo para decirle otra vez ⎯como tantas otras veces⎯ que sí.
Siento su mano fundirse con la mía justo en el momento en que David Canarias la entrega. Sus ojos están brillantes, llenos de lágrimas contenidas. La emoción se le desborda, pero aún así sonríe.
⎯Ya hemos hecho esto antes, ¿cierto? ⎯me dice en un susurro lleno de afecto⎯. Aun así… te entrego lo más valioso que tengo en la vida. Te pido que la cuides mucho.
Trago saliva, porque lo que me está diciendo me atraviesa el pecho. Lo miro con toda la sinceridad que tengo.
⎯Siempre lo haré… siempre ⎯respondo, con la voz baja pero firme, sin apartar la vista de Alegra.
David asiente, me dedica una palmada en el hombro y luego besa con ternura la frente de su hija. Después, se vuelve hacia Antonio, que espera a Lila, y repite el gesto, esta vez un poco más conmovido si cabe.
En cuanto David se aleja, Alegra aprieta mi mano con fuerza. Sus dedos tiemblan apenas y sus ojos están a punto de romper en llanto. Me mira, con esa mezcla de nervios, alegría y amor que solo ella puede lograr.
⎯¡Oh, por Dios! ⎯murmura, con una risa bajita⎯. Y pensar que no quería hacer esto… Te ves guapísimo.
Me inclino hacia ella, sin soltarle la mano.
⎯Y tú… estás hermosa. Pero eso ya lo sabías. Hoy te ves… muy Alegra.
Ella se ríe, suave, como si en medio de todo, todavía pudiéramos jugar a ser solo ella y yo en el mundo.
David termina de entregar a Lila, y los cuatro ⎯Alegra y yo, Antonio y Lila⎯ nos alineamos frente al altar. El sol acaricia los vitrales y la luz inunda la iglesia como si alguien hubiera abierto el cielo.
La ceremonia comienza, y el murmullo emocionado que llenaba la iglesia momentos antes se convierte en un silencio expectante. Solo se escuchan los acordes suaves de la música instrumental, el leve suspiro de los invitados, y el ritmo acompasado de nuestras respiraciones.
El oficiante nos da la bienvenida con una sonrisa cálida. Es alguien cercano a la familia, alguien que conoce nuestra historia y que, por eso mismo, le da un tono íntimo a cada palabra.
⎯Hoy no es solo una celebración de amor ⎯comienza⎯. Es un reconocimiento a todo lo que han construido juntos, a todo lo que han superado y a todo lo que están dispuestos a seguir creando, día con día.
Alegra me aprieta la mano, y cuando la miro, tiene los ojos puestos en el frente, pero la sonrisa le tiembla. Me basta con verla para saber que está recordando todo lo que hemos pasado: nuestras peleas, las reconciliaciones, los embarazos inesperados, las madrugadas sin dormir, las fotos, los viajes, las pérdidas, los logros… nuestra historia.
Después, se nos pide que nos pongamos frente a frente. Las palabras del oficiante se entrelazan con las miradas de nuestros hijos, que nos observan desde las primeras filas con una mezcla de ternura y asombro. Los más pequeños se agitan un poco, y Alegrita saluda con la mano en un momento, sin importar el protocolo. Nos reímos todos, suavizando la solemnidad con un toque muy nuestro.
Uno a uno, los padrinos y madrinas se acercan con las arras, los lazos, los anillos. Cada uno lo hace con cariño, con palabras que apenas alcanzamos a escuchar, pero que se sienten profundas. Moríns nos mira con los ojos vidriosos al entregar el lazo. Jo y Jon bromean en voz baja cuando llevan las arras. Freud se toma su papel tan en serio que nos hace contener la risa.
Después, el oficiante levanta la mirada hacia nosotros y con una pausa dice:
⎯Ha llegado el momento más esperado. Los votos.
Y de pronto, todo se detiene.
Siento que el corazón me late tan fuerte que podría oírlo cualquiera. Alegra me mira. Se muerde el labio. Asiente, como si se dijera a sí misma: sí, lo voy a hacer. Y entonces… sonríe.
Es nuestro momento. Tomo las manos de Alegra entre las mías y, por un instante, respiro hondo antes de voltear hacia todos los que nos acompañan. Siento su mirada sobre mí, sus dedos temblando apenas, y eso me da el valor para empezar.
⎯Recuerdo perfectamente ⎯comienzo, con una sonrisa nostálgica⎯ cuando, en el hospital, les dije a algunos de mis colegas que me gustaba una Canarias. Alegra acababa de regresar de Nueva York, y ya habíamos tenido uno que otro encuentro… inesperado. Así que yo, en mi infinita seguridad ⎯la miro, y ella se ríe bajito⎯ ya estaba convencido de que me iba a casar con ella.
El público ríe con suavidad. Yo continúo.
⎯Entonces, alguien ⎯que, obviamente, no está en esta boda⎯ me lanzó un comentario que nunca olvidé. Me dijo: “Si te casas con ella, tendrás mucha suerte”.
Algunas miradas curiosas se cruzan entre los presentes. Alegra me observa con ternura.
⎯Debo admitir que, en ese momento, no entendí del todo las intenciones detrás de esa frase. Pensé que se refería a que yo tenía suerte de haberla conocido. Pero, con el tiempo, y gracias a la sabiduría de Moríns ⎯lo miro, y él asiente divertido desde su lugar⎯, entendí que lo que en realidad me estaban diciendo era: ‘No tendrás que preocuparte por nada: ni por dinero, ni por trabajo, ni por herencia… tendrás la vida arreglada’.
El público hace un sonoro “uhhh”, y algunos ríen con picardía.
⎯Así es ⎯confirmo, y entonces vuelvo mi atención a Alegra⎯. Pero como yo no lo entendí así, lo respondí con toda honestidad: claro que soy afortunado por casarme con una Canarias. Y hoy, frente a todos ustedes, voy a decirles por qué.
Hago una pausa. Suelto una mano de Alegra y le acaricio la mejilla con los dedos.
⎯Si casarse con una Canarias significa ser arropado y aceptado por una familia increíble… entonces, soy muy afortunado.
Si significa ganar nuevos hermanos, tíos, padres, sobrinos y todos los agregados que se suman sin preguntar… entonces, soy muy afortunado. Si significa sábados de waffles, comidas que se convierten en reuniones de veinte personas, conversaciones que terminan en carcajadas hasta que la cabeza duele… entonces, soy muy afortunado.Si significa tener un apoyo constante, una red invisible pero firme que sostiene en los días buenos y en los días difíciles… entonces, soy profundamente afortunado.
Miro a Alegra, y sonrío.
⎯Pero más allá del apellido, más allá de la familia, de las fiestas, del ruido, de las cenas infinitas y de los abrazos sin medida… casarme contigo, Alegra, significa haber encontrado mi lugar seguro. Significa haber elegido, con total convicción, a la mujer que me hace mejor hombre, mejor padre, mejor todo.
Casarme con una mujer valiente, inteligente, trabajadora. Una mujer divertida, con la que cada día es una nueva aventura.
Una mujer que me dio cinco hijos ⎯aunque, en realidad, ninguno de los dos esperaba que llegaran así, tan rápido, tan juntos, tan nuestros. Una mujer que me escogió… a pesar de que yo ni siquiera pensaba que era una opción. Y me alegro tanto de haberlo sido. Por eso, hoy, frente a todos los que amamos, te digo gracias… por dejarme entrar a tu mundo, por hacerme uno de los tuyos, por darme un lugar en esa gran, ruidosa y maravillosa tribu que llamas familia. Porque si esto es casarse con una Canarias, entonces soy el hombre más afortunado del mundo.
Y no por los terrenos que tendré que pelear con Moríns ⎯ todos se ríen ⎯Sino por darme todo lo que jamás pensé que tendría, ni que merecía: una familia, un hogar… un motivo para aferrarme a esta vida con todas mis fuerzas.
Te amo, Alegra.
⎯¡Ay, Karl! ⎯murmura Alegra, mientras se limpia las lágrimas. Le pongo la argolla de matrimonio y la beso.
Alegra toma mi argolla y me ve a los ojos:
⎯Yo… ⎯voltea a ver a Sila, y ella se acerca con una hoja de papel ⎯. Yo escribí mis votos porque sabía que estaría muy sentimental para decirlos de memoria. Así que… los leeré. Espero no llorar.
Sila le sostiene la hoja con manos firmes, y Alegra la toma. Sus dedos tiemblan apenas, pero su mirada se clava en la mía con una intensidad que me deja sin aliento.
⎯Karl… ⎯dice mi nombre como si fuera una plegaria, y ya con eso siento que el corazón se me desarma⎯. No me imaginaba la vida sin ti ⎯dice, y yo trago saliva.
Ni yo sin ella, pienso. Nunca.
⎯Cuando estuviste entre la vida y la muerte, yo solo podía pensar en una cosa: que no estaba lista para un mundo sin ti. No podía imaginarme criando sola a nuestros hijos, sin tu risa, sin tus abrazos, sin tu forma de hacer que todo parezca más fácil de lo que es. Mael no habría tenido a quién imitar con esos ojos grandes que te copió y esa voz firme con la que da órdenes como si ya fuera tú. Davide se habría quedado sin el héroe que convierte las historias de medicina en aventuras, el que le explica con tanta pasión que cree que el cuerpo humano es magia. Alegra no habría tenido a su “papá favorito del universo” ⎯sí, lo dice así, sin importar que no haya competencia⎯, el que la carga en hombros y le inventa canciones. Alma no habría tenido a quien mirar como si supiera todas las respuestas del mundo.Y Amada… Amada no habría corrido a tus brazos cada noche, ni te pediría que le cantes, aunque ya sabemos que cantas fatal.
Todos nos reímos.
⎯Yo… tampoco sé cómo habría seguido sin ti.Por eso, Karl, gracias por quedarte. Gracias por luchar. Tú te quedaste. Luchaste. Elegiste la vida ⎯dice⎯. Y yo… yo prometo hacer que cada segundo de esa vida valga la pena.
Y yo ya no respiro. No puedo. Tengo el alma en la garganta.
⎯Prometo amarte incluso en los días donde no sepamos cómo. Prometo sostenerte, cuidarte y reírme contigo. Prometo seguir soñando juntos, incluso cuando el cansancio quiere ganar. Y sobre todo, prometo nunca dar por sentado este amor que casi perdemos, este hogar que construimos con retazos de milagros, con pedacitos de cielo y con mucho amor. Te amo, Karl. Y hoy, frente a todos lo que nos han visto caer y levantarnos, te elijo. Una y otra vez. Para toda la vida.
Comienzo a llorar, y ella me niega con la cabeza.
⎯¡Ay, no! No llores, arruinaré mi maquillaje ⎯me comenta.
Alegra me pone la argolla en el dedo. Y la besa.
⎯Recuerda que mi corazón es tuyo… ⎯le murmuro.
Ambos nos tomamos de la mano y volteamos a ver a nuestros hijos. Ellos simplemente nos sonríen.
Ay no…. Que lindos votos, con tanta verdad y llegan al cora.
Aunque también rei al saber que Morins tiene competencia por los terrenos jajaja
Maravillosas palabras de ambos en sus votos. Definitivamente son un amor bonito y real. Gracias gracias gracias
Aww yo también me puse sentimental 🥺🥺 me encantó el intercambio de votos ❤️❤️
En verdad que han pasado por muchas dificultades, pero ese amor tan grande que se tienen siempre ha prevalecido.
Hermosos votos, qué hablan de todo lo vivido y lo que vendrá. Y pensar el trabajo que le dio a Karla enamorar Alegra…eres fascinante creando Ana!!!!👏👏👏👏👏👏
Amo a este par❤️❤️❤️❤️